Diego estaciona el auto afuera de mi casa cerca de la una, nos quedamos sonriendo como idiotas un buen rato.
—Gracias por todo —comienzo a decir—, de verdad.
—No hay nada que agradecer, me gusta hacerte sonreír.
—Últimamente logras mucho más que hacerme sonreír.
Toma mi cara para besarme por última vez y bajo del auto aún envuelta en la toalla. Espero que en casa no haya nadie fuera de su habitación que me pueda ver y suelto un largo suspiro de alivio cuando llego a mi habitación sin encontrarme con nadie.
Rosie levanta la vista de su libro de romance juvenil del día y enarca una ceja.
—Parece que estuvo buena la cosa con tu «amigo».
—No digas tonterías, no pasó nada.
—Ya veo. ¿Por eso vienes llegando medio desnuda y llena de arena? —me apunta—. No, ¿sabes qué?, mejor no me cuentes nada. No quiero que perviertas mi mente.
—No pasó nada, nos robaron la ropa.
—No se las hubieran robado si las hubiesen tenido puestas como la gente normal hace —me mira fijamente con una sonrisa que me dan ganas de estrangularla.
—Hicimos una carrera hacia el agua, ¿contenta? —me dirijo al baño para darme una ducha—. Ni siquiera sé por qué te doy explicaciones.
—Porque soy tu hermana y cuidé a Cassia mientras salías a divertirte cancelando mis planes.
—¿Qué planes, si estás castigada?
—No me lo recuerdes.
—Me daré una ducha y luego serás libre.
Entro al baño y me permito demorarme un poco más bajo el agua caliente, ya que muero de frío y además, no todos los días tengo a una hermana vigilando a mi hija mientras me ducho.
Luego de secarme, me quedo unos minutos observando el colgante. Es realmente precioso pero aún más precioso es lo que siento al saber que soy importante para él. Llevo conmigo algo que sé todo lo que significa para él y planeo cuidarlo con mi vida.
Salgo de mi habitación dejando a Rosie en libertad y me acuesto al lado de mi hija, no logro dormirme enseguida porque mi mente recrea una y otra vez lo de esta noche. No puedo creer nada de esto, es todo tan irreal partiendo por que nos robaron la ropa.
Una pequeña mano abre uno de mis ojos despertándome, veo a mi pequeña despierta a mi lado y sonrío. Me levanto y la llevo a la cocina a tomar desayuno, papá me dio el día libre ya que no hay mucho para hacer hoy en la oficina así que podremos disfrutar de una mañana madre-hija.
No hay nadie en casa por lo que nos quedamos en pijama un rato más viendo televisión, Disney channel nunca pasará de moda y nunca me aburrirá. Cerca de la una sé que es momento de levantarse pero como tengo tiempo, le doy un baño a mi pequeña y luego me ducho yo antes de salir hacia el mall Marina Arauco.
No estamos por mucho tiempo ya que está bastante lleno, esta es la mejor época de turista y Cassia está inquieta, al igual que a mí, no le agrada mucho estar rodeada de gente. Llegamos al estacionamiento y comienzo a buscar mi auto.
—Hola, Elizabeth —reconocería esa voz en cualquier lugar, es la psiquiatra con la que trataba mi depresión cuando vivía aquí—, me alegro mucho de verte.
—Doctora Zuñiga, tanto tiempo —me da una abrazo a modo de saludo y luego se queda mirando a mi pequeña. Aquí voy otra vez—. Ella es mi hija, Cassia.
—¿Tu hija?
—Sí, todos tienen la misma reacción.
—Estoy muy orgullosa, estás hecha toda una mujer y te ves muy bien.
—Supongo que es porque mi hija fue como una luz dentro de toda mi oscuridad, si no podía salir adelante por mí, tenía que hacerlo por ella.
—No sabes la satisfacción que uno siente al escuchar eso de una paciente.
—¿De una paciente tan problemática como yo? —pregunto con media sonrisa.
—Me lo ponías muy difícil pero se pudo y eso es lo importante.
—Siento haber sido así, hay veces que extraño ir a su consulta, la de mi nuevo psiquiatra no es muy acogedora.
—Si necesitas hablar con alguien, tienes mi número, sabes en dónde está mi consulta. Solo debes contactarme, podemos ir a tomar un café o algo, no como paciente-doctora, sino como dos antiguas conocidas.
—Suena genial, gracias Doc.
—Saluda a tu madre de mi parte, cuídate.
Se aleja y se sube a su auto, observo mientras desaparece. Nunca creí que diría esto, pero extraño el tiempo que pasaba en su consulta. No el primero, ya que ahí yo era insoportable y odiaba todo —incluida a mí misma—, pero luego, cuando me di cuenta de que solo quería ayudarme, bajé un poco las murallas que había construido dentro de mí y la doctora zuñiga se convirtió en mi más grande confidente; puedo decir con certeza que ella sabe más cosas mías que Jenny y eso ya es mucho decir.
Conduzco en silencio, sigue sin haber nadie en casa lo que me extraña pero no digo nada, mamá necesita tener un día para ella sola disfrutando del regalo que le hizo papá: un día completo de Spa en el hotel Sheraton Miramar. Y bueno, Rosie es Rosie y aprovechando que nadie la vigila debe andar en algún lugar con Simón.
Le doy a Cassia su comida y luego toma su siesta diaria, me gustaría dormir con ella pero la verdad no tengo nada de sueño. Saco mi caja de cartas, salgo al patio con el monitor en la mano para escuchar si Cassia se despierta y hago lo que no debería seguir haciendo; le escribo una carta a Benjamín.
***
Termino de escribir y cierro la caja, me quedo observándola y preguntándome qué tornillo me faltará para seguir escribiéndole. Supongo que es la única forma que tengo de desahogarme. Siento unos pasos acercarse a mí y levanto la cabeza extrañada, no sé a quién esperaba encontrarme pero está claro que no era a ella.
—¿Qué haces aquí?
—No tenía planeado volver a hablarte —comienza a decir Catalina—, pero ya que no pareció quedarte claro que te alejaras de mi novio, me he visto obligada a venir. No quiero tener que repetirlo una vez más, Elizabeth por favor, sale del medio. ¿Qué no tienes un poco de dignidad?
No sé qué decirle, no puedo defenderme diciendo que no me interesa su novio porque sería una mentira pero tampoco puedo admitir nada.
—No tengo tiempo ni ganas de tener esta conversación —es lo único que puedo decir—. Creo que deberías hablarlo con él, es él quien tiene una relación contigo. No yo. Y si él no se aleja de mí yo tampoco lo haré.
—Siempre has sido un problema. Siempre metida en medio, ¿no tienes nada mejor que hacer que confundirlo?
—Nadie entra en donde no lo dejan y además nunca ha sido mi intención confundirlo, separarlo de ti, ni nada.
Se queda en silencio fulminándome con la mirada. Noto el momento exacto en que sus ojos se posan en el colgante que llevo, no lo había recordado hasta que veo sus ojos arder.
—¿Qué haces con eso?
—¿De qué hablas?
—El colgante de Edith.
—Creo que debes estar equivocándote, un colgante lo puede tener cualquiera.
Si ninguna delicadeza y antes de que yo pueda hacer algo me lo arranca del cuello. Estoy segura de que dejó una marca ya que me arde un poco.
Lo observa con atención, su rabia aumenta al ver los detalles, incluidas las letras E.L en la parte de atrás. Lo tira al suelo como si no valiera nada y yo lo recojo queriendo matarla, ahora entiendo perfectamente lo que decía Diego con lo de que no lo valoraría.
—¡¿Qué haces, idiota?! No puedes andar tirando las cosas de los demás.
—¿Te lo dio Diego o Edith? —me ignora.
—Ninguno, es mío de mucho antes.
—Es un colgante único, lleva décadas en la familia de la madre de Diego. Vi a Edith con él hace menos de una semana y no puedes negarlo.
—¿Y si me lo dio qué?
—¡Eres una perra!
—¡Gracias! —digo con mi mejor sonrisa.
Se abalanza sobre mí antes de que pueda reaccionar y caigo al suelo del impulso mientras me tira el pelo y deja algunos rasguños en mi cara, sé que me lo merezco pero no puedo dejar que me golpee en mi propia casa. Intento devolverle algo pero se me hace imposible, tiene más cuerpo que yo y fuerza también, espero que venga alguien antes de que esto pase a mayores porque no puedo permitir que me pase nada si mi hija esta durmiendo en la casa y no hay nadie para cuidarla.
Por fin hay capítulo nuevo, siento estar desaparecida :c estoy pasando por un bloqueo bien feo. En fin, espero que les haya gustado y espero que nos leamos pronto, un beso gigante :3