Peligro. |TERMINADA|

By V_0702

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"-Eres especial, Kacey. -Su dedo recorrió el camino que mi vena palpitante hacía. -Por aquí corre algo muy es... More

Capítulo 1.
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24.
Capítulo 25.
Capítulo 26.
Capítulo 27.
Capítulo 29.
Capítulo 30.
Epílogo.
Agradecimientos.

Capítulo 28.

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By V_0702

Tocó la puerta levemente y asomó la cabeza después, sonreí en cuanto lo vi.

–¿Puedo pasar?

Asentí, me acomodé mejor en la cama y lo miré acercarse, era cerca de medio día y la luz entraba por la ventana.

Se sentó en una silla a mi derecha, parecía recuperado aunque su mano izquierda siguiera teniendo un vendaje.

–¿Cómo estás?

–Evidentemente mejor que tú.

Reí un poco. –Debe ser por tu poder de sanar heridas.

Negó y mostró su mano vendada. –Bueno, no es así. Esta vez mis heridas se curaron como las de un humano.

Aquello me pareció extraño. –¿Eso es posible? ¿Cómo?

–Si las heridas son mortales debemos beber sangre humana si no queremos morir, pero yo no quería beberla. –Hizo una pausa para mirarme. –No sabía si estarías bien, si volvería a verte y eso me tenía mal, Kacey, porque no pude evitar que ese imbécil te llevara y no pude estar bien para ir por ti. Por mi culpa te llevaron y yo debía rescatarte, pero no pude.

Negué sintiendo chiquito el corazón ante sus palabras. –No había forma de que supiéramos que eso pasaría, Zedy, yo fui quien te pidió ir de noche.

–Si hubiese sido más fuerte, nadie tu hubiera apartado de mi lado.

–Aquí estoy y aquí estás, eso es lo que importa.

Lo vi debatirse internamente, cuestionando la autenticidad de mis palabras. Termino por rendirse y darme la razón.

Acercó su mano a mi rostro, dejé que acariciara mi mejilla un poco sólo para comprobar el escalofrío que me recorre el cuerpo.

Fue capaz de notarlo así que alejó su mano y sonrió despreocupadamente. –No volveré a hacer las estupideces de antes.

–¿A qué te refieres?

–No volveré a presionarte a nada, esta vez voy a comprender que avances a tu paso, que mejores poco a poco, que tengas días malos y no quieras hablar. –Sonrió de lado. –Esperaré a que quieras contarme lo que pasó, a que te sientas bien si toco tu mejilla o tu mano.

Solo pude murmurar. –Gracias, Zedy.

Se levantó con una pequeña sonrisa. –Iré a pedirle a Bercia los medicamentos que debes tomar, no tardo.

Asentí en respuesta y dejé que se marchara. Sabía que tendría que tomar analgésicos y antiinflamatorios, entre otros, creo que incluso se incluyen las vitaminas por los días que pasé inconsciente.

Tocaron de nuevo, supuse que sería Zed pero quien entró fue papá, seguido de Abraham y Mike.

–Llegaron los resultados de las pruebas de sangre. –Anunció Mike apenas entrar. –¿Listos para abrirlas?

Asentí, despacio. Abraham ocupó lugar en la silla donde hasta hace un par de minutos estaba Zed. Papá tomó el sobre de las manos de Mike y me miró, no supe porqué lo hizo y eso me puso nerviosa.

–¿Quieres abrirlos tú? –Negué de inmediato. –Entonces lo haré yo.

Zed abrió la puerta, se detuvo en seco al verlos allí. –¿Pasó algo?

Mike negó. –Sólo veremos los resultados de las pruebas de sangre que le hicimos a Kacey.

Asintió lentamente y tomó lugar a mi lado, dejando en la mesita de noche un vaso con agua junto a algunas tabletas.

Me estiré para tomarlas, temblaba un poco a la espera de los resultados. No sé porqué, pero tengo miedo.

Zed sostuvo el vaso antes de que lo tirara, sonrió despreocupado y lo acercó a mis labios, acepté su ayuda para no terminar haciendo un desastre aquí.

Tomé las pastillas con su ayuda mientras Jacob abría el sobre y lo leía en silencio.

–Nuestras sospechas eran ciertas. –Lo miré. –Estuvo administrándote sedantes durante esos dos días.

Le tendió la hoja a Abraham que la pedía, este la leyó en silencio. –Espero que ese imbécil se este retorciendo del dolor en este preciso momento.

–Todos esperamos eso. –Respondió Zed.

–¿Pero eso debería salir de mi sistema pronto, no?

–Así es, en algunos días te haremos estudios de nuevo para estar seguros.

Me quedé más tranquila con ello, entonces nos quedamos en silencio, un tanto incómodo.

–Casi lo olvido. –Jacob salió de la habitación, regresó un par de minutos después con las manos tras la espalda. –Antes de que desaparecieras, me pediste algo, ¿recuerdas?

Lo miré un segundo sin entender, hasta que fui capaz de recordarlo. –¿La tienes?

Asintió en respuesta y caminó hasta mí, cuando se detuvo dejó de ocultar sus manos y puso frente a mí la osa blanca que le había pedido antes.

Le sonreí antes de tomarla y abrazarla contra mi pecho, Zed y Abraham se rieron por lo bajo.

–¿Por qué es tan importante?

Me encogí de hombros, un poco apenada. –La tengo desde hace mucho tiempo, desde que tengo memoria.

Jacob, Zed y Mike salieron, dejándonos un momento a solas. Estábamos en un cómodo silencio, él me miraba mientras volvía a colocarle los moños en las orejas al peluche, era una manía que había cogido con el tiempo.

–Te entrañé.

Lo miré, acerqué mi mano a la suya, que descansaba en la orilla de la cama. Sabía de la posibilidad de rechazar también eso, pero tenía que intentarlo.

Coloqué mi mano sobre la suya con delicadezas, bajó la mirada a nuestras manos y suspiró. –Yo también te extrañé.

–¿Estás bien?

Me miró un segundo, lo vi morderse el labio. –Ahora sí.

Sabía que algo le molestaba, pero no sabía el qué. Acaricié el dorso de su mano con mi pulgar, sin rechazar sentirlo porque era algo que yo controlaba, porque él no me sostenía, yo lo sostenía a él.

–Habla conmigo. –Susurré. –¿Qué está mal?

–No hay nada mal ahora, Kacey, pero tuve miedo de perderte. –Me miró un segundo. –Te hicieron daño y yo no puede evitarlo, no estuve ahí para protegerte y cuando llegué... no pude hacer nada.

–Nada de lo que pasó fue tu culpa, y no había mucho que pudieras hacer tú solo.

–Lo es, porque yo te metí en todo esto, si me hubiera alejado de ti en cuanto supe que tendría que abandonar mi vida humana no habrías sufrido tanto.

–Yo no hubiera aceptado tan fácilmente el que me sacaras de tu vida.

–Hubiera hecho algo, algo para evitarte tanto dolor.

–El hubiera no existe, Abraham, y ninguno de nosotros pudo saber que todo esto pasaría.

Asintió sabiéndose derrotado, hizo ademán de levantarse pero no se movió, solo despeinóo un poco su cabello y luego intentó volver a acomodarlo.

–¿Podrás decirme lo que pasó?

Negué lentamente. –Lo haré, pero no ahora, no puedo hacerlo ahora.

Asintió, pensativo. –¿Estarás bien?

–Sólo necesito tiempo, pero lo estaré.

Se levantó por fin y lanzó un beso, le sonreí en respuesta y lleve una de mis manos a mi corazón.

–Te amo, Kacey, no olvides eso.

–Yo también te amo, Abraham.

–Intenta descansar, te traeré comida más tarde.

–Gracias...

Salió dejándome sola, me quité las frazadas de encima con la intención de tomar un baño. Lo necesito después de todo el tiempo que estuve allí, después de todo lo que pasó.

Me senté con el mayor cuidado que pude, los analgésicos comenzaban a hacer su efecto pero aún dolía. Comencé a caminar, lento, hacía el baño.

Una vez allí me deshice de la enorme sudadera que me cubría, pude ver en el espejo los vendajes cubriendo mis heridas. Las costillas, mi cabeza, una pierna en casi su totalidad. Entonces descubrí la gasa que cubría una parte de mi cuello, debajo de mi oreja.

Me agache con cuidado y retiré la venda de mi pierna, descubriendo los hematomas y cortes que tenía, al parecer fue la que más golpes recibió.

Seguí quitando las vendas de las costillas, gran parte de mi piel resaltaba en morado. Rocé la piel con las yemas de mis dedos, terminé retirándolos al instante por el dolor.

Quité las gasas y vanditas que tenía en el rostro. El pómulo, las mejillas, el labio, la ceja. Seguí por quitar la venda que tenía alrededor de la cabeza.

Al final dejé la gasa cerca de mi cuello, al retirarla descubrí dos puntos de tamaño considerable, al rededor de estos se había formado otro hematoma.

Me miré al espejo de cuerpo completo y temblé ante mi reflejo. Tenía heridas por todas partes, hematomas tiñendo mi piel, mi rostro terminó quizás peor que cualquier otra parte.

Tenía, incluso, las marcas de sus manos, de sus dedos haciendo presión en mi piel. Toqué con cuidado las heridas a medio sanar que dejaron sus garras al rasgar mi ropa.

No pude evitar llorar al verme en ese estado.

Y lo odié.

Lo odio por haberme dejado así, por permitir que me hicieran tanto daño, por prometer cosas que no iba a cumplir todo por ese falso amor que profesaba.

Me metí en la ducha sin poder detener el llanto, necesitando quitar de mi cabeza esos recuerdos pero no podía hacerlo mientras mi piel fuese el recordatorio constante de lo que pasó.

Me lave el cuerpo, al principio lo hice con cuidado pero al seguir viéndome en ese estado, al seguir recordando, tuve el impulso de tallar con fuerza mi piel.

Las marcas no desaparecían.

Me deslice por la pared hasta quedar sentada y me abracé las rodillas, ignorando el dolor que sentía en las costillas, sin hacer caso a la marca de sus colmillos que punzaba.

Escuché que tocaron la puerta, fingí no haberlo hecho. Debían escuchar el agua corriendo, quizás se irían.

Quería que se fueran.

Pero no fue así.

Volvieron a tocar, en algún momento fue demasiado insistente. Pero no respondí porque el llanto no me permitió hablar. A pesar de todo lo que había llorado estando ahí, sentía que aún había mucho que sacar.

–¿Kacey? –Abrió la puerta, escuché sus pasos acercarse y llamar al baño. –¿Estás bien?

–Sí... –Respondí luego de unos segundos, no quería preocuparlo.

–¿Puedo pasar?

–¡No!

No quería que me viera así, no era lo mismo que verme con todas esas vendas y gasas. Así estoy expuesta, las heridas lo están, no quiero eso.

Abrió la puerta, me tendió una toalla para que me cubriera mientras cerraba el grifo. Mantuvo los ojos cerrados todo el tiempo.

–¿Ya te cubriste?

–Ya...

–Lamento esto. –Se agachó hasta quedar a mi altura. –Pero tengo que llevarte a la cama, no quiero que sigas lastimándote.

Me aferré a la toalla que cubría mi cuerpo y permití que me cargara hasta allí, me depositó con cuidado y se alejó un par de pasos.

–Iré por Daniell, ¿si? Para que vuelva a vendarte y si lo necesitas, que te ayude a vestir.

Me encogí en mi lugar y asentí, sabía que ella me había curado y cambiado de ropa, Daniell ya me había visto así.

Salió sin esperar una respuesta mientras lloraba en silencio, intentando respirar para calmarme. Era duro, era duro y dolía.

Tocó la puerta y se asomó antes de entrar, tenía en las manos el botiquín de primeros auxilios, sonrió un poco al mirarme. –Cariño, ¿cómo estás?

Negué, temblando. –Me duele.

Dejó el botiquín en la mesita de noche y sacó lo necesario, lo acomodó perfectamente allí y se acercó al armario. Sacó un conjunto de ropa interior limpia y me ayudó a ponérmela, entonces volvió a vendarme, a colocar gasas, analgésicos en pomada, desiflamatorios.

En algunos minutos volví a estar como antes de tomar la ducha.

Entonces se sentó a mi lado en la cama y sin decir nada comenzó a cepillar mi cabello. No me siento con la necesidad de decir nada, ni de alejarme.

Cuando terminó, besó mi frente con cariño. –Estarás bien. Todo esto es temporal, incluso el dolor.

La miré aún con los ojos llorosos, y me permití abrazarla. –¿Cuándo se irá?

–No tengo esa respuesta, pero estaré contigo mientras pasa. –Me acarició el cabello, se sentía tan maternal el gesto. –Te ayudaré a cuidarte las heridas, las internas y las externas, hasta que te sientas mejor.

–No quería que me vieran en este estado.

–El como luzcas ahora no cambia en nada lo que sabemos de ti, ni el amor que te tenemos. –Limpió con su pulgar mis mejillas y sonrió. –Eres mi pequeña Kacey, y eso no lo cambia nada ni nadie.

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