Aizen.

By PelirrosaDreams

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Es una historia romántica con mezcla de fantasía, trata de un chico que siempre ha crecido a la sombra de los... More

Capítulo 1 : -Y ASÍ EMPEZÓ TODO.-
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CAPÍTULO 2: Recuerdos.
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CAPÍTULO 3: Tara entra en escena.
NOTA IMPORTANTE
Capítulo 4 : Lazos de Amistad
CAPITULO 6: Revelaciones, confidencias y acción.

CAPITULO 5: La calma antes de la tempestad.

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By PelirrosaDreams



Tara estaba tendida en el prado, acomodada en el lomo de Ron, el pelo le caía hacia atrás, un remolino de rizos negros por el costado del boxer atigrado que dormía plácidamente. Se sentía aburrida, y un tanto asustada, aún no comprendía a los humanos y sin embargo aunque ella no lo sabía, todos los seres experimentan un mismo sentimiento: El amor. Y ella lo sentía palpitante dentro del pecho cada vez que pensaba en Aizen. Estaba inquieta desde hace días, también se sentía frustrada, no avanzaba nada en sus investigaciones, había cogido miedo a ir a lugares con alta concentración de humanos. Si, desde el incidente del río.

Se incorporó y agitó la cabeza para deshacerse de los malos recuerdos, se llevó ambas manos a sus mejillas, estaban calientes y por lo cual sonrojadas, había estado bajo el sol mucho rato, miró a Ron que parecía sin embargo más que encantado de estar ahí tumbado. Se levantó por completo y se sacudió la hierba de encima, había tomado una decisión, esta vez iría a la ciudad para estudiar a los humanos en su entorno natural. Entró dentro de la cabaña que ahora ella llamaba hogar, se puso unas sandalias y se peinó un poco. Vestía con un sencillo vestido de gasa hasta las rodillas de color verde primavera. Con un silbido Ron se estiró y se puso a su lado, ella se agachó y le dio un beso en la nariz rugosa al perro.

Estuvieron andando dos kilómetros hasta llegar a la carretera que llevaba a la ciudad más cercana; Dichimburg. Poco más tarde alcanzaron por fin la ciudad que se abría ante sus pies en altos edificios y bulliciosas calles. Tal y como había imaginado había mucha gente, seguramente a causa del buen tiempo y de que era sábado por la tarde. Tara estaba al día en las costumbres y las fechas humanas, todo bien apuntado en diversos cuadernos que acumulaba debajo de su cama, en el bosque. Muy a su pesar le costaba acostumbrarse a los objetos que parecían casi flotar por las carreteras a toda velocidad que las personas llamaban coches y se transportaban en ellos, con lo cómodo que es ir en caballo o en hipogrifo mismamente – se dijo para sus adentros. Sabía que debía hacerse con un "sujeta perros" (Correa) , la primera vez que se adentró en la ciudad un agente de la ley estuvo a punto de llevarse a Ron alegando que era peligroso llevarlo suelto. La clave del problema era que con tantas tiendas ella no tenía ni idea de donde entrar a por uno y realmente solo había llevado a cabo un trámite comercial en este mundo, y para rematar, solo sabía hablar el idioma pero no leerlo. Observaba los carteles y los escaparates con el ceño fruncido sin saber bien a cuál entrar. Estaba en la calle Mayor, y tal como su nombre indica era la principal y más larga, medía medio kilómetro y unía todos los barrios de la ciudad, vamos, había una infinidad de establecimientos, por no hablar de la cantidad de gente que salía a disfrutar del día.

Ron avanzaba con cautela muy cerca de ella, se sentía un poco aturdido y sobrepasado por el lugar, mucha gente, muchos ruidos y olores diferentes y confusos. La elfa andaba pendiente de pasar desapercibida, no quería que se diese ningún incidente. Pero claro las cosas no suelen salir como uno quiere y cómo no, en su caso no iba a ser diferente y tuvo la mala suerte de toparse y de frente con el mismo policía que le paró la vez anterior.

-¡Oh, no me lo puedo creer, si eres tú otra vez! Y como no, tu perro sigue sin correa...-hizo una pausa mientras la miraba de arriba a bajo mientras se acariciaba su barba de dos días- ¡Esto es inadmisible!

Tara enmudeció sobresaltada.

-Y bien, ¿no piensas decir nada, niña?

- Iba ahora mismo a buscar una correa para Ron –Tara le miró detenidamente con los ojos derrochando inocencia. El perro al oír su nombre la miró.

- ¿De verdad espera que me crea eso? –Preguntó el policía con aire de indignado.

- P-pero....es la verdad, Señor créame. –Titubeó un instante sin saber qué hacer.

-No me vengas con excusas niña, que no me he caído de un guindo, te advertí que no lo llevaras suelto ¡Es un peligro! –acusó el hombrecillo fornido.

-¡No es un peligro, es muy manso y obediente! – Tara se crispó al instante con esa afirmación. Puso los brazos en jarras.

Mientras tanto Caroline acababa de salir de la farmacia, en esa misma calle, había ido a por unos vendaje y alguna que otra medicina para Toni. Cuando se disponía a ponerse bien el cabello rosa mirándose al escaparate vio la escena que estaba sucediendo a sus espaldas por el escaparate. Tragó saliva atónita mientras se giraba incrédula. ¿Tara? –se preguntó sin poder creérselo. Como si una mano invisible la empujara avanzó por la carretera esquivando un par de coches. Cuando llegó hasta Tara y el policía se quedó unos instantes observando tan peculiar espectáculo. En realidad no los escuchaba solo los miraba mientras sus pensamientos cabalgaban en su mente en un esfuerzo de dar sentido a tan grata coincidencia. Cuando la muchacha de pelo negro habló de nuevo salió de su aturdimiento.

-¡Ey! ¡¿Qué pasa aquí?! –quiso saber Carol de inmediato, y con esa pregunta logró desviar la atención de ambos hacia ella.

-¡Eh niña! ¿Acaso alguien te ha dado vela en este entierro? – gruñó el policía ya sin paciencia. Acto seguido miró otra vez a Tara.

Tara no dijo nada, en realidad observaba con la intención de ver que iba a pasar aunque la cuestión iba con ella.

-No me llame niña, Señor...-le miró mientras apoyaba una mano en su cadera y sujetaba la bolsa de la farmacia con la otra – Es un policía, no debería armar tanto escándalo, y si, nadie me ha dado vela, pero ella es mi prima. – le miró desafiante a los ojos.

-Pequeña impertinente...-casi gruñó el policía.- Con qué eres su prima ¿no? –tras decir eso su atención volvió a recaer en Tara esperando una respuesta.

La aludida dudó unos segundos y luego asintió con la cabeza con una sonrisa un tanto divertida.

-Claro, es mi prima, materna por cierto.

-¿Ve agente? Así que el asunto sí que me concierne.

-Bueno eso sigue siendo irrelevante de todos modos, el caso es qué tú, pequeña alborotadora no llevas con correa a ese perro tuyo, que por cierto es considerado raza peligrosa – hizo una pausa un tanto sofocado del calor y de esta situación que se estaba yendo de las manos- ¡Te lo advertí!

-No he tenido tiempo de ir a comprarla, ¡llegué hace relativamente poco!....

-Venga señor, usted tiene pinta de ser un hombre comprensivo, además justo iba a comprarla, habíamos quedado para ello...-Carol le miró a los ojos con un aire de ternura e inocencia, su mueca final acompañada con una voz fina, y sin pizca de malicia. La pelirrosa sabía que a este tipo de personas se les gana con halagos.

-B-bueno...-se rascó su escasa cabellera- supongo que podría considerar esto como otro aviso...-acto seguido levantó el dedo índice- ¡Pero será el último!

-Muchas gracias señor –dijeron Tara y Caroline al unismo.

No mucho después el agente volvió a sus quehaceres. Y un silencio se apoderó de ellas mientras se miraban curiosas la una a la otra. Carol no tardó en romper el silencio.

-¿Te llamas Tara? –Carol le miró con sus grandes ojos marrones que se le habían tornado avellana con el sol.

-Si, ¿cómo sabes mi nombre? –contestó ella aguantando su mirada.

Ron las observaba a ambas, tranquilo, no percibía peligro alguno.

Carol sonrió.

-Así que no me he equivocado...-murmuró para así, volviendo a dirigir su atención a la misteriosa chica.- Digamos...que tenemos un amigo en común.

Tara estaba confusa ¿un amigo en común? Arrugó la nariz mientras pensaba. Es cierto que el pelo de Carol no era normal...¿ no era humana? ¿Conocía a alguien del reino? Pero no se atrevía a preguntar por si acaso con ello se descubría ella misma.

Caroline al ver el desconcierto en su rostro volvió a retomar la palabra.

-Aizen. –No añadió nada más ya que el rostro de Tara hablaba por si mismo. Se ruborizó y una sonrisa nerviosa nació en sus labios.

-¿Aizen...? –dijo casi en un suspiro de enamorada que ni ella misma notó. – ¿V-vive...aquí...? –Ahora sus ojos esmeraldas burbujearon de emoción y estaban clavados en los de la pelirrosa.

Caroline notó el potente magnetismo que emanaba de ellos y por un momento creyó que se ahogaría en la laguna verde y profunda que estos parecían. Apartó la vista.

-Si, la verdad es que si.-Hizo una pausa para mantener su atención- Y se acuerda de ti.

Esas palabras le cogieron de sorpresa como toda esa conversación, estalló en una amplia sonrisa y sus mejillas terminaron pareciendo dos fresones maduros. Mas no podía decir nada, su voz parecía extinta por el regocijo que le invadía todo el cuerpo.

-¿Estás bien, Tara? – Carol llegó a preocuparse un poco. Pero tenía muchas preguntas que hacerle, miró la bolsa que colgaba de su brazo; Toni tendrá que esperar.

-S-si...Por cierto...¿cómo te llamas? – le miró aún con el rubor en las mejillas- No estamos igualadas.

-Oh, que despistada –soltó una breve carcajada y extendió la mano- Me llamo Caroline, Caroline Martín, pero llámame Carol. –sonrió.

-Es un placer, aunque parece que tú has jugado con ventaja desde el principio –rió y estrechó su mano.

-Si, yo siempre juego con el factor sorpresa....oye, deberíamos ir a comprar una correa y un collar para tú perro, ¿no? El policía nos lleva un buen rato mirando –sonrío Carol divertida.

-Será lo mejor. – contestó, acto seguido se agachó y acarició a Ron detrás de la oreja. – Se llama Ron.

- Lo sé.

Dicho esto las dos chicas comenzaron a andar hacia la tienda de mascotas calle arriba. El tiempo era cálido y la brisa les acompañaba. Carol avasalló a Tara a preguntas, banales pero preguntas con el fin de que esas respuestas arrojasen algo de luz al misterio que envolvía a la morena. Pero lo único que consiguió fueron respuestas que Tara tenía perfectamente ensayadas y las cuales eran aceptables y perfectamente creíbles pero Carol lejos de quedar satisfecha tenía más claro que Tara escondía algo.

Entre risas y buena compañía transcurrió la tarde, Carol había llamado varias veces a Aizen y como desde hace dos semanas el móvil daba apagado. Barajó la posibilidad de pasarse por su casa, pero estaba segura que Berta la "niñera" de Aizen las despacharía sin contemplaciones bajo las órdenes de Margaret.

-¿Mañana vendrás? – preguntó Carol casi a las afueras de la ciudad, ya había empezado a atardecer y el sol proyectado en los edificios los pintaba de naranja.

-¡Claro qué si! Me lo he pasado muy bien, estaré encantada –contestó cariñosamente. En verdad había aprendido mucho de Carol, estaba ansiosa por documentar todo lo que había visto hoy.

- ¡Eso es estupendo! ¿Mañana a qué hora te viene bien? – Repuso Carol, no había sacado nada en claro. Tara le había dicho que vivía en el pueblo de al lado a tres kilómetros. Y ella se ofreció a llevarla en su vespa, pero la morena dijo que no hacía falta, que iría como vino dando un paseo con Ron.

-Emm...-Tardó unos instantes en contestar, estaba calculando en su mente la posición del sol. – A las 5, ¿ Te parece bien?

-Claro, quedamos aquí mismo, antes de entrar al pueblo, prima –dicho esto le guiñó un ojo y ambas rieron por la broma.

Carol casi fue corriendo a su casa, no le pillaba lejos de ahí, sus padres hacía una semana que habían vuelto y pese a eso Toni seguía allí. Tenía tantas ganas de contarle todo, seguro que no se lo creería.

Tardó diez minutos en estar ahí, frente a la fachada de su casa, llamó dos veces al timbre, no se molestó ni en sacar las llaves. En breve un zumbido metálico sonó, y ella entró por la la verja. Su madre abría la puerta de casa.

-Hola cariño ¿ lo has pasado bien? Pensaba que solo ibas a la farmacia...-negó con la cabeza- Estaba preocupada –sonrió dulcemente.

-Si mamá, hoy ha sido una tarde rara pero muy genial –rió, mientras pasaba le dio un beso en la mejilla. - ¿Toni está despierto?

-Si, hija, si. Lleva un buen rato despierto, esperando a que vinieras con los vendajes para cambiarlos –sonríe.

-Estupendo, tengo que hablar con él, ¡Ya mismo!

Tara se quitó las sandalias nada más entrar y corrió descalza por la casa, como de costumbre, hasta el salón. Con una gran sonrisa se tiró al sofá, haciendo a Toni brincar.

-Toni no te lo vas a creer – dijo con la emoción en sus labios.

-¿Qué pasa? –preguntó este confuso, se estaba volviendo a quedar dormido antes de que ella apareciera.

-¡He pasado toda la tarde con Tara -dijo mirándole.

-No puede ser....-estaba perplejo. - ¿Estás segura que era ella y no otra chica?

-Totalmente segura...parece una chica normal, pero no lo es, hay algo en ella que se me escapa....no sé que es, pero se que hay algo –Su tono era más que convencido.

-Joder...es que me has dejado de piedra –hizo una pausa mientras se pasaba la mano por el pelo. - ¿Has llamado a Aizen?

-Si, pero no cogía, su madre aún lo tiene recluido...-suspiró con resignación y ladeó la cabeza- Bueno, mañana he vuelto a quedar con ella.

La conversación siguió con el transcurso de lo que había pasado a la tarde mientras Caroline le realizaba las curas al muchacho.

Tara llegó un rato después al bosque, estaba un poco cansada, Ron ya se había despatarrado dentro de la cabaña. Ese sitio le daba paz, estaba segura que nadie la podía encontrar ahí, había hechizado la hierba de esas colinas para que los excursionistas y demás gente curiosa se perdieran sin poder dar con ese lugar.

El sol ya estaba bastante bajo, casi ya dispuesto a desaparecer. Tara se había desprendido de toda la ropa, la fina estela dorada del sol cubría su piel como un manto de oro y salió de la cabaña. Caminó unos metros y de entre la maleza surgió un manantial que iba a parar a una poza de agua cristalina. Primero deslizó un pie por el agua, luego el otro hasta quedar sumergida con la cabeza afuera. El agua fresca le reconfortaba , el verano ya era palpable y junto a él su calor. Ya no se veía el sol y ella permanecía bajo el amparo del agua, pronto los seres de la noche se empezaban a hacer más notables; las lechuzas se desperezaban y alzaban el vuelo buscando algún animalillo despistado, los murciélagos hacían más de lo mismo, de fondo se escuchaban los sapos y grillos, las luciérnagas ya se habían encendido y los insectos comenzaban a ponerse pesados. Ahora la luna había quedado atrapada en los ojos de Tara, y las estrellas resplandecían en ellos. De entre las sombras emergieron unos seres redondos volantes que emanaban luz; Fuegos Fatuos, que en cuestión de segundos rodearon a Tara proporcionándole luz. Su brillo se reflejaba en la ahora agua negra en la que la elfa estaba refrescándose, profiriéndole un aspecto casi mortecino. Después de un rato ahí metida, salió. Se había quedado una buena noche, tranquila y sin ese pegajoso calor de la tarde.

Los rayos de luna rebotaban en su perfilada figura desnuda cubierta de gotitas de agua. Alargó los brazos y cogió a uno de los fuegos fatuos, rodeándolo lo apoyó contra su pecho, siguió andando guiándose por la luz que emanaba ese ser hasta su cabaña. Ahí frente a la entrada se encontraba Ron, sentado fielmente.

Tara se introdujo dentro de la casa, se tumbó en la cama y se secó con un fino paño de seda blanca, seguidamente encendió unas velas de cera de abeja y se vistió. De debajo del camastro sacó unos papiros, una pluma de cisne y un líquido negro muy similar a la tinta dispuesta a escribir todo lo que había aprendido.

Mientras tanto ya eran las doce de la noche y Carol estaba haciendo tiempo. Esperó a que fueran las dos de la madrugada, cuando su reloj marcó esa hora silenciosamente salió de su casa, no había hecho ni desvestirse. Su vespa estaba preparada fuera, tal y como ella la había dejado. Tiró de ella hasta la otra manzana, una vez se alejó de su casa se montó encima y arrancó, con el casco puesto y la impaciencia reflejada en su mirada fue a casa de Aizen e izo lo mismo. Apagó el motor una calle antes y la llevó a pulso hasta casa de su amigo. Se aseguró de que no hubiera nadie, entonces saltó la valla ágilmente, ya estaba dentro del recinto de la casa. Arrugó la nariz y miró a los lados –mierda, no sabía cuál era la habitación de Aizen- Y tampoco tenía muy claro qué hacer para llegar hasta ella. Se maldijo por impulsiva pero ya no había vuelta atrás. Dio una vuelta dejando atrás la fachada hasta llegar al jardín. Ahí se encontró con un roble gigante, alzó bien la mirada siguiendo el recorrido del tronco, debía de llevar ahí muchos años –se dijo.

Al fijarse bien y gracias a la luz que proyectaba la luna vio que el árbol tenía unas escaleritas en el tronco, volvió a mirar arriba y le pareció distinguir una base por entre las ramas del inmenso árbol. No tenía nada que perder por echar un vistazo así que empezó a subir. Según iba ascendiendo la adrenalina aumentaba solo de pensar que esa ventana sería la de los padres de su amigo y que si la descubrían....bueno no quería pensar en eso. Aún le faltaba un trecho para llegar arriba del todo, pero se encontraba frente a la ventana, la persiana estaba subida, tragó saliva y acercó la cabeza al cristal, distinguió la habitación a duras penas, pero solo había una cama y en ella un bulto tapado por la sábana descansaba. Aizen. El corazón le latía fuerte ¡ Si, si, si! Golpeó con los nudillos el cristal intentando no hacer más ruido del necesario. Pero nada Aizen dormía como un tronco y ajeno a todo. Volvió a repetir la acción. Esta vez se removió inquieto en la cama, llamó al cristal otra vez, pero ahora un tanto desquiciada. El muchacho al abrir los ojos y ver una sombra en la ventana ahogó un grito abriendo los ojos mucho, luego encendió la luz de la mesita y vio a Carol. Este aturdido se levantó y abrió la ventana.

-¿Carol...qué estás haciendo aquí? –le miró con los ojos soñolientos.

-Shhh....¿quieres que tus padres me descubran o qué? – replicó ella entre susurros.

-N-no...-Contestó con la voz queda.

Carol miró hacia arriba.

-¿Ahí que hay?

-Mi vieja casita del árbol. ¿Por qué?

-Bien, subamos, ahí podremos hablar más tranquilos. –sonrió e inició la subida sin darle tiempo de réplicas como de costumbre.

Aizen se puso las zapatillas lo más rápido que pudo, se frotó los ojos para despejarse mejor y la siguió en la ascensión. Cuando subió del todo Carol ya estaba acomodada en una de las banquetas mirando hacia todas direcciones.

-Veo que te gusta mi refugio, ¿eh? –sonrió en la penumbra, sus ojos grises resplandecían con el pálido reflejo de la luna en ellos, y la alegría que le causaba ver a su mejor amiga después de estas dos semanas.

Carol asintió sonriendo también.

-Bueno, ¿me vas a decir de una vez que haces colándote en mi casa a estas horas?- Preguntó el muchacho frunciendo el ceño.

-Si, si, ya voy, si es que apenas me has dado tiempo a recuperar el aliento, por un momento pensaba que tú habitación era la de tus padres –suspiró aliviada- casi me da un infarto...

-Me lo puedo imaginar –este sonrió entrecerrando los ojos.

-¡No puedo aguantar más...! Verás, hoy he estado con Tara –al ver el cambio en la cara de su amigo, prosiguió- Te he estado llamando como trecientas veces ¿cuándo piensan devolverte el móvil?

Aizen estaba en Shock, ¿cómo que había estado con Tara? Eso era imposible, Carol deliraba; pensó Aizen. Tragó saliva con dificultad, con una mano se rascó la cabeza y con un interrogante dibujado en la cara miró a la pelirrosa de nuevo para que fuera más específica.

-No me mires así, que no te miento Aizen, hoy he estado con ella y...tenías razón es preciosa –le guiñó un ojo de manera cómplice.

Al ver que este seguía sin decir palabra igual que hizo con Toni, le contó todo a Aizen que seguía maravillado y confundido a la vez. Según iba hablando vio como el rubor pasaba de sus mejillas a sus orejas, eso le hizo gracias.

-Ahora ya puedes irte a dormir tranquilo, y lo dicho mañana a las cinco he quedado con ella en las afueras, si puedes escápate ¿bien? –sonrío Carol ampliamente mientras le revolvía el cabello negro ya de por si alborotado a su amigo.

-¡Si! Sea como sea mañana estaré ahí, no lo dudes...-se acarició la cabeza despreocupadamente a la vez que evocaba en su mente el rostro de Tara.

-Bien, bien ¡Hasta mañana!

Caroline no tardó en descender de la casita del árbol y salir de la casa de los García. Encendió su moto y se fue a casa a dormir, estaba impaciente por ver cómo se desarrollaría el día.

Aizen bajó hasta la ventana de su cuarto, se introdujo de nuevo a la cama y fue incapaz de conciliar el sueño, la impaciencia y las ganas que tenía de volver a ver a su amada se lo impedían.

Faltaba una semana para las vacaciones de Verano, Aizen como siempre había sacado unas notas impecables; todo sobresalientes. Así que estaba decidido a no hacer nada en esa última semana en la que verían películas y les pondrían a hacer crucigramas, si por él fuera no iría pero claro, eso no dependía de él. Ese día se le hizo especialmente eterno, estaba deseando como agua de mayo que llegaran las dos y media. Tenía que prepararse para el encuentro de hoy. No podía parar quieto, sentía la cabeza un poco cargada de la cantidad de cosas que quería decirle y sin embargo dudaba en tener el valor necesario.

Cuando llegó a casa engulló con rapidez la comida, ignorando a Berta y a su padre, que por raro que le pareciera estaba en casa y no trabajando, era inusual y en cierto modo mal augurio.Al terminar subió a su habitación, preparó la ropa que se pondría; bermudas vaqueras y una camiseta blanca sencilla con el símbolo de picas negro en medio del pecho y unas zapatillas DC negras y blancas. Acto seguido se metió en la ducha. Cuando bajó al salón estaba resplandeciente, su pelo estaba peinado descuidadamente y mechones negros le caían por la frente, sus ojos destacaban por el peculiar color plata brillante que habían adoptado, se había perfumado y estaba dispuesto a comerse el mundo y a mandar a la mierda a quién intentara detenerle.

Su padre cuando lo vio le sonrió con ternura asintiendo con la cabeza, como diciéndole que estaba muy bien. Aunque él no entendía por qué le apoyaba.

-Hijo...si quieres irte, más vale que lo hagas antes de que venga tú madre...-Kevin García se había dado cuenta a la primera de que su hijo lucía la mirada de un enamorado, y su esmerado vestuario solo significaba una cosa; Tenía una cita. Y también sabía que si Margaret llegaba antes de que su hijo se fuera, sería demasiado tarde. Aizen lo miró extrañado.

-Pero...mamá hasta las ocho o nueve no viene, no hay peligro ¿no? –Aizen arrugó la nariz, en una mueca irónica. Kevin, su padre le iba a responder cuando ambos escucharon la cerradura de la puerta principal. Aizen le miró de soslayo a su padre que captó el nerviosismo de su hijo.

Mierda, era demasiado tarde para huir...

En un acto de complicidad su padre se acercó a zancadas a Aizen y le metió su móvil en el bolsillo, le miró y llevó su dedo índice a los labios, el muchacho asintió.

Margaret entró en casa, pero no estaba sola.

-¡Cariño, ya estamos en casa! –dijo ella en un tono agudo.

¿Estamos? Se repitió el muchacho en la cabeza, su padre suspiró resignado mirando a su hijo de una manera que él no pudo descifrar hasta ver quién era el acompañante de su madre.

Margaret con sus rizos pelirrojos acomodados a la perfección, su traje compuesto por una americana, camisa blanca de coco-chanel y una falda hasta las rodillas gris también, medias color carne y tacones negros, exhibía a su derecha a Darren, su primo, el hijo mayor de la hermana de su madre, tenía la misma edad que Aizen.

Y qué poco se parecían los dos primos, Darren, un poco más alto que Aizen, de pelo rubio trigo, con los ojos azules celestes y esa sonrisa socarrona, su mirada disparaba superioridad y soberbia. Tenía una espalda poderosa, cuerpo bien formado, todo en él parecía perfecto. Vestía con unos vaqueros largos pese al calor que hacía, una camisa negra de manga corta, zapatos negros. De su cuello colgaba un colgante negro con un colmillo de plata al final.

Aizen lo odiaba profundamente.

-Odioso Darren –mustió Aizen entre dientes dirigiéndole una mirada que si hubiera sido un cuchillo lo habría desgarrado. Desde pequeño siempre había sido comparado con él por su madre. Y siempre competían entre ellos. Su eterno rival, si su Némesis.

-Hola, Darren, cuánto tiempo, ¿qué tal estás? –saludó Kevin García mostrando sus modales, en el fondo tampoco le agradaba mucho ese chico.

-Bien tío, de vacaciones, en mi instituto ya hemos acabado las clases –hizo una pausa sonriendo mientras examinaba a Aizen de arriba abajo – Todo sobresalientes, como siempre.

Margaret la miraba embelesada, como si fuera una especie de Dios o ser excelente.

Kevin se apresuró a hablar antes de que Margaret pudiera echarle más flores de las que se merecía.

-Oh, eso es excelente, igual que Aizen –contestó complacido mientras le rodeaba a su hijo con el brazo.

-Si, aunque bueno –continuó Margaret- últimamente ha andado más despistado...

Aizen gruñó.

-Te veo bien, primo –dijo Darren en todo burlón aunque disimulado.

-Lo mismo puedo decir....primo –le respondió Aizen de mala gana.

-Aizen, no uses ese tono con Darren, se más amable. – Interrumpió Margaret.

-No pasa nada tía, estoy acostumbrado a él –volvió a centrar la atención en Aizen- Parece que no has madurado nada ¿eh? –sonrió malicioso tratando de provocar.

Aizen cogió Aire y lo soltó lentamente componiendo una sonrisa desafiante.

-Y parece que tú sigues con tus aires de grandeza ¿no?

-Bueno, bueno –sonrió la madre de Aizen- Antes de seguir charlando deberías subir a la habitación a deshacer tu maleta. Luego podréis seguir poniéndoos al día.

Kevin garcía miraba la escena un tanto ajeno, Su vástago le miró y este solo pudo limitarse a encogerse de hombros y a menear la cabeza en gesto de negación, él tenía la batalla con su mujer perdida y como siempre ocurría le tocaba resignarse a sus caprichos.

-¿Cuánto tiempo se va a quedar "ese"? –dijo señalando a Darren cuando iba al coche a por la maleta.

-Ése es tú primo, cielo. Se quedará todo el verano con nosotros ¿no es fantástico?

-Si con fantástico te refieres a una mierda, si, es fantástico. –Suspiró él al borde de la desesperación.

Margaret lo fulminó con una mirada llena de reproche.

-Ah por cierto, te levanto el castigo –prosiguió diciendo la pelirroja.

-¡¿Enserio?! ¡Bien! –Era la primera vez en dos semanas que escuchaba algo bueno.

-Si, pero con la condición de que Darren, tú primo esté contigo. –Sentenció con una sonrisa imperturbable.

-¡¿QUEEEEEÉ?! Y UNA MIERDA –dijo Aizen todo lo indignado que pudo. No podía ser, por cada cosa buena que le ocurría una mucho peor le precedía. Tendría que encontrar alguna manera de burlar a su primo y escaparse. Se le hacía tarde.

-¿Acaso te ha parecido que lo que acabo de decir se somete a una votación? – contradijo ella con un tono totalmente helado y cortante.

Aizen estaba a punto de contestar pero se mordió la lengua y enrojeció de rabia, en silencio.

-Venga Margaret, no te pases, ¡Ya está bien! ¿no te parece? –Kevin se había reincorporado a la conversación.

-¡Pero cielo! –bramó ella.

-Ni peros ni nada, -hizo una pausa- Sabes lo mal que se han llevado siempre, qué esté aquí ya es suficiente castigo para nuestro hijo –carraspeó- No le hagas cargar con él todo el día.

Aizen no cabía en su asombro y por primera vez miraba a su padre con los ojos chisporroteantes de esperanza, pero Margaret se encargó de aplastarla.

-No digas esas cosa –contestó gélida como el hielo- Es nuestro sobrino.

-¡Y Aizen es nuestro hijo!

Margaret posó la mirada en padre e hijo y luego se fue directa al piso de arriba sin mediar palabra. Aizen apoyó una mano en el hombro de su padre.

-No deberías haber dado la cara por mi...-tragó saliva.

-Al contrario, debería hacerlo más veces...-suspiró- tú madre tardará en darse cuenta pero al final recapacitará –sonrió, pero era una sonrisa cansada como quien ha luchado un día entero y sabe que la guerra aún no ha acabado. Miró el Rolex de su muñeca. Las cinco – No sé a qué hora habrás quedado pero son las cinco, anda corre.

Aizen le sonrió y le dio unos golpecitos de ánimo a su padre en la espalda. Pero cuando iba a salir se topó con su primo de nuevo, el otro llevaba dos maletas y una mochila de mano.

-¿Ya te vas? ¿Tan pronto? Pensé que me ibas a esperar –sonrió de medio lado muy complacido. Estaba claro que había escuchado la conversación.

-Cuéntaselo a quién le importe, por cierto mi madre está arriba, para cuando le vayas con el cuento...-compuso una sonrisa- Yo ya me habré ido.

Y Dicho esto lo dejó con la última palabra en la boca, había ganado este asalto.

Kevin estaba acomodado en el sofá cuando su sobrino entró y lo obsequió con una sonrisa melindrosa.

-Iré arriba a guardar las cosas.

Kevin asintió con un movimiento de cabeza.

Darren sin mediar más palabra fue arriba, dejó sus maletas en la habitación de siempre, llamó a la puerta de su tía y le avisó que saldría a dar una vuelta.

Rápido como el viento salió a la calle.

Aizen caminaba como si estuviera en una nube, hacía mucho tiempo que no pisaba la calle, todo le parecía nuevo y extraño. Llegaba tarde pero ahora por lo menos podría enviarle un sms a Carol.

-"Carol, he conseguido salir, dime donde quedamos? "

-"PERFECTOOOOOOOOOO!!!! En la cafetería Buchis. Hasta ahora!!"

Caroline ya llevaba un rato reunida con Tara, que había llegado puntual con Ron. La puso al día de sus planes, y le dijo que hoy mismo se reunirían con Aizen. Tara estaba muy entusiasmada, tenía las mejillas coloradas y le temblaban las manos.

El susodicho caminaba ensimismado pensando en cómo sería el reencuentro, ya no cabía duda de que era cosa del destino eso de estar juntos. Se sorprendió ante tales pensamientos. De pronto notó que una mano lo agarraba por detrás, desde el hombro. Se volvió y casi contuvo un gruñido de asombro.

-Jé, no pongas esa cara – Le replicó Darren antes de que este pudiera decir nada, pero su cara era un poema. El rubor se había extendido por toda la cara del muchacho, Darren le contemplaba con diversión.

-¡¿Por qué me sigues?! –Gritó Aizen hecho un basilisco.

-Eh, eh, tranquilo, no grites –intentó apaciguar el otro con las manos. – Además eso carece de importancia ahora, -se encogió de hombros fingiendo ignorancia- No sé volver a tú casa...-sonrió- y creo que tienes prisa...

-Maldito...-Aizen le regaló una mirada cargada de odio. Pero tenía reconocer que tenía razón; Tenía prisa. Bien podía dejarlo abandonado a su suerte, pero seguro que lo volvía a seguir o si volvía a casa lo castigarían de nuevo ,su madre no le perdonaría que hubiese abandonado a su querido sobrino. Gruñó. – Te aseguro que será la última vez que me sigas...-le cogió del cuello de la camiseta tirando hacia sí, el sol le arrancaba de los ojos destellos plateados, tan afilados como mil navajas.

Darren tragó saliva, eso sí, sin dejar de sonreír. No conocía esta nueva faceta de Aizen, que hasta él mismo se quedó sorprendido por sus actos.

-Está bien, ahora suéltame –Casi le ordenó Darren poniendo sus manos sobre las de Aizen, que éste a su vez cedió y lo soltó.

El pelinegro cogió aire para tratar de serenarse mientras su primo se arreglaba la ropa.

-Ahora vamos, no quiero llegar más tarde.

El camino hasta la cafetería Buchis transcurrió en silencio, los dos caminaban con las manos en los bolsillos y la espalda recta, mentón arriba, ninguno de ellos mostraría el menor signo de flaqueza.

Caroline y Tara destacaban entre la multitud de clientes que también ocupaban la terraza, ambas eran claramente hermosas y Ron ahora con collar y correa estaba tumbado entre ambas. La pelirrosa nada más ver a Aizen sonrió ampliamente y agitó un brazo enérgicamente para hacerse ver mejor. Tara le miró y su cara adquirió un tono rosáceo, apartó sus ojos verdes de Aizen y bajó la cabeza tratando de ocultarla bajo el pelo. ¿Pero qué me pasa? –pensó ella sintiéndose vulnerable ante ese sentimiento de vergüenza-.

Aizen al ver a Tara casi y digo solo casi se olvidó de la presencia de su primo. Al igual que su querida él también se sonrojó. Levantó tímidamente la mano en gesto de saludo. Se percató de los curiosos ojos avellana de Carol inspeccionando a Darren.

Llegaron hasta ellas y tomaron asiento. La tensión y el nerviosismo se palpaban en el aire.

-¡Buenoooooooooooooo! Nuestro recluido favorito –rió Carol- Benditos los ojos ¿eh? –sonrió ampliamente-

-E-e....si...-se acarició la nuca sin saber bien que decir.

-¿No vas a presentarnos a tu amigo? –Preguntó la pelirrosa señalando respectivamente a Tara y a ella misma y luego al "nuevo".

-Aaaa....s-si.....-Pero no había manera de arrancar. Darren carraspeó para redirigir la atención de los allí presentes en él y darle tiempo a Aizen para que reaccionase.

-Ya que mi primo no me presenta... –soltó una pequeña carcajada- Me llamo Darren y estaré todo el verano viviendo con él.

Carol le miraba con curiosidad, como quién va al Zoológico y ve a un animal raro, peculiar. Examinó la sonrisa de su interlocutor y compuso una en el mismo grado. Tara lo miraba de reojo, la presencia de Aizen la dejaba nula, no sabía que decir, es más se sentía un tanto estúpida. Y bueno Ron levantó la cabeza para olerlo durante unos segundos pero rápidamente perdió el interés.

-Es un placer, Darren –Caroline extendió su mano en forma de saludo. Tara le sonrió brevemente y se volvió asumir en lo que parecía una inspección a fondo del suelo de la calle.

-Igualmente pelirrosa –respondió este a su vez. Muy encantador pensó Carol sin quitar su dulce sonrisa, igual demasiado.

Los cuatro permanecieron ahí, en esa terraza un buen rato, hablando. Bueno más bien Carol y Darren hablaban, Tara y Aizen al contrario estaban muy callados, demasiado, cada uno divagando en sus cosas, intentando buscar las palabras adecuadas.

Caroline se removió inquieta en su silla rebuscando en el bolso.

-Ufff...no me queda tabaco –arrugó los labios, miró a cada uno de los que ahí estaban y sonrió mirando a Darren- Oye, ¿te importaría acompañarme al bar de la esquina? Aquí no venden –Sonrió nuevamente, esta vez para sí misma- Y de mientras Aizen y Tara nos guardan la mesa ¿No te importa, no? –Como siempre la sonrisa de la pelirrosa no admitía un no por respuesta y ya se había levantado.

Tara, Aizen y Darren se miraron entre sí un momento y luego a Caroline. Finalmente al rubio no le quedó más remedio que aceptar. Se levantó y se puso al lado de la pelirrosa.

-Claro, no me importa –sonrió como quien no quiere la cosa. Aizen los miraba a los dos atónito, por un lado no le gustaba que su mejor amiga y su odioso primo cogieran confianzas y por otro lado se desesperaba al pensar que tenía a Tara tan cerca y era incapaz de decirle nada y para colmo ahora se quedarían solos, aunque en realidad esa idea le gustaba.

-¡Bien pues! Enseguida volvemos, no os vayáis eh –guiñó un ojo a Tara y a Aizen y luego rió mientras tiraba del fuerte brazo de Darren.

Se alejaron dejando a la "pareja" sola.

Tara miró a Aizen con sus intensos ojos verdes, a él le temblaron las manos. Ella sonrió y él sentía como su corazón se inflaba y comprimía en su pecho al mismo tiempo.

-Eh...yo...-balbuceó el muchacho, una ráfaga de viento le alborotó el cabello dejándolo descuidado sobre sus ojos grises que ahora mostraban el reflejo de la chica que ocupaba todos sus pensamientos.

-Me alegro de verte...-Dijo Tara sonriendo tan dulcemente que Aizen no tuvo más remedio que apretar los labios para no soltar un tierno suspiro.

-Yo también –Hizo una pausa y se armó de valor- Te he estado buscando...-apartó la mirada pensando que así el rojo escarlata de sus mejillas no se notaría.

Ron se incorporó y olisqueó a Aizen, seguidamente le lamió la mano que le colgaba de la silla.

-También me alegro de verte a ti, Ron –Aizen le acarició la cabeza.

Tara sonrió con las mejillas del mismo tono rojo.

-Yo...no sabía que vivías aquí, Aizen – Le contestó acomodándose un mechón de su cabellera negra. Se mordió la lengua, quería decirle que ella no había dejado de pensar en él.

-Si...-se puso un poco tenso, entrelazó ambas manos sudorosas y la miró directamente a los ojos. Necesitaba volver a encontrarse con ellos. Tara le sostuvo la mirada, no sabía que podía decirle, ¿qué le quería? No. No. Aunque ambos sintiesen lo mismo era imposible, muy imposible, tanto que era absurdo siquiera pensarlo- Quería darte las gracias...

-Yo...yo...-sintió como el corazón se le encogía, se levantó bruscamente, el intensos color plomizo de los ojos de Aizen podían con ella, sabía que si seguía mirándole olvidarle sería imposible. Las adversidades que los separaban eran demasiado grandes, además eso podría echar por tierra la investigación de su madre...No, su investigación, la que tanto esfuerzo le estaba costando.

Ron se puso a su lado, con las orejas levantadas, alerta.

-¿Tara...? –Aizen la miró sin comprender, ¿habría dicho algo malo? Se preguntaba nervioso. Ahora no, no por favor, estaban tan cerca y de pronto notó como un abismo inmenso crecía entre ambos. - ¿he dicho algo que te ha molestado?

-N-no...¡No es por ti, de verdad! –le miró con la respiración entre cortada , no, no podía explicárselo,estaba totalmente prohibido que los humanos supieran de la existencia tanto de DreamsMoon y de los demás reinos, para así continuas a salvo.

-Entones...¿qué pasa? –Aizen también se levantó, sin duda sus piernas le flaqueaban.

-Es muy difícil...Yo...-Le miró a los ojos con una sonrisa triste pintada en los labios. Ella sonreía pero sus ojos claros lloraban.

Dos corazones que se rompen.

Las personas allí sentadas, a su alrededor murmuraban y los miraban plenamente entretenidos, la camarera que iba a cobrarles decidió esperar más. El tiempo parecía haberse vuelto loco, a Aizen los sonidos le llegaban muy lejanos y los contornos se le distorsionaban. Alargó el brazo en dirección a Tara, pero para cuando reaccionó ella y Ron se había ido.

Fue como un espejismo.

Carol y Darren habían observado todo desde una distancia prudente, en realidad la muchacha no se había quedado sin tabaco, solo quería darles tiempo y...¡Mira de lo que les había servido! Olvidándose de Darren por unos momentos, avanzó entre la gente hasta llegar a donde Aizen permanecía de pie, mirando la dirección en la que había visto irse a Tara. La pelirrosa empujó a Aizen por la espalda. Parecerá brusco pero es justamente lo que el muchacho necesitaba para espabilarse. Para él fue como una caricia que lo sacó de su endeble ensimismamiento, abrió los ojos mucho, sus pupilas grises se dilataron y sin mirar atrás echó a correr, rápido hacia adelante. La gente a esa hora empezaba a levantarse para irse, el tiempo se había vuelto frió, el calor parecía haberlos abandonado aquella maldita tarde de Junio. Aizen esquivó a los transeúntes en una carrera apresurada. ¡No estaba dispuesto a perderla otra vez!

Tara parecía haberse volatilizado de la tierra, no la encontraba por ninguna parte, las calles atestadas de gente, el tráfico acelerado a esa hora de la tarde, ruido por todas partes y él sentía su corazón en la sien, sin aliento seguía corriendo hacia delante , en el cielo un globo perdido agitado por el viento fuerte, que se había levantado.

Rápido más rápido, las piernas le dolían y Tara seguía sin aparecer. Al pasar corriendo por un callejón escuchó una voz, un grito ahogado, se paró en seco. Ahí estaba ella, y Ron , pero no estaban solos, un tío con pintas raras la tenía cogida por el cuello pegada contra la pared, incluso Ron estaba apresado, en el suelo, un chaval lo tenía contra el suelo, su rodilla en el cuerpo del animal que luchaba por liberarse sin éxito.

Tara sentía el aliento turbio de aquel tipo en la cara, sus manos se aferraban a la mano que le estrujaba fuerte contra la pared, le ardía la garganta, respiraba con dificultad, no podía tragar saliva y sentía el cuerpo helado, por el miedo al reconocer a aquellos seres. Eran Elfos de la corte de Unseelie; elfos malvados , sirvientes de Caisen, uno de los tantos enemigos del reino de DreamsMoon y sobretodo enemigos de la Corte de los Seelie los elfos benévolos.

-Alux ¿p..por qué ha....haces esto? –consiguió mascullar ella mirándole con los ojos vidriosos. Alux fue un antiguo guerrero a las órdenes de su padre, era solo doscientos años mayor que ella. Es más, fue uno de sus mejores amigos en la infancia. No comprendía que le había impulsado a seguir a Caisen. En realidad estaba muy cambiado, ahora tenía una melena larga y su pelo había adquirido un color cobrizo como si su cabello antes color plata se hubiera oxidado, iba vestido totalmente de negro y sus ojos azules parecían más vacíos que nunca. Seguía siendo tan alto como siempre y había ganado musculatura. En otras circunstancias le habría parecido hasta apuesto. Pero en esos momentos...no reconocía nada en él, no había nada de lo que hubo una vez.

A los demás Elfos no los conocía, pero por el color medio grisáceo de sus pieles comprendió al instante que eran elfos oscuros, eran cuatro contando con Alux. No percibió la presencia de Aizen, ni siquiera lo vio acercarse.

Él sin embargo sintió como una oleada de rabia le recorría las venas al contemplar la escena, sin pensarlo dos veces golpeó con todas sus fuerzas al que tenía retenida a Tara. Este la soltó por unos momentos, el tiempo justo para que ella se escabullese de su captor. Miró a Aizen con los ojos aún nublados por las lágrimas, se llevó las manos al cuello y cogió grandes bocanadas de aire tratando de recuperarse. Ron aprovechó la intrusión sorpresa para zafarse también, se irguió en sus cuatro patas y corrió para ponerse delante de su ama.

Alux se frotó el lado derecho de la cara donde Aizen le había pegado.

-¿Pero...qué? Nadie me avisó que tendríamos compañía –sonrió de medio lado mostrando uno de sus colmillos de una manera amenazadora.

-¿Quién es este? –gruñó uno de ellos.

-Qué más da, acabemos con esto cuanto antes, no me gusta el maldito hedor que desprenden los humanos.

-Si, esto está tardando más de la cuenta Alux.

Aizen los miró con los ojos desorbitados por la rabia, ansiaba matar a los cuatro, ¡¿Cómo habían osado hacerle eso a Tara?! Su pecho subía y bajaba con fuerza, tenía los puños apretados, dispuesto a enfrentarse al mismísimo diablo si hiciera falta. La muchacha seguía ahí, de rodillas recuperándose, con sus ojos fijos en Aizen, no podía hablar, le dolía demasiado la garganta, pero quería que se fuera, no tenía nada que hacer contra ellos.

Alux levantó una mano, haciendo que los otros tres se quedasen quietos, estaban a punto de abalanzarse sobre el chico.

-Es suficiente, por el momento. –Se giró y miró a Tara- Nos volveremos a ver princesa, tus dos chuchos no podrán protegerte eternamente. –Acto seguido soltó una carcajada, tan siniestra que le heló la sangre.

-¡No permitiré que le hagáis nada, malditos! – Bramó Aizen escupiendo esas palabras mientras se colocaba delante de ella.

-¿Me estás retando insignificante humano? –Alux se irguió todo lo grande y alto que era, clavó sus ojos azules gélidos, en los ojos de Aizen que predecían tormenta.

-Tómatelo como una advertencia. – Aizen dominó a la perfección el temblor de su voz, es más lo extinguió para convertirlo en una respuesta fría y sólida.

-Por lo que veo eso es un sí –sonrió divertido, consciente del inmenso poder de su ser ante el del humano- Entonces acepto.

Tara se levantó con dificultad y se agarró al brazo de Aizen indicándole con un gesto de cabeza que parase ya, con la mirada suplicante.

-Disfruta de tú tiempo con ella, pronto la echarás de menos, eso si te dejo vivir tanto para que sufras. – Raudos desaparecieron, dejando tras de si, la angustia en dos corazones.

Aizen apoyó exhausto su espalda contra la pared, miró al cielo nublado y sintió una bofetada de aire frío en la cara, así se sentía él. Una tormenta había empezado a crearse en su pecho. Tara se quedó ahí, enfrente suya, Ron los observaba sentado, alerta mirando a todas direcciones.

Finalmente Aizen suspiró y fijó sus ojos en ella.

-Tara...por el amor de Dios, ¿quién eran esos? – Su voz sonaba cansada, sin fuerzas, ahora que había conseguido destensar sus músculos.

-No sé cómo decírtelo...-Tenía las marcas de las manos de Alux en el cuello, marcadas casi a fuego, sentía la traición de un amigo con la desesperación del momento. Ahora no sólo iban a por ella, sino que Aizen había acabado implicado también.

-Es igual como lo digas, pero...¡Dilo! Maldita sea ¿por qué querían hacerte daño? –Metal fundido así eran sus ojos. Se giró de pronto y pegó un puñetazo a la pared. Él no conocía esa faceta suya. Apoyó la cabeza contra el muro de ladrillos.

Silencio.

-No puedo protegerte sino sé a lo que me enfrento.

Tara por impulso lo abrazó por la espalda reposando ahí su cabeza. Aizen abrió los ojos de par en par, cara a la pared, nuevamente su respiración se entrecortaba, un leve rubor cubrió sus mejillas. No se movió.

-Tú no lo entiendes, somos de mundos distintos...no puedes enfrentarte a ellos...-Su voz era queda, las lágrimas brotaban de sus ojos, salían del mar esmeralda.

-¡No me importa de dónde esas! – Aizen se desprendió del abrazo de Tara quedando ahora cara a cara.

-No es solo de donde sea...sino lo que soy...-Tara fue incapaz de mirarlo a los ojos, desvió la mirada al suelo.

Aizen posó sus manos en los hombros de ella.

-Cómo si eres transparente, mis ojos siempre te verán – Tomó aire y lo soltó, las piernas le temblaban pero trató de disimularlo- Tara, mírame.

Ella alzó la cara y se chocó con sus ojos.

-Déjame conocerte...

El corazón de ella explotó. Rompió a llorar de nuevo, había tratado de ignorar esos sentimientos, había tratado que él pensara que ella no quería nada, que no lo quería pero ahora todo era inútil. Los acontecimientos no le habían sido propicios, las circunstancias los habían unido más, hasta tal punto que ahora ya no había vuelta atrás.

El móvil de Aizen comenzó a sonar, él no lo cogía pero seguían insistiendo, una y otra vez hasta que por fin descolgó. Tendrían que posponer la charla trascendental para más adelante.

-¿Quién? – Su voz era seca.

-¿Cómo qué quién? ¿Dónde estás? ¿Está Tara contigo? – Era Caroline, sonaba angustiada. Y es normal, hacía un buen rato que se había marchado, sin decir nada, además él no sabía que ella había sido quién le había dado ese empujoncito.

- Ah, Carol, si, si , está conmigo. – Se sentía cansado, pero aliviado al mismo tiempo.

-¡Ya podéis venir aquí ahora mismo! Os esperamos en el parque.

El parque era uno de los lugares favoritos de la pelirrosa, era el mismo donde habían ido a dar de comer a los patos, cuando Aizen hizo novillos por primera vez.

Cogió a Tara de la mano y sin preguntarle tiró suavemente de ella. La muchacha lo siguió Ron iba a su lado, la correa colgaba entre ellos. El trayecto fue en silencio, pero no era un silencio incómodo, sino tenso, lo ocurrido estaba muy reciente. Aizen tenía claro que si Tara no contaba lo ocurrido cuando llegaran, él no lo haría.

Pero estaban a punto de enterarse de más cosas, cosas inimaginables por el momento, cosas de esas que te rompen los esquemas formados en un millón de añicos que luego, sino tienes cuidado, te los puedes clavar.

El tiempo era más frío, parece que la llegada de esos seres se había llevado el calor, dejando solo mal tiempo. Mal augurio. Las personas que antes abarrotaban las calles y terrazas o bien se habían ido o estaban dentro de los bares y cafeterías al resguardo de un lugar cálido y sin humedad.

Darren y Caroline permanecieron inmóviles en un banco en el que al frente había una pequeña charca donde los patos se arrejuntaban en los juncos. El viento ahora soplaba furioso, agitando los árboles, parecía que los iba a arrancar de cuajo. El cielo nublado se reflejaba en el agua, las nubes parecían emerger de él. ¿Sería una tormenta de verano? Lo más posible es que así fuera, pero no hacía bochorno, y la fuerza con la que se concentraba la tormenta asustaba. Aún no había empezado a llover. Pero seguro que no faltaba mucho.

Carol miró a Darren con sus potentes ojos marrones, algo se había llevado el brillo de estos, su color avellana no era más que un pozo profundo de oscuridad.

-Eh pelirrosa ¿Estás bien? – Quiso saber el muchacho con una sonrisa, desde hacía un buen rato esa chica se comportaba muy raro y eso le ponía nervioso.

Ella negó con la cabeza y miró al cielo nublado.

-Parece...que va a llover...-Fue lo único que respondió. Darren miró en la misma dirección.

-Si, eso parece –inquieto, así se sentía él. ¿A qué se debería ese cambio tan grande de actitud? > Era lo que pensaba.

Aizen y Tara aparecieron por el camino de piedrecitas de la derecha, tenían el rostro sombrío.

Carol se levantó de un salto del banco. Darren permaneció sentado, sabía que algo no marchaba bien, pero claro ¿qué sabía él?

-Por fin venís –Dijo la pelirrosa en modo de saludo- Es hora de ir a casa.

Nadie objetó nada, nadie hizo más preguntas.

-Tara ¿te quedas a mi casa a dormir? Parece que va a llover, no es muy recomendable que vayas a la tuya, está lejos. –El semblante de Carol no dejaba duda qué era más una orden que una pregunta.

Aizen abrió los ojos mirando a la pelirrosa, no había caído en que Tara tuviera que irse a su casa, sola, con Ron, eso era muy peligroso y sus padres jamás admitirían que llevara una chica y a su perro a casa. Miró a Tara. Su primo se mantenía en un segundo plano.

-N-no... no te preocupes Carol, no hace falta – titubeó. Ron los miró.

-Igual es una buen idea..parece que el tiempo empeora...-Aizen estaba ansioso, no quería que se fuera sola, tenía miedo que le pasara algo.

-Insisto, no dejaré que te vayas sola, sería una irresponsabilidad de mi parte, soy la mayor...- El último argumento no le sonó a ella misma muy convincente porque algo ya sabía, pero aún así lo dijo.

-Bueno...-Tara no sabía cómo manejar esa situación así que finalmente aceptó.

-Aizen, las acompañamos a casa y volvemos, sino tú madre nos matará.– Darren por fin hizo acto de presencia, con una sonrisa indescifrable palmeó la espalda de su primo.

-Vale, me parece bien.

Los cuatro amigos y Ron caminaron hasta casa de Carol, desde ahí y a paso lento tardaron entre quince y veinte minutos en llegar, se despidieron y ellos esperaron hasta que las chicas y el perro entraron en casa, luego regresaron a la suya.

-Aizen, se qué tú y yo no nos llevamos muy bien...pero....noto que te pasa algo, no soy tonto...-hizo una pausa mientras se metía ambas manos en los bolsillos del pantalón- Puedes contar conmigo...

Eso a Aizen le pilló por sorpresa, no sabía si lo decía en serio o solo se estaba burlando de él. El tiempo le enseñaría si podría confiar en su primo, el mismo al que tanto había odiado. Llegaron a casa y en efecto Margaret estaba hecha un basilisco pero no les dijo nada, se contenía por la presencia de su idolatrado sobrino. Kevin García estaba tumbado en el sofá.

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