Mi querido juguete

By _Darkneko_

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Emi ha sido vendida por un mal hombre que está viviendo con su madre; su madre se encuentra muy enferma y no... More

La subasta
El regalo de un niño caprichoso
La primera noche
Primer día de clases
El peligro del primer amigo
Un mes sin su juguete
Una dolorosa primera vez
Doble personalidad
Recuerdos maternales
Recuerdos que es mejor olvidar
Lo que no te puedo decir
Antes de las vacaciones
El plan
El rescate
Sol, bikinis y celos...
Una sorpresa al regresar a casa
Un mes más.
La despedida
Una promesa
Una persona impecable
Regreso sorpresa
Mi querido juguete

Pinocho

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By _Darkneko_


"Hace mucho tiempo, un carpintero llamado Gepeto, como se sentía muy solo, tomó de su taller un trozo de madera y construyó un muñeco al que llamó Pinocho.

- ¡Qué bien me ha quedado! - exclamó. - Lástima que no tenga vida. Cómo me gustaría que mi Pinocho fuese un niño de verdad.

Tanto lo deseaba que un hada fue hasta allí y con su varita dio vida al muñeco.

- ¡Hola, padre! -saludó Pinocho.

- ¡Eh! ¿Quién habla? - gritó Gepeto mirando a todas partes.

- Soy yo, Pinocho. ¿Es que ya no me conoces?

- ¡Parece que estoy soñando! ¡Por fin tengo un hijo!

Gepeto pensó que aunque su hijo era de madera tenía que ir al colegio. Pero no tenía dinero, así que decidió vender su abrigo para comprar los libros.

Salía Pinocho con los libros en la mano para ir al colegio y pensaba:

"Ya sé, estudiaré mucho para tener un buen trabajo y ganar dinero, y con ese dinero compraré un buen abrigo a Gepeto".

De camino, pasó por la plaza del pueblo y oyó:

- ¡Entren, señores y señoras! ¡Vean nuestro teatro de títeres!

Era un teatro de muñecos como él y se puso tan contento que bailó con ellos. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que no tenían vida y bailaban movidos por unos hilos que llevaban atados a las manos y los pies.

- ¡Bravo, bravo! - gritaba la gente al ver a Pinocho bailar sin hilos.

- ¿Quieres formar parte de nuestro teatro? - le dijo el dueño del teatro al acabar la función.

- No porque tengo que ir al colegio.

- Pues entonces, toma estas monedas por lo bien que has bailado - le dijo un señor.

Pinocho siguió muy contento hacia el cole, cuando de pronto:

- ¡Vaya, vaya! ¿Dónde vas tan deprisa, jovencito? - dijo un gato muy mentiroso que se encontró en el camino.

-Voy a comprar un abrigo a mi padre con este dinero.

- ¡Oh, vamos! - exclamó el zorro que iba con el gato. - Eso es poco dinero para un buen abrigo. ¿No te gustaría tener más?

- Sí, pero ¿cómo? - contestó Pinocho.

- Es fácil - dijo el gato. - Si entierras tus monedas en el Campo de los Milagros crecerá una planta que te dará dinero.

- ¿Y dónde está ese campo?

- Nosotros te llevaremos - dijo el zorro.

Así, con mentiras, los bandidos llevaron a Pinocho a un lugar lejos de la ciudad, le robaron las monedas y le ataron a un árbol.

Gritó y gritó pero nadie le oyó, tan sólo el Hada Azul.

- ¿Dónde perdiste las monedas?

- Al cruzar el río - dijo Pinocho mientras le crecía la nariz.

Se dio cuenta de que había mentido y, al ver su nariz, se puso a llorar.

- Esta vez tu nariz volverá a ser como antes, pero te crecerá si vuelves a mentir - dijo el Hada Azul.

Así, Pinocho se fue a la ciudad y se encontró con unos niños que reían y saltaban muy contentos.

- ¿Qué es lo que pasa? - preguntó.

- Nos vamos de viaje a la Isla de la Diversión, donde todos los días son fiesta y no hay colegios ni profesores. ¿Te quieres venir?

- ¡Venga, vamos!

Entonces, apareció el Hada Azul.

- ¿No me prometiste ir al colegio? –preguntó.

- Sí - mintió Pinocho. - Ya he estado allí.

Y, de repente, empezaron a crecerle unas orejas de burro. Pinocho se dio cuenta de que le habían crecido por mentir y se arrepintió de verdad. Se fue al colegio y luego a casa, pero Gepeto había ido a buscarle a la playa con tan mala suerte que, al meterse en el agua, se lo había tragado una ballena.

- ¡Iré a salvarle! - exclamó Pinocho.

Se fue a la playa y esperó a que se lo tragara la ballena. Dentro vio a Gepeto, que le abrazó muy fuerte.

-Tendremos que salir de aquí, así que encenderemos un fuego para que la ballena abra la boca.

Así lo hicieron y salieron nadando muy deprisa hacia la orilla. El papá del muñeco no paraba de abrazarle. De repente, apareció el Hada Azul, que convirtió el sueño de Gepeto en realidad, ya que tocó a Pinocho y lo convirtió en un niño de verdad."

Al terminar de leer aquella vieja historia que había pasado por tantos escritores que había perdido su historia original, Emily se había quedado profundamente dormida, para Emi esa historia significaba su propia historia, si bien ella no era de madera, ni le crecía la nariz ni orejas de burro cuando mentía; había sido engañada muchas veces hasta convertirse en un pseudo humano, a la espera de que llegará un hada azul y le transformará en una persona de verdad; aunque estaba claro que eso jamás pasaría y eso entristecía su corazón.

Cerró el libro para colocarlo con cuidado en el estante, no sabía que detrás de ella se encontraba Max mirando la escena, sabía a la perfección que ese libro ocasionaba dos reacciones completamente diferentes en sus personas más amadas; por una parte la simple idea de que un muñeco pudiera convertirse en una persona de verdad creaba una gran ilusión en Emily, por su parte Emi sentía que el corazón se le partía porque tomaba el rol del muñeco, nunca veía nada más alejado de aquella escena, un muñeco que había sido movido por los hilos del destino, en espera que un hada inexistente llegará a ella para poder volverla una mujer de verdad, sin darse cuenta de que ya lo era, simplemente necesitaba mirarse al espejo.

Tenía mucho tiempo pensando con detenimiento qué era lo que iba a hacer, y si bien le causaba un enorme terror saber el resultado de su determinación, debía de hacerlo, se lo debía. En la mesita de noche, debajo del libro que ella solía leer antes de dormir un sobre y dentro de él muchas palabras que habían salido de su corazón y que había llevado mucho tiempo poder expresarlas con cuidado sobre el papel. Su corazón se desbordaba en emociones diversas, deseaba sorprenderla, deseaba ver esos ojos brillar con ilusión, como hace mucho tiempo no los veía brillar; por otra parte sentía un miedo horrible invadirle cada fibra de su cuerpo, la adoraba tanto, que esperaba se quedará aún después de recibir aquello, aún después de saber la verdad, esperaba de todo corazón que sus sentimientos fueran mutuos.

No aguanto más, se acercó a ella, abrazándola por la espalda, ese calor, esperaba no desapareciera nunca de su lado, le hacía falta como el mismo respirar. No sabía cuándo Emi se había vuelto un soporte para su propia existencia, pero de una cosa estaba seguro, si Emi no estuviera a su lado, se volvería loco o moriría de la tristeza, como un ganso, esos animales emplumados que escogían una pareja de por vida y cuando su pareja moría ellos también lo hacían.

- Amo Max... me sorprendió. – acarició aquellas manos grandes que le sostenían, Max era mucho más alto que ella y aun así, le encantaba guardar su cara en la coyuntura que proporcionaba su cuello y hombro, aquel lugar secreto que podía albergar tanto calor.

- Ese cuento le gusta bastante, ¿Verdad? – preguntó mirando la silueta de su hija dormida, si bien no era la hija legítima de Emi, era un hecho de que la pequeña la había tomado como verdadera madre probablemente para hacer su existencia menos miserable, acercándola más a su sueño de ser una verdadera mujer.

- Si, aunque para mí es... interesante. – esa fue la única palabra que pudo articular sin sentir un nudo en la garganta por lo que realmente pensaba.

- Vamos a la cama, yo también quiero que me duermas... - Max soltó una pequeña risita, besando el cuello de Emi de tal forma que la hizo estremecer; todas sus reacciones le volvían loco.

Hace poco tiempo que habían decidido que la pequeña Emily durmiera en el cuarto de al lado, eso por petición de Emi, estaba preocupada de que la pequeña se levantara y observará que era lo que sus padres estaban haciendo en medio de la noche, así que acomodaron a la pequeña en el cuarto de al lado, a pesar del cambio Emily no se vio afectada en sus horas de sueño y los adultos podían hacer sus cosas sin preocupaciones. A pesar de que la única preocupada era Emi.

No habían llegado aún al interior del cuarto cuando Max ya tenía a la vista los pechos de Emi quien resistía con la poca fuerza que tenía, probablemente debía comprar una camisa nueva ya que esa que tenía puesta la había destrozado Max en su arrebato; pero era inevitable, estaba cansado de esperar, cada pequeño trozo de piel expuesto, de manos, pies, incluso su nuca o el simple hecho de mirarle a la cara volvía a Max un completo lujurioso, deseaba devorarla, amarla hasta que su cuerpo cayera exhausto por el acto, reanudar fuerzas y volver a tomarla hasta el fin de los tiempos.

Emi se sentía realmente feliz al ver que las reacciones de Max no habían cambiado nada desde hace tanto tiempo, parecían haber regresado con más fuerzas, solo que ahora Max era experto en las artes del amor y cada movimiento que hacía lograba que cada fibra de su cuerpo se estremeciera con fuerza, logrando que su amor se hiciera aún mayor. Lamentaría el día en que llegará una nueva mujer a su vida, cierto era que Max ya había dicho sus pensamientos y sus padres habían dado libertad a Max para quedarse con ella, pero probablemente era temporal, hasta encontrar a una nueva esposa, una adecuada para él y el nombre de la familia.

Así comenzó la noche, con los besos y las caricias por partes de ambos, recibiendo y entregando amor por igual, Emi dejaba todas sus preocupaciones cuando las puertas de esa habitación se cerraban, deseaba simplemente amar y ser amada por igual; las manos de Max tocaban cada centímetro de piel desnuda, haciendo hondas que quemaban desde adentro, dejando marca, era como si su piel estuviera reclamando aquel contacto como propio, dejándolo en la memoria de cada una de sus células. El vaivén de caderas no se hizo esperar, así como Max se había vuelto adicto al cuerpo de Emi, ella se había hecho adicta a Max, desde sus pequeños desplantes de celos, hasta la manera en la que amaba por las noches de manera pasional. Eran dos cuerpos intentando transformarse en uno solo, deseando que las horas no pasaran, esperando que cada uno de sus sentimientos fuera transformado en acciones y estas a su vez, fueran transmitidas con toda claridad por su contraparte. Se amaban y no había más.

Max había caído rendido en los brazos de Emi, quien no podía dormir sin antes no haber leído por lo menos un capítulo de aquel libro tan adictivo, lograba despejar su mente de las preocupaciones y le daba charla con la pequeña Emily, ya que estaba entusiasmada con las historias inventadas cuando se encontraban cocinando.

Levantó aquel tomo y observó bajo este, una carpeta con su nombre, la tomó con interés conocía de antemano la letra, era el puño de Max, su corazón comenzó a latir con frenesí, no sabía exactamente la razón, quizás por eso Max estaba actuando bastante extraño, quizás se había cansado de ella, quizás ya no la necesitaba y aquel sobre tan gordo de papeles tenían dentro una petición de desalojo y una carta donde cedía todos sus derechos a una persona extraña, una persona en algún lugar lejano, con costumbres diferentes; alejada de todas las personas a las que alguna vez llegó a amar, de sus amigos y sueños, sus ojos comenzaron a picar, estaba realmente asustada de lo que contenía el sobre y aun así, lentamente abrió el sobre para mirar lo que había en su interior.

Dentro, efectivamente se encontraba el parte del lugar donde fue subastada, la letra con la que había pagado exagerada cantidad de dinero, también, se encontraba el certificado médico, donde en lenguaje extraño, demasiado difícil de entender para ella, mencionaban el echo atroz de que ya no tenía matriz y que no podía tener descendencia, también venía un dictamen médico que no logró comprender, pero no deseaba saberlo; aunado a todo eso, se encontraba el acta de nacimiento original que había entregado la casa de empeño de dónde provenía, de donde inicio todo. Y finalmente una carta bastante larga escrita con la letra de Max, quizás estaba dirigida a su nuevo dueño, sin embargo, al leer el inicio de la carta marcaba su nombre, se dispuso a leer.

"Querida Emi:

He estado guardando todo esto durante mucho tiempo pero, ya no puedo guardarlo mucho más. Debo confesar muchas de las cosas que hice y de las que me arrepiento de todo corazón, pero, de no haberlo hecho de esa manera, estoy seguro, no tendríamos esta historia.

Todos estos papeles que vienen acompañando esta carta son tuyos, con las partes de la casa de empeño te entrego lo primero que te quite, tu libertad. Espero que comprendas, después de leer todo esto que no fue hecho con malas intenciones, simplemente es que no quería dejarte.

Sé que estás leyendo esta carta antes de dormir, y precisamente eso esperaba porque lo que tengo que decirte es tan vergonzoso que no me atrevería a mirarte a los ojos nunca más si estuviera despierto mientras lees mi aberrante testimonio lleno de deseos y sentimientos egoístas del chico malcriado que fui y que sigo siendo, espero que después de leer esto, me des una oportunidad más para estar contigo por el resto de la eternidad; hasta que nos volvamos viejos y seniles, hasta que nuestros dientes se caigan y nuestro cuerpo... bueno sabes a lo que me refiero.

Comenzaré por decirte, que nuestro encuentro cuando tenías diez años no fue casualidad, había visitado, por cuestiones de negocios, el distrito pobre, aquel lugar del que provienes y donde careciste de muchas cosas; pues bien, fue en ese lugar en donde puse mis ojos en ti; una chiquilla que irradiaba tanta felicidad a pesar de tener tantas carencias, si bien no sabía la edad que tenías, deseaba de todo corazón poder tenerte. Tenía el dinero para hacer lo que quisiera, en ese lugar cualquier cosa tiene precio, incluso la vida humana; lo sabes de viva mano. Allí, buscando en donde vivías, duré varias semanas para poder encontrarte y ver, si algún miembro de tu familia te ofrecía a mí, sin embargo, tu madre era una persona amorosa y respetable, varías veces me rechazo y varias veces más volvía a intentarlo. Fue hasta que tu padrastro llegó a ustedes que todo salió a pedir de boca.

José, ese hombre detestable solo deseaba dinero, enriquecerse a sí mismo a costa de otros, era conocido por hacer ese tipo de tratos sin importarle nada más que su propio beneficio, sería sencillo con él; aun así, las primeras tres veces rechazo hacer negocio conmigo, alegando que se había reformado; no sé qué ocurrió pero poco después de que cumpliste años, cedió. En ese entonces no sabía tu edad, y sé que hice mal, pero no me arrepiento. Quería hacerte mía lo antes posible; pero tus ojos llorosos, el miedo que reflejaban al mirarme, tu cuerpo temblando, aquel sudor frío que despedías mientras estábamos en el hotel, me hizo arrepentirme de hacerlo. Pero no me di por vencido, serías mía y eso era todo.

Dos años, tardé dos años en convencerlo para que te vendiera, la casa de subasta había sido sobornada previamente por mí para avisarme cuando llegarás al lugar, no sabía que ese maldito tendero te ofrecería a más personas de todas formas. Cuando llegaste finalmente a mis manos, realmente pensé que tenías como mínimo 15 años, fue frustrante descubrir que eran siete años de diferencia lo que nos separaba; no podía esperar mucho tiempo, cada parte de mí te deseaba y lo sigue haciendo.

Bueno, el resto de la historia ya la sabes; sé que te sientes mal por lo que ocurrió contigo, por las mentiras que le dije a tú madre cuando la volvimos a encontrar, pero no me siento mal por haberlo hecho.

De lo que sí puedo arrepentirme es de mi linaje, sé que el apellido Ferrer te ha causado muchas complicaciones, lamento mucho el tiempo que estuve lejos de ti, pero debo decir que en ningún momento dejé de pensar en cómo o qué estarías pasando, si seguías queriéndome o si ya me habías olvidado. No tienes idea de cómo me sentía en ese tiempo y cómo me sigo sintiendo.

Sé que Emily no tiene la culpa de nada y no puedo decir que en un principio no deseaba que naciera, pero la realidad era que el simple hecho de estar con Jaqueline no era muy placentero, sin embargo, en cuanto la vi, no veía nada que me recordará a Jaqueline, solo podía verte a ti, tus ojos, tu sonrisa, esa calidez que solo tu cuerpo podía ofrecerme; solo podía pensar en ti, por eso le puse Emily, para recordarte. Pero entre más crecía mi pequeña, más deseaba regresar contigo. Por eso regrese.

No sé qué más decirte, solo puedo decirte que espero te quedes conmigo por mucho tiempo más, no me detestes, déjame decirte lo más importante de todo esto.

Te amo."

Emi mostró una sonrisa, Max siempre la sorprendía, le había dado una de las sorpresas más inesperadas, sin poder comprender cómo lo había hecho Max le había regalado lo único que había estado esperando todo ese tiempo, no para correr, no para huir, simplemente para saber que ahora era posible para ella enamorarse sin sentirse no correspondida, sabía de antemano que Max tenía apego a ella, pero hasta ese momento solo había sido un sentimiento; que por lo menos para Emi; era un apego a algo material, como el que se siente por una playera o blusa favorita, una mascota incluso; ahora podía decir a ciencia cierta que todos sus temores eran infundados, que todo el sufrimiento que había pasado no fue en vano, porque le hizo quererle más, hizo que comprendiera de una buena vez que Max siempre fue sincero; aunque ahora comprendía que parte de su sufrimiento siempre había sido culpa de Max, no le culpaba, simplemente era un niño mimado que hacía lo imposible por lo que deseaba. Y aun así lo amaba con todas sus fuerzas y no se pensaba con otra persona que no fuera Max.

Sin poder conciliar el sueño por el torrente de emociones que guardaba dentro, Emi se levantó de la cama con mucho cuidado para no despertar a un Max que dormía apaciblemente a su lado, se marchó a la cocina a hacer lo único que sabía hacer a la perfección: cocinar. Se la pasó toda la noche cocinando, colocando en cada platillo todos y cada uno de los sentimientos que emanaban en su interior; deseaba con fervor, transmitir su sentir a través de las papilas gustativas de los comensales, agradecía al cielo el haber conocido a Max; a pesar de que al inicio lo detestaba e incluso le daba mucho miedo. Siguió cocinando por toda la noche, sin darse cuenta la mañana hizo su aparición y ella seguía en la cocina.

Max se levantó esperanzado que Emi hubiera entendido de buena manera su declaración y sus sincera disculpa; su sorpresa fue enorme al ver que a su lado solo se encontraba la almohada vacía de Emi; observó el reloj, marcaba las seis de la mañana; el pánico se apoderó de él, no sabía que pensar, aún le era difícil comprender el sentir de Emi y el ver la cama fría vacía a su lado le dio un vuelco en el corazón, esperaba equivocarse, esperaba que todo hubiera sido una horrible pesadilla, que en cualquier momento despertaría y tendría entre sus brazos a Emi, con sus cabellos castaños haciendo cosquillas en su nariz, con el olor dulce de su sudor sobre su cuello, perfumando de manera agradable toda la habitación, con su cuerpo emanando aquella cálida temperatura que era más confortable que cualquier manta que pudiera tener; por sus prisas resbaló cuando se dirigía a ver a la pequeña Emily, aquel dolor punzante sobre sus rodillas y manos le hizo asegurarse de que no estaba despierto, Emi no se encontraba por ninguna parte. Buscó en el baño, el cuarto de la pequeña, el cuarto de Babilas e incluso despertó a la servidumbre que aún dormía en la casa de aseo al lado de la casa chica.

Buscó en todas partes excepto en la única en la que Emi podría estar, Max nunca pensó en esa posibilidad porque pensaba en todas las cosas malas que Emi podía estar pensando de él; después de todo, había sido culpable de la mayoría de sus desgracias, cómo podía estar siquiera un minuto más junto a ese monstruo.

Emi se mareo, después de mucho tiempo cocinando, el cansancio finalmente había acudido a su llamado, sin embargo, la hora del trabajo se acercaba y tenía que estar preparada, solo faltaba sacar la Jericaya que tenía en el horno, solo cinco minutos más y estaría todo terminado. Comenzaba a ver borroso, sacó la Jericaya para dejarla enfriar antes de meterla a la nevera; ese tiempo lo usaría para darse un baño y espabilarse, después de todo ya había hecho la comida para desayunar, comer y cenar de quizás los próximos tres meses o por lo menos eso parecía mientras los platos y bandejas de manjares exquisitos desfilaban en la barra del desayunador.

Se marchó al cuarto que compartía con Max, entró en la ducha e intentó despejar el sueño que le allegaba, fue imposible, las gotas de agua caliente la relajaron más de lo normal y el sueño se hizo más pesado. Max por su parte había regresado con el corazón destrozado, no había podido encontrar a Emi por ninguna parte y ya casi era hora de ir a la oficina; tomaría un baño caliente y pensaría un poco mejor el cómo solucionar aquel desastre.

Grande fue su sorpresa al encontrarse con Emi en el cuarto de baño, tambaleándose, sus ojos se encontraban entrecerrados, enrojecidos, sus labios, secos y entreabiertos, conocía de sobra ese estado, Emi no había dormido ni siquiera una hora en toda la noche y probablemente había sido nuevamente su culpa, se acercó a ella, abrazándola con fuerza, su corazón se sintió finalmente tranquilo, Emi no era de la clase de persona que abandonaría sin decir nada, ahora la quería mucho más que antes, no había huido, a pesar de que podía marcharse ya que era libre, no lo había hecho. Besó su mejilla, su frente, antes de percatarse que tenía algo de fiebre, posiblemente por el frío nocturno.

- ¿Te sientes bien? – preguntó al sentir que el cuerpo de Emi caía sobre sus brazos sin que ella pudiera evitarlo.

- Perdona estoy algo mareada. No pude dormir, estaba muy emocionada.

- ¿Emocionada?

- Si, porque eres como el hada madrina de pinocho, que convierte muñecos en personas. – sin poder evitarlo, tras decir aquello, Emi cayó dormida profundamente en los brazos de Max, vestida únicamente con la bata de baño.

- ¿Hada? ¿Pinocho? ¿Muñecos? – Max no comprendía nada, pero el ver la sonrisa apacible de Emi hizo que todas las dudas se esfumaran, ese día no irían a trabajar, pasarían todo el día descansando, bien merecido se lo tenían, ahora podían tener una relación normal.

- Por ti, puedo ser lo que quieras, un hada, un titiritero o un monstruo. Siempre que te quedes conmigo.

°FIN°

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