MI BOSQUE

De Beasha

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¿Quién soy? Mi nombre es Yoselyn Smith, he pasado mi decimosexto cumpleaños y vivo en California junto con mi... Mais

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Epílogo
Agradecimiento
AVISOOO!

Capítulo 26

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De Beasha

Solo encerrada aprendes a valorar la libertad.

"Loca. Loca. Loca. Loca. Loca. Loca" 

Las palabras de la doctora Nancy retumban en mi cabeza y se contrastan en ecos, tras ecos. Es tan perturbador.

Estoy sentada en una esquina de mi habitación, acurrucándome entre las garras de mi mente. Torturándome en silencio con pensamientos malditos.

El frío carcome cada parte de mí, drenando poco a poco mi cordura, alejándome de la verdad y sumiéndome en este abismo eterno de demencia.

Apenas recuerdo mi nombre... Yo...? 

Yoselyn!

No es suficiente. Qué hago aquí? Quién soy realmente? 

Todo me da miedo en este lugar; hay personas muy raras deambulando por los pasillos, creo que están locos, totalmente locos.

<Igual que tú> escucho una voz en mi cabeza.

-No. No. No. No -empiezo a susurrar para mí misma.

La puerta se abre y un joven de ojos oscuros y piel canela entra en mi habitación. Instintivamente cubro mi rostro con mis manos y trato de acurrucarme aún más contra la pared, tengo miedo. Mucho miedo. Ellos quieren hacerme daño, ellos piensan que estoy loca.

-Yoselyn -susurra el joven con la mirada atónita  -Qué te han hecho? 

Da pequeños pasos hacia mí e inmediatamente se me eriza la piel.

-No me hagas daño -sollozo.

Él se espanta ante mi reacción y se queda petrificado por unos segundos.

-Electrochoques -susurra.

Levanto la mirada a su rostro y veo que tiene los dientes apretados y la mandíbula tensa. Está molesto.

"Me golpeará. Me golpeará. Me golpeará."

Sin embargo, él baja la mirada abatido.

-Sabes quién soy? -me pregunta triste, y al ver que niego lentamente añade: -Soy Fabrizzio.

Fa-bri-zzio. Ese nombre me suena. Debe estar enterrado en algún lugar de mi mente, pero no lo recuerdo muy bien. Sin embargo, algo dentro mío me dice que él es bueno.

-Eres bueno -digo casi en un susurro y a él se le iluminan los ojos.

Creo que empezará a llorar en cualquier momento y de repente cae de rodillas al frío suelo. Lo miro cautelosa y el dolor es evidente en su tierna mirada.

Me pongo en cuclillas y gateo lentamente hacia él. Cuando estoy muy cerca de él, lo observo detenidamente, sus ojos se han cristalizado y está tratando de retener las lágrimas. Cuando se percata de la preocupación en mis ojos, intenta sonreírme pero es en vano.

No lo pienso dos veces y salto hacia él, acurrucándome en su pecho; él me estrecha con fuerza mientras se aferra a mi espalda. 

-Todo estará bien -espeta -Yo te cuidaré.

Fa-bri-zzio. Es una buena persona. Y su nombre es bastante divertido.

En poco tiempo, me ayuda a levantarme y guiarme por los pasillos, hasta llegar a un triste jardín. 

Yo solía jugar en jardines, son muy divertidos.

"Concéntrate"  

Debo prestar atención. Aún no han acabado conmigo, pero no tardarán en hacerlo. Me esfuerzo en recordar algo, pero mi mente se bloquea al instante como si tratara de protegerme de algún recuerdo que podría dañarme.

Me dirijo hacia el césped marchito y me siento sobre él mientras juego con las flores igualmente marchitas que el césped. 

El día está reluciente pero el césped está húmedo. Debió llover ayer. O hoy. Pero, qué día es hoy? Hace cuanto tiempo que estoy aquí? Decido ignorar esas preguntas por ahora, porque terminarán agobiándome más de lo que estoy. Respiro hondo y empiezo a tararear una canción de cuna. La habré oído en algún lugar.

De repente siento a alguien sentarse a lado mío y volteo con brusquedad. Es muy bonita, pero está muy desarreglada y sucia. 

<María> susurra mi mente.

-María -digo casi de una manera inaudible.

-Ya estás bien loca -espeta con preocupación.

Frunzo el ceño ante su comentario. Yo no estoy loca. Sin embargo, si ella me conoce, quizás recuerde las cosas que yo no.

-Por qué estoy aquí? -pregunto sin más.

Ella clava sus dilatados ojos en los míos, supongo que tratando de averiguar si estoy bromeando. Al darse cuenta que no, niega continuamente con la cabeza.

-En serio no lo recuerdas? -niego con la cabeza y ella suspira -Me dijiste que te encerraron aquí porque intentaste suicidarte un par de veces. Que veías a tu difunta mamá y hablabas con ella. 

Mi mamá está... 

No puedo terminar la frase. La miro expectante, esperando que diga que solo es una broma, sin embargo, su expresión sigue manteniendo una seriedad profunda.

-Intenta recordarlo -espeta y luego me anima -Tú puedes.

Trato de sumergirme en las profundidades de mi mente en busca de cualquier pequeño fragmente de recuerdo. Me esfuerzo, realmente lo hago. La cabeza me empieza a martillar y siento que me desmayaré en cualquier momento. Sin embargo, allí está. La veo en el bosque acariciándome el cabello, sonriéndome y hasta llorando lágrimas de sangre.

-Yhenny -susurro y hago una mueca por el dolor de cabeza que tengo.

-Tranquila, mientras no se pasen de ciento cincuenta, volverás a recuperar la memoria. Solo ten paciencia. -me sonríe y se lo agradezco porque dentro mío logro distinguir un poco de alivio.

Miro a mi alrededor en busca de algo que me traiga recuerdos, pero no hay nada. Hasta que lo veo... Fabrizzio está buscándome con la mirada desesperadamente. 

-Hey! -exclama María -Tú y el enfermero...

Qué? No lo había pensado.

-No lo recuerdo -admito.

-Yo creo que sí. -dice señalándolo con la cabeza -Solo mira como se ha desesperado por el simple hecho de no verte por diez minutos.

Tiene razón. Está como loco y se ve tan tierno con esa expresión de preocupación. No puedo evitar sonreír.

En un instante él clava sus ojos en los míos y por unos segundos nos limitamos a observarnos mutuamente, hasta que él reacciona y me hace señas para que vaya con él.

-Hablamos luego, María -me despido.

-Hasta luego, saltamontes -espeta.

Frunzo el ceño mientras la miro y ella rompe en carcajadas. Me encojo de hombros y voy hasta Fabrizzio.

Es tan atractivo. Al ver que me acerco, sonríe y se le enchinan los ojos. Me ofrece una mano y yo la acepto.

-Hora del medicamento -me informa.

Asiento y dejo que me guíe a mi habitación mientras nuestras cálidas manos siguen entrelazadas.

Llegamos y él como todo un caballero me abre la puerta para que pueda pasar. 

-Gracias -espeto sonriendo.

Tomo asiento en mi fría cama de metal mientras él rebusca el medicamento en su bolsillo.

-Aquí está -exclama cuando lo encuentra y me lo extiende en su mano junto con un vaso de agua.

Lo acepto y lo tomo dando pequeños sorbos del vaso. Luego se lo vuelvo a pasar. 

-Hey... -empiezo.

Siento que mis mejillas arden por los nervios pero trato de no pensar en ellos para apaciguar esta sensación.

-Qué sucede, Yoselyn? -me pregunta con una chispa de preocupación en sus ojos.

-Tú... -bajo la mirada pero al instante la vuelvo a alzar -Eres mi novio?

Inmediatamente se ruboriza y agacha la mirada nervioso. Es tan tierno.

Sonrío instintivamente. Su reacción ha respondido mi pregunta por sí sola.

Me acerco a él y acuno su rostro entre mis manos.

-Gracias por cuidarme -espeto y él solo sonríe. Pero juro que es la sonrisa más hermosa que he visto.

Sin darme cuenta y sin dejar que diga una sola palabra, fundo mis labios con los suyos. Y me lleno la boca de un dulce sabor, su sabor.



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