Crónicas del aprendiz de Mago...

By MarcheLockheart

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Balwind es un joven y astuto aprendiz de mago que deberá enfrentar junto a sus amigos a extraños y misterios... More

Crónicas del aprendiz de Mago: El temor del hechicero oscuro
Prologo: La leyenda de Garïn
Capítulo 1: El gran mundo
Capítulo 2: Tormenta inminente
Capítulo 3: Rojo amanecer
Capítulo 4: Responsabilidades
Capítulo 5: Sombras en la noche
Capítulo 6: Primavera, mujeres y otros placeres
Capítulo 7: El corazón del hombre puro
Capítulo 8: Ciudad fronteriza
Capítulo 9: Las montañas del Norte
Capítulo 10: Reencuentros
Capítulo 11: Un camino
Capítulo 12: Luces en el cielo
Capítulo 13: Escaramuza en las sombras
Capítulo 14: La Academia
Capítulo 15: El precio del conocimiento
Capítulo 16: Knox
Capítulo 17: Nuevas caras
Capítulo 18: Paso a paso
Capítulo 19: Sangre y acero
Capítulo 20: Selkis y Monardos
Capítulo 21: La musa del desierto
Capítulo 22: La sombra de un enemigo
Capítulo 23: Un nuevo maestro
Capítulo 24: Calma tras las tormenta
Capítulo 25: Cambio de Capa
Capítulo 26: Magia
Capítulo 27: Pasado, presente y futuro
Capítulo 28: La Generación Dorada
Capítulo 29: Círculos
Capítulo 30: Tres extraños magos
Capítulo 31: El Festival de la Unión
Capítulo 33:La guardia invisible
Capítulo 34:El cazador de hombres
Capítulo 35:El valor por demostrar
Capítulo 36: El alma de las montañas
Capítulo 37: El terror de los inmortales
Capítulo 38: La reina del pantano
Capítulo 39: El demonio renegado
Capítulo 40: Revelaciones
Capítulo 41: Legado
Capítulo 42: Rutger
Capítulo 43: Sangre azul
Capítulo 44: El retorno
Capítulo 45: Rivalidad
Capítulo 46: Deseos de venganza
Capítulo 47: La auténtica venganza
Capítulo 48:Discípulos
Capítulo 49:El despertar
Capítulo 50:Hombres y deidades
Capítulo 51:El comienzo de la aventura
Miscelánea (¡Léeme!)

Capítulo 32:La decisión del mago

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By MarcheLockheart

Sin saber cómo desperté al lado de Je'Lad.
Era incapaz de recordar nada de la noche anterior, pero la sequedad de mi garganta y mi migraña eran un par de pistas claras. En cuanto reaccioné lo primero que hice fue tocar el hombro desnudo de la chica. El tacto de su cuerpo tibio bajo las sábanas era una auténtica delicia. No me sorprendí al notar que yo también estaba desnudo.

La débil luz que se filtraba por las cortinas indicaba que no debía de ser más de media mañana. Sabia que estábamos en su habitación y no en la mia por, entre cosas, el largo pelo castaño de su compañera, dormida de espaldas a mi en la cama de enfrente. Je’Lad continuaba dormida, respirando de forma rítmica y profunda. Estaba irresistible.
Al decidí coger mis ropas, salir de allí y hablar luego con ella. Escurriendome poco a poco para no despertarla, salí de bajo las sábanas y empecé a recoger mi ropa del suelo intentando hacer el menor ruido posible. Justo cuando iba a ponerme los pantalones me fijé en que su compañera se había despertado. La chica me miraba fijamente, aunque al ver que me había dado cuenta de su mirada echó la vista a un lado. Sin perder ni un segundo más me puse mi ropa interior.

-¿A donde vas?-susurró con curiosidad.
Creía recordar haberme cruzado con ella la última vez que estuve allí, pero no conseguía recordar su nombre.

-Eh....-no sabia que contestar. Ni siquiera estaba seguro de porqué estaba actuando así.
-No deberías hacerlo. Irte sin avisar, digo. Je'Lad se enfadara contigo...otra vez más.
-¿Y que debería hacer?-pregunté irritado.

-¿Traerle flores?¿Recitarle lo maravillosa que es? No se que haceis los Selki en estos casos.

-¿Y un Monardo?-insistí.

-Tampoco lo sé-confesó-. Quiero mucho a Je’Lad, pero no todos somos como ella.
Vista la poca colaboración de la chica me vestí y cogí mis botas sin llegar a ponermelas, ya que prefería amortiguar el sonido de mis pisadas hasta salir de la habitación. Había avanzado sólo unos pocos pasos cuando volví atrás.
-Eh, eh tú. Despierta-zarandee a la chica.
-Vete ya-susurró-. No quiero ningún problema.  Y me llamo Sary, zoquete. Sary’Ashad. Deja de llamarme“tú”.
-Si, oye, necesito que me respondas a algo más-dije de inmediato. En ese momento pocas cosas podían importarme menos que el nombre de esa chica-. ¿Qué pasó anoche entre Je'Lad y yo?
Sary alzó una ceja, cómo creyendo que le tomaba el pelo.
-Quiero decir, ¿solo estuvimos en la cama o…?
-Sé lo que quieres decir-cortó-. Estamos hablando de Je’Lad. ¿Tú que crees? Aún no me puedo creer que pudiera dormir con todos aquellos gemidos.
-Esta bien, gracias por ayudarme-dije avergonzado.
Con las cosas más claras pero con la cabeza más confundida aún, salí de la habitación, cerré la puerta con cuidado y me senté en suelo para calzarme mis botas. Los pasadizos estaban completamente desiertos; la mayoría de los estudiantes estaban durmiendo aún, y los pocos despiertos seguramente estarían en la Cantina. Aún así no quería correr el riesgo de que nadie me viera allí -si bien posiblemente mucha gente debió verme con la chica por la noche-, por lo que en cuanto estuve salí de allí. Ya en el patio negro de piedra negra respiré profundamente el aire fresco de la mañana y alcé la mirada hacía un limpio e intenso cielo azul.

-Buenos días Balwind. Qué curioso, ¿verdad? Esta ya debe ser la segunda vez que nos encontramos junto a la fuente.

-Tenía entendido que estabas de viaje.

El Capanegra Knox apartó la mirada del horizonte y volvió la mirada hacía mí.

-Y así ha sido. Un viaje bastante provechoso, cabe decir. Tengo entendido que tus entrenamientos con lord Korver también han sido muy fructíferos.

-Perdí en semifinales del torneo-confesé. En cualquier caso yo estaba seguro de que él ya lo sabía.

-Siempre habrá alguien más fuerte que tú. No desmerezcas tus méritos por algo así.

-Ya, bueno. Gracias por tu compasión-dije intentando cortar la conversación.

-Balwind, espera. Ya viene-dijo volviendo la mirada al horizonte.

-¿Ya viene?¿Quién?

-Un nuevo problema-dijo con una sonrisa llena de tristeza.

El sonido de los cascos de un caballo retumbó por todo el suelo. De pronto un jinete apareció por uno de los lados de Alojamientos y penetró en la plaza a toda velocidad. El caballo iba directo contra Knox, pero haciendo gala de un increíble dominio el jinete tiró de las riendas y el caballo alzó sus patas delanteras a escasos centímetros del Capanegra.

Knox no había hecho ni el menor pestañeo.

-¿Cómo ha ido?-preguntó al jinete.

-Aquí traigo la chica-dijo con voz serena, pese a su caballo no dejaba de mecerse de un lado a otro, soltando espuma por la boca y resollando exhausto por el esfuerzo. Cogida de su cintura se veían unas pequeñas y débiles manos que salían de una figura encapuchada sentada detrás de él-. Mis hombres están batallando en la ribera del Ter contra un grupo formado por Khayam y mercenarios. Los magos de la ciudad de Laus se han unido a nosotros en la lucha, y la fortuna ha estado de nuestra parte y nos hemos topado con Marcelau y algunos de sus hombres, quienes han pulverizado la retaguardia enemiga en cuestión de segundos. Si no hay ningún contratiempo deberíamos obtener la victoria sin perder más vidas. Pero dudo que consigamos capturar a alguno de los Khayam-añadió.

-Marcelau sabrá hacerse cargo de la situación-asintió-. En cualquier caso la chica ya esta aquí.

Knox posó una mano en la frente del caballo y éste se tranquilizó con un largo suspiro.

-¿Me permites?-dijo tendiendo una mano pálida y débil a la encapuchada. Esta aceptó la mano del Capanegra y bajó de la montura con un salto grácil.

-Ve a los establos y manda ensillar los mejores caballos. Lunt irá a verte; pídele cualquier cosa que creas necesario. En menos de tres horas debéis partir hacia los campos Lanson-ordenó Knox dirigiéndose al jinete. De uno de sus bolsillos había sacado una especie de canica de color plateado, y sin dejar de hablar no dejó de darle vueltas en su mano con gestos rítmicos y medidos.

-Tres horas, de acuerdo-aceptó sin cuestionar ninguna de esas órdenes. Sin perder ni un segundo más tiró de la riendas y salió de allí con un fuerte estruendo de cascos que resonó por toda la plaza. La figura encapuchada se acercó hasta la fuente, cogió un poco de agua de entre sus manos y se refrescó la cara con ella. Al levantar la cabeza la capucha cayó atrás, dejando a la vista una larga melena de color plateado que yo ya conocía.
-¡¿Sharlotte?!

Ella me miró con una expresión extraña. Sus ojos estaban enrojecidos y su mirada era un pozo inacabable de dolor y tristeza.

-Me alegro de verte-dijo sin mucho ánimo.

-Bonito reencuentro, pero no tenemos mucho tiempo-cortó Knox-. Acompañadme. Pronto se nos unirá el resto.

Knox se adentró en Residencias y Sharlotte le siguió con la vista perdida. Extrañado por toda aquella situación les seguí sin mediar palabra. El Capanegra nos guió hasta una gran sala del primer piso; probablemente la sala de reuniones de los maestros de la Academia.

Colgados de las pared se encontraban cuatro grandes tapices con el color y el símbolo de cada rama. Entre ellas había unos grandes ventanales que iluminaban con claridad la sala. Al fondo, junto a un sillón decorado con los cuatro símbolos, había un gigantesco tapiz negro con un árbol blanco en el centro y una media luna, un sol y una estrella a su alrededor. Knox se sentó en aquella silla y Sharlotte se sentó de inmediato a su izquierda.

-Siéntate aquí-me pidió Knox señalando a su derecha. Yo ya había retirado la silla para sentarme junto a la chica, pero obedecí y me senté al lado del Capanegra.

Mientras esperábamos en silencio Knox no dejó de mirar la puerta y de dar vueltas en su mano a aquella pequeña piedrecilla, aparentemente ausente. Sharlotte miraba la mesa con posado triste; toda la energía que parecía albergar cuando yo le había conocido parecía haber desaparecido por completo.

Minutos más tarde la puerta se abrió y tras el mayordomo Madeos aparecieron Kachess, Nolan, Nime y Dyson. Todos parecían sorprendidos de ver a Sharlotte allí, pero ninguno tanto como el pequeño Lanson.

-Vamos, tú también-ordenó Madeos.

Marion entró a la sala con gesto asustado, pasando la vista de Knox a Sharlotte sin entender nada de lo que estaba ocurriendo allí. Todos tomaron asiento; unos con cara de miedo y otros con el ceño fruncido.

-Explica todo lo que ha pasado. No escatimes en detalles-pidió Knox en voz alta sin dejar de mirar a la nada y de toquetear la piedra. Era evidente que aquella petición iba destinada a Sharlotte, así que respiró hondo y empezó a hablar.
-Los Khayam nos encontraron. Poco después de vuestra marcha de Someland Sonia mandó a Katie conmigo a la taberna de Owen por orden de Sara. Sospechábamos que aquello tenía que ver con los Khayam, así que aceptamos y nos mudamos allí. El caso es que un día entró un cliente al que yo no había visto jamás. Era raro, ya que Frederick y Heddwyn se encontraban hospedados desde hacía semanas.
-¿Frederick y Heddwyn?-preguntó Nolan.
-Son magos enlace. Frederick es quién me ha traído hasta aquí-añadió mirándome-. Van y vienen, siempre en parejas y de incógnito. A la mayoría no lo diferencias ni de tu propio vecino, aunque Gale habla con una pomposidad asquerosa -añadió con una tímida sonrisa. Daba la sensación de que hablar de lo ocurrido le estaba ayudando a recuperar un poco el ánimo-. El caso es que los enlaces eran los únicos clientes que teníamos en la taberna, y ahora que sé que tenía una protección mágica entiendo el por qué. Frederick y Heddwyn no perdían ojo sobre el chico, que tomó asiento y pidió una bebida. n. Tenía el pelo rubio y ojos azules, y no debía sobrepasar los veinticinco. Pese a que un cliente nuevo era algo extraño yo no lograba entender porque los dos magos parecían tan nervioso. Frederick se levantó y se acercó a mi y a Katie mientras Sara servía al chico.

“-¡Hora de pasar un buen rato!-exclamó cogiendonos por un brazo-.  No hagáis nada raro. No miréis al extraño. No preguntéis. Seguidme el juego y actuad”.

Nosotras nos renovamos y maldecimos. Frederick sacó una bolsa y nos ofreció dinero. Nosotros le seguimos la corriente, regateamos y al final aceptamos su suma. Frederick nos cogió de nuevo a ambas por los hombros y subió con nosotras por la escalera con una sonrisa petulante. En cuanto estuvimos en la primera planta Frederick se colocó un dedo en sus labios pidiendo silencio, nos ordenó que nos quedáramos allí y desapareció. Inmediatamente en la planta inferior se escucharon gritos y el las paredes empezaron a temblar. Nosotros permanecimos quietas, tal y como nos había ordenado, incluso cuando una de las habitaciones se derrumbó causando una gran nube de polvo y rocas. Tras aquello el silencio se apoderó de taberna y  Frederick subió a buscarnos. De su cuello salía un gran reguero de sangre pero el mismo cicatrizó la herida y nos dijo que no podíamos seguir allí. Con ayuda de su magia nos ayudó a bajar por el enorme hueco del edificio, ya que todo el edificio estaba cubierto en llamas.

-¿Pero Sara sobrevivió?-preguntó Nime con los ojos empañados.
-No lo se-negó Sharlotte-.  Frederick nos montó en su caballo y salimos de Someland dejando atrás a un gran número de curiosos. En cuestión de segundos nos encontrábamos cabalgando a través de los campos de labranza del norte. Avisé a Frederick de que unos jinetes nos perseguían, pero él ni siquiera se inmuto. Pronto dejamos atrás el campo abierto y entramos en una pequeña villa con nuestros perseguidores pisandonos los talones. Nuestros perseguidores eran casi una media docena, y a los lejos se avistaba un grupo más grande que les seguía a la zaga. En cuanto ellos pisaron el suelo de la villa varios magos salieron de las casas y emboscaron al grupo. Frederick aceleró y nos llevó hasta el final del pueblo, donde Heddwyn nos esperaba con otro caballo ensillado. “Hay que llevarlas a un lugar seguro-dijo mientras tomaba a Katie-. Tú vendrás conmigo a Belhaven. Frederick, llevala a la Academia.”. Sin tiempo para más Heddwyn montó a Katie y ambos nos pusimos en marcha.
-¿Así sin más?¿No os despedisteis?-pregunté atónito.
-Una despedida podría salir tan caro como para no poder recibir una bienvenida nunca más-respondió mordiéndose el labio.

-No le hagas caso. Continúa, por favor-pidió Kachess, que escuchaba fascinado cada palabra de Sharlotte.

 -Cabalgamos a campo abierto, ahora hacía el este, pero nuestros perseguidores parecían inacabables y siempre aparecían de la nada. Frederick siempre pasaba cerca de cada lugar habitado que encontrábamos en nuestra y huida, y casi también como de la nada salían varios  grupos de magos que embestía a nuestras espaldas contra nuestros perseguidores.  De vez en cuando alguno de esos jinetes se nos unía durante un corto período de tiempo; solo hasta que la sombra de más enemigos aparecía. Entonces daban la media vuelta y se unían a la escaramuza. Muchos de los magos que nos escoltaban iban cubiertos de dibujos y símbolos en la piel con pinturas de colores, y se transformaban en bestias en cuanto veían a otros jinetes venir. Eran aterradores.

-Animagia-murmuré.

-A la altura de Loradinas nuestros perseguidores desaparecieron por completo, aunque un goteo de magos jinetes seguía yendo a su encuentro -prosiguió la chica-. Bordeamos el bosque de Lyrewood y cruzamos por la parte sur de Frisia. Por desgracia allí había otro grupo de Khayam esperándonos.

-No puede ser. Es imposible que haya Khayam en nuestra región-dijo Marion levantándose de su mesa. Cómo hija de lord Fabel Culbert, señor de Frisia, aquella noticia la había horrorizado.

-Nos esperaban en el gran puente blanco de Mulligan-contradijo Sharlotte-. Tuvimos que seguir el curso del río hasta encontrar un vado y poder seguir para llegar aquí. Los Khayam nos persiguieron, pero al llegar al puente de Ter nos estaban esperando un númeroso bloqueo formado por los hombres de Laus y algunos magos de Frederick.

-Y los hombres de Laus cortaron su avance mientras Marcelau llegó por la retaguardia, aplastandolos como un martillo-finalizó Knox rememorando las palabras de Frederick-. Sharlotte necesita un nuevo lugar para ocultarse. Tal vez tu gente podría ocultarla durante un tiempo-dijo a Dyson.

El Lanson palideció al escuchar esas palabras.

-¿Mi gente?

-Tú clan, sí. Se interpone una gran barrera entre las montañas Khayam y los campos Lanson. Cruzar Someland, los desiertos y buscas por vuestras gigantescas planicies no es tarea fácil. Sharlotte estará bien allí

-¿Y yo también tengo que ir?-preguntó tragando saliva con dificultad.

-Sí. Tu permanencia aquí ya no tiene sentido. De hecho, ahora mismo tu vuelta a Lanson podría dar los mismos frutos que hemos intentado recoger en estos meses. Ahora todo esta en mano de los Leridian.
Dyson bajó la mirada al suelo. Por primera vez le veía como el niño que realmente era.

-No quiero volver-dijo con el corazón roto. Nadie dijo nada, por lo que suspiró y alzó su cabeza-. Pero tampoco tengo opción, ¿verdad?
 -No. Nadie de esta sala tiene opción. Ni siquiera vosotros-dijo hacía nosotros.

-He escuchado cada sílaba que ha salido de vuestros labios, y sigo sin entender qué hacemos aquí-dijo Nolan con una sinceridad cortante.

Knox hizo caso omiso y cerró los ojos.

-¡Dejate de tonterias!-se quejó el Caparoja dando un puñetazo en la mesa-. Estoy harto de todo esto. ¡Harto! Yo no tengo nada que ver con ese renacuajo-señaló a Dyson-. Y tampoco con Sharlotte. La salvamos de los Khayam, sí, ¿y qué? Por mi podría haberla palmado de saber que nos traería tantos problemas.

-Tal vez nosotros pensamos lo mismo de tí-replicó Dyson-. No eres más que un estúpido que intenta ocultar su fragilidad bajo la lucha…
Nolan lanzó un azote contra Dyson, que sin pestañear desvió el golpe y lanzó un mar de fuego como respuesto. Nolan abrió la boca con gesto de sorpresa, incapaz de poder aturar aquella corriente mágica, pero las llamas se alzaron danzando en círculos y se desvanecieron llenando la sala de pequeñas chispas de fuego.

-Ya basta-cortó Knox. Estaba enfadado. Más bien estaba solo molesto. Pero ver aquella expresión en alguien como él era suficiente para que tanto Nolan como Dyson volvieran a tomar asiento-. Lee esta nota-dijo entregándome una hoja bien doblada de su bolsillo.

Cogí el pequeño cacho de papel y reconocí la caligrafía al instante.

- “Obeced a Knox”-leí en voz alta-. “Obedeced y estaréis bien. Si todo va bien vendré a buscaros en breve”. Y esta firmada por Owen.

-¿Owen?¿De verdad?-dijo Nime arrebatandome la nota de mis manos.   

-Tampoco me importa lo que diga Owen-insistió Nolan-. No me importa en absoluto.

-Empiezo a cansarme de ti-dijo Knox alzando un poco la voz-. Hasta ahora has seguido todas nuestras órdenes y todo ha ido bien…

-¡Estuvierona puntoo de matarme!-dijo Nolan fuera de sí.

-Exacto. ¿Recuerdas quién te salvó la vida?

Nolan dirigió su mirada a Dyson. Era cierto; el pequeño Lanson era a quién le debía la vida.

-Ahora siéntate y cierra esa bocaza-zanjó Knox. Algo en el tono del Capanegra advirtió a Nolan que lo mejor era hacerle caso y dejar de discutir-. Vosotros acompañareis a Dyson y Sharlotte a los campos Lanson junto a Frederick y sus hombres. Sin contras ni peros. El sur es ahora vuestro destino.

-Iremos-dije para sorpresa de todos-. Pero antes quiero la respuesta a mis siguientes tres preguntas.

Knox alzó las cejas.

-Te escucho-dijo divertido.

-¿Por qué Dyson?

-Los Monardos y Leridian quieren invadir los llanos. Las clans Lanson están demasiado distanciadas entre sí como para suponer una amenaza, pero juntas podrían destrozar el avance enemigo. Nosotros tenemos a Dyson aquí como sello de la tregua que ellos y la clan Iluvia han firmado para unir fuerzas entre sí. Por desgracia los Leridian saben que Dyson está aquí, por lo que ya saben que traman las clans. Saben que no pueden dar más tiempo a los Lanson y quieren atacar ya los campos, pero sin la ayuda de los Monardos saben que será un ataque suicida. No creo que haga falta explicar las históricas desavenencias de los desiertos.

Me quedé congelado. Posiblemente aquella era la primera vez que aclaraba uno de sus numerosos misterios con tanta clareza.

-¿Pero que tengo que ver en todo esto?-interrumpió Marion. Era evidente que le aterrorizaba la idea de irse a esa extraña aventura de la cuál ella no entendía nada en absoluto. Pero para ser sinceros, nosotros no estabamos mucho mejor que ella.

-Tu misión es distinta. Necesitamos investigar y detener a los Khayam. Quiero que vuelvas a Frisia y le expliques a lord Culbert todo lo que está ocurriendo. No podemos dejar que los nigromantes vaguen por nuestras tierras. Garïn ha encontrado un camino por el cuál enviar sus hombres, y tenemos que encontrarlo sea como sea.

Marion sospeso aquella palabras.

-Lo entiendo-dijo al final, aliviada por su mejor situación.

-Creo que tienes más preguntas para mi-me recordó con suspicacia.

-¿Por qué nosotros?

-Solo las deidades lo saben-negó.

-Quiero una respuesta real-dije armandome de valor.

-No hay otra respuesta que esta-aseguró.

Suspiré.

-¿Quién eres?-dije gastando la última pregunta.

-Hay preguntas que no deben ser formuladas y respuestas que es mejor no conocer. No soy vuestro enemigo, y eso ya es más de lo que muchos podrían decir.

-Cuanto antes salgamos antes finalizara todo-cortó Sharlotte-. No me gusta estar sentada.

-Ya habéis oído a la dama. En marcha-dijo Knox.

 -Entonces…¿dejamos la Academia?¿Nos vamos a los campos Lanson?-dijo incrédulo Kachess.

-Así es. El viaje que cambiará vuestras vidas-aseguró el Capanegra.



Algo aturdidos aún por lo que acababa de ocurrir nos pusimos en movimiento y fuimos a nuestras habitaciones para coger ropa de abrigo, cada uno absorto en sus pensmamientos. Cuando ya estábamos todos preparados, fuimos a encontrarnos con los jinetes. Aún no podía creer que todo esto estuviera ocurriendo tan deprisa.
Y sin embargo sentía la emoción crecer de mi interior. Por primera vez en mi vida iba a salir de Someland. Iba a cabalgar junto a un grupo de rudos magos rumbo a los salvajes campos Lanson. Una misión como la que Johan estaba viviendo.

Una vez listo salí hacia los establos, donde una docena de jinetes y caballos para nosotros nos esperaban. Eran magos veteranos de expresión honorable, vestidos con pesadas capas negras. Ninguno de ellos parecía Monardo, Leridian o Lanson.
-Y aquí tenemos al primer joven-dijo el mago que había traído a Sharlotte-. Siento no haber hecho las presentaciones. Me llamo Frederick, un honor.

-El honor es mío-dije estrechando la mano que me ofreció.

Frederick era un mago de estatura media, pero por su porte parecía un hombre mucho más alto y fornido. Su cabello castaño lleno de canas y su barba con motes blancos y marrones le daban un aspecto aún más caballeresco. Tenía los ojos pequeños y mirada clara, además de unas espaldas muy anchas, aunque no era demasiado musculoso o atlético. Cuando ayudó a Sharlotte a montar todos sus movimientos parecían firmes pero suaves. Iba ataviado con una armadura ligera de un gris plateado radiante, unos guanteletes negros de piel y pantalones y botas de cuero típicas para montar.

Mientras el resto de mis amigos iba llegando observé como aquellos hombres revisaban y preparaban una y otra vez que todo estuviera en orden. En aquel instante una parte de mi me decía: “¿Qué está pasando?¿Qué hago aquí? Es una locura”, y por otra me sentía más vivo que nunca.

-Pues aquí están todos-dijo en cuanto llegó Nime en último lugar-. Escoged un caballo y montad. No podemos perder más tiempo.Ven Sharlotte-tu irás en este caballo-señaló el mago.

-¿Quieres decir que estos chicos saben cabalgar?-preguntó con tono incrédulo un mago un poco pasado de peso y grandes ojeras.

Kachess luchaba con la mayor dignidad posible para poder montar en su caballo.
-¿Cómo es que tú si sabes montar?-preguntó Kachess a Dyson, que tenía su montura bajo control.
-En Lanson nos enseñan a montar ciervos rojos desde pequeños, y algunos clanes incluso montan terradragones, criaturas wyvern incapaces de volar pero que cuentan con la misma ferocidad. Una vez conseguí montar uno en una visita al clan Lyndis-explicó Dyson con orgullo-. Un caballo no trae más complicaciones que un terradragon, te lo aseguro.

Kachess parecía tan sorprendido como yo. Todos conocíamos -o creíamos conocer-el enorme poder que Dyson albergaba, pero hasta ahora nunca lo había imaginado como un auténtico mago de fuego Lanson. Lejos de Knox volvía a parecer aquel mago orgulloso y ufano de los últimos días.
-Muy bien, todo listo-dijo Frederick en cuanto Kachess logró mantener el equilibrio.

-Frederick, espera.
Knox apareció a nuestras espaldas. Todos los jinetes parecían muy sorprendidos de verlo allí.

-¿Qué ocurre?-preguntó Frederick, tan aturdido por la presencia del mago que había olvidado todo tipo de formalidades.

-La chica asegura que el mago que os descubrió en Someland huyó vivo. ¿Es eso cierto?

-Así es. Nos batimos en duelo pero consiguió escapar por los pelos.

-¿Estás seguro?-insistió Knox.

-Sí. Él fue quien incendió la taberna. Era un mago bastante hábil para su edad. Aunque probablemente era un Khayam, por lo que es imposible dictaminar la edad real del chico.

Por algún motivo todo aquello parecía preocupar gravemente al Capanegro.

-¿Todo bien¿Seguimos con la escolta?-preguntó el mago.

-Seguid con la escolta-respondió Knox, absorto en sus pensamientos.

-Muy bien. ¡Adelante!

De pronto los jinetes se pusieron en marcha y nuestros caballos los imitaron por pura inercia. Kachess se sujetó a la crin de su montura con gesto de horror mientras Dyson reía a carcajada limpia.
E instantes después nos encontrábamos cabalgando todos a una, todos al mismo peligroso y desconocido que destino.
Que aterrado me sentía.


Y que vivo.

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