Zona de guerra (Nick Robinson)

By mxnicastilinski

14.5K 990 80

Melissa ha vivido un infierno los últimos seis años y cree que volver a su casa natal de Long Island le ayuda... More

CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 28

CAPÍTULO FINAL

376 28 12
By mxnicastilinski

Parpadeo varias veces para que mis ojos se adapten a la repentina claridad. Me doy cuenta de que estoy tumbada y una manta me cubre hasta por debajo del pecho. Noto una presión en el dedo índice de la mano derecha y escucho un pitido constante cerca de mi cabeza. La imagen borrosa se vuelve nítida en un lapso de dos minutos. Distingo un par de tubos fluorescentes colocados paralelamente en el techo y que son los que me irradian haces de luz directamente a los ojos. Puntitos luminosos bailan en el espacio. Un dolor punzante me martillea la pared interna del cráneo. Arrugo el entrecejo. Suelto un gruñido.

- Ya se ha despertado - anuncia una voz a mi lado.

Giro la cabeza en esa dirección y el rostro de mi madre rellena mi campo de visión. Quiero preguntarle qué hace aquí y por qué no está con mi tía, pero no consigo articular palabra. Una mano se posa en su hombro y la cara de mi padre aparece junto a ella. No sé si se ve reflejada mi cara de sorpresa en estos momentos. Quiero saltar de donde sea que estoy acostada y colgarme en su cuello para no soltarlo nunca más.

- Hola, cariño. - Su voz grave se abre paso por mi oído reconfortándome como siempre lo suele hacer.

- ¿Cómo es que estás aquí?¿Dónde estamos?¿Estoy muerta? - Recupero la capacidad de hablar, aunque con un tono ronco impropio en mí.

- Cielo, ¿pero qué estás diciendo?¿Muerta?¿Por qué ibas a estarlo? - responde mi madre con preguntas, que no hacen sino confundirme más -. Estás en una habitación de hospital recuperándote de un golpe de calor y una inflamación en las vías respiratorias.

- ¿Golpe de calor?¡Pero si me han disparado! - Esta situación empieza a irritarme-. Papá estaba secuestrado por una psicópata que quería fabricar un arma nuclear para vendérsela a no sé quién y provocar una guerra. Y Nick y yo fuimos a... - El recuerdo de Nick, desplomado en el suelo, sin vida, acude a mi mente y hace que me broten nuevas nuevas lágrimas. La cara de mis padres es un cuadro. Deben pensar que su hija se ha vuelto loca.

- Jesús, Melissa. ¿De qué hablas?¿Por qué lloras?¿Te duele algo?¿Quieres que avise a la doctora?¡Doctora!

- Mamá, cállate. No llames a nadie. Estoy bien - la corto con la voz entrecortada.

- Por supuesto que no lo estás. Y menos después de la película que nos acabas de contar. Ahora mismo voy a llamar a la doctora y...

- ¡Mamá! - grito, estresada. Mi madre se calla y mi padre le pone una mano en el brazo indicándole que se calme -. ¿Cuánto tiempo llevo aquí?

- Dos días - responde mi padre.

¡Dos días! Todavía no distingo lo que es real de lo que no. Tal vez al final el resto del equipo de Nick consiguió escapar y pidieron refuerzos, liberaron a mi padre, encerraron a la sucia rata de cloaca que es Dorian, me trajeron al hospital - aunque no entiendo cómo sobreviví a la herida de bala todo el tiempo que debieron tardar en encontrarme -, contactaron con mi madre y le contaron la trola del golpe de calor y la inflamación para que se quedara más tranquila. Aun así, le veo lagunas a mi hipótesis.

- No te preocupes, cariño. Hablaremos con la doctora para ver si ya te pueden dar el alta y nos vamos a casa - insiste mi madre.

- ¿Dónde está John? - pregunto.

- Ha tenido que ir a clase. Pero ya se ha pasado varias veces a visitarte.

- Por cierto - comienza a decir mi padre -, hay dos personas fuera que quieren verte. - Enarco las cejas -. Luego nos vemos.

Mis padres se levantan cogidos de la mano y salen de la habitación. Antes de que se cierre la puerta por inercia veo cómo intercambian unas palabras con alguien fuera de mi alcance visual. La puerta finalmente se cierra y me quedo sola. Aunque no por mucho tiempo. Un segundo después se abre y Jennifer irrumpe en la estancia como un huracán y rebosante de buen humor. Por detrás de ella y sin tanto entusiasmo aparece la última persona que me habría imaginado que estaría. Con su melena castaña indomable y una sonrisa de medio lado sin enseñar los dientes arrebatadora, Nick camina posterior a su hermana por el liso y brillante suelo de hospital acercándose más y más a mi cama. No doy crédito. Al primer instante el corazón me da un vuelco y el incesante pitido de la máquina que me mide las pulsaciones se acelera hasta hacerse insoportablemente ruidoso. El impulso de saltar de la cama y correr a abrazarle y besarle cada centímetro es demasiado fuerte, pero siento mis extremidades adormecidas y no se mueven un milímetro. Ver a alguien morir y después materializarse ante tus ojos es un choque emocional muy duro y como para volverte completamente loco. Al principio pienso que estoy soñando y que en realidad sigo inconsciente, tirada en el frío suelo del laboratorio en Alaska junto al cadáver de la única persona que he amado en toda mi vida. Pero pronto Jennifer me deja claro que esto es real pellizcándome sin darse cuenta por la emoción.

- Menos mal que ya te has despertado. Menudo disgusto nos has dado. Desde luego, correr no es lo tuyo. - Apenas estoy haciendo caso a mi amiga porque me encuentro enfrascada analizando cada detalle del rostro de Nick para cerciorarme de que mis ojos no me están jugando una mala pasada. Él se da cuenta de que le estoy mirando muy fijamente y se revuelve, incómodo. Su reacción me desconcierta. Se supone que estábamos manteniendo una relación además de haber compartido con él una de las mejores experiencias de mi vida la noche antes de marcharnos a la misión y ahora le molesta que le mire. En parte me cabrea, ya que ni siquiera se ha acercado a darme un beso o ninguna muestra de cariño -. Debió de doler bastante el golpe que te diste contra el suelo -continúa Jennifer.

- Perdona, ¿qué? - Desvío mi atención a Jennifer sin tener ni idea de qué narices está hablando. Ella rueda los ojos. Después se da cuenta de que es posible que no me acuerde por ese mismo golpe.

- No sé si recuerdas que el sábado viniste a correr con nosotros por la mañana. Llevábamos al rededor de veinte minutos corriendo cuando empezaste a encontrarte mal.

- Aunque, por supuesto, al principio eso no lo sabíamos. -Nick habla por primera vez desde que ha entrado y escuchar su voz me produce un nudo en la garganta -. Cuando me giré para comprobar si lo estabas llevando bien, te vi parada y apoyándote con las manos en las rodillas intentando coger aire. Comenzaste a tambalearte y fui corriendo hacia ti. Pero llegué tarde. No pude cogerte antes de que cayeras y te dieras en la cabeza contra el suelo. Vi que no te levantabas, avisé a Jennifer y te trajimos aquí.

Intento asimilar el torrente de información y atar cabos, pero todos se terminan desatando. De repente, caigo en la cuenta y un escalofrío me recorre la espina dorsal. Alzo la vista a la frente de Nick y confirmo mis sospechas. Está lisa. Lisa como el culo de un bebé. Como el suelo de esta maldita habitación. No hay cicatriz ni ningún indicio de que una bala atravesara los tejidos de su piel.

- Parece que te ha comido la lengua el gato - comenta Jennifer intentando ser graciosa.

- ¿No pasó nada entre el momento que me desmayé y el que acabé aquí? -pregunto, ignorándola.

- No. ¿Qué iba a pasar? - responde extrañada.

Cierro los ojos. Siento que me va a estallar el cerebro. Vuelvo a abrirlos.

- Nick - Éste me mira, escuchando -, ¿trabajas para el FBI? - arruga la frente, descolocado por mi pregunta.

- ¿Qué? No - y, por primera vez en lo que me pareció una eternidad, ríe. Y su risa me parece el sonido más bonito que he escuchado en toda mi existencia.

- Chica, yo no sé qué clase de droga te están suministrando en este hospital, pero no te está haciendo ningún bien - añade Jennifer para después unirse a su hermano. Independientemente de si se ríen de mí o conmigo, yo me sumo al jolgorio  liberando el estrés encerrado en mi interior. Esa ha sido la prueba definitiva de que toda la historia del secuestro ha sido producto de mi imaginación provocada posiblemente por la conmoción de ese día. Por una parte, me alivia que no haya sido real porque eso significa que mi padre ha estado a salvo todo este tiempo y tengo a Nick con vida. Por otra parte, me destroza por dentro que en realidad no tenga a Nick como a mí me gustaría, que el amor que él sentía por mí no fuera real y que la noche más increíble de mi vida jamás haya pasado. Aparto estos últimos pensamientos de mi mente. Cuando se nos pasa la risa tonta, Nick me mira sonriendo.

- ¿Quieres que te traiga un chocolate caliente? - y en mi rostro inmediatamente se ve reflejada mi respuesta.

 Un rincón de mi mente todavía se pregunta quién demonios eran entonces los hombres de vestidos con un traje negro que me estuvieron atormentando durante semanas.


Las campanitas que anuncian la entrada de un nuevo cliente resuenan por toda la tienda de maletas en Boston. El anciano dependiente gira sobre sí mismo para ver quién acaba de entrar por la puerta. Dos hombres con trajes negros y gafas de sol que les tapan  los ojos atraviesan el umbral y acceden al interior. Ambos se quitan las gafas al mismo tiempo. Uno de ellos lleva una venda que le rodea la cabeza.

- Lo sentimos, abuelo - dice el herido -. No hemos podido completar la tarea que nos encomendaste. Cada día que pasaba era más difícil seguir a la niña, hasta el punto de volverse agresiva. - Se señala con un dedo la cabeza. El señor mayor pone cara de disgusto al oír la noticia.

- No pasa nada. Pero tampoco os voy a mentir; me decepciona no haber recuperado la maleta que esa malcriada me robó. Maldigo el día en el que metí la joya más valiosa de vuestra abuela en ella por error. La misma que yo le regalé en nuestras bodas de plata. Hacerse mayor te vuelve despistado. - Se pasa una mano por la frente, pesaroso -. Parece que vestiros con esos uniformes no ha servido para amedrentarla. Os agradezco el esfuerzo que habéis hecho yendo hasta Long Island. Eso sí, ni una palabra a vuestra abuela - termina, añadiendo una sonrisa picarona a su semblante cubierto de arrugas por la edad -. Me mataría.

Continue Reading

You'll Also Like

14.5K 990 29
Melissa ha vivido un infierno los últimos seis años y cree que volver a su casa natal de Long Island le ayudará a olvidar y recordar lo que era ser f...
220K 16.5K 30
Itachi acompaña a su madre a comprar unas cosas para la comida, llegando a un puesto se percata de una pequeña niña pelirosa la cual marcaria su vida...
383K 64.1K 61
¿No te pasó algo como que de pronto te vuelves un cantante famoso, ganas incontables premios, tienes muchos amigos y luego caes en lo más profundo de...
262K 22.4K 83
Diane Gruff es un mujer que se acaba de mudar a Gotham por negocios, ya que es la hija de uno de los empresarios más prestigiosos de Gotham: Henry G...