La Hija del Diablo

By Brisa1144

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-No soy un monstruo, Daniel. -su voz salió fuerte y clara, quería asegurarse de que todos la escucharan. En c... More

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25

Capítulo 15

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By Brisa1144

Maratón 1/2

Capítulo 15

¿SENTIMIENTOS?

Los crujidos se volvieron a escuchar, pero esta vez, sonaron mucho más cerca. Sabía que quien fuera la había oído hablar y probablemente se estuviera acercando. El olor a brisa marina y laurel se hizo presente en el ambiente y la corriente de viento que se había levantado esparció aún más la esencia por todo el lugar.

Le pareció raro, por un momento, que un ángel la estuviera siguiendo. Hasta donde sabía, los ángeles no solían meterse en los asuntos de los demonios y viceversa. Sin embargo, como no quería abrir en ese momento el paquete de hipótesis y soluciones que la acompañaba cada vez que había más de una respuesta, decidió simplemente esperar a que el intruso se apareciera y le revelara las razones por las que la seguía.

Una cabellera rubia fue lo primero que notó salir de entre los árboles, seguido de unos ojos celestes profundos que se hicieron presentes en el segundo en el que él levantó la mirada. Sus ojos la observaban curioso y sin saber que decir, mostraban algo de vergüenza, quizá por haber sido descubierto y no tener una excusa concreta. Sin embargo, ella pareció no darse cuenta de aquello, puesto que en el momento en el cual sus ojos hicieron contacto, se quedó embobada... otra vez.

—Daniel —susurró. Su voz mostraba sorpresa y sonaba algo débil, algo que ella captó enseguida y continuó rápidamente su frase para disimular lo inicial—. ¿Qué haces aquí? —endureció la voz—. O mejor dime ¿por qué me seguías? —su tono  cambió a uno más serio y enfadado—. ¿No te enseñaron a respetar la privacidad de los demás?

Daniel dio un paso en el lugar y respondió a la pregunta sarcástica con una gran naturalidad: 

—¿No puedo pasear por el bosque un rato? 

—No has contestado a mi pregunta. ¿Por qué me seguías? —su tono de voz hizo énfasis en el "por qué"

—No te seguía. Como dije, caminaba por aquí. Me gusta la tranquilidad. 

Aquella respuesta no la convenció. Ninguna lo hacía. Por lo cual lanzó otra pregunta:

—¿Y tengo que suponer que esconderte detrás de los árboles no tenía nada que ver con seguirme o espiarme? —Daniel se quedó estático por un segundo y Luci hizo un esfuerzo para disimular lo entretenido que le resultaba eso.

Por su parte, Daniel había entrado en pánico durante un momento. Sí, la había seguido, pero el haber terminado escondido entre los árboles no era parte de su plan inicial. Sin embargo, allí se encontraba, sin poder decir ni una palabra, después de haber sido atrapado con las manos en la masa.

Liberó el aire que se había quedado atrapado en sus pulmones y contestó:

—No. No estaba escondido, estaba pasando por allí. Te escuché hablar y decir que saliera y salí. Pero eso no significa que te estuviera espiando... o siguiendo.

Luci seguía sin creer ni una palabra de lo que decía el chico enfrente suyo. Reconocer una mentira se había vuelto bastante simple para ella con el paso del tiempo. Sin embargo, decidió dejarlo pasar.

—De todas formas —empezó Daniel tratando de cambiar el tema, y salir del pozo en el que se había metido—. ¿Con quién hablabas?

La mirada de Luci se endureció y sus labios se juntaron formando una fina línea recta. Daniel se dio cuenta al instante de que, en lugar de salir del pozo, solo se había hundido más. Trató de decir algo, pero nada salía de su boca. Luci, por su parte, decidió hablar antes de que el ángel dijera algo, o se diera cuenta de que su respuesta se demoraba demasiado.

—No hablaba con nadie. Estaba hablando conmigo misma. Suelo hacerlo cuando necesito pensar o resolver algo.—Hizo una pausa y continuó—. Deberías tratar. Es mejor que espiar tras los árboles.

Daniel se quedó callado unos segundos. Avanzó unos pasos en dirección a ella y luego habló.

—Prefiero retirarme a un lugar tranquilo y pensar. Hablar en voz alta conmigo mismo no suele ayudarme, creo que más bien me distrae.

Luci abrió la boca para decir algo pero desistió al instante. Pensó con cuidado su respuesta y decidió cambiarla.

—¿Por qué sigues aquí? —dijo con voz dura—. ¿Por qué sigues hablándome siquiera?. ¿No se supone que perteneces al grupo de las odia demonios?

Daniel frunció el seño y la miró sin entender.

—¿Quiénes? —Preguntó. Sin embargo, la ceja alzada de la pelirroja le dejó una idea clara de quién hablaba —¿Miriam y Mónica?

—Miren esto, has ganado la lotería. ¿Cheque o efectivo? —habló con sarcasmo ella.

—Ahórratelo —dijo él, sonado algo más grosero de lo que le hubiera gustado sonar—. Ellas... no son... tan malas... no intencionalmente —dijo él, buscando las palabras adecuadas, sin embargo, parecía no encontrarlas—. Las conozco muy bien, a Mónica más, y ella puede ser muy buena con los que la rodean... —Luci se abstuvo de rodar los ojos y contradecirlo. Comenzó a dar pequeños pasos sin una dirección aparente mientras lo escuchaba—. Sé lo que digo, pues cuando estuvimos juntos...

Luci se paró repentinamente en el lugar en el que estaba, mirando en dirección al suelo. Se había quedado congelada al escuchar aquella última frase. Una punzada la atacó de repente, seguida de un sentimiento que no pudo identificar. La molestó el haber oído aquello, sin embargo se negó a que fuera una de las posibilidades que se le aparecieron en la cabeza.

Levantó la vista y lo miró, disimulando aquel molesto sentimiento y fingiendo no sentir nada.

—¿Juntos? —hizo una pequeña risa falsa. Daniel la miró sin saber que decir, se había arrepentido al instante de aquellas palabras. Luci suspiró y habló con su habitual toque sarcástico—. Wow... —Levantó las cejas fingiendo sorpresa e incredulidad—. Y yo pensaba que conocía el infierno.

El rostro de Daniel se tornó serio, iba a hablar para contradecir aquella afirmación, sin embargo lo que salió de su boca fue otra cosa:

—¡LUCI! —Exclamó él.

Esta había dado un paso equivocado hacia atrás. Gran parte de uno de sus pies había dejado de tocar el suelo, para rozar momentáneamente el agua de la laguna. Esto ocasionó una perdida de equilibrio en la pelirroja, que de inmediato empezó a tambalearse. Su cuerpo amenazaba con caer hacia atrás, lo cual, provocaría que ella quedara mojada de la cintura para abajo y probablemente desmayada, puesto que se golpearía fuertemente la cabeza contra las rocas de la fuente.

Sin embargo nada de eso ocurrió. La sensación de inestabilidad duró apenas unos mili segundos, pues, al instante, unos brazos fuertes la rodearon por la cintura y la alejaron del borde.

Su pecho chocó contra el de Daniel, quién usando la velocidad sobrenatural que le otorgaba el ser un ángel, la había atrapado antes de caer.

Luci se tomó un segundo para estabilizarse. Se dio cuenta de que sus brazos estaban alrededor de él, aferrados fuertemente. Los brazos de él la rodeaban y, a pesar de que había aligerado su agarre, seguía sosteniéndola firmemente. Ella elevó un poco la cabeza para encontrarse con sus ojos, puesto que Daniel era, por apenas un par de centímetros, más alto que ella. Su ojos celestes se habían oscurecido un poco y notó sus pupilas dilatadas. La delgada camiseta que él usaba no le impedía sentir el calor que emanaba, también sentía su espalda ancha y bien marcada y no se sentía tan incómoda como en ese momento hubiera deseado. 

El silencio se hizo presente entre ambos, más no era un silencio incómodo. Permanecieron quietos y mirándose el uno al otro unos segundos. Hasta que Luci decidió romper el silencio, mencionando el primer tema que le vino a la cabeza.

—Tú dijiste —susurró ella—, que Mónica y Miriam eran amables. Quizá solo lo sean con los de su misma especie. Con nosotros no lo es. Sé que nos odia, nosotros también los odiamos a ustedes pero...

Daniel la interrumpió:

—De cierta forma, pertenecemos a la misma... especie. De lo contrario no estarías aquí, en el Instituto, ¿verdad? —esbozó una pequeña sonrisa y continuó—. No somos muy diferentes.

Luci sabía a que se refería, más no iba a dejarlo jugar esa carta. 

—Puede. Pero estás equivocado. Somos muy diferentes pu... —Luci no pudo terminar la frase, pues repentinamente sintió como si el espacio entre ambos hubiera disminuido.

Lentamente movió una de sus manos, llevándola desde su espalda hasta su pecho. Hizo presión y lo empujó un poco, abriendo una pequeña brecha entre ambos. Suspiró y desvió la mirada hacia el cielo.

El atardecer se llevaba consigo los últimos rayos del sol en el día, dando paso a la oscura noche, la cual, traería consigo la aparición de la Criatura de los Sueños.

La pelirroja dio un paso atrás, pero continuó con su mano sobre el pecho de él. 

—Deberíamos volver... Se hace tarde —dijo. Luego rodeó al ángel y se encaminó en dirección al Instituto. 

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