Capítulo 11

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Distinto.

El primer roce fue casi mágico, él la trató con una delicadeza abrumadora, sin embargo, cuando se separaron el siguiente besó fue más demandante, más exigente y con un suave roce de su lengua supo que tenía que separar los labios. Sus lenguas se enredaron hasta encontrar el momento exacto en el que tenían que impulsarse para congeniar; y fue así como ese beso la derribó, la derritió en sus brazos y le dolió que lo hubiera cortado mientras repartía unos más sencillos por su vientre.

Se cohibió al sentir donde estaba, pero los ojos se le llenaron de lágrimas al percatarse que él besaba cada una de sus imperfecciones, las lamió como si fueran la cosa más deliciosa que tuviera a su alcance, las besó con una ternura hechizante y las acarició como si su textura fuera lo más hermoso que pudiese tocar.

—Gracias. —No decirlo estaría mal, él merecía saber lo feliz que la estaba haciendo en ese instante.

No se detuvo. Siguió y esta vez regresó hacia sus ojos, lamiendo sus lágrimas con ternura.

—Siempre creí que Windsor arruinó mi vida.

Ahora sí dejó de moverse, y Lisa lo sujetó del rostro.

—Pero tú... Mmm... —Se arqueó al sentir como algo la invadía con una lentitud aplastante—. Eres... —¿Por qué tenía que hacerlo en ese preciso momento? Así no podría hablar—. Yo te... ¡Ah!

Dolorosa. La penetración fue espantosamente dolorosa.

Lo abrazó por el cuello y ambos esperaron por varios minutos, él besando su hombro en silencio y ella planteándose cómo demonios se debía decir que lo quería, se suponía que eso era algo sencillo, ¿por qué a ella le estaba costando? Lisa estaba segura que amarlo sería fácil después de aquel encuentro, solo necesitaba deshacerse de todos los recuerdos que Windsor le generaba.

—¿No te gusta que hable de Windsor?

Él salió con lentitud y volvió a ingresar.

—Ha... —parpadeó varias veces cuando el cubrió los labios con la mano. Él le giró el rostro y en cuestión de segundos tuvo sus labios sobre los suyos.

Lo besó como si no hubiera un mañana y, ¡santo cielo!, él le hizo el amor como si ese fuera el último día de su vida. Cada embiste fue más gloriosa que el anterior, cada caricia la elevó hasta el cielo y la hizo perderse en su calor. Él se aferraba a ella como si fuera su único punto de apoyo mientras gruñía y gemía roncamente, en cambio Lisa, era un cantar más agudo, más lastimero, más melodioso para él.

Con los cuerpos sudorosos, las visiones empañadas por el placer, ambos tomaron impulso y gimieron alto cuando alcanzaron su orgasmo. Este se desplomó quedando junto a ella y jadeantes buscaron recuperar algo de aire, el conde aún estaba en su interior, no se había retirado del todo.

Aturdida por todas las sensaciones que sintió, Lisa se cubrió el rostro, apenada.

—No puedo creerlo.

Él la abrazó por el vientre y la cubrió con el ropaje de la cama sin decirle nada.

—Acabo de entregarme a ti. —Lo abrazó por el pecho aprovechando que él la apegaba a su cuerpo—. Seré tu esposa, tu mujer, nadie podrá separarnos.

Se sonrojó ante su silencio. Tal vez no era normal hablar después de este acto.

—Gracias —repitió con suavidad enterrando el rostro en su pecho—. Adoré tus caricias, tus besos y tu entrega. Ha sido la mejor noche de mi vida, amado mío.

Él la abrazó con increíble posesión, y lentamente fue cerrando los ojos, consciente de que Hamilton le acariciaba la espalda con lentitud y delicadeza, como si adorara tocar cada rincón de su piel.

Aliados del Amor 01 *Libertinos Enamorados*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora