Regreso sorpresa

3.1K 155 14
                                    

A pesar de su resistencia a servirle a Diego, las palabras que había dicho durante la cena eran ciertas, debía ser la secretaría de Diego por los menos unos tres años; eso podía soportarlo solo era trabajo, sin embargo, Diego no lo veía de esa forma, para él era un truco más para tomar a la chica cuantas veces quisiera en un ambiente fuera de la casa; buscaba cualquier excusa para tocar en lugares inapropiados, inclusive no le importaba en lo más mínimo si había visita de un cliente potencial o un cliente antiguo, siempre hacía la misma treta.

- Señorita Moran, traiga algo de café para el invitado. Babilas, retrasa la cita siguiente unos veinte minutos más. – Babilas y Emi, con escritorios contiguos, enmarcando la puerta de Diego en aquel prestigioso edificio, sabían de qué iba aquel retraso, pero no podían hacer más que seguir órdenes.

- Enseguida. – se pusieron a hacer sus deberes, Emi colocó café en una cafetera, era increíble lo mucho que tomaban café la gente rica, quizás era algo para calmar sus nervios y no comenzar a gritarse, pero Diego usaba un método diferente.

Babilas alzó el teléfono para decirle al hombre de la cita siguiente que por cuestiones ajenas una junta se había alargado y se llevaría un poco más tarde de lo previsto. Mientras Emi llevaba la bandeja con las bebidas y algunos bocadillos.

- Perdonen la interrupción. – dijo después de que se le diera permiso a entrar, se puso nerviosa, conocía la mirada de Diego, esa que le aseguraba que volvería a jugar con su cuerpo frente al invitado, se sonrojo de solo pensarlo, caminó por la oficina, dejando la taza de café del invitado frente a este, los bocadillos también los colocó sobre la mesa, dejó la bandeja en la mesita en la esquina, estaba dispuesta a marcharse cuando Diego carraspeo la garganta.

- Ven aquí, necesitamos que tomes apuntes. – dijo de manera seria, señalando el lugar a un lado suyo, el escritorio de Diego era bastante amplio y había una silla bastante rudimentaria a su lado, contrastando con otras presentes; Emi pasó saliva con dificultad, sacó su libreta de apuntes de su bolsillo en la camisa, tomó la pluma que tenía encajada entre su cabello, dándole ese toque encantador que a algunas personas les resultaba bastante atractivo; esa era la táctica que siempre utilizaba Diego para cerrar tratos nuevos.

Se sentó a un lado de Diego con la libreta en la mano, en la otra la pluma, esos años estudiando taquimecanografía habían sido de mucha ayuda, podía tomar dictados largos y rápidos sin problema lo que era realmente bueno en ese tipo de situaciones. Diego no perdió tiempo, su mano escondida de la vista por el enorme escritorio se posó en el trasero de Emi quien de inmediato se tensó, Diego acariciaba aquella parte carnosa de su anatomía, logrando que se sonrojara de manera violenta, comenzaba a sudar un poco por el nerviosismo, esperaba que el invitado no viera lo que Diego estaba haciendo.

Su nuevo jefe y el invitado estaban teniendo una charla amena y Emi tomaba nota de los puntos en los que ambos concordaban eran importantes y debían tener anotado para futuras referencias, la mano de Diego pasó de ese exquisito y redondo trasero a las piernas firmes y suaves de la joven, Emi sintió escalofríos, allí iba de nuevo, porqué siempre tenía que hacer eso, toda la piel que podía tocar era tocada de forma desvergonzada, de manera lasciva mientras las conversaciones se tornaban cada vez más fuera de contexto con el trabajo.

- Joven Diego, sino es mucha indiscreción... ¿La señorita Emi es Pet o Personal? – preguntó realmente serio, esa pregunta en más de una ocasión la habían hecho, había escuchado que los únicos con ese sobrenombre eran Babilas y ella, pero no sabía a qué se referían con aquello, estaba seguro que no le agradaría averiguarlo.

- Emi, es Pet, pero no es de mi propiedad, solo la estoy cuidando hasta que mi hermano decida cedérmela.

Emi miró de manera extraña a Diego, intentó alejarse del asiento, pero la presión en sus piernas le hizo quedarse sentada, estaba comenzando a sentirse más nerviosa de lo que ya estaba, los negocios habían cambiado drásticamente de tema, ahora no hablaban de textiles o partes de automóviles como otras veces, aquel hombre del otro lado del escritorio no era tan mayor como los anteriores, por lo que comenzó a preocuparse.

Mi querido jugueteWhere stories live. Discover now