Emerald, la usurpadora del tr...

By xCherryLove

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[HISTORIA GRATIS] Una maldición antigua bajo la luz de la luna roja. Un príncipe y una princesa. Uno guiará a... More

👑 ¡EMERALD YA A LA VENTA! 👑
ж PREFACIO ж
ж P R Ó L O G O ж
ж Capítulo I: Quiebre ж
ж Capítulo II: Desolación ж
ж Capítulo III: Una despedida dolorosa ж
ж Capítulo IV: La reina maldita. ж
ж Capítulo V: La princesa cautiva. ж
ж Capítulo VI: El llanto de la esmeralda (I) ж
ж Capítulo VI: El llanto de la esmeralda (II) ж
ж Capítulo VII: Bienvenido a la escuela. ж
ж Capítulo VIII: Leila, la mujer guerrera. ж
ж Capítulo IX: La habitación secreta (I) ж
ж Capítulo IX: La habitación secreta (II) ж
ж Capítulo X: Las voces ocultas. ж
ж Capítulo XI: No todo es lo que parece. ж
ж Capítulo XII: El inicio de año escolar. ж
ж Capítulo XIII: La clase de Clarividencia. ж
ж Capítulo XIV: Tras la pista de cuervo (I) ж
ж Capítulo XIV: Tras la pista de cuervo (II) ж
ж Capítulo XV: El secreto de los condenados. ж
ж Capítulo XVI: Renaciendo de escombros. ж
ж Capítulo XVII: Los lazos que nos unen (I) ж
ж Capítulo XVII: Los lazos que nos unen (II) ж
ж Capítulo XVIII: La orden de los caballeros. ж
ж Capítulo XIX: La visión de la muerte. ж
ж Capítulo XX: Vinculación. ж
ж Capítulo XXI: El pecado de la reina (I) ж
ж Capítulo XXI: El pecado de la reina (II) ж
ж Capítulo XXII: El Búho sabio. ж
ж Capítulo XXIII: Un vistazo al futuro. ж
ж Capítulo XXIV: Cuervo, el guardián. ж
ж Capítulo XXV: El príncipe oscuro. ж
ж Capítulo XXVI: Engañar al destino. ж
ж Capítulo XXVII: La última esperanza de la guerrera. ж
ж Capítulo XXVIII: Sanación. ж
ж Capítulo XXIX: Cuenta regresiva. ж
ж Capítulo XXX: Juntos hasta el final (I) ж
ж Capítulo XXX: Juntos hasta el final (II) ж
ж EPÍLOGO ж

ж Capítulo VI: El llanto de la esmeralda (III) ж

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By xCherryLove

Al finalizar el evento, las familias importantes se dirigieron al palacio. La reina Agatha había planificado un banquete en honor a su hijo. Claro está que aquello lo había hecho pensando en que quedaría dentro de la clase de los Virtuosos.

Durante todo el trayecto ella no le dirigió la mirada. Denaisa y su padre habían optado por irse en otro carruaje, y aquello hizo que la vergüenza de la reina aumentara mucho más.

El que Emerald hubiera quedado dentro de los Luchadores era una deshonra. Jamás un Lagnes había quedado en una clase tan baja. En ese lugar siempre quedaban los hijos de los nobles, quienes, en su gran mayoría, carecían de magia.

La pequeña observó por la ventanilla del carruaje, los árboles se mecían ligeramente al compás del viento, la luna brillaba en lo alto del cielo e iluminaba su sendero. El silencio mortuorio entre ambas era opacado por breves segundos, debido a los relinchos de los caballos.

Emerald sujetaba sus manos sobre su regazo, se sentía inquieta. El deseo de arrancarse la ropa se iba acrecentado conforme los minutos pasaban. El ver ese uniforme rojo cubriéndola acababa de despedazar la poca autoestima que tenía. No entendía qué era lo que había pasado.

Había tenido pruebas exitosas en dos de las clases, pero no se le había considerado la de los Sanadores. Para el portal era como si ella no poseyera ni un solo talento mágico. Y aquello era algo muy extraño: era consciente de que su magia era inestable, pero la poseía.

—Madre... —La única respuesta de su madre fue observarla con repulsión un segundo. Enseguida volvió a alzar el mentón y a observar por la ventanilla del carruaje.

Había decepcionado a todo su pueblo.

Había deshonrado la memoria de su hermano.

Ahora todos pensaban que Diamond era un perfecto inútil que fue relegado a la raza luchadora.

En cuanto llegaron al palacio, Agatha bajó del carruaje sin siquiera mirarla. Los sirvientes, al ver que traía el uniforme rojo, no pudieron evitar sorprenderse. Era algo inconcebible que, a pesar de su ascendencia, no tuviera magia. Pero era lo que era. El portal jamás se equivocaba en una elección.

—Príncipe Diamond —Alessa se acercó hacia él y le sonrió. Emerald, por pura cortesía devolvió levemente el gesto, pero no se sentía para nada feliz al hacerlo—, su traje se encuentra listo en la alcoba. ¿Desea que lo ayude a cambiarse?

—Puedo solo —le respondió, y comenzó a avanzar en dirección a las escaleras con destino a su habitación.

Mientras iba caminando a paso fúnebre, alcanzó a oír a la perfección cómo los reyes de Sudema y Genivia se estaban burlando de ella, todo esto frente al rey Arthur, quien se mantenía con la cabeza agachada debido a la vergüenza de que su hija, su amada y perfecta princesa, hubiera terminado con un inepto para la magia.

Aunque ellos ni siquiera se hubieran dado cuenta de que ella estaba allí, no estuvo dispuesta a seguir escuchándolos durante más tiempo y apuró el paso. En cuanto llegó a su alcoba, se desvistió y tiró con odio el traje al suelo.

Estaba demasiado frustrada por todo. Nunca había pensado que odiaría tanto un color y una marca como en ese momento.

No sentía deseos de bajar, pero si no lo hacía, estaría tentando su suerte. Su madre se encontraba sumamente enojada, y darle un motivo para que se encolerizara más sería demasiado arriesgado. Ella jamás había castigado o levantado la mano a Diamond, pero ahora la situación era diferente. Podía poseer la apariencia de su hermano, pero no era él, y el trato tirante con su madre se mantenía igual que antes.

 Furiosa, se acercó al escritorio y tiró los libros que había sobre él. El tintero que estaba cerca también cayó al suelo y se partió en diminutos fragmentos, y la tinta comenzó a expandirse y llegó, incluso, a manchar algunos libros. Pero antes de que el líquido de color negro se acercara al libro de magia, ella corrió a alcanzarlo y lo alejó de allí. Lo abrazó contra su pecho y algunas lágrimas escurrieron por sus ojos.

Emerald se sentó en el borde de la cama y suspiró de forma pesada. Abrió y observó las hojas; algunas lágrimas terminaron cayendo sobre ellas, manchando ligeramente el papel de color amarillento. Llegó al final, pero solo en ese momento se percató de que el papel donde decía el hechizo de transformación ya no se encontraba dentro. Alguien lo había sacado. Sabía que había estado allí hasta antes de que se fueran al evento, lo había visto.

 —¿Quién pudo...?

El corazón golpeteaba en su pecho con fuerza. Si alguien descubría el hechizo, podría jugarle en su contra. Quedaría expuesta, y eso iniciaría una revuelta entre todos los reinos, quienes demandarían su cabeza y la de su madre.

—¡Diamond! —escuchó desde el otro lado. Era su madre; el tono que usaba no era para nada tranquilizador.

La reina abrió la puerta de golpe y Emerald dio un respingo tras escucharla. La mujer se acercó a ella de forma peligrosa. La pequeña podía jurar que de los ojos de su progenitora brotaban llamaradas al rojo vivo.

—¿Qué fue lo que pasó? —le preguntó entre dientes, ella tan solo se limitó a apretar los puños a cada lado de su cuerpo.

—No lo sé, mamá —le respondió con sinceridad, mas la reina no quedó contenta con esa respuesta.

En cuestión de segundos, la palma de su mano se estrelló contra el rostro de la pequeña, que desvió la mirada y se quedó observando un punto inexacto del cuarto. La reina apretó los puños, parecía dispuesta a volver a golpearla, y Emerald cerró los ojos, esperando. Pero la reina simplemente volteó y pateó lejos el uniforme de color rojo.

—Bajarás, saludarás a los presentes, felicitarás a Trellonius y Julian, y luego volverás a tu habitación. —Emerald asintió cabizbaja mientras apretaba sus dedos—. A partir de la próxima semana, irás a la escuela. —En ese momento, la pequeña le prestó verdadera atención a su madre. Se suponía que las clases no comenzarían hasta dos meses después—. Te quiero lejos de aquí lo antes posible.

Tras decir esto, Agatha se fue pisando fuerte. Al salir de la habitación, azotó la puerta y el sonido del golpe de la madera retumbó entre los pasillos vacíos. Emerald limpió las lágrimas que escurrían por sus mejillas. Si hacia una recapitulación, no había dejado de llorar desde que su hermano había muerto.

Su madre tenía razón, lo mejor era que se marchara del palacio. De esa forma quizás, solo quizás, su relación mejoraría un poco.

Necesitaba entender qué era lo que había pasado. Julian había dicho que sintió un aura extraña durante las pruebas. ¿Y si ese era el motivo por el cual el portal la había enviado a la clase luchadora? ¿Era posible que alguien hubiera intervenido?

—Aquí no podré encontrar las respuestas que necesito. —Emerald se puso de pie y comenzó a caminar de un lado al otro mientras sujetaba su mentón.

La biblioteca de su familia era amplia, pero no poseía demasiado acerca de las demás naciones o sobre objetos mágicos. Los tomos que había encontrado se enfocaban más en los sucesos posteriores a la gran guerra, narraban cómo August los libró del hechicero guía de las criaturas del abismo. En la escuela podría encontrar mucha más información, pero tratar de colarse a los edificios de las demás clases sería una tarea complicada vistiendo el uniforme de la clase luchadora.

—Necesitaré la ayuda de Julian...

Él era el único que podría pasear por las diversas alas y espacios de los edificios de la escuela. Debía volverlo su aliado si deseaba cumplir sus objetivos. Y entonces, se le ocurrió:

—¿Y si encuentro información acerca de la reina corrupta?

Tras meditarlo por breves segundos, la sola idea de por fin conseguir algo acerca de ella generaba que sus palmas comenzaran a sudar levemente. 

***

La pequeña comenzó a bajar despacio los escalones rumbo al salón comedor. Se había colocado el traje de color azul que Alessa había escogido para ella. La insignia de su familia se hallaba posicionada justo en su pecho, encima del corazón. Tenía el cabello hacia atrás, algo mojado, y aunque fue casi imposible conseguirlo, había logrado disminuir de manera considerable el color rojo que tenían sus ojos por haber llorado.

Al llegar a la primera planta, todos le dedicaron una mirada incierta, aunque no dejaron de conversar entre ellos. Emerald se sentía minúscula ante todos, pero de igual forma avanzó a paso firme mientras alzaba un poco el rostro para demostrar un poco de seguridad.

Cuando pasó cerca de los otros príncipes de su edad, estos hicieron algunos comentarios burlones sin que los reyes se dieran cuenta ni los reprendieran...

Su mirada paseó por el salón. Vio a Denaisa sentada en una silla alejada del resto, y aquello le generó incomodidad. Lo correcto sería que se acercara y viera qué era lo que le pasaba, pero su prioridad en ese momento era Julian y debía encontrarlo pronto. Rugbert Ases no era alguien que disfrutara de las festividades, por ende, no se quedaría en Delia por mucho tiempo.

—Buenas noches —dijo mientras se situaba frente a los reyes que poco antes había escuchado burlarse—. Lamento interrumpir su conversación. ¿Han visto al príncipe Julian Ases?

—Joven Diamond —ambos hicieron una leve reverencia y ella agachó levemente la cabeza en señal de correspondencia—, no lo hemos visto —respondió el de la izquierda, y el otro asintió—. Por cierto, felicidades por completar el examen.

—Es cierto, su padre estaría orgulloso por lo que ha acometido —acotó el otro.

—Gracias, lo buscaré por mi cuenta —se despidió, harta de su hipocresía, y se marchó.

Paseó por todas las salas, pero no lo vio por ningún lado. El rey Rugbert, que mantenía una conversación con otro de los ancianos hechiceros, notó que ella los observaba, y optó por terminar su charla. Intuyendo qué era lo que Emerald quería, se acercó lentamente hacia ella hasta que estuvieron frente a frente.

El aspecto intimidante del sujeto generaba incomodidad inmediata, ya que siempre tenía el ceño fruncido.

—¿Desea algo, príncipe? —le preguntó con voz grave.

—Buenas noches, rey Rugbert —dijo ella con falsa seguridad—. ¿De casualidad sabe dónde puedo encontrar al príncipe Julian?

—Ha de estar cerca al carruaje, hemos de partir en breve a nuestro reino. —Emerald asintió, pero antes de que pudiera decir otra cosa, fue interrumpida—: ¿Puedo ayudarlo con otra cosa?

—No... —su voz le sonó algo temblorosa.

Rugbert asintió y se dirigió hacia donde se encontraba la reina Agatha. En cuanto se fue, la princesa se permitió respirar con normalidad. No se sentía para nada cómoda cuando él estaba cerca. Julian y su padre poseían auras diferentes.

Al salir del palacio, los guardias que resguardaban la entrada la saludaron de forma cordial y ella les devolvió el gesto. A continuación, partió rauda hacia la caballeriza. En cuando estuvo cerca de la corroída puerta de madera, escuchó la voz de Julian del otro lado, antes de poder entrar, se dio cuenta de que estaba hablando con alguien. Enseguida reconoció su voz: era Trellonius.

—¿Qué quieres?

Desde donde ella se encontraba, pudo escuchar las pesadas pisadas del otro muchacho.

—Quiero saber de qué bando estás ahora, Julian. —La voz de Trellonius sonaba amenazante.

—¿De qué bando? —Una risa socarrona se escapó de sus labios.

—Sí. ¿Estarás con nosotros? —Hubo una evidente pausa incómoda entre ellos.

—¿Por qué tendría que estar contigo y tu banda de matones? —bufó—. Ya te lo demostré más temprano, Trellonius: no es bueno que tientes a tu suerte.

—¿Entonces estarás del lado de Diamond?

Lo siguiente que se escuchó fue un escupitajo, aunque no estaba segura de quién había sido.—No estoy de tu lado. Ni tampoco estoy del lado de él.

—¿Entonces por qué lo ayudaste? —En este punto, Emerald ya sentía el corazón en la garganta. Era evidente que ninguno de ellos se sentía cómodo nombrando a su hermano.

—El patético de Diamond acababa de perder todo.

Oír aquellas palabras de los labios de Julian quebró algo dentro de su ser. Hasta ese momento, él había sido el único que la había tratado de forma cordial, y equivocadamente había pensado que ambos podían ser amigos en la escuela.

—Pero, siendo un Lagnes, imaginé que quedaría dentro de la clase de los Virtuosos. De haber sido así, hubiéramos sido los reyes de la escuela. Pero bueno —bufó—, ese no fue el caso.

—Quién lo diría —Trellonius emitió una sonora risotada—. Al final, resultaste ser un doble cara.

—Hago lo necesario por alcanzar mis ideales —le respondió de forma inmediata—. Emerald y Diamond tan solo le han traído vergüenza a la familia Lagnes, y con un líder tan débil como él, otro podría pelear por el trono a futuro.

—Entonces únete a mí, Julian. Podríamos lograr grandes cosas.

—No pienso unirme a un bando conformado por perdedores. —Tras escucharlo, Trellonius enmudeció de golpe—. Ahora, si no tienes nada más importante que decirme, desaparece de mi vista.

Emerald buscó refugio entre las pilas de heno que había del lado derecho. No pasó mucho tiempo antes de que Trellonius saliera de la caballeriza azotando la puerta contra la pared de bloques. Luego, al cabo de algunos minutos, Julian salió también, dio una rápida mirada hacia atrás y, después de transformarse, desapareció en la penumbra del bosque.

Emerald acababa de aprender una cruda lección ese día. Debía enfocarse en una sola cosa en ese momento y, si era necesario, debía usar al resto, tal y como Julian lo había hecho. Necesitaba descubrir por qué el portal eligió relegarla a la clase sin magia, y debía hallar alguna forma de romper la maldición que representó su condena desde su nacimiento.


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