Capítulo 11.

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–¿Listo?

–Siempre... –Susurró, con una dulce sonrisa en los labios.

–Juntos...

–¡Ahora!

Escuché el sonido del cañón siendo disparado, aunque me había mentalizado sobre ello, el sonido me tomó por sorpresa haciéndome saltar en mi lugar y dejando su eco sonando en mi cabeza.

Por un momento pareció que la bala iba en cámara lenta frente a mis ojos, recorriendo el trayecto desde el cañón hasta el pecho de Abraham, donde se estrelló. Su cuerpo cayó al piso en un estruendo, se volteó con trabajos, quejándose del dolor mientras su sangre se derramaba por el altar dedicado a las conversiones.

Este es un círculo de pasto rodeado de rosas rojas, en el centro hay una pequeña fuente donde reposa la estatua de un vampiro mostrando sus colmillos, lugar donde segundos antes estaba Abraham parado. La sangre de Abraham, que ahora seguía los conductos que no se notaban a causa del pasto, comenzó a salir por la fuente, asombrándome. Había hablado con Abraham sobre este proceso porque quería que estuviera presente, pero no había mencionado aquello.

El aún líder de los Alcázar cortó su antebrazo en una línea recta y se acercó a Abraham, este palidecía con el pasar de los segundos. Tomó con una de sus manos su cabeza y lo hizo beber de su sangre.

Un par de chicos que no conocía cogieron a Abraham con cuidado y lo llevaron dentro, también había mencionado que es un proceso doloroso y la mayor parte de los convertidos tienen que ser encerrados en una habitación especial, solo un ser excepcional pasaba la transformación sin necesidad de eso.

Entonces se levantó y tomó una copa vacía que había cerca de la fuente.

–Brindemos, por el nuevo líder del Clan Evans.

No entendí con qué brindarían hasta que todos se acercaron a tomar una copa vacía para llenarla en la fuente, con la sangre recién derramada de Abraham.

Zed tomó mi mano y le dio un ligero apretón, aunque sostenía una copa en sus manos.

–Esto debe ser raro para ti, pero es una tradición entre los clanes.

Asentí un poco. –Sinceramente, lo es. Abraham no me comentó nada de esto.

Se rascó la nuca y rió. –Supongo que no quería asustarte.

–¿Por qué lo hacen?

–Es una forma de despedir al humano que era Abraham, bebiendo su sangre bebemos su vida humana y lo que la conforma. El crecer, el enfermar, el morir. –Miró la copa, donde el líquido rojo descansaba. –Es una forma casi poética de despedir a la muerte, bebiendo la materialización del alma que nunca podrá poseer.

Asentí de nuevo, creyendo que, aunque me resultara perturbador, había cierto encanto en su manera de explicarlo.

Jacob se acercó a nosotros con una sonrisa y besó mi frente. –Despertará hasta mañana pasado el medio día, quizás después, ¿Quieres quedarte cerca?

–Quisiera. –Respondí mirándolos a ambos, viendo un ligero brillo en los ojos de Zed. –Pero no puedo, mis padres enloquecerán sino llegó, eso de que según paso más tiempo en casa de los Alcázar que en la mía los tiene mas irritables de lo usual.

Zed rió bajito. –Tienes que admitir que es verdad.

Lo miré indignada. –Eso no es verdad.

El castaño negó. –Ya es tarde, no puedes ir sola.

–Estando sola, en el bosque, a más de media noche, ¿qué me puede pasar? –Reí.

Rodó los ojos en respuesta. –Uy si, es muy seguro.

Peligro. |TERMINADA|Where stories live. Discover now