Aliados del Amor 01 *Libertin...

By VannyFerrufino

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A sus veintitrés años de edad y en su quinta temporada, lo más atractivo que Lisa Stanton, hija de los marqu... More

Capítulos de muestra.
Nota.
Sinopsis.
Prólogo.
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Disponible En Amazon
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16.
Capítulo 18.
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Ya en Bolivia

Capítulo 17

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By VannyFerrufino

Un favor, recuerden que este es el borrador de la historia, por lo que debo aclarar que sólo son cuatro socios. Aquí pongo a todos los libertinos como socios pero no es así en su versión original. Gracias por leer. Disfruten. 

La conversación llegó a un punto que dejó de interesarle y abandonó el club sin ser visto por nadie, todos estaban pendientes de sus amantes y bebidas como para prestarle algo de atención. Triunfo o derrota era algo tétrico cuando más de cinco hombres encontraban su perdición hundiéndose en más deudas de las necesarias.

En el camino hizo una parada —que le tomó alrededor de cinco minutos—, y al llegar a su casa siguió la rutina de todos los días y a los veinte minutos estuvo clavado en la alcoba de su mujer. Para su sorpresa estaba dormida, Lisa solía esperarlo. Se deshizo de su bata y se recostó junto a ella, le besó en el hombro y luego ascendió por su cuello hasta llegar a su mejilla.

Se removió inquieta.

—Hoy no, Windsor —gruñó entresueños y sonrió.

—¿Crees que te haré caso? Vamos, princesa, ayer también te dormiste.

—¿No leíste la nota? —Se giró un poco y aprovechó para besarla en los labios—. Siete días.

Se detuvo.

Maldición. Odiaba esa maldición de los siete días de castidad para él. Pero por ella esperaría eso y más. Ahora comprendía porque el día de ayer estuvo algo indispuesta, necesitaba descansar.

—De acuerdo. —Suspiró y unió sus labios con suavidad—. Pero dormiré contigo. —La idea de no dormir con ella le resultaba algo abrumadora.

—¿Por qué no regresar con tu amante?

Era normal que Lisa pensara que tenía una, es decir, muy pocas veces se la pasaba en casa y cualquier dama se preguntaría donde estaba su marido el resto del día.

—No la tengo —le aclaró abrazándola por el vientre mientras se acomodaba correctamente.

—¿Por qué nunca te quedas? —inquirió ella con suavidad, apoyándose en su pecho—. Creí que querías llevar las cosas en paz, pero ni siquiera comes conmigo, Windsor.

—Estamos muy bien así —le respondió con seriedad. ¿No le exigiría que se quedara con ella, verdad?

—Quiero que te quedes conmigo más tiempo.

Imposible.

—No. Tengo asuntos que atender.

—Pero...

—No. Mi trabajo es mucho más importante, tengo que reconstruir mi imperio, quiero tener tres veces más de lo que alguna vez tuve; y para eso debo trabajar.

Ella no le respondió y prefirió guardar silencio y seguir durmiendo.

Se sintió fatal.

Su intención no era insinuarle que ella no le importaba, pero... ¿qué pasaría si Lisa se empeñaba con pasar más tiempo con él? Lo derribaría, haría de él su esclavo y terminaría olvidando la razón por la que deseaba tener más, ser más y aplastar a sus inferiores, dejando que fuera ella quien lo aplastara a él.

Lo sentía por ella, pero no podía ceder a su petición.

Terminó dormida en sus brazos y admiró su belleza en silencio.

Se veía preciosa, estaba mucho más delgada y, si era sincero, a él nunca le afectó aquello que ella denominaba como «sobrepeso». Ella le parecía perfecta, la mirase por donde la mirase no había nada más lindo que su determinación y sonrisa.

Odió verla llorar en su primera noche, detestó a la marquesa por varios segundos imaginándose todo lo que le obligó a hacer a su hija para que alcanzara ese peso.

Debió sospechar que aplastaría su autoestima al abandonarla, a pesar de nunca exteriorizarlo a ella le preocupaba mucho su aspecto físico, era distinta pero a la vez especial, no todos podrían apreciar una flor tan peculiar.

Hamilton lo hizo, pero se demoró mucho, pues él ya había regresado con la idea de poseer a la mujer que debió haber sido suya desde hace varios años.

Si tan solo las cosas hubieran sido diferentes...

Hubo un tiempo que pensó que todo lo que el ducado poseía en propiedades y fortuna le bastaría para vivir por décadas, pero se equivocó.

El dinero era como la arena, cada vez se escurría más y más de entre las manos de su poseedor. Nunca quiso trabajarlo y dejó que terceros hicieran eso por él; y fue ahí donde a sus veintiocho años se encontró en una crisis económica que pudo haber afectado a Lisa si se casaba con él.

Su administrador lo estafó dejándolo sin un solo penique y con varias deudas que saldar, para ese entonces la dote de Lisa era de veinte mil libras, no obstante, ese dinero no le habría bastado para cubrir todas sus deudas y solo la hubiera hecho infeliz, pues había la posibilidad que él terminara en la cárcel de deudores.

Sabrina era una cortesana reconocida que huía de su protector —un hombre demasiado posesivo para el agrado de la hermosa mujer—, por lo que le hizo un trato; si él se la llevaba, ella le ayudaría a conseguir contactos en Boston para participar en distintos proyectos.

Funcionó.

Los primeros tres años se levantó considerablemente hasta poder cubrir sus deudas en Inglaterra.

Buscó más, quiso tener más y siguió participando en distintas inversiones. Todo iba bien, Sabrina si bien nunca fue su amante, fue una amiga de la cual usó el nombre para engañar a Lisa fingiendo un amor que no existía con el fin de que ella lo olvidara y buscara a alguien mucho mejor que él.

Las cartas aliviaban sus noches cada vez que leía que seguía soltera, pues estaba seguro que podría seguir ahorrando y regresar por Lisa si las cosas seguían así de bien.

Él le hizo una promesa, esa en la que ambos serían aliados y participarían en la felicidad del otro. Windsor siempre aseguró que él era la felicidad de Lisa, que nadie la comprendería mejor que él, pero descubrir la sonrisa que Hamilton robaba de ella lo hirió profundamente, en cinco años muchas cosas habían cambiado.

Ellos ya no eran los mismos.

Él fue engañado por Sabrina y el amante de la misma. Le quitaron todo, una semana antes de que decidiera volver por Lisa.

El señor Sullivan era un desgraciado, un hombre avaro y egoísta. Y Sabrina, ella se había encaprichado con Windsor, quería que la hiciera su amante y él jamás pudo hacerlo, la prefería como amiga, pues no se veía tocando a la mujer que su princesa creía que amaba —porque no era verdad—. Estaba seguro que ella actuó así por resentimiento, no sabía como pero se enteró que pensaba volver por su ex prometida, por lo que fue rápida y lo estafó retrasando tres meses su viaje.

Sullivan se le rio en la cara asegurando que era un hombre débil, que era impropio ver tanta entrega en un duque; y que por ser como era, todos lo engañarían en un futuro.

Sus palabras lo marcaron.

Y fue por eso que reaccionó muy mal ante el hecho de que Lisa pretendiera entregarse a Hamilton viéndole la cara de imbécil —cosa que no pensaba volver a ser—. Por un momento no quiso tomarla aquella noche, pero fue ella quien empezó a desvestirlo y él no pudo contenerse, su olor a lirios lo embriagó hasta dejarlo lejos de la cordura y el planeta tierra. Windsor aterrizó en el esplendoroso mundo de Lisa y no salió de allí hasta que la mañana siguiente recordó que no podía mostrar sus debilidades; que ante todos, él era el mejor y seguía siendo el imponente duque de Windsor.

La trató con maldad para que lo odiara, buscó su desprecio para que no fuera capaz de debilitarlo con su amor, pero nada parecía funcionar cuando la tenía entre sus brazos, ella era dulce, encantadora y a la vez ardiente y atrevida; una combinación que le generaba un cúmulo de emociones aterradoras, porque ella no hacía más que confirmarle lo perfecta que era para él. 

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