Una dama indomable (Saga Los...

By sofiadbaca

762K 91.6K 14.2K

No había persona en la tierra que no se preguntara: ¿Quién es Giorgiana Charpentier? Y es que bueno, nadie te... More

IMPORTANTE
Prólogo
2. Hombres con cerebro de pez
3. Un nuevo camino
4. Los diarios de hace trece años
5. El niño en el pozo
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Epílogo

1. Simplemente, Giorgiana

31.4K 3K 242
By sofiadbaca


Giorgiana amaba al mundo, le encantaba viajar, sentirse una extraña en medio de extravagantes personas con diferente color de piel, rasgos, religiones y formas de pensar; todos eran tan únicos, especiales e irremplazables. Ver a la misma gente la aburría y era por eso que no solía permanecer en el mismo lugar durante mucho tiempo. Su libertad era algo que atesoraba como si se tratase de una mina de oro; pero, de vez en cuando, hasta la persona más aventurera necesitaba descansar y era justo lo que hacía al volver a Francia por una temporada.

Normalmente ella viajaba por gusto, iba de un lado al otro haciendo lo que le fuera necesario para sobrevivir, aunque desamparada no estaba, puesto que sus padres seguían apoyándola en todas sus locuras, al igual que su hermano, quién era el que dirigía toda la fortuna de su familia desde hace unos cuantos meses.

Aún le daba risa ver a William a la cara, se veía enojado todo el tiempo debido a que su padre lo nombro dueño y heredero siendo él aún muy joven para el cargo, no lo había dejado disfrutar de su libertad con placidez. Aunque siendo honestos, William Charpentier era un hombre que parecía siempre haber sido la cabeza de la familia.

—¡Gigi! —le gritó el hombre que ocupaba sus pensamientos en ese mismo instante—. ¡Baja ahora si es que no quieres que entre por ti!

—No tienes por qué estarme correteando continuamente William —sonrió Giorgiana desde el interior de su recamara—. Recuerda que soy mayor que tú.

—Ojalá te comportaras de esa forma.

Giorgiana sonrió y fue a colocarse algo de ropa para bajar a desayunar con su familia. Debía prepararse mentalmente para los ataques de su madre, aunque su padre y hermano siempre hubiesen sido consecuentes con su idea de viajar por el mundo como un alma que lleva el viento, su madre era otra cosa completamente, parecía ser, que ella había permitido tal acción con la idea de que en un determinado momento se daría cuenta que lo que en verdad quería era una familia y estabilidad... Lo cual no había pasado.

Siendo totalmente objetivos en el asunto, Giorgiana ya no era clasificada como una dama elegible para matrimonio, nadie en su sano juicio se casaría con alguien tan... vieja como lo era ella. Y es que, as sus veintinueve años y con una hermana menor casada, ella era una completa solterona sin remedio alguno.

Giorgiana bajó las escaleras con un vestido escandaloso que le brindo una discusión con su madre. Ese era el tema, desde que era muy joven, a la mayor de los Charpentier le había gustado la moda, todo lo relacionado con las telas y el estilo iban bien con ella. En un inicio le entusiasmaba ir de compras, ver telas y escoger diseños en las modistas, pero, con ayuda de alguien, se enfocó en lo realmente importante, a ella le gustaba hacerlo, desde el punto primero hasta la última puntada y eso era que una señorita de su clase social no tenía permitido hacer.

—De verdad, Giorgiana, un día me vas a dar un infarto.

—Es solo un vestido madre —rodó los ojos la joven—, sí tan solo supieras como visten en la India, no me dirías nada.

—¡Cielo Santo, Giorgiana! —se angustió su mayor—, ¿Cuántas veces te he dicho que no menciones esas formas tan descuidadas que has visto en tus viajes?

—A mí me interesaría saberlos —sonrió William, dejando el periódico para elevar una ceja a su madre.

—¡Oh, William! —se enojó Alana, madre de ambos—, ¡Tú y tu padre son los culpables de estas actitudes! Doy gracias a Dios que tu hermana esté casada.

—A la fuerza —dijo Giorgiana—, por temas del estado. Deberías dar gracias de que no fuera un viejo horroroso que la terminara golpeando de por vida.

—Giorgiana —regañó su padre, quién se sentaba en la cabecera en ese momento—, no te metas en problemas tan temprano.

La joven calló en seguida y le dio la razón a su padre, al fin y al cabo, no debía enemistarse con su madre, sería perder a su padre puesto que, si Alana Charpentier daba una orden definitiva, nadie se atrevería a darle la contraria, ni siquiera su padre.

Cuando el desayuno hubo terminado, la joven mujer se dispuso a salir de la casa, no solía estar mucho tiempo en ella pese a que estuviera tomándose un tiempo libre de trabajo y viajes. Conforme fue dándose cuenta de la necesidad que se lograba tener mientras no vivías en un cómodo núcleo familiar, más fue agradeciendo el que siempre le hubiese gustado bordar, leer y confeccionar. Con el tiempo la afición pasó a ser un trabajo y terminó siendo la forma en la que subsistía.

Quizá no fuera la forma más honrada en la que una joven debía vivir su vida, pero era la que a ella le convenía. En cualquier lugar al que fuera, había telas y la gente necesitaba ropa y ahí estaba ella para hacer que todo tuviera un toque especial. Su toque especial.

—¿A dónde crees que vas, Giorgiana? —la detuvo su madre.

—Ah, he quedado con Celio y Antoine, regresaré antes de la comida, te lo prometo.

—Esas amistades no son bien vistas para una dama como tú, Giorgiana, lo sabes.

—Mamá, una dama como yo no debería ser recibida en un castillo como este, sin embargo, aquí estamos —le tocó un hombro a su madre—. No es por nada, pero la que no encaja aquí soy yo.

—¡Eres mi hija! —se exaltó la mujer—. Puedes casarte y tener una familia como Dios manda.

—¡No mamá! —dijo enojada—. No ahora y quizá sea un no para siempre. Aceptémoslo, soy vieja, nadie me querría, aunque ofrecieras la dote más cuantiosa y un moño rojo para decorar.

—No me tientes, Giorgiana.

—No lo hago mamá, solo trato de hacerte entender que soy un caso perdido —levantó los hombros—¸ no hay solución alguna para mi mal genio y mi ambición por salir adelante yo sola.

—¡Quién te ha metido tantas sandeces, Giorgiana! —le dijo enojada— ¡Quién haya sido era un idealista y uno muy tonto!

—¡No es así! —la voz de Giorgiana se rompió por un segundo—. ¡Al menos él confiaba en mí!

La joven tomó su extraño gorro del perchero y salió hecha una furia del lugar, dejando a su madre con un grito contenido.

—Sabes que ella no funciona así madre —suspiró William.

—Debemos comenzar a hacerla entrar en razón —negó Alana con las mejillas enrojecidas—. Todas las ideas que tiene en la cabeza... ¡Son basura! Sí tan solo tu padre no la hubiera mimado como lo hizo, ahora estaría casada.

—No es para ella —intentó el hombre—, sé que, si en algún momento siente que debe casarse, lo hará.

—¿Cómo puedes siquiera pensarlo? —le dijo preocupada—. Al menos algo de lo que dijo tuvo coherencia hijo, ella es mayor y a los hombres no les gustan las mujeres mayores.

—Gigi es diferente en todo lo que hace y le suelen salir las cosas bien, ten fe en ella.

—¿Fe? —sonrió la madre—, cuando se encuentre sola y amargada por haber perdido el tiempo en tonterías, entonces tendrás que decirle a ella que tenga fe, William.

***

Giorgiana había llegado al centro de París a pie, odiaba cuando su madre le sacaba el tema del matrimonio, no es que no pensara en casarse, lo hacía con más frecuencia de la que se permitiría admitir, pero no era su prioridad en ese momento. ¿Por qué tenía que dejar ir su sueño por casarse? ¿Por qué tenía que ser todo tan difícil para ella?

—¡Gigi! —levantó una mano su buen amigo Celio.

La joven sonrió. Celio y Antoine eran sus dos mejores amigos, siempre habían estado juntos, al menos desde que los conoció. A Celio lo había conocido en uno de sus primeros viajes a Roma, él era un chico exótico, fresco y despreocupado; por otro lado, estaba Antoine, él era más bien centrado, más controlado y un poco controlador, más bien demasiado.

—¿Dónde estabas, Giorgiana? —dijo molesto el segundo— ¡Llevamos quince minutos esperando por ti!

—Lo siento, me retuvo mi madre, ¿Qué tienen para mí?

—Bueno, parece ser que nuestros esfuerzos han dado frutos —dijo Celio, sacando una pequeña libreta—. Me dijo la señora María, que su cuñada Antonia le dijo a doña Lucrecia que eras una increíble modista y quiere que le hagas un vestido.

Giorgiana frunció la nariz y rodó los ojos. No le gustaba el término "modista" a ella le gustaba más algo como: diseñadora. Pero lo más importante era que no había entendido a quién le haría el vestido al final de cuentas.

—Es para la señora Lucrecia —explicó Antoine—, lo quiere estrenar en la fiesta de los Orlands.

—¡Pero si es en tres semanas! —se exaltó Giorgiana.

—Lo sé, debemos darnos prisa.

—Bien eso es bueno, hasta el momento no habíamos tenido aceptación en París —rodó los ojos la joven—, ni tampoco en Londres.

—Son lugares grandes Gigi —dijo Antoine—, no son fáciles de conquistar, menos siendo una novata que ni se ha establecido.

—Lo sé —dijo frustrada—, pero tenemos que lograrlo de alguna forma.

—Por el momento, es un buen avance —dijo Celio con su positivismo al tope—, ¡Debemos lucirnos en esta entrega!

Los tres revoltosos chicos caminaban por las calles de París con tal algarabía que fueron presas de las miradas juzgadoras de los parisinos que caminaban por el lugar. Incluso se atrevían a quedarse parados en medio de la calle para observarlos, pese al frío atroz que había en esa época del año.

Era bien sabido que esa jovencita, quién siempre iba acompañada por hombres, era una desgracia para su prestigiosa y acomodada familia, incluso ahora tenía a una hermana en un ducado de Inglaterra, era vergonzoso incluso para toda Francia tener una mujer como esa con su nacionalidad.

—Gigi, todos nos observan —dijo Celio mirando a la gente.

—Lo sé, creen que sería mejor si no estuviera aquí —dijo Giorgiana y, mirando a su público, gritó—: ¡Sigan caminando o se les congelarán las orejas!

La gente murmuró aún más después de aquel desplante, pero la joven sonreía triunfalmente y acomodó adecuadamente su gorro al estilo militar ruso.

—En serio, necesitas ser más agradable si quieres que esta gente te compre vestidos —dijo Antoine.

—No los tolero, ¡Preferiría comerme un zapato entero!

—Claro, necesitarás tomarles el gusto a los zapatos, puesto que no tendrás ni franco para comprar algo de comer.

—Qué gracioso eres. Vamos, ahí está F'deluce.

—¿No les parece gracioso que entre más gordas son las clientas mejor las tratan? —dijo Celio—, a que todos deberíamos engordar unos kilos para ser tratados mejor, ¿no lo creen?

—No es gracioso, Celio —dijo Antoine.

—Quizá lo hicieron como agradecimiento a todas aquellas mujeres que se llevan todo un rollo para hacer un solo vestido.

—Si serás tonto —negó Giorgiana.

—¡Ah! ¡Pero si los estaba esperando! —gritó de pronto la dueña de la tienda— ¿Piensan que tengo todo el día?

—En realidad sí —susurró Celio y sonrió hacia la mujer.

—¡Mis muchachos! —la mujer plantó un beso en cada mejilla de Celio y Antoine y miró a Giorgiana con detenimiento—. A ti no te había visto.

—Soy Giorgiana —sonrió y le tomó la mano con determinación, analizando las telas que había en el lugar—. No suelo permanecer mucho en París, pero tiene unas telas preciosas.

—¡Oh! Eres un encanto —le tomó la cara y la inspeccionó con detenimiento—, además de muy hermosa. Pero bueno ¿Qué buscaban en esta ocasión?

—Es una tela para la señora Ginebart, señorita Fanny, usted debe conocerle —informó Celio.

—Eso es fácil, le gusta el rosado, vengan les muestro.

—No —dijo la joven con firmeza—. El rosado no se usa, además, es para jovencitas, no para una mujer de cuarenta años.

—Pero querida, ella siempre usa el rosa.

—Lo usa porque se quiere volver a casar, pero no es una debutante, es una viuda que quiere un nuevo marido. Quiere llamar la atención —sentenció—, por eso hace tantas fiestas... ¡Deme ese!

—¿Olivo? Pero es muy triste, no creo que le agrade —dijo la señorita Fanny.

—Es elegante y combinara perfecto con el pelo rubio de la señora Ginebart. También quiero unas plumas, encaje, sede y ribete en la misma gama, algo de dorado vendría bien.

—Pareces bastante decidida —la señorita Fanny comenzó a sacar las telas y adornos que la joven pedía.

—¿Ya tienes el dibujo en la cabeza, Gigi? —sonrió Celio.

—Precisaremos de un dibujo para confeccionarlo —dijo Antoine.

—Lo sé, trabajaré en ello.

La señorita Fanny comenzó a comprender la visión de Giorgiana cuando tuvo todos los elementos sobre la mesa. Estaba tan atenta como los otros dos caballeros que se esforzaban en seguirle la pista a la decidida mujer. No era difícil darse cuenta que fuese lo que fuese que tuviera en la cabeza, el vestido desprendería elegancia y clase sin igual.

—Listo, se ha anotado a la cuenta de la señora Ginebart —le entregó las cosas a Celio—. Pero dime niña, ¿Sabes coser acaso?

—No es lo que mejor se me da —sinceró la joven—, pero se hacerlo a la perfección si lo necesito, aunque no tengo la maestría de Celio y Antoine.

—Eres una muchacha de clase alta, lo sé por como caminas y te vistes, incluso por como hablas —la miró de arriba hacia abajo— ¿Cómo es que has podido aprender?

—Viajo mucho, señorita Fanny —sonrió la joven—, nos veremos pronto, espero que esto resulte bien para que entonces nos hagamos socias prontamente.

La mujer pestañó un par de veces ante la jovencita que caminaba garbosa hacía la salida y sonrió. Seguro que estaría destinada a hacer grandes cosas; pero llevaba la vida en contra, Dios sabía que era imposible que ella lograra ser alguien en ese mundo de hombres en el que vivían.


Continue Reading

You'll Also Like

16.3K 3K 52
Ya no hay respuestas, solo un dios de las tinieblas, dispuesto a todo. Recuerda respirar, porque puede ser la última vez que lo hagas. *Por Viviana V...
351K 11.8K 59
Helena. Helena es una joven de fuerte carácter que no tiene miedo de nada, independiente y cabezota. Pero cerrada al amor. Un día la empresa en donde...
215K 15.9K 27
Escucho pasos detrás de mí y corro como nunca. -¡Déjenme! -les grito desesperada mientras me siguen. -Tienes que quedarte aquí, Iris. ¡Perteneces a e...
61K 6.4K 15
ADVERTENCIA: LIBRO RETIRADO. SOLO CAPITULOS DE MUESTRA. PRE SECUELA DE LA SERIE LOVELACE Benjamin Rochester, marqués de Harrow, es consciente de que...