Capítulo 1

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Calor.

En ese maldito y diminuto salón de baile atestado de personas, Lisa se estaba muriendo de calor. Ya ni siquiera su abanico era capaz de generarle una brisa agradable. El olor a sudor, flores y champaña la estaban asfixiando sin darle chance a sentirse a gusto en ese lugar. Cerró el abanico y se dirigió hacia la terraza, total, ni un miserable caballero le había invitado a bailar y odiaba ver que todos eran felices allí dentro menos ella.

Su madre, en algún rincón del salón, seguramente se estaría arrancando los cabellos desesperada por su rotundo fracaso en el primer baile de la temporada.

Era un desastre, por más linda que se sintiera, y viera, las debutantes eran una digna competencia; opacaron a todas las que seguían participando con el pasar de los años.

Tanto en belleza como en fortuna.

Una vez que estuvo en la terraza, absorbió un poco de aire fresco y bajó la escalinata que la llevaría al jardín. El olor a hierba y rosas la llamó invitándola a alejarse de esa jaula llena de artilugios.

Un paseo no le vendría mal. A decir verdad, alejarse de esa farsa le caería de maravilla.

Sentarse estaba fuera de discusión dado que sentía que se ahogaría dentro de su corsé. Con Noelle, su madre, acordaron apretarlo cuanto fuera necesario con tal de que su figura se volviera más esbelta.

No negaría que había hombres atractivos, interesantes y atrayentes en el baile, tal vez si usara un poco de su descaro y fuera ella quien se acercara a alguno, conseguiría tener una amena conversación. Sin embargo, no le apetecía en lo más mínimo formar parte de ese círculo lleno de hipocresía y ambición. Cada día se convencía más de que Londres no era su lugar, simplemente no era su casa. La aristocracia no era algo con lo que se familiarizara, por más que nació en su cuna, ella buscaba libertad. Su vida no era como la de Riley, que fue criada para servir a su prometido, lord Devonshire; ni como la de Ross, que buscaba incrementar más y más su fortuna. La vida de Lisa era sencilla, común y... aburrida. Pero era aburrida no porque ella lo fuera, sino porque nadie le colaboraba a cambiar su rumbo, sus padres querían casarla, Ross quería casarla y Riley... ella le daba los mejores consejos basándose en las novelas de amor que se pasaba leyendo todo el tiempo —algo que en el mundo real no existía—. No había un: «felices por siempre», sólo un padre que casaría a su hija con quien mejor le pareciese, todo consistía en un: «cásate conmigo y entrégame tu dote».

Pero eso sólo era en Inglaterra, tal vez y en Italia le iría mejor. Ella había conocido unos cuantos italianos, y su acento le parecía encantador, como su buen porte.

Deseaba conocer el mundo y encontrar el lugar al que pertenecía.

Como lo hizo él.

Windsor se fue dejando sus responsabilidades, aunque muchas personas afirmaban haberlo visto de vez en cuando por las calles de Londres minutos antes de que zarpara en otro barco.

Él regresó en distintas ocasiones y en ninguna de ellas la visitó. Otra clara prueba de que siempre le importó muy poco.

Quizás esa fue una de las razones por las que decidió cambiar y mejorar su aspecto físico. En el fondo, tiempo atrás, deseó que él volviera por ella.

«Vamos princesa, tú eres hermosa».

Al darse cuenta de la dirección que estaba tomando sus pensamientos, Lisa apretó los labios en una fina línea. Nunca fue hermosa para él, Windsor sólo se apiadó de su amiga diciéndole lo que ella quería escuchar, lo que la haría feliz.

Sinvergüenza, maldito libertino.

La dejó por Sabrina sin dudarlo, se llevó a la mujer que amaba y rompió un compromiso que para muchas personas fue el más importante de la temporada, pues la poco agraciada hija de los marqueses de Winchester se casaría con nada más y nada menos que lord Windsor, un duque.

Aliados del Amor 01 *Libertinos Enamorados*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora