Peligro. |TERMINADA|

Da V_0702

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"-Eres especial, Kacey. -Su dedo recorrió el camino que mi vena palpitante hacía. -Por aquí corre algo muy es... Altro

Capítulo 1.
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 25.
Capítulo 26.
Capítulo 27.
Capítulo 28.
Capítulo 29.
Capítulo 30.
Epílogo.
Agradecimientos.

Capítulo 24.

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Da V_0702

Pocas veces en mi vida he sentido tanta desesperación como la que siento ahora, la cruel incertidumbre de no saber si seguiré respirando para ver de nuevo un hermoso amanecer me está matando. La oscuridad me carcome, me asfixia el deseo de huir aún sabiendo que un escape en esta situación, en mi estado, es imposible.

No logro saber si es de día o de noche, ni cuanto tiempo he pasado aquí, si la noche volvió a caer o ni siquiera ha amanecido. No es que me importe, realmente nunca lo hizo, solo deseo con desesperación saber cualquier cosa que tenga alguna conexión con el exterior, por mínima y absurda que sea, como esa.

Todo el tiempo que he pasado aquí me ha enseñado una cosa; la desesperación no es buena consejera.

Desde lo que sucedió, nadie ha vuelto a entrar, y es mejor así. Cada que veo una sombra en la puerta me paralizó, estoy sumergida en el pánico y el terror de lo que pueda pasarme.

Cuando te encuentras privada de tu libertad, cuando sientes la incertidumbre palpable en el aire provocada por el pensamiento de si seguirás viviendo, sobre qué harán contigo, es cuando te das cuenta del valor que tienen cosas simples como ver el atardecer, charlar con quienes amas, ver el cielo nocturno estrellado junto a alguien especial. Entonces supe lo poco que valoré y lo mucho que malgaste mi tiempo.

El arrepentimiento es algo que va de la malo con todo lo demás porque en el silencio de una habitación sucia y oscura te cuestionas todo lo que no hiciste por miedo, todo lo que te callaste, todo lo que sentías y no demostraste. Porque el "hubiera" no existe y solo lo recordamos cuando nuestra vida se tambalea sobre la cuerda floja que otra persona amenaza cortar.

Y es que así somos los humanos.

Un momento estás rodeado de todo lo que amas y de pronto te encuentras, con suerte, en una pestilente habitación preguntándote porqué mierda no viviste como quisiste, porqué malgastaste tu tiempo y de golpe te invade esa sensación de decepción por sentir que no hiciste nada con tu vida, ese amargo sabor de boca de sentir que pudiste hacer mucho y al final no hiciste nada.

Sólo dejé mis pensamientos tormentosos cuando vi que pasaron un pedazo de papel por debajo de la puerta, tuve que estirarme más de lo que podía para alcanzarlo. Al abrirlo me encontré con una letra cursiva, redonda y muy linda, decía que estaban buscándome, que Jacob y Abraham habían enloquecido.

Escuché el chirrido de la puerta, doble lo más rápido que pude aquella nota y la oculté debajo del cinchón. Como cada vez que viene, sólo se quedó allí, parado en el umbral, mirándome.

-Pronto llegarán. -Anunció sin mirarme, esta vez su vista se mantuvo fija en el techo. -Será su final.

-¿De qué hablas?

-Con el muerto podrás amarme sólo a mí.

Abrí los ojos con sorpresa cuando entendí todo, esperaba que fuera una mala broma. Tenía que serlo.

-No puede ser, ¡no se te ocurra hacerle daño!

-Él me ha dicho exactamente lo mismo. -Rió, claramente divertido. -El pobre chico está dispuesto a dar su vida por ti, con tal de salvar la tuya, claro que no está enterado de que no te mataré. Nunca haría algo como eso.

De nueva cuenta estaba sustituyendo el miedo por la furia. -¡Mátame, cobarde! A él no vas a tocarlo, ¿me escuchas?

-Oh, cariño. -Susurró sin cambiar su expresión de tranquilidad, enfureciéndome. -Me amarás, estoy seguro de eso.

-¡Estás loco, maldito enfermo!

Rió. El cabrón se está riendo de mí como si no lo estuviera insultando, como si estuviera contando chistes.

-Si a causa de la intensidad de mi amor han de llamarme loco lo aceptaré con placer y orgullo.

-¡Callate de una buena vez!

-Me amarás. -Reiteró, seguro de sí. -Enloquecerás por mí.

-Solo soy capaz de amarlo a él. -Confesé mirando sus ojos, el escarlata brillando en la oscuridad de nuestro entorno. -Y aunque logres matarlo yo lo seguiré amando con todos y cada uno de los latidos de mí maldito corazón.

Se acercó a mí, mis ojos se inundaron de lágrimas cuando el temor de lo que pudiera hacerme emergió sobre la furia pero las contuve lo mejor que pude, no quería ni podía permitirme llorar frente a él, no otra vez.

Él lo notó.

-¿Qué pasa, cariño? -El tono falso de dulzura que usó me revolvió el estómago. -¿Acaso ya no me quieres? ¿Has dejado de amarme?

-Nunca te quise. -Repliqué con el asco que me causaba tiñendo mi voz. -Y ten por seguro que nunca te amaré.

Tomó mi barbilla y la apretó, esperé el golpe pero en lugar de eso estampó sus labios contra los míos robándome un beso. Usó la fuerza para meter su lengua en mi boca y se alejó, antes de que pudiera golpearlo, con una estúpida sonrisa en el rostro.

No dijo nada, solo salió de allí dejándome sola de nuevo.

Me dejé caer con el mayor cuidado que pude al colchón, después de la paliza me costaba trabajo respirar, en especial estando sentada. Las costillas me duelen más que las otras heridas, a veces derramo algunas lágrimas a causa de ello.

Esperaba, cualquier cosa, sólo esperaba allí tirada hasta que me fijé bien en la puerta. No la había cerrado, estaba entreabierta, ese fue el pequeño atisbo de esperanza que necesitaba.

Traté de ponerme de pie pero las piernas me fallaron, flaquearon, haciéndome caer. La falta de sueño, de comida, los golpes recibidos y el cansancio mental fueron la causa pero no me rendí. No puedo darme por vencida ahora que tengo la posibilidad de huir, por mínima que sea.

Me arrastré hasta la puerta, me faltaban solo unos centímetros para tocarla cuando escuché el ruido de unas cadenas, eso me hizo recordar ese detalle. Sigo encadenada a ese tubo.

Entonces me dispuse a buscar algo que me ayudara a abrir la cerradura, cualquier cosa que fuera de utilidad. Pasados unos segundos mi vista captó una delgada tira, la tomé esperando que fuera lo suficientemente resistente. Lo alcé sobre mi cabeza, hacía el foto que alumbraba tenuemente, confirmé que se trataba de un alambre muy viejo.

Estaba oxidado, eso aumentaba el riesgo de que se rompiera antes de lograr mi objetivo pero es lo único que tengo. Me senté de nuevo, con cuidado, sobre el colchón y formé una especie de ganzúa antes de introducirla en la cerradura de las cadenas.

La cerradura se negaba a ceder y tenía el presentimiento de que aquel alambre se rompería pronto, no pude detenerme a pensar en eso, tenía que seguir intentándolo. Después de muchos intentos, cedió. No pude evitar soltar un suspiro de alivio, me puse de pie con cuidado y me esforcé por mantenerme así.

Asomé un poco la cabeza para cerciorarme de que no hubiera nadie fuera, afortunadamente era así, solo pude ver un largo corredor, las paredes eran de concreto y, al igual que la habitación donde me encontraba, sin ninguna ventana. El corredor se extendía hacia ambos lados, decidí simplemente seguir mi instinto esperando encontrar la salida.

Respiré profundo, repitiendo reiteradas veces en mi cabeza que nada me duele, que me encuentro bien. Entonces comencé a correr a todo lo que mis piernas me permitían, sintiendo mi corazón golpear mis costillas a causa del esfuerzo y el miedo de ser encontrada.

Me da miedo que las piernas me fallen y no me ayuden a salir de aquí.

Miré hacía el lado del corredor antes de doblar a la izquierda, unas escaleras que ascendían me recibieron. Las subí sintiendo el dolor hacerse más agudo, ahogué un quejido y seguí subiendo. Al llegar a la cima y abrir la puerta, la esperanza se hizo más grande. Podía ver claramente gracias a la luz de la luna alumbrando el cielo nocturno, podía ver, algunos metros más adelante, la puerta que quizás me llevaría a la libertad.

Mi magullado cuerpo exigía un descanso pero igual corrí hasta allí. La puerta no tenía ningún seguro ni candado que me impidiera abrirla así que la abrí sin más y salí corriendo con la felicidad de haber escapado de ese horrible infierno pero con el miedo de ser encontrada demasiado pronto.

Miré tras de mí, asegurándome de que nadie le siguiera, aquello me costó chocar con alguien.

Antes de poder correr me tomó con fuerza de los brazos, me retorcí con tal de liberarme sin darle importancia al dolor que sentía, levanté la rodilla e intenté estrellarla en su entre pierna pero me giró pegando mi espalda a su pecho, me tapó la boca con una de sus manos mientras la otra aprisionaba mis muñecas.

-Tranquila, Kacey, soy yo. -Escuchar su voz me dio un gran alivio, me giré y miré sus ojos que me dieron la tranquilidad que tanto había necesitado. Sonreí levemente mientras me soltaba.

-¿Dónde está Abraham? -La pregunta escapó de mis labios apenas regresé a la realidad de lo que estaba pasando. Grité cuando soltó un gruñido y cayó al suelo frente a mí. Lo habían golpeado por la espalda.

Se levantó de un saltó pero trastabilló unos cuantos pasos, un hilo de sangre salía de su cabeza confirmando que el golpe había sido bastante fuerte para aturdirlo.

El sujeto, que tenía la misma máscara de payaso, trató de tomarlo por los brazos pero Jacob se defendió lanzando golpes en su dirección.

Comenzaba a reponerse del golpe, así lograba ser más preciso con sus ataques, cuando sentí que tiraron de mí hacía atrás. Sentí el subir y bajar de un pecho pegado a mi espalda y el frío de una navaja pegado a mi cuello. Grité asustada, no quiero que me toque, quiero que me suelte.

-¡Kacey!

Él ya tenía al tipo sometido en el piso cuando me miró, me removía sumida en mi terror intentando hacer que dejara de tocarme, sólo me detuve cuando hizo presión en mi cuello y habló susurrando en mí oído.

-Sigue moviéndote y haré lo que no terminé antes.

-Suéltala o lo mato.

-¿Crees que él me importa? -Rió sujetándome con más fuerza. -Me pagarán de todas formas.

-Te pagaré el doble, sólo tienes que soltarla.

Me mantenía quieta en mi lugar sin dejar de llorar en silencio a pesar de haber dicho que no lo haría más, pero no podía evitarlo, el bastardo que hizo conmigo lo que quiso y que me golpeó de forma brutal está aquí, pegado a mí mientras clava una navaja en mi cuello.

-Ríndete y ella no morirá.

Jacob me miró un segundo antes de dejar de someter al sujeto que solo estaba quejándose del dolor.

-¡No, papá!

-Está bien, sólo aparta eso de ella.

Escuché al sujeto reír antes de dejar de presionar mi cuello con la navaja pero sin alejarla del todo.

-¡No puede matarme! -Grité, saliendo del shock y recordando de pronto. -¡No te entregues! ¡No puede matarme porque si lo hace él lo matará!

-¿Qué?

-Él no pue... -Mis palabras fueron calladas cuando me giró de un rápido movimiento y estampó su mano contra mi mejilla usando demasiada fuerza, reabriendo las heridas que ya habían cerrado.

Escuché el grito de Jacob pero ya era tarde, ya lo habían sometido y estaban llevándolo dentro, conmigo detrás.

-¡Papá!

Grité desesperada cuando pensé que nos separarían, pero afortunadamente no fue así, nos llevaron por la derecha, sin bajar las escaleras por las que salí y nos encerraron juntos en otra habitación. Se acercó a mí de inmediato y me tomó de las mejillas para inspeccionar todas las heridas que tenía en el rostro, entonces me abrazó con fuerza.

-¡Esto es perfecto! En menos de tres minutos estará aquí.

Su figura era iluminada por la luz de la luna que entraba por la puerta de salida abierta, éramos capaces de verlo porque la puerta de esta habitación es trasparente pero no podríamos romperla con facilidad.

-¡No te atrevas a herirlo!

-Hablando de herir. -Se giró y dijo algo que no logre escuchar. -¡Seremos muy felices, amor!

La puerta fue abierta por los mismos sujetos que me habían golpeado, al verlos el terror tomó control de mí, obligándome a arrastrarme por el suelo hasta que mi espalda chocó contra la pared. No quiero ni puedo volver a vivir eso, no quiero que cumpla sus palabras.

-¡No dejes que me toquen!

Un cuerpo se puso frente a mí bloqueando mi vista de ambos sujetos, sólo entonces salí del pequeño trance y fui consciente de quién era. Estaba arrinconada en una esquina de la habitación con Jacob frente a mí.

-No dejaré que le hagan más daño.

Trataron de golpearlo pero se defendió de ambos, no permitía que se acercaran a mí. Lanzaba puñetazos y patadas a ambos, todas acertaba, incluso tiraba de sus cuerpos contra la pared siempre que intentaron acercarse. Todo iba tan bien hasta que se coordinaron para atacar y Jacob cedió. Lo estaban golpeando con demasiada fuerza, intenté ayudarlo pero no lo permitió.

-¡No te acerques! -Gritó antes de acallar un grito de dolor, cuando lograron someterlo lo ataron a una silla y lo conectaron a una extraña máquina.

Sólo entendí lo que era cuando la encendieron y le dieron una descarga eléctrica.

Yo sólo lloraba, abrazándome a mí misma, sintiéndome inútil de nuevo. Podría morir por mi culpa y no sólo él.

Me miró desde el otro lado de la habitación, con la estúpida sonrisa de satisfacción que tiene reflejada en los orbes. Rió mirándome directo a los ojos. -Ha llegado.

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