Mi querido juguete

By _Darkneko_

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Emi ha sido vendida por un mal hombre que está viviendo con su madre; su madre se encuentra muy enferma y no... More

La subasta
El regalo de un niño caprichoso
La primera noche
Primer día de clases
El peligro del primer amigo
Un mes sin su juguete
Una dolorosa primera vez
Doble personalidad
Recuerdos maternales
Recuerdos que es mejor olvidar
Lo que no te puedo decir
Antes de las vacaciones
El plan
El rescate
Sol, bikinis y celos...
Una sorpresa al regresar a casa
Un mes más.
La despedida
Una promesa
Una persona impecable
Mi querido juguete
Pinocho

Regreso sorpresa

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By _Darkneko_

A pesar de su resistencia a servirle a Diego, las palabras que había dicho durante la cena eran ciertas, debía ser la secretaría de Diego por los menos unos tres años; eso podía soportarlo solo era trabajo, sin embargo, Diego no lo veía de esa forma, para él era un truco más para tomar a la chica cuantas veces quisiera en un ambiente fuera de la casa; buscaba cualquier excusa para tocar en lugares inapropiados, inclusive no le importaba en lo más mínimo si había visita de un cliente potencial o un cliente antiguo, siempre hacía la misma treta.

- Señorita Moran, traiga algo de café para el invitado. Babilas, retrasa la cita siguiente unos veinte minutos más. – Babilas y Emi, con escritorios contiguos, enmarcando la puerta de Diego en aquel prestigioso edificio, sabían de qué iba aquel retraso, pero no podían hacer más que seguir órdenes.

- Enseguida. – se pusieron a hacer sus deberes, Emi colocó café en una cafetera, era increíble lo mucho que tomaban café la gente rica, quizás era algo para calmar sus nervios y no comenzar a gritarse, pero Diego usaba un método diferente.

Babilas alzó el teléfono para decirle al hombre de la cita siguiente que por cuestiones ajenas una junta se había alargado y se llevaría un poco más tarde de lo previsto. Mientras Emi llevaba la bandeja con las bebidas y algunos bocadillos.

- Perdonen la interrupción. – dijo después de que se le diera permiso a entrar, se puso nerviosa, conocía la mirada de Diego, esa que le aseguraba que volvería a jugar con su cuerpo frente al invitado, se sonrojo de solo pensarlo, caminó por la oficina, dejando la taza de café del invitado frente a este, los bocadillos también los colocó sobre la mesa, dejó la bandeja en la mesita en la esquina, estaba dispuesta a marcharse cuando Diego carraspeo la garganta.

- Ven aquí, necesitamos que tomes apuntes. – dijo de manera seria, señalando el lugar a un lado suyo, el escritorio de Diego era bastante amplio y había una silla bastante rudimentaria a su lado, contrastando con otras presentes; Emi pasó saliva con dificultad, sacó su libreta de apuntes de su bolsillo en la camisa, tomó la pluma que tenía encajada entre su cabello, dándole ese toque encantador que a algunas personas les resultaba bastante atractivo; esa era la táctica que siempre utilizaba Diego para cerrar tratos nuevos.

Se sentó a un lado de Diego con la libreta en la mano, en la otra la pluma, esos años estudiando taquimecanografía habían sido de mucha ayuda, podía tomar dictados largos y rápidos sin problema lo que era realmente bueno en ese tipo de situaciones. Diego no perdió tiempo, su mano escondida de la vista por el enorme escritorio se posó en el trasero de Emi quien de inmediato se tensó, Diego acariciaba aquella parte carnosa de su anatomía, logrando que se sonrojara de manera violenta, comenzaba a sudar un poco por el nerviosismo, esperaba que el invitado no viera lo que Diego estaba haciendo.

Su nuevo jefe y el invitado estaban teniendo una charla amena y Emi tomaba nota de los puntos en los que ambos concordaban eran importantes y debían tener anotado para futuras referencias, la mano de Diego pasó de ese exquisito y redondo trasero a las piernas firmes y suaves de la joven, Emi sintió escalofríos, allí iba de nuevo, porqué siempre tenía que hacer eso, toda la piel que podía tocar era tocada de forma desvergonzada, de manera lasciva mientras las conversaciones se tornaban cada vez más fuera de contexto con el trabajo.

- Joven Diego, sino es mucha indiscreción... ¿La señorita Emi es Pet o Personal? – preguntó realmente serio, esa pregunta en más de una ocasión la habían hecho, había escuchado que los únicos con ese sobrenombre eran Babilas y ella, pero no sabía a qué se referían con aquello, estaba seguro que no le agradaría averiguarlo.

- Emi, es Pet, pero no es de mi propiedad, solo la estoy cuidando hasta que mi hermano decida cedérmela.

Emi miró de manera extraña a Diego, intentó alejarse del asiento, pero la presión en sus piernas le hizo quedarse sentada, estaba comenzando a sentirse más nerviosa de lo que ya estaba, los negocios habían cambiado drásticamente de tema, ahora no hablaban de textiles o partes de automóviles como otras veces, aquel hombre del otro lado del escritorio no era tan mayor como los anteriores, por lo que comenzó a preocuparse.

- Si está a su cargo, ¿Entonces puedo...?

- Claro, adelante. – dejó de tocar a Emi, aquel hombre se había levantado de su asiento, se acercaba a ella, cada vez más cerca, podía escuchar a la perfección su respiración, Emi estaba paralizada por el miedo, desde cuando había pasado a hacer un simple mueble de oficina que se usa para entretener a los clientes; sentía nauseas.

- No, por favor...

- Emi tienes que ser amable con los futuros clientes. – Diego la forzó nuevamente a sentarse, tomándola de sus brazos, juntándolos por detrás de su espalda, logrando con esto que su pecho se expusiera y se viera más grande de lo que ya era.

El cliente relamió sus labios, era una chica bastante bonita, inclusive esos lentes negros que enmarcaban sus increíbles ojos de color miel mezclado con algo de verde eran algo que le estaban hipnotizando desde que llegó al lugar, pero no estaba seguro de si podía hacer algo más o solo era algo que debía admirar, por eso espero hasta ese momento.

- No... pare, pare... - las súplicas de Emi no llegaban a oídos de nadie, se estaba sintiendo realmente mal, tenía cerca de dos meses trabajando en el lugar, desde que Diego anunciará aquello esa noche en que la forzó, esa noche que hizo que Emi detestará su vida, esa noche en la que sintió que le era infiel al recuerdo de Max. Lágrimas comenzaron a acumularse en sus ojos, aquel hombre había despojado su pecho de prendas y se acomodaba entre sus piernas, a pesar de que ella estaba luchando para evitar todo aquello. Le habían mentido, Max no regresó cuando le dijeron, probablemente la odiaba ahora.

- ¿Podrían dejar de tocar mis cosas? – se escuchó desde la puerta, está fue abierta de manera brusca dejando ver a un Max, más mayor y sobre todo molesto por lo que acababa de escuchar por parte de Babilas, quien se escondía detrás del marco de la puerta, Babilas se había vuelto débil por alguna razón desconocida, pero ahora que él estaba allí, las cosas mejorarían para los seres que había dejado en la casa chica en lo que terminaba con sus asuntos pendientes con Jaqueline.

- Ah, Max, que sorpresa, me hubieras llamado.

- Él es... ¿El dueño legítimo? – inquirió el cliente alejándose de Emi, fue a estrechar su mano, Max en cambio le miró con repugnancia y abofeteó cuando estuvo realmente cerca.

- ¡Max! Es un cliente, no puedes tratarlo...

- Es un maldito salido igual que tú, mira como tienes a Emi... He venido por mis cosas. Ven. – ordenó de manera tajante mientras observaba a Diego con todo el odio del mundo, ese hombre siempre hacía ese tipo de cosas, solo por la estúpida de Jaqueline.

- Si tanto me odias porque Jaqueline me quiere más a mí que a ti, ¿Por qué no intentas decirle cómo te sientes realmente? Eres un maldito estúpido, siempre lo has sido. – Max estaba totalmente serio en lo que salía de su boca, Diego se refugiaba detrás de su enorme silla.

- No es cómo si tú supieras algo, tú...

- Mamá quiere hablar contigo...

Max observó la rota camisa que traía Emi en esos momentos, también pudo ver el terror en sus ojos, ¿Qué diablos había pasado en el tiempo que estuvo fuera? Se sacó el abrigo y cubrió el cuerpo de Emi, esta temblaba por el miedo, quizás Diego había hecho algo más antes. Se forzó a calmarse, no servía de nada estar molesto, Emi necesitaba su atención. Marcharon a la casa chica, Jaqueline se encontraba en la casa grande, tenía que atender primero unos asuntos. Babilas les siguió, estando agradecido por la entrada oportuna de Max.

- G-gracias. A-amo... - no sabía si debería llamarle así todavía, sentía un extraño cosquilleo al nombrarlo, tanto tiempo esperando a que regresara, y lo hizo de una forma realmente heroica.

- Babilas, ponme al tanto de lo que ha pasado.

Babilas no estimó en detalles, el automóvil seguía su camino mientras Babilas hablaba de todas las cosas, buenas y malas que habían pasado en la casa; le explicó que ahora solo estaban Katia, Babilas y Emi como servidumbre; se vio obligado a decirle el error que había cometido Babilas al no poder defender a Emi aquel día y lo que había pasado después, cómo era que Diego trataba a Emi en la oficina para poder cerrar tratos de manera rápida y así complacer toda la ambición de su padre.

- Ese maldito... - Max abrió los ojos sorprendido, no había notado a Emi realmente, simplemente sabía que era ella por los rasgos de su rostro, pero no había visto con atención todos los cambios que había tenido, probablemente la marca que dejó ya no estaba. Para asegurarse de ello, tomó a Emi por los hombros y desnudo su dorso, Emi se sonrojo de manera sorprendente, aún le daba pena con Max.

- Max, es un tatuaje, no se borra... - Babilas suspiró, ¿Acaso no se daba cuenta de que Emi estaba avergonzada?

Max suspiró al verlo, allí estaba todavía la marca que había dejado, estaba realmente complacido de verlo, ese símbolo en el brazo de Emi indicaba sin lugar a dudas a quien pertenecía, sin importar el tiempo. Ese olor, el calor de aquel cuerpo, estaba embriagado de ese cuerpo blanco, suave, con aquel agradable aroma a flores, la extrañaba tanto; Jaqueline podía ser una persona maravillosa en todos los aspectos de su vida, sin embargo, no podía cubrir con su existencia la presencia de Emi. Sin poderse contener comenzó a repartir besos por toda la piel desnuda que él mismo había dejado expuesta; Emi se retorcía en sus brazos al recibir esas atenciones.

Max llevó sus manos a la parte baja de su falda, deseaba con ansias probar nuevamente de aquella flor de la que por tanto tiempo se había visto separado. Emi lo detuvo, estaba excitada, pero eso no significaba que quisiera ser una persona que se dedicaba a romper hogares; Max era un hombre casado e inclusive tenía una hija ya con esa persona; a pesar de amar con todo su corazón a Max y de extrañar aquel calor que provenía del mayor, no iba a ser la amante de nadie, no por orgullo, sino por sentido común.

- A-amo Max... - titubeo, no sabía cómo detenerlo, si no mal recordaba, Max solía ser poco paciente cuando se encontraba en aquellas condiciones.

- ¿Qué? – preguntó de manera sobria, estaba molesto, Emi se resistía, pensaba que en su ausencia Emi había decidido cambiar de amante.

- Es que... amo Max, es usted un hombre casado... y... - no pudo continuar, a Max no le importaba nada, simplemente deseaba tocarla más y más.

- Por favor... no le falte el respeto a su familia.

- Mi familia no tiene nada que ver en esto. – siguió repartiendo besos por toda su piel, el coche avanzaba sin tregua, dando paso a los ya tan conocidos patios de las casas vecinas a la mansión Ferrer, Emi necesitaba con desesperación que Max extendiera su punto, pero era caso perdido, no le escuchaba.

- Max... ¿Jaqueline dónde se está quedando? – preguntó de pronto Babilas, sintiendo como la tensión del momento disminuida.

El joven señor de la casa chica soltó a Emi, se sentó en su lugar como debía, cruzando la pierna de forma prepotente, tomó algo de aire, antes de mencionar con la voz más calmada que pudo.

- En casa grande por supuesto, aunque mi hija está en la casa chica, donde debe de estar. – miró a Emi, deseaba saber la reacción ante aquel comentario, pero no pudo ver su rostro, Emi se dedicaba simplemente a acomodarse la ropa lo más que podía, se sentía usada, peor que basura, tenía una familia, que esperanzas podía tener ella.

- Lo más lógico es que esté en la casa chica con su esposo, ¿Por qué separarla? – preguntó, tenía una idea de lo que había hecho Max, solo quería confirmarlo, además, esta información era de suma importancia para Emi, si realmente deseaba a Max como decía hacerlo, podría tener una oportunidad de hablar con la señora Ferrer.

- Porque no es mi mujer, habíamos hecho un trato... y bueno, el tiempo se acabó no resultó nada bueno excepto mi pequeña. Así que me quedo con la mejor parte y ella comienza de nuevo. – Max le restaba importancia al asunto, pero Emi estaba realmente confundida, no sabía realmente qué estaban hablando, Babilas no inquirió más y Max tampoco añadió nada más, ya estaba todo claro al parecer.

Cuando llegaron a la casa chica, Katia estaba jugando con una pequeña de alrededor de dos años, Emi sintió una punzada en el corazón, era la hija de Max, como era de esperarse, una niña preciosa, regordeta como todas las niñas de esa edad, ya sabía caminar por lo que se apreciaba y no era molesta, simplemente una niña digna de su señor.

- Katia, ¿Cómo se portó? – preguntó bajando del coche, la niña estaba acostumbrada a pasar tiempo con gente desconocida, por lo que al ver a su padre, llevó a Katia de la mano hasta él, necesitaba apoyo para caminar puesto que aún no tenía suficiente fuerza en sus piernas para hacerlo sola.

- ¿Qué tal amor? ¿Te gusta tu nueva casa? – preguntó, a pesar de que la pequeña no sabía hablar todavía de manera correcta, hizo algunos sonidos que le parecieron encantadores a los presentes, esa niña tenía mucho carisma.

Emi se sentía mal por ella y feliz por Max, esa familia necesitaba descendientes y aunque sus padres autorizaran que Max estuviera con ella, no tendría oportunidad para darle una familia como Max lo necesitaba, en eso perdía por mucho contra Jaqueline.

- Mira peque, ella es tu nueva mamá... - dijo con una sonrisa divertida mientras miraba a Emi, Max pasó a la pequeña en sus brazos a los brazos de Emi, quien no sabía qué cara hacer o cómo actuar, no comprendía lo que significaba aquellas palabras, de igual manera tomó a la pequeña en brazos.

Era bastante pequeña, su piel era suave, tenía un olor a shampoo y crema de olor lavanda, probablemente para relajarla, sus ojos eran brillantes de un color claro, al igual que su cabello de un tono castaño tan claro que fácilmente podía ser confundido por rubio; sus manos estaban demasiado limpias y pulcras para una pequeña de su edad de la misma manera que su atuendo, brillante y limpio, oliendo a aromatizante de ropa con olor a flores; esa fragancia le hacía recordar su propia ropa, sonrió por ello; los bebés le encantaban, esa niña preciosa no era la excepción, la abrazó con fuerza esperando no lastimarla, tenía ansias de esa pequeña, besó su mejilla. Qué importaba ahora sus problemas, qué importaba que para esa familia no fuera más que un objeto parecido a la lámpara en el cuarto de lectura, no importaba nada; mientras que le fuera de ayuda a Max. Al parecer sería la niñera de la pequeña y eso le daba mucho gusto, ahora tenía a alguien más a quien cuidar.

- ¿Qué va a pasar con Diego? – preguntó de repente Babilas mirando a Max, mientras este sonreía embelesado por la escena presenciada entre Emi y su pequeña.

- ¿Diego? Ah, él... tiene lo que merece, claro que regresará a la casa grande.

No podía dejar de mirar a Emi, realmente parecía una persona diferente, no sabía que insignificantes seis años habían pasado desde la última vez que la vio por última vez, aún podía recordar la mirada triste en el último día que estuvieron juntos; su voz se había vuelto melodiosa, quizás por las exhaustivas clases de canto y música que su madre le obligo a tomar; según le dijo Babilas también había tomado clases de repostería, cocina, taquimecanografía entre varias otras mientras a él le obligó a tomar contaduría y leyes, al parecer él no iba a ser propietario de alguna de las empresas familiares, comprensible, pero necesitaban a alguien que administrara las cuentas y de eso se encargaría él.

- Mamá, ¿En qué estará pensando? – reflexionó un poco, todas y cada una de las cosas que hizo a Emi aprender durante su ausencia, eran las cosas que se les enseñaban de antaño a los prospectos para novia de esa prestigiosa familia, entonces, ¿Por qué enseñárselo a una persona sin valor? Según recordaba sus palabras de ese entonces, Emi no era nada más que un simple objeto, un juguete con el que él se divertía mientras esperaba a su prometida. Pero Jaqueline no sabía siquiera redactar una carta sin faltas de ortografía y no sabía cocer siquiera un huevo.

- ¿Tienes sueño? – preguntó de pronto Emi, cargaba a la pequeña en brazos, suavemente, la mecía de un lado a otro, tarareando una ya vieja y conocida canción de cuna, la misma con la que su madre la dormía a ella de pequeña.

Acariciaba su cabello con ternura, con su mejilla en la contraria de la pequeña, esta se dejaba hacer, recibiendo el cariño que por lo visto su madre biológica no le ofrecía, estaba realmente ajena a todo en sus alrededores, simplemente existían ella y la pequeña de la cual desconocía completamente el nombre; sus pasos eran pequeños, adelante, atrás, como si estuviera danzando con la bebé de Max, no tardó mucho tiempo en que comenzó a dormirse, hasta que finalmente su cuerpo estaba flojo, señal inéquivoca de que había caído dormida en un profundo sueño. Besó su frente, era realmente linda esa niña, se preguntó si ella hubiera podido concebir, ¿Qué aspecto tendrían?

- Voy a llevarla al cuarto. – dijo comenzando a caminar en dirección de la casa chica, la hora de la comida se acercaba y aún no había preparado nada, lo bueno era que el postre ya estaba listo, había hecho una gelatina arcoíris de leche, por lo menos así le llamaba Babilas, tenía diferentes trozos de gelatina de diferentes colores, la señora había dicho que vendría a evaluarla con respecto a los postres y le dijo cual hiciera, pero necesitaba tiempo para hacerse, por eso siempre le decía un día antes qué hacer.

- Enseguida prepararé la comida, ¿Desea algo en especial? – dijo Emi deteniendo sus pasos a unos cuantos metros de la entrada de la casa.

Max estaba aturdido por la escena, la persona que más amaba en toda la faz de la tierra estaba cargando al fruto de sus entrañas, una ilusión verdadera, se sentía como una familia, él el padre, Emi la madre, su pequeña la hija y Babilas era...

- El tío... - dijo inconsciente sus pensamientos eran sinceros, expresaban a la perfección lo que sentía en esos momentos, Emi y Babilas le miraron desconcertados.

- No, no es nada... lo que sea está bien, seguramente será delicioso, lo esperaré ansioso. – y guiñó el ojo, lo que hizo a Emi sonrojarse.

Emi estaba algo sorprendida, parecía que el tiempo no había hecho estragos en el joven Max, ese cabello negro del que recordaba su suavidad, su aroma; aquellos gestos que lograban que su corazón desbordará de alegría, Max siempre había sido algo frío, sin embargo, sabía cómo tratar a una mujer, por lo menos esa fue la impresión que le dio a Emi el tiempo que estuvieron viviendo juntos, dejando de lado esa manía por el sexo que tenía.

Emi dejó a la pequeña descansar en aquella cómoda cuna que por alguna extraña razón se encontraba en el cuarto de Max, al parecer tenía tiempo descansando del lado derecho de la cama, por qué no lo había notado; bueno no era como si tuviera tiempo de ver qué clases de cosas hay en la habitación en la que solía dormir si se está siendo víctima de algún tipo de atraco por parte del hermano mayor de la persona a la que se ama.

Acarició el rostro infantil de la pequeña, se parecía mucho a él, solo que Max tenía el cabello negro, seguramente cuando fuese grande sería una chica realmente bonita.

Marchó a la cocina para preparar una deliciosa comida, sino mal recordaba a Max le encantaba la comida con salsa BBQ; así que puso todo su corazón para transmitirle sus sentimientos a Max, estaba en conflicto, ya que le habían dicho que no debía interferir en las relaciones maritales de las personas, sin embargo, no había venido de visita Jaqueline, posiblemente vendría a la hora de la comida o algo así, pensó, por lo que hizo bastante comida para todos en la casa e invitados imprevistos como la señora Michelle.

"Espero le guste" pensaba con alegría mezclada con amargura por su situación, estaba realmente feliz de que finalmente podía ver a Max, así que con eso estaba bien.

- Max... ¿Cuándo le vas a decir? – Babilas estaba realmente molesto, Max simplemente estaba jugando con Emi, eso no se le hacía correcto y debía frenarle lo antes posible, de lo contrario, podría ser peligroso en muchos sentidos.

- ¿Para qué decirle? Se lo tiene merecido, dejó que alguien más la tocará en mi ausencia, siendo que ella dijo que me esperaría... - Max estaba molesto, cierto era que no había sido culpa de Emi y él lo sabía, pero ese sabor amargo en la boca no podía irse tan fácilmente.

- Sabes que Emi no entiende las cosas a la primera, probablemente piense que discutiste con Jaqueline, si eso es así no vas a poder...

- Sí, sí, sigues siendo el mismo Baba, eso me alegra. ¿Qué tal te va con Katia? – preguntó restándole importancia a lo que Babilas tenía que decir.

- Hey, no me ignores, estoy diciendo algo importante... y va mejor de lo que pensé... mamá ya la aceptó. – colocó una sonrisa en sus labios, era cierto, las cosas habían ido mejorando poco a poco.

Pocos minutos después la comida estaba servida, era una suerte que Emi fuese precavida y siempre tenía algo de carne lista para usarse, a pesar de que se le hacía algo realmente problemático el organizar todo, puesto que tenía muchas tareas pendientes y a veces algunas cosas se salían de sus manos. Sin embargo, intentaba hacer todo lo que la casa grande le había pedido y finalmente si quedaba algo de tiempo, hacía algunas de las cosas que la distraían de sus pensamientos acerca de Max, una relación que sabía ya había perdido, pero se negaba porque ella siempre había sido fiel, aunque fuera en sus pensamientos, aunque su ideal nunca llegará a cumplirse por completo, simplemente desea ser de utilidad en cualquier forma, quizás algún día podría escuchar el tan ansiado "te necesito" por parte de Max ese era su motivación.

Las manos de Max le llegaron por la espalda mientras cortaba algunas piezas de fruta para acompañar el postre, rodearon su cintura de tal forma que ella se vio envuelta en el enorme cuerpo de Max, este colocó su rostro en la clavícula, para poder ver qué era lo que estaba haciendo la chica, podía ver a la perfección desde ese ángulo lo grandes que se habían vuelto sus pechos; sin poderse contener comenzó a tocarlos, realmente había extrañado ese calor que solo Emi emitía.

- Amo Max, no por favor... - Max había entrenado a Emi en aquel mundo que era desconocido para ella hasta que lo conoció, por lo que sabía dónde tocar para tener las reacciones esperadas de la pequeña, su cuerpo aún sabía a quién le pertenecía.

Emi había dejado el saco de Max poco después de dejar a la pequeña en su cuna, se colocó su uniforme de sirvienta, pensaba que de esa manera Max sonreiría al verla, cosa que ocurrió al instante, traía puesto un delantal que cubría parte de su pecho sobre su uniforme; Max metió las manos bajo el delantal, deseaba tocar, deseaba recordar todo lo que tuvo que dejar a un lado por culpa de su nombre, por culpa de sus padres, por culpa de un capricho, desabotonó aquella camisa blanca, el chaleco que cubría la camisa no molestaba en absoluto a su tarea puesto que comenzaba el escote debajo del pecho, acarició los botone rosas, erectos gracias a la estimulación de sus manos y las cosquillas que sentía en el cuello cuando Max respiraba.

- Te extrañé tanto... - dijo al momento en que una de sus manos cambio de lugar para posarla en la mandíbula de Emi y obligarla a verlo para unir sus labios en un beso.

- Amo Max... no... no debemos... - pero no podía oponerse, Max tenía el control sobre su cuerpo y sobre sus reacciones, sus ojos comenzaron a empañarse por las lágrimas, podía ver, cada vez que cerraba los ojos, el rostro lloroso de Jaqueline al saberse engañada y peor aún por culpa de una criada, seguramente sería echada a la calle, sin un centavo y con las escasa habilidad para hablar con el sexo opuesto en busca de trabajo; para Emi todos los hombres, excepto Max, eran repugnantes, a Babilas lo miraba como un hermano no como a un hombre por eso no se sentía incomoda estando con él.

Max estaba al límite, deseaba sentirse dentro de ella nuevamente, los años habían pasado, eso no se podía negar, habían pasado muchas cosas en su ausencia, pero Emi, era Emi, seguía siendo sensible a sus caricias, seguía teniendo esa voz que salía de manera inconsciente de sus labios cuando tocaba algún punto erógeno; simplemente era ella, su Emi, la misma chiquilla que tiempo atrás le habían vendido como una chica de 15 años, ahora tenía tres años más, pensar que tuvo que esperarse seis años para ese momento, ahora podía hacer lo que le placiera sin temor a reprimendas, aunque nunca le importó a ciencia cierta aquello.

Coló su mano por la falda, pasando de largo aquellas pantaletas, su piel estaba allí, Emi parecía estar preparada para aceptarlo, con la mente en blanco, siempre sucedía con Max, si Diego estuviera en su lugar probablemente se la pasaría pensando en Max, pero con Max era diferente, con Max su mente no respondía a sus pensamientos y su cuerpo actuaba más rápido de lo que ella podía detenerlo; Max llevó una mano a su propio pantalón, bajando el cierre y acomodándose detrás de Emi, lo deseaba, quería hacerlo, apoyó a Emi sobre la encimera, sin importarle que la chica estuviera luchando por salir de aquella situación, deseaba tomarla en ese momento.

- No... Amo Max... - Emi cerró los ojos, incapaz de poder detener a su joven amo, no sabía si no podía detenerlo por la jerarquía que representaba o si su amor se lo estaba impidiendo.

- Maxwell Ferrer, ¿Solamente viniste para hacer eso? Vaya hijo tengo, ¿Acaso no escuchas que dice que no? Mírala hasta la hiciste llorar. Yo no te eduqué así.

- Mamá...

- Señora... - Emi bajó la mirada, el cuerpo de Max aún la hacía presa bajo su propio peso por lo que no podía moverse, se sentía incómoda, indefensa y avergonzada.

- Quítate de encima hijo y arréglate, traje a Jaqueline... Emi... a partir de mañana usarás el uniforme masculino, no deseo que ese uniforme tuyo sea causa del comportamiento salvaje de Max. ¿Entendido?

- Como ordene, señora. – comenzaron a alinearse las ropas, Max estaba molesto y Emi de alguna manera se sentía aliviada, no deseaba convertirse en el objeto de discusión de una pareja casada.

Emi, ayudada por Babilas comenzó a acomodar los platos sobre la mesa, seis lugares en total, aunque dudaba que ella pudiera estar en la misma mesa, además si le permitían comer en ella, no sabía qué puesto iba a tener.

La mesa nunca había estado llena, esa mesa para seis personas siempre tuvo cuando mucho a tres comiendo en ella, por eso era algo raro llenar la mesa con platos, servilletas, cucharas y tenedores. Los señores de la casa ya estaban sentados, así que solo quedaban los asientos de Babilas y ella, la sorpresa fue grande, Jaqueline se encontraba sentada al lado de Diego, el lugar cerca de Max estaba vacío; Katia se encargaba de la pequeña que había despertado hace poco por el ruido de los platos y sillas al ser arrastrados de manera torpe, solo era un susto y de regreso a dormir.

- Ya estamos todos, que bien, comencemos a dar gracias al señor por esta comida...

Juntaron sus manos en señal de respeto, cerrando los ojos, Emi quedaba frente a Diego y Max estaba a su lado, del otro lado estaba Babilas, quedando este enfrente a la señora Ferrer; los pensamientos de Emi fueron interrumpidos de manera brusca por culpa de Diego, quien se había quitado un zapato para comenzar a acariciarla con sus pies, reía por lo bajo, lo que le daba algo de escalofríos a Emi, se las ingenió para abrir sus piernas y jugar con su ropa interior. No tardó ni un minuto cuando una nueva sensación le recorrió, Max había colado su mano hasta su trasero y lo estaba acariciando como solo él podía hacerlo. Diego pensaba que las reacciones de Emi eran gracias a sus estímulos, podía ver a Max a su lado, todo ingenuo, todo estúpido, se veía algo raro; se percató enseguida, no tenía sus manos unidas para la oración y Emi estaba comenzando a respirar con dificultad, detuvo sus movimientos con el pie, Emi hacía algunos gestos obscenos a su parecer sin que él estuviera estimulando nada, frunció el cejo, los labios se Max se elevaban por las comisuras, estaba divirtiéndose y mucho.

- Bien comencemos a comer.

La cena fue inicialmente incomoda, un silencio estuvo presente todo el tiempo, cada bocado era devorado con paciencia, cataban cada trozo de carne como si fuera bastante preciado, era como si todos los presentes estuvieran midiendo las habilidades de Emi, ella no podía comer hasta que alguien dijera algo de la comida, si bien tenía algo de confianza con su receta, era posible que se hubiera equivocado con los ingredientes por lo emocionada que estaba.

- Tiene buen sabor. – dijo Michelle, por parte de ella esto se podía considerar un halago, eran contadas las ocasiones en las que abría la boca para pronunciar palabras agradables, generalmente se limitaba a asentir con la cabeza, eso era suficiente para saber que estaba pasable, pero era indispensable trabajar un poco más. – Buen trabajo. – añadió.

El postre era lo que todos estaban esperando, esa tan ansiada gelatina que si bien no era nada especial, representaba mucho para la familia Ferrer, ya que, antes de que fueran algo, antes de que el abuelo de Max comenzará a hacer negocios en diferentes ámbitos e hiciera una fortuna con sus buenas ideas, eran a lo que había oído, una familia humilde.

Si bien Michelle desconocía muchos de los detalles puesto que cuando conoció a Laurence ya tenían algo de dinero en sus manos; aun así mantenían la tradición que su propio abuelo había iniciado, cada año en esa fecha el postre era acompañado con una comida o cena familiar, Laurence así lo había decidido, pero eran pocas las ocasiones donde la gelatina del pasado era hecha como la tradicional que la abuela solía hacer para ellos para levantarles el ánimo en tiempos difíciles.

Michelle comprobó la gelatina, no se encontraba hecha agua, a pesar de que había sido hecha la noche anterior, sin embargo, tampoco se encontraba demasiado consistente como para dejar un mal sabor al probarla, tenía la consistencia que recordaba de su suegra; algo que ella, a pesar de que lo había intentado un sinnúmero de veces no pudo hacer.

- Excelente, te salió a la primera. – dijo sin poder remediarlo, los demás comenzaron a degustar con gozo aquel postre sencillo, comprobando que ninguno de los sabores se mezclaba de manera grotesca, sobrepasando a los demás, eran una armoniosa combinación de sabores que navegaban en el paladar de los comensales. - ¿Cómo pudiste hacerla tan bien?

- Mi madre me enseñó a hacer gelatina señora. – dijo con una sonrisa melancólica, extrañaba a su madre, si bien, iba de vez en cuando a la casa de Rafael para hacer tareas, desde que sus ambiciones tomaron rumbos diferentes no pudo regresar para poder verla o charlar un rato, aún a sabiendas de que la señora ahora le hablaba de manera normal e incluso había dicho que podría tomar el lugar de su madre si ese caso se necesitará.

- Debe haber sido una madre ejemplar, una chica así debe encontrar a un buen marido, hay un chico, ¿Lo recuerdas? El joven que viene cada año a la casa... pues viene a intentar llevarte con él. – dijo con algo de sorna, sin que los presentes pudieran interpretar sus intenciones. – Deberías considerarlo. – bebió un poco de té al terminar la oración, logrando que Max escupiera un poco de su bebida, rápidamente se cubrió la boca con una servilleta para evitar manchar el blanco del mantel.

- Solo bromeo Max, ese chico siempre viene, sí, pero siempre se va con la cara baja, pues no puedo decidir eso por dos cosas, una, a Emi la compraste tú con tus ahorros, y dos, no puedo controlar las emociones, no porque haya sido comprada significa que no tenga sentimientos. Ella ya lo dejó claro. – las mejillas de Emi se tornaron de color rojo, sabía quién era el joven que venía cada año.

- Mamá, no hagas esos comentarios, casi me ahogó. – dijo Max tosiendo fuertemente gracias a la broma de su madre, Diego no pudo evitar soltar una carcajada ligera.

- De verdad que eres tonto. Lo conoces muy bien, es ese mocoso, ¿Cómo se llama? Ah, sí, Rafael... ya sabes el chico que se hizo rico hace poco, no sabe que no se debe mezclar las clases, quiere a una sirvienta como esposa, que locura. – las palabras de Diego se clavaban en su pecho cual estacas, estaba esperanzada en tener posibilidades con Max, pero ahora sabía que eso era imposible.

- Deja de decir sandeces, Diego, te recuerdo que tú madre comenzó como sirvienta para el abuelo. – dijo de tajo sentenciando la plática incomoda, pero solo logro que Jaqueline le mirara de manera extraña, Emi simplemente alzó la mirada, si había escuchado bien la señora era igual que ella. – Aunque no quede en cinta hasta tres años después de que nos casamos.

Ahora Diego tenía algo atorado en la garganta, estaba diciendo cosas realmente vergonzosas, pero así era la señora cuando la encontraban de buen humor, le gustaba recordar el pasado aunque era algo lejano esos días, le gustaba recordar que su amor superó muchas pruebas para poder emerger en lo que hoy era un amor tan grande que inclusive el paso de los años no había afectado. Seguían amándose igual que al inicio de su relación.

- ¿Señora? – habló con la voz apagada, sabía que sería imprudente decir más de la cuenta, pero ya se había esforzado demasiado desde hace tantos años para su aprobación que no había vuelta atrás.

- Dime... - no le prestaba atención, mantenía una sonrisa en sus labios, sabía que era lo que a continuación pronunciaría sus labios, solo estaba dando una ayuda a que se lo pidiera.

- Señora, como sabe, me he estado esforzando todo este tiempo desde que el joven Max se marchó al extranjero, he aprendido a cocinar, coser, canto, música, administración y otras tantas cosas que no recuerdo, todo por su bien y el bien de la empresa. Si pudiera pedirle un favor, espero me lo conceda.

- No te antes con rodeos, niña, dime que planeas pedirme. ¿Tu libertad? Eso está fuera de discusión y lo sabes. – alzó su perfecta ceja mientras le miraba de manera extraña, la comisura de sus labios seguía erguida, demostrando que no estaba de mal humor por escuchar aquello, simplemente deseaba parecerlo.

- Por favor, déjeme estar con el amo Max. – silencio, eso fue lo único que se pudo percibir de las declaraciones de Emi, todos le miraban extrañados, inclusive habían dejado de comer por el comentario, cosa que la chica no pudo percibir, las cucharas bajaron lentamente, sus ojos viajaban desde Emi hasta Michelle, quien estaba completamente atónita, era increíble que de todas las cosas que podía pedirle en ese mismo momento pidiera aquello.

- Perdón, sé que estoy pidiendo mucho, puede que sea egoísta de mi parte, pero si puedo estar cerca del amo Max, no importa que solo sea una sirvienta o un juguete por el resto de mi vida. Simplemente es lo que pienso. – hasta ese momento no se había dado cuenta de que las miradas estaban puestas en ella, cuando finalmente se percató de eso, sus mejillas se tiñeron de rojo, estaba avergonzada, guardó silencio finalmente deseando desaparecer en ese mismo momento.

Las risas no se contuvieron, incluyendo a la perfecta señora Michelle, estaba riendo de manera dulce, era increíble esa niña, torpe, ingenua pero al final y al cabo, sincera, su hijo había escogido bien.

- Hay, niña, realmente me hiciste reír esta vez. – aguardó un momento para recobrar la compostura. – No debes pedir algo tan tonto, Max ha decidido que se quedará contigo sin importar qué, así que no es necesario esa petición, a partir de mañana tú y Babilas irán a trabajar a la empresa que Max tiene aquí, obviamente como Max tiene más compromisos en otras empresas ustedes dos tendrán que dar la cara cuando no esté, es por eso que tengo tanto tiempo cargándoles la mano con muchas tareas... Emi...

- Todo lo que mi madre hizo que aprendieras fue lo mismo que le hicieron aprender a ella, simplemente es para ver si puedes ser buena esposa a pesar de los lujos... - sentenció con calma, sin mirar a nadie Max, tomando un trago de aquel vino fino y caro, su madre solo asintió.

- Aunque no lo creas, aún cocino, a veces... - dijo con confianza en sus habilidades, era bueno tener servidumbre que te ayudará en las tareas del hogar, pero no debía olvidar que era una mujer y sobre todo una esposa y madre, por lo que tener aquellas costumbres no estaba demás.

- A papá le insultaban mucho cuando era joven por haberse comprometido con una sirvienta, por eso era tan estricto...

- Sí, pero no pudo hacer nada, ya había vencido el plazo que habíamos hecho con Max hace cinco años. – se encogió de hombros.

- Yo también perdí, no pude hacer que dejaras de pensar en él, creo que hice que te obsesionaras más. – Diego se rasco la mejilla, él era torpe para muchas cosas, pero sabía cuándo había perdido.

Emi no sabía qué cara poner o cómo actuar ante todo aquello, estaba feliz, estaba confundida, tenía tantas cosas en su pecho que no sabía exactamente qué era lo que sentía, no sabía si lloraba de felicidad o de vergüenza, lo único que sabía era que podría estar cerca de con Max por mucho tiempo y eso le bastaba. Estaba tan contenta por saber lo único que proceso su mente que sin poderlo evitar se lanzó a brazos de Max quien la recibió gustoso. Besó su mejilla mientras reía y lloraba al mismo tiempo, ahora lo sabía eran lágrimas de felicidad, puesto que su pecho no ardía al derramarlas.

- Oye... tan siquiera espera a que me vaya, aún duele... - susurró Jaqueline mirando la escena de reojo, Diego apretó su mano en señal de apoyo, Jaqueline sonrió con desgana.

- Perdón...

La pequeña se había despertado hace poco, sentía algo de hambre, Katia había hecho el favor de llevarla con Max, quien la sentó en su regazo, estaba feliz, besaba las mejillas de la pequeña sin soltar de la cintura a Emi, ahora tenía a sus dos amores juntos.

- ¿Y Jaqueline?

- Ah, por eso no te preocupes, Jaqueline se casará, en una boda discreta, con Diego, después de todo ese era el plan original. ¿No es así? – preguntó sonriente la señora Michelle, sus dedos largos tomaban una copa con vino, ideal para la comida que estaban degustando.

- Sí, casarme con Max fue solo un capricho mío, para disgustar a Diego, siempre me molestaba cuando niños, por eso... - Jaqueline bajó la cabeza, a pesar de estar diciendo la verdad, realmente le dolía pronunciar aquellas palabras.

- Bien, ya está todo arreglado, solo hay que esperar los papeles del abogado.

Emi se concentró tanto en sus alimentos para no pensar en más cosas que no prestó atención a las conversaciones, ahora solo se encontraban ella y la pequeña de Max, que seguía sin saber cuál era su nombre, Max se la había pasado a Emi desde hace rato, puesto que era bastante torpe para alimentarla mientras se alimentaba él, así que Emi tuvo que hacerse responsable, tomó trozos pequeños de verduras para darle algo a picar antes de que Katia trajera la sopa hecha especialmente para ella. Poco a poquito, con cuidado, un traguito de agua, cucharada, tras cucharada, la pequeña comía sin hacer escándalo, pidiendo, mascando y pasando, así hasta que terminó el plato sin siquiera renegar, cosa que Jaqueline notó enseguida.

- Eres una buena niña. – dijo Emi al ver el plato vació, si bien la porción era bastante pequeña al parecer de Emi, era increíble que no ensuciará, tenía practica cuidando a los niños de su vecina cuando era pequeña, aún recordaba aquello como unos de sus valiosos recuerdos, sin poder contenerse, besó la frente de la pequeña.

- Es la primera vez que Emily termina su plato o que come tan calmada, me sorprende. – Jaqueline estaba halagando a Emi, era su anuncio de derrota, aunque siempre supo que no tenía oportunidad alguna frente a esa niña, era algo doloroso saber que había perdido.

- Te dije que era especial... - fue lo único que declaro Max antes de abrazarla y besar su frente, mostraba una gran sonrisa, al parecer todo había salido bien.

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