Peligro. |TERMINADA|

By V_0702

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"-Eres especial, Kacey. -Su dedo recorrió el camino que mi vena palpitante hacía. -Por aquí corre algo muy es... More

Capítulo 1.
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24.
Capítulo 25.
Capítulo 26.
Capítulo 27.
Capítulo 28.
Capítulo 29.
Capítulo 30.
Epílogo.
Agradecimientos.

Capítulo 21.

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By V_0702

Tomé las diferentes pastillas de la mesita de noche y las metí en mi boca, el olor y el sabor de todas ellas me generaba un asco increíble pero era algo que podía soportar, después de todo, solo será un momento.

Después de lo que dijo Mike, Jacob insistió en que viera un médico y no se rindió hasta que accedí y trajo uno, como ya sabía, comentó que estaba perfecta de salud pero que debía retomar los horarios y porciones a las que estaba acostumbrada y en compensación por los días que pasé mal comiendo me recetó diversas vitaminas que tengo que tomar una vez al día todos los días.

El sabor es horrible pero sirvió para que Mike dejara de intentar culparme de algo que no hice.

Me estiré en la cama antes de ir a tomar una ducha, el reloj marcaba las 7:30 en punto y dentro de poco tenía que bajar a desayunar.

Como extra, Abraham le pidió a Bercia ayuda con el control de comidas, así que todos los días desde entonces me prepara un rico desayuno que tomo a la misma hora siempre bajo su atenta mirada.

Sigo sin hablar mucho, lo necesario, a veces Zed se desespera por ello e intenta hacerme hablar de cualquier cosa, luego de fracasar, supongo que termina por rendirse.

No voy a mentir, a veces hay días malos. Días en los que no puedo levantarme de la cama, donde lloro mucho por todo y por nada, en los que no como porque duermo todo lo que puedo, es difícil sobrellevarlos sin sentir que pierdo la calma pero al final, siempre se terminan.

Abraham ha estado allí siempre, durante esos días me abraza y no dice nada, solo se queda conmigo todo lo que puede y me reconforta. Luego me anima a superar ese pequeño tropiezo para levantarme la mañana siguiente, quizás con rastros de una mala noche pero con ganas de mejorar.

–¿En qué tanto piensas, niña?

–¿Por qué crees que existen los días malos?

Estaba de espaldas a mi, lavaba los trastes que dejaron los Alcázar antes de irse a hacer sus obligaciones mientras yo desayunaba en la barra. –Porque necesitamos crecer.

Me quedé en silencio un momento, analizando lo que acababa de decir. –Crecer...

–Sí, mi niña, si no tuviéramos días malos no sabríamos que existen las caídas, los tropiezos, las piedras en el camino, no se aprende nada en un camino fácil.

Le sonreí un poco aunque no pudiera verme. –Eres muy sabia.

–Más sabe el diablo por viejo que por diablo.

Seguí comiendo en silencio, aún tenía que ponerme al corriente con algunas materias así que terminé de comer, Bercia se negó a dejar que la ayudara a limpiar así que fui directo a la biblioteca, Abraham me había dejado algunos de sus cuadernos para seguir pasando apuntes, claro que eran los que no utilizaría hoy.

Estaba pensando en volver a la escuela pero me daba miedo ser juzgada y señalada por lo que pasó, no se como hace Mike para ocultárselo a los Alcázar, a Jacob e incluso a Abraham pero no pudo haberlo ocultado de todo el pueblo.

De ser así, quizás todo sería más fácil.

Dejé al final las copias de matemáticas por si había algo que no entendía pedirle a Abraham que me explicara, era más fácil así.

Tomé los cuadernos que Jacob me había hecho favor de traer de casa y seguí con mi ardua labor de pasar los trabajos hasta que Zed hizo su aparición, asustándome.

Normalmente usa la puerta después de tocar, esta vez decidió entrar por la ventana tras mi espalda. Al verme saltar, rió.

–¿Tan concentrada estabas? –Le sonreí como respuesta. –Kacey...

Dejé caer los hombros en señal de derrota. –Esto no puede seguir así, ¿de acuerdo?

Se sentó frente a mi de un salto y revisó lo que estaba haciendo. –Estoy de acuerdo.

Alcé una ceja. –¿Seguro que comprendiste lo que acabo de decir?

–No soy estúpido, Kacey, yo también soy consiente de que no podemos seguir así, debes hablar más, comer más, salir más.

–No, no entendiste nada. –Inhalé la mayor cantidad de aire que pude. –Haré lo que esté lista para hacer y con lo que me sienta cómoda, ¿bien?

Se quedó en silencio un momento, sólo mirándome. –¿Por qué te niegas a hablarme?

–No se trata de ti, Zed.

–¿Entonces?

–No tengo nada que decir, supongo que eso es todo.

Asintió haciendo garabatos en una hoja, estuve a punto de quitársela para que no tuviera que empezar de nuevo cuando giró el cuaderno para que pudiera leer lo que escribió.

"¿Y tienes algo que escribir?"

Sonreí, tomé una pluma para responder. "Tarea, ¿sirve?"

Negó después de leerlo. –Supongo que sólo me queda esperar a que te sientas cómoda hablando conmigo.

–Zed...

Negó de nuevo mientras se ponía de pie, se detuvo a mí lado un momento antes de arrodillarse, lo miré cuando su dedo índice giro mi rostro en su dirección. Dejó un casto beso en mi frente y luego saltó por la ventana.

No me dejó decir nada más, tampoco se si hubiera sido lo correcto, ni siquiera se que iba a decirle, pero, por alguna razón, no quería que se fuera.

Me acerqué a la ventana y lo miré caminando hacia el bosque, grité su nombre pero no me escuchó, siguió su camino.

Conocía el pequeño lago al que solía ir cuando las cosas no iban bien, sabia lo importante que resultaba ese lugar para él, no tenía idea del porqué, pero estoy segura de que irá allí.

Acomodé los cuadernos y guardé las plumas lo más rápido que pude, corrí hacía mi habitación para ponerme unos tenis que me permitieran moverme mejor que unas pantuflas dentro del bosque y corrí escaleras abajo.

Antes de salir, la señora Bercia me interceptó.

–¿A dónde vas, mi niña?

Tomé el aire que me faltaba por haber corrido y la miré. –Creo que hice sentir mal a Zed, no quiero eso, quiero disculparme con él. Lo vi ir al bosque, creo saber a donde irá, tengo que ir con él.

Sonrió satisfecha con esa respuesta. –No olvides volver antes de la comida, cariño.

Le sonreí antes de volver a correr fuera de la casa Alcázar para ir tras Zed.

A pesar de haber corrido tanto, no lo encontré. Llegué al lago, lo busqué por todos lados y no estaba.

Decidí sentarme a esperar por si había ido a otro sitio antes, por si había tomado un camino más largo, por si cualquier cosa había sucedido que había hecho que llegará más tarde.

Para matar el tiempo junté rocas pequeñas a mis pies y luego las lancé al lago probando si podía llegar al otro lado, era algo que me entretenía un poco.

Me arrepentí de no haber traído mi teléfono conmigo, pude haberle escrito para saber dónde estaba o al menos para estar pendiente de la hora, sentía que tenía poco de estar aquí pero uno nunca sabe.

Terminé acostándome en el pasto para mirar el cielo, había muchas nubes, el aire las movía constantemente haciendo diferentes figuras.

Después de un rato de ver nubes, me senté abrazando mis piernas. Zed no llegaba y para este momento dudaba de que lo hiciera pronto, cuando lo vi viniendo al bosque creí que vendría aquí, pero me equivoqué.

El lugar es lindo, tranquilo y silencioso la mayor parte del tiempo, incluso cuando hay brisa. Eso lo hace especial. Supongo que entiendo porque Zed viene seguido aquí.

Me sacudí la ropa y comencé a caminar de regreso a casa de los Alcázar, sentía un pequeño hueco por no haberme podido disculpar con Zed pero decidí ignorarlo hasta volver a mi habitación.

–Hablar más, comer más, salir más. –Repetí en un susurro. –Más, más, más.

Alcé la mirada cuando escuché que me llamaron, en la entrada de la casa estaba Abraham, al parecer venía llegando al igual que yo. Sonrió ampliamente al verme, la sorpresa de estar fuera por voluntad propia, creo.

–¿Saliste a caminar?

Negué. –No en realidad.

Abrió la puerta para mí, en la sala se encontraba la señora Bercia. –¿Cómo les fue, mis niños?

–Bien, gracias por preguntar Bercia.

–No lo encontré. –Dejé caer mis hombros. –Estaré en mi habitación.

Comencé a subir las escaleras mientras escuchaba a Bercia y a Abraham hablando abajo, sólo dejé de escucharlos cuando entré en mi habitación y cerré la puerta tras de mí.

Me dejé caer en la cama y me cubrí con una frazada, me sentía demasiado triste por esa "pelea" con Zed como si hubiera jurado no volver a hablarme o algo por el estilo, lo que no tenía sentido en realidad.

Escuché que tocaron la puerta, me limité a contestar. –Pase.

Abraham entró en silencio, no dijo nada mientras se acercaba y se acostaba a mí lado, sólo habló después de rodearme con sus brazos. –¿Qué pasó con Zed?

–Hablar más, comer más, salir más. –Volví a repetir. –Eso dijo Zed, creo que piensa que es el único con el que no hablo y que eso es su culpa.

–¿Y por qué crees eso?

–Le dije que haría lo que me hiciera sentir cómoda, él dijo que entonces tendría que esperar a que me sintiera cómoda hablando con él.

–Entonces fuiste a buscarlo.

Asentí. –Quería pedirle disculpas e intentar explicarle que no tiene nada que ver con él, creí que iría al lago pero... Nunca llegó.

–No te preocupes. –Besó mi cien. –Volverá para la cena y podrás hablar con él.

Asentí esperando que sus palabras se convirtieran en realidad, no quería que pensara que tengo algún problema con él porque no es así.

Abraham se quedó acostado a mi lado, tarareando canciones y a veces repetía fragmentos que hablaban de amor. Así me hizo sentir mejor hasta que juntos hicimos tarea, sentados en mi cama.

Acabamos temprano así que el resto de la tarde lo pasamos viendo películas, en realidad, él la veía porque yo estaba quedándome dormida.

–Te despertaré para cenar, duerme.

Le sonreí un poco y luego me acomodé mejor, entonces me dejé llevar a los brazos de Morfeo.

(...)

Abrí los ojos con pereza, fuera estaba oscuro pero no estaba segura de la hora. Abraham no estaba a mi lado, el reloj marcaba las 8 pm. Faltaba poco para bajar a cenar, supongo que por eso no está.

Me levanté para encender la luz y tener una mejor visión de la habitación, al volver a la cama escuché la puerta. Supuse que sería Abraham así que abrí, en su lugar estaba Zed.

Me hice a un lado para dejarlo pasar pero no lo hizo, en su lugar sólo se quedó parado en el marco.

–Zed...

–Supe que fuiste a buscarme. –Asentí. –Lamento no haber vuelto cuando gritaste mi nombre.

–Lamento haber dicho esas cosas, tú no tienes la culpa de nada.

Desvió la mirada. –La culpa es mía por no comprenderte, y lo siento.

Tomé su mano y tiré de el. –Esta bien, también es culpa mía, no debí cerrarme tanto a lo que pedías.

Me abrazó, su mano descansaba en mi cabeza, dándole leves caricias. –Está bien si no quieres hablar, lo entenderé, entenderé si no quieres salir tanto o si tienes días malos.

–Hablaré más contigo, enserio, quizás no sea como antes pero lo intentaré. –Recargue la barbilla en su pecho. –No quiero que sientas que es culpa tuya o sólo eres tú, no se así, nunca ha sido así.

Lo escuché suspirar. –Te quiero tanto, Kacey.

–Y yo a ti, Zedy.

Nos alejamos un poco y sonrió. –Deberíamos bajar a cenar, no puedes mal pasarte.

Asentí. –Zed.

–Dime.

–¿Podemos ir al lago después, juntos?

–Claro, podemos ir después de cenar.

Le sonreí un poco, el pequeño hueco en mi pecho comenzaba a cerrarse conforme veía a Zed sonreír cada que le hablaba, entonces entendí que su forma de demostrar amor era hablándolo.

Quizás por eso le afectaba tanto mi silencio, quizás por eso creía que ya no lo quería, sin pensar que lo quería aún más.

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