Crónicas del aprendiz de Mago...

By MarcheLockheart

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Balwind es un joven y astuto aprendiz de mago que deberá enfrentar junto a sus amigos a extraños y misterios... More

Crónicas del aprendiz de Mago: El temor del hechicero oscuro
Prologo: La leyenda de Garïn
Capítulo 1: El gran mundo
Capítulo 2: Tormenta inminente
Capítulo 3: Rojo amanecer
Capítulo 4: Responsabilidades
Capítulo 5: Sombras en la noche
Capítulo 6: Primavera, mujeres y otros placeres
Capítulo 7: El corazón del hombre puro
Capítulo 8: Ciudad fronteriza
Capítulo 9: Las montañas del Norte
Capítulo 10: Reencuentros
Capítulo 11: Un camino
Capítulo 12: Luces en el cielo
Capítulo 13: Escaramuza en las sombras
Capítulo 14: La Academia
Capítulo 15: El precio del conocimiento
Capítulo 16: Knox
Capítulo 17: Nuevas caras
Capítulo 18: Paso a paso
Capítulo 19: Sangre y acero
Capítulo 20: Selkis y Monardos
Capítulo 21: La musa del desierto
Capítulo 22: La sombra de un enemigo
Capítulo 23: Un nuevo maestro
Capítulo 24: Calma tras las tormenta
Capítulo 25: Cambio de Capa
Capítulo 26: Magia
Capítulo 27: Pasado, presente y futuro
Capítulo 28: La Generación Dorada
Capítulo 29: Círculos
Capítulo 30: Tres extraños magos
Capítulo 31: El Festival de la Unión
Capítulo 32:La decisión del mago
Capítulo 33:La guardia invisible
Capítulo 35:El valor por demostrar
Capítulo 36: El alma de las montañas
Capítulo 37: El terror de los inmortales
Capítulo 38: La reina del pantano
Capítulo 39: El demonio renegado
Capítulo 40: Revelaciones
Capítulo 41: Legado
Capítulo 42: Rutger
Capítulo 43: Sangre azul
Capítulo 44: El retorno
Capítulo 45: Rivalidad
Capítulo 46: Deseos de venganza
Capítulo 47: La auténtica venganza
Capítulo 48:Discípulos
Capítulo 49:El despertar
Capítulo 50:Hombres y deidades
Capítulo 51:El comienzo de la aventura
Miscelánea (¡Léeme!)

Capítulo 34:El cazador de hombres

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By MarcheLockheart

 -Tenemos que irnos.

Frederick se encontraba dando vueltas por la sala, reflexionando para sí. El resto le mirábamos pacientemente, esperando una resolución.

 -Frederick, tenemos que irnos-insistió Águila-. No podemos continuar aquí.

 -No podemos salir con estas condiciones- Ya lo sabes-respondió.

 -No tenemos alternativas. No podemos seguir sin hacer nada.

Dejé ir un suspiro. Tras la primera noche descubrimos que no solo seguía lloviendo, si no que además la niebla se había vuelto más densa e impenetrable que antes. Los magos iniciaron un pequeño debate y decidieron quedarse hasta que la visibilidad mejorara un poco. La mayoría recibió la noticia con gusto  y aprovecharon para continuar descansando, aunque otros como Tordo mostraron su talento para la música, y Leviatán nos sorprendió a todos con un recital de poemas relacionados con su añorado mar. Hasta Frederick se relajó y aprovechó el día para darle una capa de brillo a sus armas, incluida una preciosa alabarda llena de runas.

Pero al siguiente amanecer descubrimos que todo seguía igual. Nadie del grupo había visto jamás una niebla como esa, por lo que decidieron esperar un poco más para ver qué es lo que ocurría. Pero había llegado la tarde, y la niebla no se había movido ni un solo dedo.

 -Esto tiene que ser una trampa. Una magia Khayam-dijo Chacal con el rosto sombrío.

 -He oído que los Monardos tienen un galdr para hacer que llueva, pero nunca había escuchado hablar de una niebla como esta-dijo Búho mirando a través de la ventana. La niebla era tan espesa que ni siquiera se podía ver la luz del candelabro exterior del refugio.

 -Tal vez es una trampa, pero no puede ser peor que seguir aquí. Si no nos metemos en la boca del lobo, será la manda quién venga a por nosotros-dijo de mal humor Frandra.

 -Frandra tiene razón. Aquí es imposible preparar una defensa. Si nos rodean ya podemos darnos por muertos-le apoyó Bégimo.

Frederick chasqueó la lengua y continuó andando. Cuervo, que había estado preparando todo tipo de planes con Águila, miró a Persa con los ojos entrecerrados.

 -¿En qué estás pensando? ¿Acaso tienes alguna idea?-le preguntó.

El mago levantó la mirada, acariciando su ondulado mostacho negro.

  -Volver al camino principal y continuar hasta las montañas de Hierro no es una opción. Nuestros exploradores están tan perdidos como nosotros, y no sabemos quién puede estar esperándonos ahí fuera. Por otro lado, tampoco podemos continuar aquí.  Pero conozco un sitio donde podríamos hacer escala y estar bajo cubierto. Si salimos esta noche, mañana a estas horas podríamos llegar a las montañas.
Frederick dejó de pasear y volvió su atención al mago.

  -¿Y qué lugar es ese?-preguntó.

 -La casa del Demonio.

 -¿Del Demonio? ¿Estás de coña?-dijo Bégimo-. No quiero entrar en un sitio ocupado por Tamoth.

 -¿Acaso Djovan te da miedo?-preguntó Persa con aire de suficiencia.

 -No. Ya te dije que no soporto vuestra forma de pensar. Y no creo que adorar a un supuesto dios destructivo, o demonio, como te dé la gana llamarlo, sea algo bueno.

 -Por suerte para ti, el edificio está abandonado. Allí fue donde capturaron a los Magos del Djovan.

 -¿Tu formas parte de ese grupo de psicópatas?-dijo Bégimo con rabia-. Puedo entender que estés ido de chaveta y creas en un dios vengativo, pero actuar en contra de todo Someland por unos ideales así de estúpido es imperdonable.

 -Si no fuera por esos musculitos y tus dotes de luchador no sé qué se habría hecho de ti-respondió Persa con desprecio-. Cuando los Magos de Djovan actuaban yo aún no había nacido, zoquete.

Bégimo iba a replicar, pero Frederick hizo un gesto con el brazo y contuvo sus palabras.

 -¿Queda muy lejos?

 -No mucho. A unas dos horas desde aquí, aunque con esta niebla tardaremos el doble, o incluso más. Solo tenemos que ir hacia el sur, siguiendo un rumbo similar al previsto, y luego adentrarnos en el bosque real.

 -¿Estás seguro de que es un lugar seguro? No quiero más problemas de los que ya tenemos-masculló Cuervo.

 -Segurísimo. La zona está muy alejada de cualquier ruta comercial, y la entrada al bosque está prohibida por orden de lord Laurwick. Además, al estar relacionado con el culto a Djovan muchos creen que esta maldita.

 -No las tengo todas conmigo-dijo con los brazos cruzados Cuervo.

 -A mí me parece una opción bastante razonable-opinó Águila-. Pero deberíamos mirar otras opciones. Si en la siguiente hora no encontramos una solución mejor tendremos que plantearnos seriamente en escoger esa opción. Un día de retraso viajando es mejor que otro día encerrados aquí sin hacer nada.

  -Muy bien. Persa, marca en el mapa el lugar exacto. Bégimo, avisa a los hombres que están haciendo guardia y preparad las monturas.

Aquella fue una buena decisión. El mago era el único quién realmente estaba en contra de seguir ese plan, y enviándolo a realizar aquella tarea agilizaba el trabajo y evitaba cualquier problema que pudiera ocasionarle.

 -Dos pájaros de un tiro. Frederick es el único que mantiene el grupo a flote-murmuró a mi lado Nolan, que también se había percatado de aquel detalle.

 -A mí me empezaba a gustar este lugar-dijo Sharlotte con alegría-. Podría esconderme aquí para siempre, y ayudar con las tareas del hogar.

 -Pensaba que tenías aspiraciones más altas-bromeó Kachess, sentado al lado de la chica.

 -Una fugitiva no puede tener una aspiración más alta que la de poder respirar-respondió Sharlotte con su brutal franqueza-. Pero tienes razón. Tal vez en Lanson me convierta en una Maga de Fuego. ¿Qué piensas de eso, Dyson?

 -Que los astros deberían alinearse para que eso ocurriera –río sin maldad el pequeño mago-. En las planicies son pocos los que dominan la magia. Tan solo los primogénitos como yo tienen ese derecho.

 -¿Es por alguna imposición del Gremio de Magos?-pregunté sorprendido.

 -No, aunque seguro que nuestro poco dominio ayuda a que no se entremetan demasiado, ni que apoyen a los Monardos en su causa. Somos los propios Lanson quienes limitan ese conocimiento –empezó a explicar-. Nuestros clanes están formados por un solo líder, y él es quién toma todas las decisiones. El control del fuego le da poder el poder absoluto.

 -¿Y si vuestro líder es un idiota?-inquirió Nime.

 -Pues entonces será un idiota con magia, y el resto le seguirán, pues es el fuego es vital en los campos. En muy raras ocasiones hay más de un mago en un clan, excepto en los clanes más grandes o los más pequeños. Es curioso, pero así es.

 -Es entendible. Los grandes quieren ese extra de poder para dominar a los demás, y los más pequeños lo necesitan para sobrevivir-razoné-. ¿No es así?

 -Sí. Y en los clanes pequeños la lucha de poderes es menor, pues es difícil que haya más de un gallo en ese corral.

 -Entonces, ¿tú eres el segundo mago de tu clan?-pregunté-. El primero debe ser tu padre.

 -En realidad soy el tercero. Mi abuelo aún continúa con vida, y aunque a estas alturas apenas puede cabalgar es un maestro de la magia. Y, tal y cómo es tradición, es un fanático de la piromancia. Incluso los terribles clanes caníbales le temen.

 -¿Clanes caníbales?-preguntó Nolan con los ojos como platos.

Dyson fue a responder, pero un ruido del exterior atrajo nuestra atención. Una especie de galopeó sordo resonaba con fuerza, cada vez con más intensidad. De pronto Garza abrió la puerta y un enorme lobo entró bajo su brazo.

La bestia dio dos grandes gambadas y pasó con un gran salto por nuestro lado. Antes de que pudiéramos reaccionar, el lobo se había convertido en un hombre.

 -Señor, tenemos  problemas-dijo el mago cogiendo una de las pesadas mantas del suelo y cubriendo su cuerpo desnudo con ella. Lo único que le apartaba de la desnudez absoluta eran los extraños dibujos que cubrían todo su cuerpo y parte del rostro-. Cadowan y Pendergraph han sido asesinados.

Aquellas palabras provocaron una gran conmoción en los magos, y las preguntas y muestras de incredulidad se sucedieron hasta que Frederick mandó silencio.

 -¿Qué ha pasado?-preguntó en nombre de todos.

 -No lo sé. Teníamos que hacer un intercambio de información, pero ninguno de los dos aparecía. Di por hecho que era por esta maldita niebla, pero al final me decidí a ir a buscarlos. Encontré sus cuerpos en sus respectivos lugares de vigilancia, y entonces vine lo más rápido posible para informar.

 -En cuanto viste el primer cuerpo debiste haber venido-le recriminó Persa desde su sitio. El explorador le dedicó una mirada heladora y luego volvió la vista a Frederick.

 -¿Cuánto tiempo ha pasado?-le preguntó el líder con la mejor calma posible.

 -Desde el momento de la reunión, dos horas. Tal vez un poco más-dijo dubitativo-. Es difícil calcular las horas con este tiempo.

 -El enemigo podría estar viniendo-dijo Águila.

 -Imagino que han muerto por heridas mágicas-preguntó Cuervo.

 -Sí, pero no sabría decir si han sido hechas por una o por distintos magos. Tampoco sé si el resto de exploradores siguen en pie o han caído. He creído conveniente venir aquí lo antes posible-justificó.

 -Bien hecho-le felicitó Cuervo-. Pero estamos en grave peligro. ¿Frederick?
 -No sabemos cuántos son, y eso lo complica todo. Si supiéramos que son pocos entonces diría de ir directamente a las montañas de Hierro, pero si son una fuerza equiparable a la nuestra tenemos que ir con mucho cuidado-reflexionó el mago, poniendo las cartas sobre la mesa-. Y aunque fueran pocos, no podemos tentar una emboscada. Hasta un solo Khayam podría acabar con nosotros en estas condiciones.

 -Esta maldita niebla lo está jodiendo todo-maldijo Leviatán. Los hombres encargados de hacer la guardia habían entrado para escuchar las palabras del explorador, y solo Garza y Bégimo seguían observando al exterior desde la puerta. En cualquier caso, un ejercicio inútil con aquella vista.

-Muy bien-se decidió Frederick-. Nos vamos a la casa del Demonio. Desde allí podremos coger un camino alternativo, y estando tan lejos del camino principal es poco probable que nos estén esperando allí. Estaremos a salvo.

 -A salvo en la casa del Demonio. Dulce ironía-río entre dientes Kachess.

 -¡Ya lo habéis oído!-ordenó Águila poniéndose de pie-. Recoged vuestras cosas. ¡Partimos!

Esta vez los magos si demostraron su profesionalidad, y en menos de cinco minutos ya estábamos listos para partir. Nosotros nos limitamos a permanecer quietos, pues éramos una molestia más que una ayuda.

 -Has sido un necio por ir a comprobar el segundo cuerpo, pero me alegro de verte con vida-dijo Persa al explorador en los últimos compases.

 -Me encanta poner en riesgo mi vida para proteger a mi hermano mayor-respondió el otro.

Persa esbozó una sonrisa felina y se encaró con él. Ambos eran de estatura y peso similar, y ahora que los veía tan de cerca me di cuenta del porqué la cara del explorador me resultaba tan familiar. Eran idénticos, solo que el rostro de Persa estaba surcado por delgadas arrugas, y el explorador había decidido no dejarse crecer aquél horrible mostacho que su hermano tanto adoraba.

 -Pues es una lástima. Tal vez mi muerte sea tu única oportunidad para entrar de lleno en la Hermandad.

 -No hagas que me arrepienta de haber venido corriendo hasta aquí.

De pronto ambos hermanos estallaron a reír y se fundieron en un fuerte abrazo.

 -Aunque a decir verdad me encantaría estar en tu lugar-dijo el chico dirigiendo una mirada hacía Nime.

 -Pensé en ti desde el primer día en que la vi-confesó Persa sin ningún tipo de decoro-. Créeme, es de las que te gustan; salvaje, decidida y con más huevos que tú.

El chico esbozó una sonrisa torcida hacía Nime, que miraba boquiabierta cómo aquellos dos hablaban de ella cómo si no estuviera presente.

 -No es un buen momento para conocernos mejor, y sería una enorme falta de respeto para mis compañeros caídos-dijo con un deje de tristeza-. Sin embargo…

 -Me gustan las mujeres-soltó sin compasión la chica.

El explorador abrió los ojos por la sorpresa, y Persa estalló en una carcajada más sonora que la anterior.

 -¡Ya es la tercera vez!-dijo entre risas-. Tienes cómo una especie de don anti-mujeres o algo así. Deberías hacerte casamentero para chicas homosexuales.

-Olvídame-dijo su hermano ajustándose mejor la manta.

 - Erk, ven aquí-ordenó Frederick. El joven explorador se ajustó aún más el manto y se acercó hasta él-. Has hecho un buen trabajo, pero necesito que hagas algo más. ¿Conoces la casa del Demonio?

 -Claro. Cualquier Tamoth sabe dónde se encuentra.

 -Me gustaría que fueras a modo de avanzadilla y explores la casa y sus alrededores-dijo sin rodeos el mago-. Necesitamos saber si sigue siendo un lugar seguro o si está vigilado. Si ves movimiento intenta calcular cuántos son y si están atentos a un posible ataque. Sea como sea, si ves a alguien no entables batalla. Espera a nuestra llegada y decidiremos sobre la marcha.

 -Entendido. ¿Cuál es la señal?

 -Dos luminarias; una morada y otra dorada.

 -Perfecto. Os esperaré allí-respondió Erk con decisión. Y sin más preámbulos abrió la puerta, lanzó la manta a un lado y salió trotando transformado de nuevo en un lobo.

 -Cómo le gusta de hacerse notar-dijo Persa con una sonrisa torcida-. En fin, hora de ponerse en marcha.

Los caballos estaban listos y todo estaba recogido, por lo que uno a uno salimos del local y subimos en nuestras monturas. Delante de mí tenía a Jabalí, o al menos eso creía. Con aquella niebla no podía ver a los jinetes que me rodeaban.

 -¡Frederick, espera!-dijo el hostelero desde la puerta-. ¿Qué hago si vienen magos aquí? ¿No irán a atacarme, verdad?

 -No puedo prometerte nada-respondió el mago con frialdad desde su montura-. Pero me extrañaría que te hicieran algo. En cuanto se levante la niebla el refugio volverá a funcionar de nuevo, y no creo que quieran dar rumores a los viajeros.

 -Debería haberte cobrado más-respondió el hombre antes de cerrar con un fuerte portazo.

-¡En marcha!-ordenó con tono resignado Cuervo.

Los caballos se pusieron en movimiento, adentrándose en aquél extraño fenómeno. El silencio y la quietud del exterior era tan anormal que sentí como todos mis pelos se ponían de punta. Decidí centrarme en la figura casi invisible de Jabalí e intentar evadir aquella sensación, pero cualquier murmullo conseguía ponerme en alerta, esperando un ataque de un momento a otro. Solo la débil lluvia lograba romper aquella extraña paz.

De pronto el caballo que estaba a mis espaldas avanzó un poco, provocando que mi corazón se disparara a mil.

 -No hagas eso -le recriminé a Nolan en cuanto le vi.

 -Perdona. Es que quería hacerte una pregunta. ¿Tú sabías lo de Nime?-preguntó en voz baja, bien por preocupación, o bien para que la chica no pudiera escucharle.

 -¿Te refieres a lo de su homosexualidad? Me di de bruces con ello-respondí recordando la escena de su habitación-. ¿Por qué lo preguntas?

 -Yo creía que le gustaba. Desde el primer día me pareció que había algo entre nosotros-confesó sin perder la compostura.

Yo no podía creerme lo que estaba diciendo.

 -¿Tu y Nime? Hombre… A mí nunca me dio esa sensación-dije de forma ambigua, aunque en mi cabeza sonaba un rotundo y claro no-. ¿Pero a qué viene esto?

 -Es que me ha sorprendido mucho, eso es todo.

 -¡Nolan, vuelve a la formación!-llamó una voz que reconocí cómo la de Frandra.

Nolan reculó y volvió a su lugar. Nunca hubiera imaginado que fuera a confesarme nada  así, y tal vez por eso no le dije toda la verdad; que antes de empezar en la Academia todo sabíamos que perdía el culo por Nime, y que por eso nos sorprendió tanto su relación con Marion.

Aquella conversación alejó los fantasmas de mi miedo durante un rato, pero la inquietud del lugar pronto me devolvió a la realidad. ¿De dónde salía toda esa niebla?

Continuamos durante horas y horas, que bajo aquella niebla parecieron días enteros. Era imposible saber si era de día o de noche, y daba la sensación de que nosotros éramos los únicos habitantes de Gea. Era desesperante. Daba la sensación de que no habíamos avanzado nada en absoluto, y que si dábamos dos pasos atrás volveríamos a estar en el refugio.

 Y de pronto la vanguardia del grupo se rompió y formó un círculo. En el medio, Erk con una bola de luz morada y otra dorada flotando por encima de su cabeza.

 -Habéis tardado mucho-dijo preocupado.

 -Con esta niebla asquerosa me he desorientado-explicó Persa, que había hecho de guía del grupo.

Erk sonrió con satisfacción.

 -Si yo estuviera en la Hermandad…-dijo en tono soñador.

 -¿Has visto a alguien?-cortó Águila.

 -No. Incluso me he atrevido a entrar en la casa y no hay ningún rastro de vida humana. Por ahora es un lugar completamente seguro.

 -Leviatán, Frandra y Bégimo, investigad un poco más la casa mientras nosotros atamos los caballos-ordenó cómo precaución Frederick.

 -No me hace ninguna gracia tener que entrar ahí-masculló Bégimo. Sim embargo siguió a los otros dos magos y ha Erk, que los guío hasta la  entrada del lugar.

Seguidamente bajamos de nuestras monturas y seguimos las órdenes con un poco de dificultad. Confirmada la falta de enemigos, Frederick dio permiso para encender luminarias, pero no fue una gran solución. La niebla era tan densa que no sirvieron de mucho, y las esferas luminosas brillando en mitad de la nada me daban escalofríos, pero pronto di con un árbol al que até a mi montura y volví con cierto apremio con el resto del grupo. Una vez unidos volvimos a formar una fila, y Persa nos guío hasta la puerta de la casa del Demonio. Tras subir unos escalones el mago abrió las puertas dobles de roble que protegían el lugar.

Una vez dentro sentí cómo se me cortaba la respiración.

 -¿Qué coño es esto?-dijo sorprendido Cuervo.

 -¿A esto le llamáis “casa”?-preguntó Kachess mirando de un lado a otro.

 -Bienvenidos a la casa del Demonio-sonrió Persa con una leve reverencia.

La llamada casa resultó ser una mansión de cuatro plantas con centenares de puertas y salas. Del techo colgaba una preciosa lámpara de araña que el mago encendió proyectando un poco de magia. La luz iluminó la entrada, repleta de amenazantes esculturas de tamaño real. Pero lo peor de todo era un gigantesco cuadro que había colgado entre las dos escaleras que llevaban al piso superior.

 La imagen presentaba con un impactante color rojo a un lado un sinfín de cuerpos decapitados por una especie de gigante armado con una espada, mientras que a sus espaldas todo era verde y azul…pero completamente vacío. En todas las paredes había más cuadros que seguían esa línea; un hombre destruyendo y matando todo cuanto tenía a su paso. Las peores eran aquellas imágenes donde los hombres, apunto de ser decapitados, esperaban sonrientes su turno.

 -Nunca había estado en contra de los Tamoth, pero esto…-dijo Búho con la voz entrecortada.

  -Sois unos putos dementes-sentenció Águila mientras acariciaba los ojos vacíos de una cabeza decapitada del lienzo principal.

 -Tal vez la decoración es algo excesiva-convino Persa-. Pero no me diréis que no es impresionante.

 -Es vomitivo. Todo en este lugar lo es-dijo Bégimo, que venía de inspeccionar una de las grandes salas de la mansión-. Si no fuera porque no nos queda más remedio que quedarnos aquí quemaría todo el edificio contigo dentro y dormiría en sus cenizas con el deber cumplido.

 -Empiezas a cansarme –Se encaró Persa-. ¿Quieres que te convierta en un tribu para él?
 -Atrévete, escoria.

Bégimo se puso en tensión, esperando el mínimo movimiento para contraatacar. Pero Persa rio con gana, llenando aquellas silenciosas paredes con aquél único sonido.

 -Tal vez otro día-dijo dándose media vuelta-. Un asesinato en este lugar sería nuestro fin.

Persa entró con paso decidido a una sala y dejó plantado a Bégimo, que seguía tan tenso como antes.

 -Olvídale-espetó Cuervo-. ¿Has visto a alguien?

 -No-respondió sin dejar de mirar la puerta por la que el mago se había ido-. Y no solo eso, sino que todo está lleno de polvo y telarañas. Hace años que nadie pisa este suelo.

 -Tenemos que explorar todas las habitaciones-dijo Frederick de todos modos. Su rostro reflejaba un gran disgusto por el lugar, pero no dijo ni una sola palabra al respecto-. Vosotros podréis ayudarnos-se dirigió hacia nosotros-. Sólo tenéis que abrir las puertas y echar un vistazo rápido. Cualquier cosa solo tenéis que dar un aviso e iremos hasta allí.

 -La tercera planta es la que necesita más manos-dijo Erk, que ya estaba vestido y venía acompañado por Leviatán por una de las salas laterales-. La mansión está llena de salas y bibliotecas, pero allí es donde se encuentran las habitaciones. Mirar una por una podría llevar su tiempo, pero no son muy grandes. La mayoría se pueden inspeccionar desde la mismo dintel.

 -Muy bien. Leviatán y Búho, id con ellos-ordenó Frederick-. Erk, enséñame todas las entradas y salidas de la mansión. El resto dividíos y comprobad la primera y la última planta.

 -Será un placer-respondió el chico.

Nos pusimos en marcha y subimos por las escaleras tapizadas mirando todo a nuestro alrededor con ojos como platos. La mezcla del lujoso y macabro estilo de la mansión era perturbadora.

 -Cuesta de creer que exista un lugar así-dijo disgustado Nolan.

 -Yo no logro comprender como el Gremio no ha erradicado esta práctica-dijo sorprendido Kachess-. Va contra natura.

 -¿Pero que son los Tamoth?-preguntó Dyson. El pequeño mago miraba con una mezcla de fascinación y asco los extraños cuadros que nos rodeaban, sin entender nada de lo que representaban.

 -Una panda de lunáticos idos de la cabeza-dijo Nime sin pensarlo dos veces.

 -Tamoth es como se autodenominan los adoradores de un supuesto dios llamado Djovan-expliqué-. Aunque por su forma de actuar también es representado cómo un demonio.

 -¿Un dios demoniaco?-preguntó Sharlotte mascando las palabras-. Suena muy poderoso.

 -Y en teoría lo es-asentí.

 -¿Y cuál es su forma de actuar?-insistió Dyson. Ya fuera por los cuadros o por propia curiosidad, aquello parecía haberla llamado mucho la atención.

 -Representa que los humanos no somos seres completos, y  en teoría solo Djovan es capaz de conseguir que logremos alcanzar la perfección.

 -Aniquilándonos a todos y creando una raza superior a partir de nuestros errores-añadió Kachess alzando las cejas.

 -¿Y es verdad?-preguntó el Lanson con aire inocente.

 -Claro que no-río con fiereza Leviatán. Tanto Búho cómo él habían escuchado nuestra conversación, y a ambos les divirtió el comentario del chico-. Todo este rollo del Djovan es una historia antigua que algunos supuestos videntes utilizaban para ganarse la vida. Un avispado lord vio el poder que aquella historia albergaba y la utilizó para atemorizar a su región y domesticarla para obedecer bajo la amenazarla de ese dios. Los otros no son más que chalados como Persa, aunque tiene su perdón. Maqiora es la región de aquél lord, y no hay ni un solo niño de la comunidad que no crezca creyendo en esa historia.

 -Ya veo-comprendió Dyson-. ¿Y de dónde sale su nombre?

 -Tengo entendido que Tamoth es el nombre de la temible espada en sierra de doble filo que utiliza Djovan-respondió Búho-. Pero deberías preguntárselo a Erk o Persa. Seguro que ellos conocen mucho mejor esa historia que yo.

Finalmente llegamos a la tercera. El piso era una sucesión de pasillos con hileras de puertas idénticas, todas con el símbolo de la rosa plateada y la D azul.

 -Bien, parece que esto va a llevarnos un rato-suspiró Búho-. Ya sabéis, tan solo abrid las puertas y echad un vistazo en su interior.

 -No creo que tengamos problemas, pero llamadnos si veis algo raro-añadió Leviatán.

Sin mucho entusiasmo, nos separamos y empezamos con aquella tediosa tarea. Al principio tenía algo de gracia, pero tras comprobar que todas las habitaciones eran idénticas no pude reprimir un suspiro. Cada habitación contenía un armario, una cama doble con un dosel plateado, una mesita, un espejo y un sillón. Cuando llegué a las habitaciones del final vi que aquellas también contaban con un ventanal al exterior, pero poco más. Todas estaban sucias y polvorientas a causa del abandono.

Y de pronto se me escapó un grito.

En una de las habitaciones encontré a un joven mago durmiendo en la cama. Éste se despertó de un sobresaltopor mi grito e hizo un gesto suave con la mano. De forma automática levanté una barrera, pero las paredes y gran parte del techo salieron volando como si tratara de papel. Una de las rocas me golpeó en el hombro, tirándome al suelo. El mago rompió los cristales de la ventana de la habitación con un poco de magia y saltó por ella.

 -¡Balwind!

Leviatán apareció por el pasadizo, se tele-transportó a mi lado y sin pensárselo dos veces entró en la habitación y saltó por la ventana en busca del agresor.

Al instante apareció Búho por el mismo lugar, y poco después llegaron mis amigos con él.

 -¿Estás bien?-me preguntó el mago sin dejarme levantar.

 -Me duele el hombro-confesé. Me ardía a mares, pero comparado con lo que podría haberme pasado aquello era un mal menor.

Búho colocó una mano en mi hombro y proyectó un chorro de magia sanadora. El dolor del hombro se disolvió poco a poco, hasta quedar en una mera molestia.

 -¿Qué ha pasado?-preguntó asustada Nime.

 -Había un chico. Un mago-expliqué. Esta vez Búho me dejó levantarme, y excepto por un leve dolor de espalda y el hombro dolorido me sentía bastante bien-. Él estaba durmiendo en una de las camas y me ha sorprendido verle allí, por lo que…he gritado-dije avergonzado-. En cuanto me ha visto a atacado y luego se ha fugado por la ventana.

 -¿Estáis bien? ¿Qué ha pasado?

Jabalí, Garza, Tordo y Chacal aparecieron por el hueco en el techo que el atacante había abierto.

 -Balwind ha recibido un ataque de un mago. Ha escapado por la ventana de esta habitación-señaló el mago.

 -Garza, vamos-ordenó Chacal. Ambos saltaron por el hueco, entraron en la sala y saltaron por la ventana con decisión.

  -Veo que has podido defenderte-observó Jabalí con cierta admiración.

 - Por ahora es mejor que os vayáis de aquí-dijo Tordo-. Nosotros nos encargaremos de explorar el resto de las habitaciones. Seguro que en la planta baja se están preguntando qué ha ocurrido.

 -Id con cuidado-dijo Búho a los dos magos. Ellos asintieron y nosotros seguimos al sanador hasta la entrada, donde el resto de la Hermandad nos estaba esperando.

 -¿Un ataque?-preguntó de inmediato Cuervo con el rostro crispado por la ansiedad.

 -Han atacado a Balwind-confirmó Búho-. Leviatán, Garza y Chacal han ido tras el mago, mientras que Jabalí y Tordo están acabando de limpiar la planta.

 -Ese debe ser el mago que debe haber matado a nuestros hombres-dijo un alterado Erk-. Lo presiento en mis huesos.

 -Yo también lo creo-dijo Águila-. Balwind, ¿has podido verle la cara?

 -Sí, aunque no he podido verlo bien. Pero era un chico joven, eso seguro. Rubio, de estatura media…Y vestía todo de negro. Estaba durmiendo cuando he dado con él.

 -Tal vez estaba herido-caviló Frandra.

 -Lo dudo. Se ha movido con gran agilidad, y ha actuado con mucha rapidez. Parecía tener esa huida planeada.

De pronto las pesadas puertas de la entrada se abrieron y entraron los perseguidores con numerosas luminarias en sus cabezas.

 -Es imposible-escupió Leviatán-. Con esta niebla no se puede ver nada. Ni siquiera podemos saber la dirección que ha tomado.

 -Nos habríamos acabado perdiendo-dijo en tono lastimoso Chacal-. Sea quien sea, hoy es su día de suerte.

El silencio inundó la sala, y todas las miradas se dirigieron a Frederick. El mago parecía ajeno a aquella conversación, hundido en sus propios pensamientos.

 -¿Ocurre algo?-preguntó Cuervo.

Frederick alzó lentamente la cabeza, mascando las palabras.

 -Es imposible saberlo del cierto, pero creo que es el mismo mago que nos atacó en Someland-dijo con precaución-. La descripción, aunque vaga, encaja a la perfección.

 -Así que es la segunda vez que se nos escapa-puntualizó Cuervo-. Tiene que ser un mago muy poderoso para huir de ti y Heddwyn. No me extrañaría que fuera él entonces quien haya estado matando a los guardias.

 -Parece evidente que se trata de un Khayam-dijo con el ceño fruncido Tordo-. ¿Cómo habrá estado oculto tanto tiempo? Creía que teníamos la pista de los Khayam que han logrado pasar a nuestras tierras.

 -Esto cada vez me huele peor-dijo Águila-. Cada vez son más los nigromantes que pasan la frontera. Deben haber encontrado un camino desprotegido, o han abierto una ruta  nueva.

 -Escribe dos crónicas de lo sucedido y envíalas a Belhaven y Mara. De nada sirve cubrir el camino fronterizo si los Khayam han encontrado otra ruta.

 -Me pondré de inmediato-aceptó Águila-. Pero hasta que la niebla no desaparezca no podremos enviar los mensajes.

 -Esta maldita niebla… Llevo todo el día dándole vueltas y no logro entender de donde proviene. ¿Sólo está ocurriendo en Maqiora o es en todo Someland?-se preguntó Búho.

 -Por el momento lo mejor es descansar-dijo Frederick-. Vosotros, comed lo que sea y acostaros un rato. Tras tres guardias partiremos de nuevo, así que descansad todo lo que podáis-dijo hacia nosotros.

No tuvo que repetir sus palabras. Cansado y tocado como estaba, cogí una de las mantas que habían apelotonado a un lado y me tapé con ella para poder dormir.

 -¿Crees que sigue asustado?-escuché murmurar a Nime un poco más tarde.

 -No lo sé. Suerte de que el instinto no le ha fallado-dijo otra voz que reconocí como la de Kachess-. Si hubiera salido volando junto a todas aquellas piedras…

Silencio.

 -No puedo creer que mañana tengamos que volver a cabalgar bajo esa niebla –Volví a escuchar hablar a Kachess-. Me pone los pelos de punta.

 -A mí me gustaba-dijo Dyson-. Quiero decir, a mí también me da poco de miedo, pero es muy curioso. En los llanos nunca había visto nada parecido.

 -Nosotros tampoco…

 Estaba tan cansado que no podía ni abrir los párpados, y perdí algunas partes de la conversación. El dolor sordo del hombro era muy molesto y no me dejaba dormir del todo.

Tras otro silencio, esta vez mucho más largo que el anterior, escuché por tercera vez la voz de Kachess.

 -Ese mago, ¿crees que va a por ti o a por Dyson?-dijo en murmullo apenas audible.

-Viene a por mí. Creo que Frederick tiene razón, y que se trata del mismo chico que nos descubrió en Someland-respondió la voz de Sharlotte en el mismo tono confidencial.

 -¿Y no lo reconociste? Si se trata de un Khayam deberías haberlo visto antes.

 -Sí, yo también lo pensé. Tenía un aire a alguien, pero…
Y me dormí. O tal vez no, pero no podía recordar nada más sobre aquella conversación.

Cómo fuera, me alegré de dormirme, pues no tendría mucho más tiempo para dormir.

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