Memorias Perdidas

Por KarasuDioniso

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Shiina, un legendario brujo encarnado en un enclenque cuerpo humano, es elegido por su monarca para investiga... Más

Amanecer
Cuervo: El ave que protege el nido
Cuervo: Ilusionada
Shiina: Aves de amor
Shiina: Desmintiendo
Shiina: Punto de quiebre
Shiina: Señuelo
Shiina: Días lejanos
Shiina: Cuervo
Shiina: Jaula de oro
Shiina: Festival de enamorados
Shiina: Ave cantora
Shiina: Orgullo
Shiina: Egoísta
Shiina: Torbellino
Shiina: Tangente
Nadeshiko: Carta de despedida
Agradecimientos

Shiina: Emigrando

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Por KarasuDioniso

Cuando logré acoplar mi conciencia al pequeño cuerpo de Shiina, y abrí los ojos otra vez, vi mi habitación inundada de tonos carmesí. Pestañeé varias veces, incrédulo de que hubiera caído ya el ocaso. Antes de incorporarme, dejé que todas las sensaciones y recuerdos se acomodaran en mi mente, y para cuando traspasé la puerta de mi habitación lo único de Orgo que conservaba era la sed de venganza contra Kaede, que estaba al final del pasillo conversando con otra de mis compañeras, y en cuanto me vio puso cara de espanto.

─Shiina, ¿cómo te has...?

─¿... librado del castigo? Adivina, la Reina no es tan estúpida como para caer en tus mentiras ─espeté, avanzando hasta quedar a un palmo de su rostro, desfigurado por el miedo.

─¿Mentiras, dices? ¿Te refieres a que tus amiguitas son un grupo de asesinas? ─chilló, acorralada contra la pared.

─Cállate, Kaede, o harás que nos echen ─pidió la otra bruja en un siseo.

─¿Quieres que te enseñe cómo es un asesino? ─repliqué yo, sin poder medir el tono de mi voz. Levanté la mano derecha para atenazarle el cuello, pero nuestra compañera me sujetó con fuerza por la muñeca.

─Basta, Orgo, compórtate como el general que eres ─ordenó, apartándome a la fuerza. Maldije mi suerte de estar encarnado en un cuerpo tan débil, trastabillando un poco. Kaede, pálida por el miedo, se escondió detrás de la bruja.

─Óyeme bien, mocosa ─escupí, alejándome en dirección contraria a las mujeres ─. Para mi, a partir de hoy estás muerta, y olvidaré tu lastimera existencia... pero si llego a saber que continúas injuriando a las Halcones, tomaré medidas y te arrancaré la cabeza del cuerpo, ¿entendiste?

Antes de oír su respuesta siquiera, cerré de golpe la puerta de mi habitación. Me sentía tan furioso de que fueran a sancionarme por su culpa, que por mas que intenté calmarme no lo conseguí, y la luna se convirtió en la reina de la noche antes de que pudiera encontrar mi centro. Al final me acosté sin cenar, pensando en cómo se tomarían las chicas la pronta noticia de que, muy probablemente, debería irme de su hogar, y tomar una actitud distante con ellas. Seguramente Robin se pondría triste, pero lo aceptaría con madurez; a Aoi, podía oírla preguntando por la razón de aquello con un puchero, mientras que Cuervo... ¿cómo reaccionaría? ¿se alegraría de que al fin me fuera, o le pondría de mal humor mi repentina partida?

¿Cómo podría continuar cómodamente mi vida lejos de un lugar en el que, por primera vez en mucho tiempo, sentía como un verdadero hogar?

A la mañana siguiente me levanté con un ataque de energía positiva, que para nada acompañaba el clima otoñal que afuera reinaba. Entre mis sueños de madrugada me había llegado una idea maravillosa: Tal vez Evangeleine iba a sancionarme y prohibirme vivir con las Halcones, pero hasta que me diera tal sanción, podía relacionarme con ellas como se me antojara. ¿Y qué si tan solo eran unos días? La felicidad que ellas me otorgaran en unas semanas, quizá sería el único verano que tendría mi encarnación humana. ¿Porqué no ser feliz con ellas?, aun más, ¿porqué no revelar a Cuervo mis sentimientos de una vez por todas?

Eufórico de alegría, desayuné en el primer piso de la posada sin prestar atención a los murmullos de mis compañeras brujas, alisté mi zurrón con todo lo necesario, y partí rumbo a la residencia Nadeshiko.

El camino estaba gélido y fangoso por el rocío matutino, por lo que subir el monte se me hizo algo mas dificultoso que otras veces. Cuando iba llegando a la parte alta, donde estaban las casas vecinas, pude distinguir a pocos pasos la desgarbada figura de Aoi inclinada sobre el sendero.

Tenía la ropa rasgada, y sobre el hombro derecho cargaba un canasto repleto de leños mojados.

─¡Buenos días, Aoi! ─saludé, algo extrañado de encontrarla a esas alturas de la mañana en tal actividad. Ella se volteó con pereza, abriendo mucho sus ojos ojerosos entre el largo flequillo.

─Ah, Shiina, estás vivo ─celebró, dándome con el dorso de la mano en el pecho ─. Buenos días.

─Lamento lo de ayer... es más, lamento todo lo que haya hecho que pueda haberte ofendido a ti, o tus hermanas, Aoi ─solté, apartándole el cabello de la cara con mimo ─. Desde ahora quiero hacer las cosas bien, y para empezar, tú eres quien me ha ayudado mas que nadie... Sin ti ni siquiera hubiera podido hablar con ninguna de ustedes, entonces...

─¿Qué te pasa...? ─quiso saber, desconcertada y ruborizada. Tomé su mano cuidadosamente, y tiré de ella para que llegáramos pronto a la casa.

─Vamos, ¿aún no han desayunado? Quiero hacerlo con todas ustedes. Quiero saber más de ustedes. ¿Les gusta mucho el té? ¿Cuál es la comida favorita de Cuervo? ¿Crees que se la podamos preparar ahora?

─Espera ─me pidió, frenando con sus sandalias de madera. La miré a los ojos, y ella suspiró, buscando la forma de hablarme ─. Todo lo que quieres es saber de Cuervo, ¿no? Cómo decirlo... es muy quisquillosa para comer, pero lo que sea puedes conseguirlo de aquí a la noche, porque con la resaca que trae ahora mismo, no creo que despierte antes.

Me quedé en silencio durante un momento que me pareció eterno. De pronto sentí lo frío que estaba el ambiente, y como todo mi cuerpo se había enfriado también; las piernas se me resintieron por la subida del monte, y dado la altura me costó respirar. ¿Acababa de decir que Cuervo tenía resaca?

─¿Shiina? ─llamó Aoi, con el ceño fruncido. Le solté la mano y me alejé, tan perturbado como si el día se hubiera vuelto noche. Me sentía estúpido por todas las ideas infantiles que había tenido aquella mañana. Era mas que obvio si lo pensaba, que la pobre Cuervo en su tormento, viéndose al fin libre del estorbo de Shiina, iba a beber hasta hartarse al fin. ¿Cómo es que no me había dado cuenta?─. ¿Shiina?

Antes de entender lo que pasaba, había echado a correr por el sendero. No sabía bien de qué, ni hacia donde, pero mientras lo hacía escuché a Aoi llamarme, y rebasé la entrada de la residencia Nadeshiko. El zurrón me pesaba, y quise tirarlo lejos. Quise tirar todo lejos, y solo acurrucarme en mí mismo.

En un momento mis pasos se detuvieron, donde el sendero ya casi no existía en medio del espeso bosque, y podía oír un río corriendo cerca. Las lágrimas me resbalaban por la cara, y aunque no entendía bien la razón, me sentía derrumbado. En mi encarnación anterior, el alcohólico había sido yo... ¿acaso mi ángel rubio se había sentido así de abrumado al tratar de ayudarme? Recordé lo mal que me había portado con él en varias ocasiones, y cómo no me importaba si se enfadaba por ello. Ahora, mas que nunca, deseaba que me diera un abrazo.

─¿Shiina? ─dijo una voz de pronto. Me giré con alarma, y entre los troncos recubiertos de musgo distinguí los intensos ojos castaños de Robin. Ella parecía tan impresionada como yo, y en cuanto vio mis lágrimas apartó la mirada.

─Buenos días ─balbuceé, limpiándome el rostro con la manga. Ella se paró detrás de mí, esperando.

─Lamento interrumpirte, pero me llamó la atención ver a alguien por aquí. Creí que eras Aoi buscándome ─comentó, distraída. Vi que sobre la espalda llevaba una cesta con hierbas, bambú y algunas setas.

─Puedo entender que te enfades con ella ─gemí tras una pausa, intentando no llorar mas.

─¿Qué dices...? ¡Ahh, eso! ─exclamó la petirrojo, notablemente irritada.

─Me esforcé mucho las noches anteriores para que ella no bebiera, y ahora me siento como un tonto. ─Robin me atrajo hacia su pecho con gesto maternal, acariciando mis rizos pacientemente. Mi pecho aún saltaba a causa de la pena, y ella lo respetó en silencio.

─Ayer ella estaba muy enfadada ─comentó de pronto ─. Cuando la vi llegar sola fui a reprenderla (pensé que te había abandonado por ahí, o algo así), pero luego noté que estaba molesta, y asumí que ustedes se habían peleado.

Intenté entender sus palabras fríamente... ¿Enfadada?, ¿qué la había puesto así? ¿Acaso la repentina aparición de Kaede?

─En un principio Cuervo aceptó que te quedaras en casa porque a Aoi y a mí nos hacías feliz. Incluso si no eras de su agrado, lo hizo por nosotras ─afirmó, ruborizada ─. Ella y el amo Nadeshiko son así. Cumplen bien sus papeles como nuestros mayores, siempre al pendiente de nosotras... Yo pienso que quizás para Cuervo te estás volviendo alguien importante, que se preocupa por ella constantemente, y aunque ahora se muestra dura e indiferente, si persistes... ─De pronto su mirada se perdió. Algo me decía que sus pensamientos estaban muy lejos de la samurai, pero aún así sus palabras eran coherentes para mí ─. No, debes persistir. ¡Sigue haciéndolo, y algún día ella te aceptará!

Me incorporé, admirado por la convicción de su mirada. Aunque deseaba con el alma ser el aliento de Cuervo, quizá por ahora debía empezar siendo un pequeño respiro, una brisa que meciera de a poco la jaula en la que su alma estaba encerrada.

─Tienes razón, ¡gracias, Robin! ─exclamé, abrazándola con fuerza. Cuando la solté, eché a correr de regreso por el sendero.

─¡Ah... Shiina, espera! ─me llamó, alarmada. Pero no tenía tiempo que esperar. No sabía cuánto tiempo podría seguir con ello, pero mientras me fuera posible, quería estar cerca de mi querida Cuervo.

Entré a la residencia Nadeshiko a toda velocidad, sin prestar atención a absolutamente nada del entorno que pudiera haberme advertido, y me encontré con una escena que no se me cruzó jamás por la cabeza, al correr el shoji de la habitación.

─Buenos días ─saludó una voz fría, a la cual aún no me acostumbraba. Junto al futón en el que la samurai descansaba apaciblemente, estaba sentado con una sonrisa en el rostro el mismísimo Izumi.

─¿Qué estas haciendo aquí? ─jadeé, ingresando a la habitación con el cuerpo ardiendo de adrenalina.

─Tal vez lo has olvidado, así que te recuerdo que esta es mi casa ─replicó con tono cordial, pero tan falso como las facciones de su rostro, que aspiraban a ser humanas.

─¿Qué le haces a Cuervo? Aléjate de ella ─ordené, inclinándome al otro lado del futón. Estaba sonrojada y su pecho se elevaba pesadamente con la respiración.

─Hooo... no sé por qué te alteras tanto. Esta es mi ave, solo cuido de ella.

─¿Qué vas a saber tú de cuidar a nadie? Los de tu especie solo saben de vicios y podredumbre, que es lo que le has enseñado... Podría apostar a que fuiste tú quien anoche la llevó a beber...

─Perderías esa apuesta, pues llegué apenas antes de la salida del sol, y la encontré en este estado ─repuso mirándome a los ojos, mientras con una caricia le recogió el cabello a Cuervo tras la oreja. Sin poder contener el impulso le agarré por la muñeca, y en un movimiento veloz, él también atajó mi mano. En ese momento la samurai giró bruscamente la cabeza, como si la hubiésemos pasado a golpear.

─Maya... ─gimió, retorciéndose en medio de una pesadilla. Al instante nos soltamos, e Izumi le dio unas palmaditas en el hombro, tras las cuales pareció aliviada. Estaba casi seguro de que había pronunciado un nombre, aunque no me sonaba familiar.

─No sabes quién es Maya ─dijo Nadeshiko, utilizando seguramente su habilidad vampírica─... es mas, no sabes nada sobre Cuervo. Como acabas de insinuar que yo la eduqué en el gusto por la bebida, es evidente que ni siquiera sabes que nos conocimos en un izakaya.

<<Dime, ruso, ¿qué quieres con ella? ¿Acaso pretendes hacerla tu ave y entrar en el juego del Estadista? ¿O solo la quieres porque es bonita? ¿Tienes acaso una fantasía estúpida con ella? Cuervo no es una mujer común. Si quieres una damisela en peligro que rescatar, busca a otra. Ella no te ha pedido ayuda, no la quiere, y sabe que tampoco tiene caso que se la des. ─Aunque tenía la mirada sobre la mujer, sus ojos parecían lejanos y vaciós─. Dentro de ella no existe algo que pueda ser salvado, no hay luz, ni fuego que se pueda avivar. Estas aves no tienen ningún futuro esperanzador por delante. ¿Por qué crees que Cuervo no se resiste a todo esto? Deberías empezar a asumirlo cuanto antes, y correr bajo las faldas de tu reina enjaulada para recomendarle que no se meta donde no la llaman.

─No te atrevas a insultar a mi gobernante ─siseé, apuntándolo con mi mano derecha, que tenía la marca de sus uñas en el dorso. Bien podía yo escupir sobre sus dirigentes, pero me mordí la lengua para no caer en su estúpida provocación─. Me pides que no decida por Cuervo, pero eres tú quien lo hace. Si ella quiere escapar de este juego maldito y ser libre, lo hará, y yo voy a ayudarla. Ella no está muerta en vida como tú y tu gente.

<<Abre bien los ojos, porque vas a ver como el amor puede cambiar a las personas.>>

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solo entra y disfruta. Primero que nada, los relatos no son mios son sacado de páginas de Internet. No se olviden darle a la estrellita.