Still

By LibsMew

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Más allá de las horas, más allá de los años, el amor aguarda paciente. Dos corazones que crecieron juntos, de... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Caspítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16 -Final-
Epílogo

Capítulo 11

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By LibsMew



El corazón de BaekHyun palpitaba aceleradamente dentro de su pecho. No sabía por qué. Quizá, porque había decidido terminar su relación clandestina, y aquello lo ponía ansioso. O, quizá, porque ChanYeol se veía particularmente guapo esa tarde, con el cabello rojo cayendo sobre su frente, y sus ojos brillando con esa chispa de travesura.

—Esto es inusual... Es demasiado temprano para un encuentro —bromeó ChanYeol, mientras se sentaba frente a BaekHyun, en un pequeño restaurante frente al edificio donde el futuro presidente vivía.

Estaba de buen humor, era agradable ver a su amigo a plena luz del día, sin ocultarse entre cuatro paredes. Sin embargo, era un acontecimiento extraño y eso también lo ponía nervioso.

—Pide algo de tomar —BaekHyun lo miró fijamente, su expresión era triste, pero sus ojos estaban llenos de amor y deseo.

ChanYeol pidió un café americano, igual que él. Después de tomar el primer sorbo, se recargó en el respaldo de su silla, con los brazos cruzados. Esperaba escuchar lo que BaekHyun tenía que decirle. El futuro presidente suspiró y agachó la mirada.

—Creo que... debemos terminar, ChanYeol. Yo... yo ya no puedo seguir con esto.

ChanYeol se mantuvo inexpresivo, tomó otro sorbo de café y continuó mirándolo, sin decir palabra alguna.

—Nunca fui bueno para engañar, para ocultar la verdad. Sabes que no soy bueno para eso. Todo esto me afecta demasiado, creo que moriré de nervios. Cada vez que hablo con SunHee, siento que voy a explotar por la culpa... Todos parecen tan emocionados por la boda... yo... ya no puedo seguir.

—No lo acepto —ChanYeol tomó el último trago de café, se levantó sin decir más y salió del restaurante.

BaekHyun lanzó un billete sobre la mesa y salió corriendo detrás de su amante. Lo alcanzó, tomando su mano con fuerza.

—¡Espera! Por favor, por favor, no te vayas así —exclamó con desesperación.

De pronto, se dio cuenta de la decisión que estaba tomando. Su corazón se aceleró todavía más. En el fondo, no quería perderlo, no podría sobrevivir sin él. Todos los años que pasaron separados, estuvieron llenos de un silencioso pesar. BaekHyun no quería atravesar por eso otra vez.

—¡Estúpido! —dijo en un susurro.

ChanYeol dio media vuelta para encararlo, así se encontró con sus mejillas humedecidas por las lágrimas.

—¿Por qué tuviste que aparecer de nuevo en mi vida?... Todo estaba muy bien... todo estaba muy bien.

BaekHyun soltó la mano de ChanYeol. Por un momento, sintió que perdería la conciencia. El estrés y la ansiedad acumulados, por fin comenzaban a explotar. ChanYeol lo rodeó con sus brazos, sin importarle que la gente los mirara.

—¡Baek! ¡Baek! ¿Estás bien?

El muchacho suspiró. La calidez del abrazo, lo reconfortó y logró mantenerse en pie.

—No estoy bien... —respondió, apartándolo suavemente, pues sentía las miradas lacerantes de aquellos que caminaban por ahí—. Pero, ya no sé cómo arreglar esto, ChanYeol... No sé qué hacer.

ChanYeol suspiró frustrado. Se mordió el labio inferior con rabia, luego tomó el brazo de BaekHyun con fuerza.

—Vamos a tu departamento. Este no es un buen lugar para hablar.

Cruzaron la calle en silencio, completamente ajenos al auto último modelo, estacionado en la acera de enfrente, desde donde las hermanas los observaban con sorpresa.


<<ChanYeol>>

El muchacho había perdido peso. Después de un mes, el dinero que se había llevado de su casa, ya se estaba terminando. Procuraba comer una vez al día, así podría seguir pagando por el cuarto sucio en un motel de mala muerte, donde dormía cada noche. Realmente, no tenía un plan. Cuando salió del hospital, sólo podía pensar en dejar esa casa para siempre. Para él, eso representaba dejarse a sí mismo también. Sería un nuevo ChanYeol, alguien fuerte, insensible al dolor, tanto emocional como físico. Quería ser un valiente soldado, un hombre que viviría solamente para sí mismo. Pero, ¿por dónde empezar?

Las primeras dos semanas, hizo lo mejor que pudo para conseguir un empleo, pero nadie le daba una oportunidad. Tal vez, su semblante apagado y su falta de encanto, jugaban en su contra.

ChanYeol tenía un agujero en su corazón. Todas las noches tenía pesadillas. Soñaba con su madre, con su padre, y su cerebro repetía sin cesar el horror que vivieron los tres. Pronto, se vio combatiendo al hambre con alcohol, era barato y lo adormecía. Pasaba noches enteras bebiendo, dormía profundamente durante el día. Pasó otro mes viviendo así.

—¡Mocoso, abre la puerta! —el encargado del motel golpeó la puerta con fuerza—. ¡Sé que estás ahí! ¡Ya debes dos semanas del cuarto!

ChanYeol levantó la cabeza de la sucia almohada, sólo un par de centímetros. Entreabrió los ojos por un momento, luego de un suspiro, los cerró de nuevo.

—¡Tendrá el dinero esta noche! —gritó con las pocas fuerzas que le quedaban.

—¡Si no pagas esta noche, mañana estarás fuera! —amenazó el encargado. Dio un último golpe furioso en la puerta y se marchó.

ChanYeol no tenía dinero suficiente. Le quedaban un par de billetes para comprar comida por dos o tres días más. Se quedó tirado sobre la cama, pensando en una posible solución. No podía llamar a nadie. Su madre estaba muerta, su padre estaba en la cárcel y su único amigo estaba en algún otro lugar, viviendo feliz, quizá. ChanYeol se sintió solo, como las ruinas de una casa después de un incendio. Lloró entre tragos de alcohol. La desesperación llenaba sus pulmones y lo ahogaba. Cuando cayó la noche, decidió levantarse de la cama y darse un baño.

—Amigo, ¿qué te pasó? —le preguntó a su reflejo en el espejo maltrecho del baño. Se acomodó el cabello detrás de sus prominentes orejas. Sus ojos, alguna vez brillantes, lucían vacíos. Sus pómulos resaltaban ahora, dándole un aspecto demacrado.

El muchacho se puso la chaqueta más limpia que tenía y salió de la habitación. Caminó por el centro de Seúl durante horas. Sabía lo que tenía que hacer, pero tenía miedo. Su garganta quemada le exigía un trago. Entró a un bar, donde la música sonaba demasiado fuerte. Era un lugar extraño, donde la gente bailaba envuelta en luces de neón, algunos hablaban con señas y expresiones exageradas. ChanYeol se acercó a la barra y pidió un trago. A pesar de todo, era un tipo alto y sexy, no tardó mucho en llamar la atención de alguien.

—¡Hola, guapo! —lo saludó un hombre más o menos de su misma altura. Llevaba los ojos delineados y el cabello pintado de rosa. A pesar de que casi había gritado en su oído, su voz pareció un susurro.

ChanYeol regresó el saludo con una sonrisa. Giró su cuerpo hacia el recién llegado y dio un sorbo a su trago. Como si hubiera vivido allí por años, comenzó a comunicarse a señas.

El chico estaba bien vestido, a leguas se notaba que tenía dinero. ChanYeol se tragó los nervios con el siguiente trago, invitado por su nuevo amigo. Las luces comenzaron a moverse con una nueva canción sobre la pista. El chico del cabello rosa tomó su mano y lo jaló para bailar.

Seis tragos y tres canciones después, ambos se encontraban en el baño del bar. Intercambiaban besos y caricias desesperadas. ChanYeol le bajó los pantalones, para descubrir su sexo erecto. Lo cubrió con sus labios calientes y comenzó a succionar suavemente, su lengua recorría el miembro venoso, mientras el chico de cabello rosa gemía sin parar. Puso sus manos en la cabeza de ChanYeol para marcar el ritmo de sus movimientos. No tardó mucho en acabar. Después de darle un último beso apasionado, metió cinco billetes en el bolsillo trasero del pantalón de ChanYeol, y salió del baño.

Así comenzó. Algunas noches no obtenía nada, algunas otras ganaba lo suficiente para pagar el cuarto del motel por un mes.

Pronto, ChanYeol pudo mudarse a un pequeño departamento, tenía la nevera llena de comida y ropa decente. Su cuerpo tenía lo suficiente para sobrevivir, pero su mente y su corazón se pudrían un poco más cada noche. Hombres jóvenes o viejos, incluso mujeres, no importaba, cuando el acto terminaba y el dinero se deslizaba en la palma de su mano, ChanYeol se sentía el ser más inmundo sobre la faz de la tierra. Sin embargo, aquello no lo detenía, era demasiado fácil.

Cada día, recordaba el dolor de su pasado al abrir los ojos. Por las noches, las pesadillas continuaban, incluso se hicieron peores. A veces, podía sentir manos extrañas que lo tocaban a la fuerza, los cuerpos sin rostro que lo ultrajaban, se presentaban en su mente. Despertaba sudando frío, con escalofríos recorriendo cada rincón de su cuerpo.

 De esa manera, vivió varios meses. Sufría en su soledad, pero se acostumbró a sonreír cuando le convenía, ajustaba su voz a su tono más suave para seducir, aprendió las palabras mágicas para convencer. Se volvió un experto en aquella turbulenta actividad.

Una noche, mientras esperaba que algún pez gordo mordiera el anzuelo de sus pantalones ajustados, en la barra de uno de los bares más elegantes de Seúl, conoció a SunMi. La muchacha estaba tan borracha, que apenas podía mantener la cabeza erguida. Parecía tan indefensa, era la presa perfecta. ChanYeol se acercó para presentarse y endulzarle el oído con el discurso que repetía siempre, sin importar género o edad.

—Te ves muy linda esta noche. No puedo creer que estás sola aquí —empezó, mientras bebía de su botella de cerveza.

SunMi lo miró un momento, después comenzó a llorar. Sin limitarse con los detalles, le contó sobre la discusión que había tenido con su padre unas horas antes. Se sentía humillada, pues el hombre había hecho alboroto por su soltería. Le recordó, de la manera más grosera, que no heredaría nada a menos que se casara antes de los treinta, y ya tenía veintiocho años. ChanYeol comenzó a reír, lo que afectó más a la ebria mujer.

—¡No entiendes! Soy un desastre, ¿quién me va a querer? Mi padre dice que tengo la personalidad de una hoja de papel en blanco —lloriqueó antes de servir más soju en su pequeño vaso de cristal.

ChanYeol la detuvo. Sostuvo su rostro entre sus manos y la miró fijamente. No supo si fingía o no, pero sus ojos brillaban con ternura. La besó sin pensarlo demasiado.

—Eres una mujer hermosa. No estás hecha para cualquier amor, tú necesitas algo especial, digno de ti.

Esa noche durmieron juntos en el departamento del muchacho. SunMi se fue sin pagar a la mañana siguiente, pero a ChanYeol no le importó. Al hacerla sentir mejor, él se sintió mejor, era una sensación agradable, algo que no había experimentado en mucho tiempo.

SunMi comenzó a espiarlo al día siguiente. Al cabo de una semana, comprendió el motivo de sus actividades, y sopesó la posibilidad de ofrecerle un trato. Dos semanas después, se presentó en el departamento del muchacho, media hora antes de que saliera a buscar su sustento.

—¿Qué haces aquí? —preguntó ChanYeol con sorpresa, después de abrir la puerta y encontrar el rostro inexpresivo de la mujer.

SunMi puso una mano en su pecho y lo empujó hacia dentro del departamento, cerrando la puerta tras de sí.

—A partir de hoy, ya no tendrás necesidad de salir cada noche —anunció la mujer—. Si te casas conmigo, no te faltará nada nunca más. Necesito un esposo para obtener mi herencia y vivir desahogadamente por el resto de mi vida. Tú necesitas dinero. Haremos un intercambio y ambos obtendremos lo que deseamos.

Era verdad, mientras estaba sobria, SunMi era como una hoja en blanco. No tenía encanto ni gracia, carecía de atrevimiento o calidez. Era mandona, fría y estoica.

ChanYeol se casó con aquella mujer un mes después. Y, desde entonces, vivió como una especie de trofeo en su repisa. Ella lo usaba a placer, era el esposo guapo, joven y carismático de la heredera. Le fascinaba presumirlo con sus amistades de la alta sociedad, lo paseaba por Seúl, como un cachorro de alguna raza noble, ocultando siempre su verdadera procedencia.

Al principio, ChanYeol lo disfrutaba, tenía todo lo que podía desear y más que eso. Aunque su vida sexual no era un sueño, procuraba mantener a su esposa feliz. Sin embargo, con el transcurso de los meses, comenzó a sentirse sucio otra vez, se sentía culpable, se odiaba a sí mismo. ¿Qué clase de hombre se vende así? Ya no tenía orgullo, ni pizca de dignidad. No era el hombre que quería ser, no era valiente y fuerte como un lobo.

Decidió divorciarse de SunMi, tenía ahorrado lo suficiente pare reinventarse a sí mismo en algún otro lugar, otro país quizá. Pero, la noche en la que le comunicaría su decisión a su esposa, SunHee llegó agitando su teléfono celular en el aire, anunciando que había encontrado al amor de su vida. Ese fue el reencuentro de ChanYeol con BaekHyun.

BaekHyun, BaekHyun, BaekHyun.

La piel caliente de BaekHyun.

La lengua suave y húmeda de BaekHyun.

El cabello sedoso de BaekHyun.

Los ojos brillantes e inocentes de BaekHyun.

El sexo ávido y abrasador de BaekHyun.

Sus gritos furiosos cada vez que perdía en algún videojuego. Su expresión de hastío cuando su madre le servía demasiadas verduras. La forma en la que ocultaba su rostro entre sus manos cuando veían películas de terror hasta la madrugada. La infancia y la juventud que compartieron. El hombre que ahora comenzaba a conocer. Su sonrisa, la forma en la que sus dedos lo tocaban con recelo, reclamándolo como suyo. Su voz, demasiado profunda para su escasa estatura. Sus carcajadas sinceras, arrancadas siempre por algún mal chiste. Su forma de cocinar, tan minuciosa y correcta. Su buen estilo para vestir, el perfume natural de su piel. BaekHyun, el precioso BaekHyun.

—No voy a dejarte ir... —susurró ChanYeol en el oído de su amante, mientras se comía su cuello a besos.

BaekHyun se retorcía entre sus brazos, intentando apartarse de él.

—Chan.... Chan... suéltame... se supone que hablaríamos.... Chan...

ChanYeol lo calló, poniendo sus labios sobre los suyos. Incapaz de resistirse más, las manos de BaekHyun comenzaron a deshacerse de su ropa. 

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