Peligro. |TERMINADA|

By V_0702

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"-Eres especial, Kacey. -Su dedo recorrió el camino que mi vena palpitante hacía. -Por aquí corre algo muy es... More

Capítulo 1.
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24.
Capítulo 25.
Capítulo 26.
Capítulo 27.
Capítulo 28.
Capítulo 29.
Capítulo 30.
Epílogo.
Agradecimientos.

Capítulo 15.

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By V_0702

Morir.

Quizás sea el miedo más grande de la humanidad, no saber que pasa con quién muere, qué hay después de esto, aterra. Todos los días muere gente en alguna parte del mundo, pero todos tenemos ese suceso que nos arrebató a alguien y nos rompió.

En cuestión de minutos fui testigo de decenas de muertes pero sólo una de ellas fue capaz de hacerme sentir miserable, de quebrarme y hacerme desear no haber llegado a sus vidas. Deseé ser yo quien estuviera en su lugar, quien hubiese muerto en pelea, no quien se siente impotente y culpable.

Miré mis manos llenas de sangre aún con la vista borrosa, escuchando el latir de mi corazón, sin poder dejar de temblar de la impresión.

–¡Nick! –La escuchaba gritar, llorar su muerte, desesperada y totalmente destruida. –¡Despierta! Tienes que despertar... No puedes dejarme, no ahora.

Escuchaba los gritos de dolor que emitía Jacob, sin ser capaz de verlos, oculta tras un árbol, sin poder moverme, sin pensar en nada más. Todo esto es mi culpa, si nunca los hubiera conocido entonces nadie hubiera muerto.

Mis manos ensangrentadas me aterraban pero no podía dejar de mirarlas, las sentía como el recordatorio permanente de que causé demasiado dolor a personas que amo. Cerrar los ojos no ayudó en nada, al hacerlo recordaba la cabeza de aquel niño tan cerca de mí, no puedo soportar tanto.

–¡Jacob, vuelve! –Salté al escuchar aquel grito, pero no miré. –¡Jacob!

–Dejalo, necesita sacar su dolor.

–¡Todo esto es tu culpa! –Gritó, la rabia tiñendo su voz por completo. –¡Maldita humana!

No me dolió escuchar sus palabras porque sé que son verdad. Tampoco salí de mi escondite, no soy capaz de mirarla a la cara, a ninguno de ellos, no se si es miedo o simple cobardía.

–¡Sal y da la cara! ¡Por tu culpa está muerto!

–¡Callate, Daisy! Esto no es su culpa, no es culpa de nadie.

–¡Esto es tu culpa! –Repitió en un grito, aún lloraba y gritaba intentando sacar su dolor, tanto que es casi palpable en el aire, me hace sentir como si fuera mío también.

Intenté ser fuerte, no quería sentirme débil aquí, traté con todas mis fuerzas soportar las lágrimas hasta poder estar a solas y desahogarme, no quería hacerlo delante de todos pero, no lo logré.

Cuando me di cuenta ya me encontraba empapando mi ropa mientras caminaba por el bosque sin rumbo alguno. Caminé, luego comencé a correr dentro del bosque, correr con todas mis fuerzas. Escuché que gritaron mi nombre pero no me detuve, ignoré esa voz, la misma voz que con cada paso que doy se hace menos audible y entendible para mí.

La culpa puede hacer cosas impensables con las personas.

Las lágrimas nublaron mi vista, por la misma razón caí de rodillas al no ver una raíz salida, no me importó. Mis piernas ya ardían exigiendo un descanso y mis pulmones necesitaban ser llenados de la manera correcta. Quise levantarme pero no pude, mis piernas no respondieron, parecía que la fuerza había escapado de mi cuerpo tan pronto como toqué el piso, me vi obligada a permanecer allí. No se dónde estoy, tampoco me importa en realidad.

Abracé mis piernas con fuerza y seguí llorando, aunque no soy capaz de entender del todo el porqué de las cascadas que salen de mis ojos y no se detienen, dejé que siguieran su curso. Lloré y dejé que todo saliera en forma de agua salada, jadeos y maldiciones al cielo.

Sentía mi garganta cerrarse, temblaba en mi lugar, sintiendo una necesidad implacable de llenar mis pulmones de aire, sin poder. En la desesperación de no sentirme así, de sentir algo más que la sensación abrumadora de muerte, metí dos de mis dedos en la bolsa delantera de mi pantalón hasta rozar el pequeño objeto metálico.

No tuve cuidado al usarla, sólo me dejé llevar por el miedo y la desesperación que sentía en ese momento. No pensé en las consecuencias ni en lo que significaría tirar todo el progreso a la basura, no pensé en qué haría en medio del bosque, sin saber dónde estoy, si ocurriese algo como una hemorragia.

Con el pasar de los minutos pude calmarme, ya no sentía que moriría ni sentía la desesperación asfixiante que antes, pero la culpa seguía allí, gritándome que Nick murió por mí.

Lo siento por Daisy, por Jacob, por su hijo. Parece que nadie más se dio cuenta de que está embarazada, sólo yo. Sinceramente, no fue difícil de adivinar. Nick acariciaba con tanta felicidad y amor su panza, muy poco notable, sólo pude ver como sonreían con tanta felicidad y esperanza. Ahora, ese pequeño va a crecer sin conocer a su padre, sin conocer sus ojos, sus facciones, su cariño.

Por mí culpa crecerá sin un padre que seguramente tenía mucho amor que darle. No podrán conocerse el uno al otro.

Le arrebaté tanto de las manos, le quité todo sin darle nada a cambio y se fue. Se fue sin nada. No tenía razones para irse, pero sí tenía decenas para quedarse.

Poco a poco y sin que me diera cuenta, las lágrimas dejaron de sallr. Con cada segundo que pasa el dolor deja de sentirse tan intenso y aniquilador, se está haciendo pequeño al punto de quedarse como un murmullo en el corazón.

El ardor fue quien sustituyó al dolor y al pesar.

Por fin, estoy logrando dejar de pensar tanto en eso. Mis ojos comenzaron a sentirse pesados, mi cuerpo no reacciona por lo que no puedo moverme y mis párpados están a punto de cerrarse.

Por fin podré descansar.

Mi mente dejará de atormentarse con tanta culpa, culpa que quizás no debería caer sobre mis hombros pero que de todas maneras tengo que cargar.

(...)

Una luz comenzó a molestarme, por inercia abrí los ojos para ver que era aquello, no fue la mejor idea que tuve pues tuve que volver a cerrarlos cuando la luz me cegó.

Me senté en la cama, sintiendo un dolor intenso en el abdomen y brazos, miré estos vendados con una mueca. Duele un poco pero supongo que me lo merezco.

No noté su presencia hasta que cruzó los brazos y terminó por recargarse en la pared, parecía serio aunque su mirada era triste. Me dolió un poco el corazón.

Me sentí estúpida por haber hecho eso, se que no debí hacerlo. Por más que la culpa y el dolor estuvieran asfixiándome, por más que quisiera desaparecer de su vida y de la de todos.

No pude mirarlo a los ojos, me siento realmente avergonzada.

Tenía los ojos rojos, se miraba el cansancio en ellos. Seguramente se preocupó, lloró y tuvo miedo. ¿Por qué no pensé en mis acciones? ¿Por qué no pensé en que podría dejarlo?

–Despertaste. –Por su voz pude adivinar que está molesto, además de su clara mueca. –¿No vas a contestarme?

Sentí mi garganta seca. –No quiero hablar ahora, no me siento nada bien.

–Pues tienes que hacerlo, necesito una explicación.

–No me siento bien. –Repetí, demasiado cansada para pelear.

–¿Cómo vas a sentirte bien cuándo pudiste morir desangrada? –Replicó.

Tengo claro que si no hago que se vaya y seguimos hablando, perderá la paciencia y esto no terminara bien.

–¿Quieres, por favor, dejarme en paz? De verdad no me siento bien.

–¿¡Por qué hiciste eso!? –Estalló. Tan pronto que me sorprendió lo rápido que perdió la paciencia, respiré hondo tratando de tranquilizarme. –¿¡Por qué no pensaste en mí!?

–No estaba bien, Abraham. –Comencé en un susurro. –¿Podrías entender eso?

–¿Entender qué? ¿Qué mierda tengo que entender?

–¡Nick murió, Abraham! –Me di la vuelta para no mirarlo, dejando aparecer el coraje que tenía guardado en algún lugar. –Murió peleando por mí, por mí culpa.

–Kacey... –Lo miré por encima del hombro, había pasado de la furia a la tristeza. No quiero verlo así, me duele verlo tan mal, como si lo hubiera destrozado.

–Dejame sola.

–No. No voy a irme, tienes que escucharme.

–Abraham...

–¿Cuándo vas a entender lo mucho que te necesito? Eres todo lo que tengo, si te pierdo a ti habré perdido todo lo que tengo, habré perdido lo que más amo. Tú no entiendes eso. Te marchas, me ignoras, te hieres y me hieres. –Su mirada estaba llena de desesperación. –No tienes idea del pavor que sentí al oler tu sangre en el aire, al llegar y verte tirada en el suelo, el sentir tu pulso tan débil. Tenía terror de perderte, Kacey.

–Abraham. –Le llamé pero sólo negó.

–No digas nada, al menos no ahora, sólo escúchame.

–Deja que te explique...

–¿Qué vas explicarme? ¿Qué quieres morir, qué quieres abandonarme? –Susurró tan dolido que no supe como reaccionar. –No seré fuerte para soportarlo. Llegué a creer que querías irte por mí, por mí culpa, por haberte metido en todo esto.

–Dios...

–Lo lamento, jamás pensé que algo como esto pasaría. Nunca imagine que querrían dañarte, si lo hubiera sabido, te juro que no te hubiera metido en todo esto.

–Dejame hablar, por favor.

–¿Por qué quieres dejarme?

–¡Basta, Abraham! No quiero dejarte, nunca he querido hacer nada como eso porque te quiero.

–¿Entonces por qué siento que sí? –Susurró desesperado, llorando.

Trataba de recobrar el control sobre sí mismo mientras respiraba limpiando las lágrimas con el dorso de su mano, sus orbes grises resaltaban entre el rojo. Mordió su labio inferior en un intento por no sollozar, mientras yo sólo lo miraba, buscando como decirle que eso no era verdad.

–Te equivocas, yo te quiero, más que a nada.

–No sabría que hacer si te perdiera, te quiero, Kacey.

–No vas a perderme, no voy a ir a ningún lado, ¿entiendes? Me equivoqué, fue un error lo que hice.

–Debí estar ahí para ti, debí comprenderte y escucharte, evitar que llegaras a esto.

–No es tu culpa, Abraham, para nada. Fui yo quien perdió el control de si misma, la situación me sobrepasó y no supe como calmarme.

–Por favor, no vuelvas a hacer algo así. –Asentí estirando los brazos, a la espera de que se acercara a mí.

–No lo haré.

Me rodeó con sus brazos, enterré mis dedos en su cabello azabache, sintiendo como enterraba la cara en el hueco de mi cuello y respiraba profundo. Poco a poco su respiración se fue apaciguando y el llanto se detuvo, sólo sentía el latir tranquilo de su corazón y sus manos acariciando con cariño mi espalda. De vez en vez dejaba castos besos en mis mejillas, susurrando lo feliz que está de estar conmigo.

–Prometeme algo, Kacey.

–¿Qué cosa?

–Que no vas a dejarme, no así.

–No lo haré. –Susurré contra su cabeza, inhalando el olor particular que desprendía. –Prometo que no voy a dejarte, Abraham, no de esa manera.

–Siempre estaré contigo, lo prometo.

Aunque las cosas se vuelvan a tornar difíciles, haré mi mejor esfuerzo para no recaer, para no hacerlo pasar de nuevo por la preocupación y miedo que sintió.

También conozco el miedo de perder lo que más se ama.

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