TechnoWar (Saga Warlords #1)

By IRavenSadon

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La naturaleza del ser humano es destructiva, ¿lo serán sus creaciones? En los inicios del año 2030, los avanc... More

Introducción
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By IRavenSadon

Miedo era lo que veía.

Como cualquier otro ser pensante sabía que era su final, y Eve podía verlo perfectamente en sus ojos que sólo la enfocaban a ella como una especie de consuelo.

—¿Dolerá? —le preguntó, inocente.

La doctora negó con la cabeza, pensando nuevamente lo que estaba por hacer. Shannon llegó a su lado, notando su titubeo.

—¿Estamos listos?

—Sí...

Shannon asintió, colocando ambas de sus manos en la espalda y permaneciendo como una estatua en su lugar, vigilando a su compañera. La doctora comenzó con su cometido, posicionando las máquinas con unas grandes agujas sobre la cabeza de cada uno de los robots.

—Recuerde que esto es el sacrificio de unos pocos para salvar a muchos otros —le dijo.

Eve dejó salir un pesado suspiro lleno de una pequeña carga de adrenalina, logrando alcanzar la claridad que su mente tanto buscaba. Todo lo que hacía nunca fue para sí misma, nunca buscó reconocimiento o grandes cantidades de dinero; lo único que la motivaba era beneficiar en algo al mundo y al ser humano.

—Sí... Tenías razón en una cosa —le dijo, apartándose de la máquina —. Tú y yo nunca vamos a coincidir. Y a diferencia de ti, yo trataré de salvar a todos los que pueda.

Shannon negó con la cabeza, mostrando toda su decepción con ese gesto.

—Es la primera vez que esperé algo de ti... —alegó, acercándose a la terminal para hacer el finalizar con lo ya empezado.

Eve se interpuso en su camino. No sé movería de ahí bajo ninguna circunstancia.

—Ellos son el futuro de la humanidad.

Ambos mantuvieron fija la mirada del uno sobre el otro, pero no fue hasta que una gran explosión sacudió el lugar que Shannon aprovechó para quitar a la doctora de en medio al empujarla a un lado. Fue ahí cuando finalmente Carson intervino, devolviendo un puñetazo a su compañero por su acción.

—Anders redirige la energía de este lugar a otro de mayor importancia —ordenó Eve Rión, aún sobre el gélido suelo.

La I.A. obedeció al instante, dejando esa pequeña sección a oscuras. Los robots separaron a los dos hombres que forcejeaban, y una de ojos azules se acercó hasta su creadora y le extendió la mano. Eve la tomó gustosa, sintiendo cierta culpa por lo que estuvo a punto de cometer.

—Doctora, ¿se encuentra bien?

La mencionaba asintió con la cabeza, siendo interrumpida por otra sacudida.

—¡Atención! ¡Brecha detectada! —anunció Anders —. Por favor procedan a evacuar en los espacios seguros. La ayuda está en camino.

—Vamos a morir... —sentenció Shannon, escapando del agarre del robot y huyendo de ahí.

El robot, derivado de la mente de Gave, se abrió paso entre sus compañeros. Su falta de rostro y su carcasa modificada especialmente para ser un recurso bélico, le recordó a Eve para qué realmente algunos de ellos estaban hechos.

—Lo evitaremos.

Emili, la mente de la que derivaba la más callada robot, sujetó a ambos de sus compañeros orgánicos con suavidad. Sus manos temblaban de temor y su tacto, casi igual de frío que el de un cadáver, no hacía más que darles a entender lo preocupada que se encontraba.

—Tenemos que irnos de aquí —les dijo.

Los robots escoltaron a los tres humanos con cada puerta cerrándose detrás de ellos. Anders de alguna manera trataba de ralentizar a los invasores.

Repentinamente una puerta comenzó a cerrarse también frente a ellos, apenas logrando ver a través del cristal como soldados vestidos completamente de negro disparan sin piedad a las personas que corrían del otro lado. Posteriormente trataron de abrir esa puerta pero sin ningún éxito.

Las luces del pasillo comenzaron a parpadear, una tras otra, indicándoles el camino por tomar. Nuevamente el camino se les fue cerrado.

—¿Anders? —la doctora Rión fue la primera en cuestionarlo.

—Este es el único lugar seguro —les dijo con aquella monótona voz —, pero me temo que no podré hacer algo más al respecto.

—¿A qué te refieres con eso?

Una pantalla holográfica fue proyectada frente a ellos, mostrando qué tanto se había jodido todo en cuestión de minutos; más de una docena de personas habían sido tomadas como rehén mientras que sus agresores caminaban alrededor de ellos preguntando por los nombres de los principales participantes del proyecto Génesis. A cada minuto sin recibir respuesta una persona era asesinada.

—¡Anders, tienes que hacer algo! —gritó Emili, con lágrimas en los ojos.

La I.A. permaneció en silencio.

Por la pantalla fue posible ver como un bot trabajador se aproximó hasta uno de los atacantes pero que no hizo más que sujetarlo con la suficiente fuerza para que no pudiera moverse. Por lo menos otros cinco se le unieron, quedándose fijos en un lugar como una pesada roca. No obstante, al menos otros soldados dispararon a los bots para liberar a sus compañeros.

—¡Mátalos! —volvió a manifestar la mujer, alargando un poco más el periodo de tiempo de Anders.

Otros bots aparecieron en escena, únicamente sujetando aquello que suponía un peligro pero no obedeciendo la orden de Day. Gracias a ello, tres personas recibieron un castigo.

—¿Q-Qué estás haciendo? —cuestionó la científica, incluso más horrorizada.

—Está en conflicto —respondió Carson —. Un robot no hará daño a un ser humano o, por inacción, permitirá que un ser humano sufra daño —recitó.

—Si actuo personas mueren, y si no actuo personas mueren... Si actuo personas mueren, y si no actuo personas mueren... —comenzó a repetir Anders una y otra vez sin parar.

Las luces comenzaron a fallar y las puertas que los mantenían alejados de los invasores se abrían y cerraban continuamente, dejando por lo menos varias ventanas de oportunidades para que los asesinos los alcanzaran.

—Einar, no dejes que entren —le ordenó Gave a su creación.

El robot asintió, yendo rápidamente hacia la puerta que les causaría problemas y dio uso de su fuerza para mantenerla sellada. Por otro lado, Eve se acercó a la casi invisible cámara en la esquina superior izquierda del pasillo.

—Anders, escúchame.

—Si actuo personas mueren, y si no actuo personas mueren...

—Tienes el permiso de proceder... Carpe Diem —indicó.

Carpe Diem —repitió la inteligencia artificial sin ningún problema.

Todo se volvió oscuro, logrando sacar un grito de Emili. Después de un par de segundos todo volvió a la normalidad. El holograma volvió a aparecer, mostrando por esa ocasión como los bots se acercaban a las personas armadas y pese a que éstos se burlaron de tal inútil recurso, el primero de ellos tomó una pistola y le disparó a quemarropa. Luego les disparó a los demás antes de caer destrozado por el plomo. Otros bots trabajadores corrieron, y otros  avanzaron de manera perturbadora en sus cuatro extremidades como si de animales salvajes se trataran.

Al otro lado de la puerta que custodiaba el bélico robot, los soldados que antes intentaban alcanzarlos comenzaron a pelear con docenas de bots que los asesinaban salvajemente.

—Tienen vía libre —anunció Anders, dejándoles avanzar por la siguiente puerta que los llevaría hacia la cafetería.

El grupo siguió caminando, encontrándose al pie de la salida de emergencia a dos soldados mucho más fornidos y blindados despedazando sin piedad a los desechables bots. Uno de ellos desenfundó su arma y rápidamente disparó hacia las personas que se encontraban a escasos metros de ellos.

Los cuerpos impenetrables de los robots lograron tomar gran parte del plomo y desviarlas del camino. Rápidamente dos de ellos se abalanzaron sobre los tirador mientras que los demás sólo veían, espectantes. Pese a que el choque de fuerzas era casi igualada, gracias a que la armadura de la que disponían esos dos soldados les daba un aumento en muchos aspectos, Morrigan fue lanzada de un buen golpe conectado a su barbilla y posteriormente fue ayudada a levantarse por la creación de Eve.

Uno de los blindados aprovecho la ventaja que tenían de dos a uno para desenfundar su arma y disparar por una nueva ocasión hacia los civiles que trataban de escapar, logrando que aquellos que no poseían una piel robliza se escondieran detrás de los inmuebles del lugar en un intento por sobrevivir. Los robots, al ver nuevamente aquel acto, se unieron a la pelea y terminaron por desarmar a sus agresores y dejarlos en un estado de inconsciencia.

Luego de que el peligro había pasado, todos enfocaron su atención en la sangrante mujer que yacia en brazos de Carson, atrás de una de las mesas. El hombre, quien había amoritguado la caída de Emili y ahora usaba una prenda y con sus manos hacían presión en la herida, estaba casi en un estado de shock que sólo le permitía hacer lo posible por salvar su vida. Eve se arrastró hasta él y trató de brindarle apoyo, observando como la piel de su compañera se hacía cada vez más pálida.

—Ya no hay nada que se pueda hacer, doctora —indicó Anders, tan calmada como siempre.

La versión más joven de la doctora se acercó hasta ella, colocando suavemente su mano sobre uno de sus hombros tratando de consolarla. Eve comenzó a sollozar, cerrando los párpados de la desafortunada Emili. Gave fue incapaz de moverse después de eso, únicamente reaccionando cuando varios estruendos fueron escuchados en los pasillos, y con sus manos cubiertas de sangre levantó a Eve y la dirigió a la salida en la que el soldado de metal esperaba pacientemente.

—Cuidado al salir. Tengo reportes de que el exterior es un campo de batalla —se despidió Anders, observando por las cámaras de seguridad como todos ellos comenzaron a cruzar por la puerta hacia el patio de la instalación.

Allá afuera habían por lo menos tres patrullas de más hombres armados, pero por suerte el pequeño grupo logró evadirlos y dirigirse a la gran ciudad en llamas. Tanto civiles como militares se hallaban muertos en las calles cuyos edificios flameantes iluminaban todo en la cercanía. Frente a ellos, y en un cruce, pasaron un gran grupo de civiles siendo guiados y escoltados por otras personas armadas que no portaban un uniforme o insignia, seguramente siendo parte de aquella pequeña parte de la población que se había preparado para cuando el infierno se desatara. Repentinamente una joven salió de entre las llamas cargando a un pequeño infante que había sido abandonado a su suerte; su cuerpo se achicó en cuanto vio a los sobrevivientes de CyberTec, creyendo por un momento que formaban parte de los soldados que asediaban la ciudad. Tan pronto como identificó a dos de esas personas se relajó un poco, quitando de su rostro aquel oscuro paño que la había ayudado a no respirar en su totalidad todo el humo.

La robot que había acompañando a Eve la mayor parte del día reconoció a la joven al instante, siendo esa misma persona a la que había salvado de una golpiza. Rápidamente ésta misma los invitó a seguirla, llevándolos hacia el mismo lugar al que todos los otros civiles se dirigían.

Lo que parecía ser una gran mansión y su salvación se veía en el oscuro horizonte. Tan pronto como arribaron, varias personas levantaron sus armas y apuntaron al soldado de metal que les acompañaba. Carson y Eve saltaron al frente para tratar de explicarles que era su protector, siendo seguidos por las otras tres mujeres que iban con ellos. La joven con el infante se acercó a ellos y les susurró algo, haciendo inmediatamente que dejaran de amenazarlos y les cedieran el paso.

Tan pronto como pusieron un pie dentro de lo que parecía ser un refugio, la doctora y el científico fueron solicitados con urgencia por el dueño del inmenso lugar pero se negaron a ir a menos de que alguien más los acompañara, y esa fue la joven copia de Eve. De habitación en habitación siguieron hasta llegar a una gran sala con distintos olores a ceniza, aromatizante, incienso y cera.

En el fondo, en una gran cama con pieles y tela de terciopelo, se encontraba una niña. Tan pálida y en un estado preocupante de enfermedad, apenas podía abrir y cerrar los ojos. A su lado, sobre una silla plateada estaba un hombre igual de bien vestido que miraba con angustia a su pequeña hija.

—¿Son doctores? ¿Pueden ayudarla? —inquirió.

Eve llevó su mirada a su compañero por un instante, quien aún se veía pálido por lo acontecido no hace mucho tiempo atrás. Al menos por esa ocasión se tenía que encargar ella. La robot se adelantó a su posible petición y examinó con detalle a la niña, encontrando que el cuerpo de la pequeña luchaba contra un virus que le había provocado altas temperaturas y tomado gran parte de su energía.

—Todo lo que necesiten lo tengo justo ahí —señaló el padre hacia a otra pequeña habitación de la cual salían pequeños vientos gélidos, mismo lugar donde se encontraban múltiples antibióticos.

La doctora se volvió a Carson una vez más, apoyó suavemente sus manos sobre el rostro del científico y robándose la atención que tanto quería de él.

—Voy a necesitarte. ¿Me puedes ayudar? —le susurró, contagiándose de la misma preocupación que aquel padre.

Carson la miró a los ojos, en cierta parte volviendo a poner los pies sobre la tierra. Con un solo asentimiento creó una sonrisa en el arrugado rostro de la doctora, cosa que lo motivó aún más a actuar e irse a limpiar las manos para lo que lo fueran a necesitar.

Ninguna de las dos mujeres presentes tuvieron que decir alguna palabra para que ponerse a trabajar de inmediato e intentaran dar los servicios médicos de los que disponían en esos momentos. Apenas lograron controlar la fiebre de la pobre niña, apoyándose de Carson para suministrarle la medicina correcta.

Luego de horas esperando haber hecho lo mejor que podrían haber hecho, y con la pesada mirada de su silencioso padre. Aquel silencio que tanto aterraba a Eve se tornó en una esperanza al escuchar a la pequeña poder formular un par de palabras que sólo su padre pudo ser capaz de escuchar. El bien vestido hombre se levantó de su asiento y se aproximó a su hija, aliviado de verla en un mejor estado. Posteriormente apuntó con su dedo a una de las personas que estaba a sus órdenes y le pidió un vaso de agua.

En cuanto se le fue otorgado lo solicitado observó maravillado como la pequeña bebía de aquel cristalino vaso hasta no dejar ni una sola gota.

—Volveré, ¿sí? Tengo unos asuntos que atender —le besó la frente y abandonó su lugar, indicando con su mano a quienes le habían brindado ayuda que lo siguieran afuera.

Cerraron la ornamentada puerta detrás de ellos y el padre le dio un fuerte abrazo a la doctora y sus compañeros.

—No esperaba que alguien de la instalación de CyberTec fuera a sobrevivir, pero me alegro de que el destino haya cruzado nuestros caminos —expresó, tratando de ocultar su alegría con la seriedad de su rostro —. Soy Brahma, y les puedo asegurar de que aquí estarán a salvo.

 
 
Tiempo actual
Shiva.

—Es por eso que todos tenemos algo en común —expresó Shiva, enfocando sus luminosos ojos en sus acompañantes —. Todos nosotros nacimos de una guerra de la que no éramos más que las víctimas.

Ava bajó un poco la mirada. Había sido la misma guerra la que la había obligado a olvidar su vida pasada. Sus  camaradas y su país la habían dado por muerta en ese entonces.

—Y... ¿qué pasó con Eve y Carson? —indagó, totalmente interesada en toda esa historia.

—Brahma se encargó de que nunca los encontrarán otra vez al cambiar sus identidades y llevarlos a vivir a otro lugar donde pudieran estar lejos del peligro, y como un último favor nosotros nos quedamos aquí —contestó, retirando a Félix de aquel escáner y volverlo a guardarlo dentro de aquella caja de cristal —. Desde entonces nunca logré saber algo de ellos, y creo que tampoco querían saber de mi. Después de todo, esos sucesos ocurrieron gracias a lo que soy —expresó con cierta nostalgia, saliendo de la sala en su compañía para luego volver al punto en dónde iniciaron su búsqueda.

Una vez pasada frente a los otros dos androides, preguntó por los posibles resultados de la búsqueda conjunta pero aparentemente nadie había encontrado nada más. Yaca en especial, se veía un poco incómodo pero al mismo tiempo aliviado por su llegada.

—Probablemente se desconectó a sí misma luego de pasar su tiempo de servicio permitido —opinó Einar, recargado en una pared —. O al menos es lo que debería de haber hecho.

—Fuera de servicio o no, ¿para qué nos serviría? —cuestionó Kali, en su habitual tono nefasto.

—Los motivos de la búsqueda prefiero dejarlos reservados para mí misma —repuso Shiva, caminando a la salida de la vieja instalación con los tres humanos siguiéndola detrás.

Allí afuera la esperaban milicianos con la pesada mirada que sólo una mala noticia podría traer, y que sólo Shiva debía de escuchar. La calma de esta última se tornó en tristeza y luego decepción.

—Llevénme con Noia.

Los dos hombres hicieron una reverencia, guiando a la mujer y sus demás acompañantes hasta la antigua morada de muchos de ellos, antes de que muchos otros sucesos lo llevaran a convertirse en una base de la Milicia. Aquella mansión también albergaba a refugiados y ayudaba a los más necesitados de su comunidad, siendo lo único que no había cambiado con el pasar de los años. Siempre era una alegría pasar por ahí pero en esa ocasión, no fue así. La gente susurraba mientras desviaba la vista de los recién llegados, más preocupados que apenados. Shiva llevó sus ojos a ellos, sin cambiar en lo absoluto su expresión. Por otro lado, Kali hizo lo mismo... sólo que ella sonrió. Y así fue como atrajo la atención de Yeti, quien ya se sentía agobiada por el pesado ambiente del lugar.

—Tengo un mal presentimiento... —susurró, esperando ser escuchada por el francotirador a su lado.

Tan pronto como Shiva se detuvo frente a la puerta que llevaba a la gran sala dejó a sus seguidores atrás, esperando por su regreso.

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