Peligro. |TERMINADA|

By V_0702

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"-Eres especial, Kacey. -Su dedo recorrió el camino que mi vena palpitante hacía. -Por aquí corre algo muy es... More

Capítulo 1.
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24.
Capítulo 25.
Capítulo 27.
Capítulo 28.
Capítulo 29.
Capítulo 30.
Epílogo.
Agradecimientos.

Capítulo 26.

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By V_0702

Me sentí impotente.

No había podido hacer nada por ayudar, por salvarlo. Todo lo que dije, todo lo que hice, no fue suficiente.

Ahora entiendo una parte del dolor de Daisy, de ver morir frente a tus ojos a alguien a quien amas y no ser capaz de hacer algo para detener su dolorosa partida. Estaba destrozada, lo que había pasado antes no se compara con como me siento ahora.

Creí que no podría estar más destrozada pero terminé por hacerme polvo.

Dejé de escuchar lo que pasaba afuera, en mi cabeza sólo podía escuchar el sonido del cañón siendo disparado, una y otra vez. Haciéndose más fuerte conforme se repetía, parecía que la pistola había estado a un lado de mi cabeza al momento de disparar.

Abrí los ojos alarmada cuando una mano se cerró sobre la mía, estuve apunto de gritar hasta que lo vi allí, aún frente a mi. Miré a mi espalda, la bala se había estrellado en la pared detrás de mí. No pude evitarlo, una pequeña sonrisa se formó en mis labios.

–No estés tan feliz. –Lo miré. –Morirá de todas formas.

–Déjalos ir, por favor.

–No, debe morir.

–¿Por qué? –Repliqué. Dolía, pero tenía que intentarlo una última vez. –Me tienes aquí, déjalos tranquilos y vámonos, a donde tú quieras, pero déjalos.

–No puedo confiar en eso, querida. –Nos rodeó hasta quedar a mi espalda, sentí mi pulso dispararse del miedo. –Por eso tiene que morir y lo hará, pero lo harás tú.

Me removí desesperada cuando sentí su aliento chocar contra la piel de mi oreja. Rió por eso, usando su lengua para trazar un camino desde allí hasta mi cuello a sabiendas del asco que me producía por los eventos recientes. –¡No me toques! ¡Dijiste que no volvería a pasar! ¡Lo prometiste!

–¡Dejala en paz! –Lo vi retorcerse pero no le dejaban acercarse, lo mantuvieron arrodillado, mirándonos. –¿¡Qué le hiciste!?

Lo escuché reír tras mi espalda. –No, querida, la próxima vez que algo como eso pase, estaremos solos en nuestra casa.

Abraham palideció por un segundo, antes de que sus ojos se volvieron escarlatas por completo y se liberara de los sujetos que lo tenían sometido.

Fue cuestión de segundos. Lo tuvo sometido bajo su cuerpo, golpeó su rostro en repetidas ocasiones hasta que lo derribaron con un aturdidor. Cuando se levantó, la parte inferior de su máscara estaba rota.

–¿Entiendes por qué tiene que morir? No nos dejaría ser felices juntos.

–¡Detente!

Volvió a su lugar a mi espalda, recargó sus manos en mis hombros mientras volvían a poner a Abraham frente a nosotros.

–Los dejaré despedirse, sólo para que veas que no soy tan malo.

–Linda. –Lo miré al escuchar su voz. Sus ojos mostraban la preocupación que sentía, lo vi articular diciendo que no llegarían a tiempo. –Necesito que me prometas algo.

–Abraham...

–Prometeme que vas a guardar todos y cada uno de los momentos en los que te hice reír, hasta llorar y enfadar y que vas a guardarlos en tu corazón... –Su voz tembló pero lo disimuló. Podía ocultarlo de todos menos de mí. No cuando conocía de memoria el vibrar de su pecho cuando hablaba así, tan bajo que podría ser casi inaudible por todas las noches que pasó a mi lado en la cama, ayudándome a seguir. –Aunque no estés de acuerdo con lo que estoy haciendo ahora, se que eso no cambia el hecho de que me amas por todo lo que hice antes, sé que no puedo pedirte que me olvides porque no lo harás y tampoco lo haré porque realmente no quiero que lo hagas, solo puedo pedirte que sigas adelante y que no olvides que te amo, tanto que nunca quise hacerte daño.

Tuve que respirar hondo, tomando grandes bocanadas de aire para intentar decir lo que no salía de mi boca, sintiendo como si el corazón aplastara mis pulmones y no me permitiera respirar. Sentí con cada fibra de mi cuerpo el dolor de cada palabra que decía, de las palabras que no quiero aceptar.

–¿Por qué te despides? ¡No lo hagas!

–Te sacarán de aquí. –Susurró con una sonrisa torcida que dice que todo saldrá bien, aún cuando sus ojos se encuentran resignados a salvarme sacrificándose. –Sigue adelante, no dejes que esto te hunda, ¿entiendes? Eres fuerte, puedes contra todo.

–¡No puedes pedirme eso!

–Te amo, Kacey, te amo.

Cada palabra de despedida que pronunciaba rompía un poco más mi alma, calando en lo más profundo, odiando su voz por primera vez en mi vida, odiándolo por despedirse.

Aún con la situación, me sonrió. Una sonrisa grande, mostrando sus hoyuelos, iluminando la oscuridad que nos rodeaba. Fue como verlo sonreír por primera vez.

Está destrozándome verlo así, arrodillado, con las mejillas y nariz sonrosadas, mientras sonríe tan grande que no parece estar a punto de morir. Podría decir que parece un ángel, sin alas que los mortales podamos ver, porque no se supone que sepa que existen seres como él.

No quiero ver como pierde el brillo de los ojos, como su respiración se corta, como deja de latir su corazón. No seré tan fuerte para enfrentar algo así, la impotencia y la rabia de verlo morir sin poder hacer nada.

–No lo hagas, por favor.

–Cierra los ojos, no tienes que ver esto. –Esta vez nadie le negó el que tocara mi mano atada a los brazos de la silla, esta vez pude aferrarme a su mano, a su calor.

–No será posible. –Interrumpió. –No quiero que en el futuro albergue esperanzas, quiero que no tenga duda nunca de que moriste este día, justo aquí, en sus propias manos.

Me negué y grité cuando me desató las manos, intenté arañarlo, incluso quitarle la pistola, pero fue inútil.

Su mano izquierda se cerró alrededor de mi cuello, sin hacer presión, mientras la derecha me obligaba a tomar el arma.

Pesaba y temblaba en mi mano, pero la sostuvo con fuerza, apuntándole a Abraham.

–Por favor, detente. –Murmuré, sentía su respiración en la mejilla, tan cerca que daba asco. –Por favor, ya no me hagas daño.

Su dedo llegó hasta mis labios y los acarició. –Querida, esto es sólo un mal momento, después de hoy, nadie volverá a hacerte daño.

Tomé aire mientras él apuntaba, cuando sentí que tiraría del gatillo, moví nuestras manos para desviar la bala. Esta terminó en el vientre de uno de los gorilas que custodiaban a Jacob.

Quizás desvíe la bala, pero lo hice enfurecer.

–¡Se me acabó la paciencia!

Cortó cartucho y disparó a mis pies, llevé mis manos a mi cabeza sintiendo que alguna bala acabaría incrustándose en mi piel pero no fue así. Rompió las cadenas que tenían mis pies inmóviles.

Antes de que pudiera hacer algo, tiró de mí para ponerme de pie, de un rápido movimiento mi espalda quedó pegada a su pecho.

–Esto es lo que haremos. –Usó la pistola para quitar de mi rostro un mechón de cabello, temblé ante su frío. –Vas a dispararle al maldito chupa sangre, nos iremos de aquí y obedecerás todo lo que te diga, ¿entiendes?

Quise maldecirlo por querer tratarme de esa manera, pero el miedo de lo que pudiera hacer fue mayor.

–¿¡Entiendes!?

Su grito me hizo saltar, Abraham frente a mí asentía, dándole la razón, diciendo sin palabras que estaba bien. Que apuntarle con un arma y disparar estaba bien. Pero no es así.

–No voy a hacerlo.

–Oh, querida, no era una pregunta.

Volvió a girarme, está vez lo que me recibió fue el impacto de mi espalda contra la pared. Comenzaba a marearme lo rápido que se movía, sin darme tiempo a reaccionar.

Su mano hizo presión en mi cuello, cortando poco a poco el aire que recibían mis pulmones. Las lágrimas se escurrían por mi rostro mientras intentaba jalar aire, escuchando a lo lejos los gritos de Jacob y de Abraham, poco a poco un pitido ganaba lugar, alejando más sus voces.

Reaccioné cuando el frío del metal se coló por debajo de la sudadera de Zed, acariciando peligrosamente mi estómago.

–¡No! ¡Déjame!

–Vas a apuntarle a ese cabrón y tirarás del gatillo, ¿entiendes?

–¡Que me sueltes! ¡No!

–No volveré a repetirlo, querida.

Me retorcí, arañando sus brazos sin que pareciera importarle, sin poder llegar a su rostro, todo mientras el arma recorría mi cuerpo debajo de la sudadera, recordándome sus manos sobre mí, reviviendo el terror de ese momento.

–Por favor...

Cuando sintió que estaba lo suficientemente rota, regresamos a la misma posición. Él detrás de mí, obligándome a sostener el arma, apuntándole. Está vez no bajó la guardia, no podría volver a desviar la bala.

Cerré los ojos con fuerza, esperando el momento que acabaría con todo. Para él, para mí, para el nosotros que tuvimos durante casi un año.

Tiró del gatillo.

Inmediatamente después caí junto a él al piso, al sentir que me soltaba, intenté ponerme de pie pero todo dolía. Grité cuando tiraron de mí, golpeé y pateé para que me dejaran, para que no me tocaran.

Ahí estaba él, intentando acercarse a mí mientras pateaba sus manos que intentaban atraparme.

–¡No dejaré que vuelvas a tocarme! ¡No permitiré que te diviertas conmigo después de lo que tú y tus monstruos me hicieron!

En un parpadeó, estuvo estrellado contra una pared, Abraham lo golpeaba sin detenerse, o así fue hasta que Mike lo lanzó lejos.

Este último se acercó a él, que estaba tirado en el piso, sometido por Daniell. Acercó su mano a él, pero gritó. –¡No! Por favor, no me quites la máscara, no dejes que sepa quien soy.

Me miró desde su posición, lo sentí como si estuviera cerca de mí, prometiendo que volvería. Por esa razón intenté alejarme, arrastrándome por el suelo hasta la esquina del lugar.

–¿Por qué haríamos eso?

–¿Qué haremos con él? –Interrumpió Lacey. –Y con los otros.

–Matarlos –Abraham respondió desde el otro lado, seguro de eso.

–Sigue siendo descendiente del rey de los cielos.

–¿Desde cuándo un Dios nos intimida? –Intervino Mike.

–No lo hace, no nos intimida.

El cielo se iluminó por un rayo, a este le siguieron más, uno tras otro iluminando el cielo constantemente mientras estos hacían vibrar toda la estructura. Me encogí en mi lugar hasta hacerme un ovillo y me dejé caer al piso, recostándome.

–Nuntilesti. –Anunció Ethan. –El rey de los cielos quiere que vuelva, allí sera juzgado y pagará una condena justa por sus acciones en contra de una humana.

–¡Tiene que morir! –Rugió, preso de la rabia.

–No iniciarás una guerra entre ambos mundos, Abraham. –Ethan lo miró, serio. –No es sensato.

Mis ojos comenzaron a cerrarse por el cansancio, dolía hasta el simple hecho de parpadear pero seguía sintiéndome alerta, como si el peligro aún estuviera rodeándome.

Llegó un momento en que sólo podía escuchar mi respiración agitada y el corazón martilleando, recordando cada uno de los golpes, de los momentos más aterradores y horribles de mi vida estando entre esas cuatro paredes.

Su promesa rota, que quizás fue estúpido creerle, pero parecía tan preocupado y arrepentido de lo que sus hombres hicieron que creí en él, en sus palabras. Para que luego hiciera eso, sabiendo el asco que me producía.

Estaba por dormir cuando sentí que acariciaron mi mejilla, salté con el miedo de encontrarlo frente a mí, o de ver a esos dos sujetos de nuevo tan cerca, que pudieran terminar lo que empezaron.

–¡No! ¡Por favor!

Frente a mí estaba Lacey, se alejó unos cuantos pasos bajo la atenta mirada de todos. Sé que intentó hablarme pero no pude escucharla, no pude.

Vi como movían sus labios, como se dirigían a mí pero sólo podía escuchar ese pitido, ese irritante sonido.

Abraham y Jacob hablaban con el resto, mirándome de reojo mientras lo hacían. Me desesperé, no poder escucharlos, verlos hablar sin poder entender, terminé por llevarme las manos a los oídos, en un intentó de dejar de escuchar aquel pitido, para poder oírlos.

Cerré los ojos, no se fue.

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