Recuerdos latentes, heridas abiertas.
Todo el dolor de estos cuatro meses, de repente se encuentran latentes en mí. Siempre busqué un culpable y culpé a gente inocente, sin embargo, ahora lo tengo en frente, el verdadero y único culpable de toda mi desgracia.
La sangre me hierve en las venas, y toda la rabia obstruye mi razón. Sin siquiera darme cuenta, tengo mi mano sobre su rostro, dándole una tremenda bofetada. Y no me detengo ahí, sino que le doy continuas bofetadas y luego intento golpearlo en el torso, pero es un hombre hecho y derecho, mis frágiles manos no servirán en su contra.
Preparo mi puño y se lo pego en la nariz con todas mis fuerzas. No hay resultado. Él ni siquiera intenta defenderse, quizás sabe que no soy una verdadera amenaza.
Miro a mi alrededor en busca de algo que pueda usar en su contra. No encuentro nada. Sin embargo, veo un brillo a unas cinco lápidas de aquí. Es un pedazo de metal con filo.
<Mátalo> exige mi mente.
Corro hasta el fragmento de metal y la tomo entre mis manos. Y sin pensarlo dos veces corro hacia Georlia, el hombre más cruel de este mundo.
-Espera! -exclama aterrorizado ante mi reacción.
-Tú mataste a mi mamá. Eres la peor escoria de este mundo! -le grito con el fragmento de metal apuntándolo.
-Fue un accidente, deja que te lo explique -espeta, haciéndome señas para que baje el metal.
-De todos modos, la mataste -susurro y me lanzo hacia él con el fragmento de metal, y antes de que pueda sostenerme de los brazos, penetro la piel de su brazo con el metal y dibujo una enorme línea vertical en todo el largo de su brazo.
Él grita de dolor y luego gime tratando de aguantar los espasmos. Inmediatamente lleva su mano a la herida.
Lo veo sufrir. Pero no es suficiente. Lo veo gritar de dolor, sin embargo, soy consciente de que yo sufrí mucho más a causa de incompetencia.
Alzo las mangas de mis ambos brazos y los extiendo mostrando mis horrorosos cortes.
-Esto es lo que ocasionaste! -le grito entre lágrimas.
Él abre los ojos como platos y su rostro se contrae en una expresión de intensa tristeza y culpabilidad.
-Yo... -intenta decir.
-Cállate. Ya no sirve de nada -susurro.
Con un rápido movimiento rasgo con todas mis fuerzas mi muñeca izquierda. Es sorprendente, porque no siento dolor físico, sino espiritual.
Caigo en el césped llorando, y rápidamente mi visión se torna borrosa.
-Ayúdenme! -oigo gritar a Georlia. -Por favor, necesito ayuda!
Todo se vuelve oscuro y mis últimos deseos, son que él muera después de mí. Que se suicide por la culpa que carga o que sufra un accidente automovilístico, como lo hizo con mamá. Un silencio sepulcral me invade.
Veo a mamá en su auto, conduciendo con mucha calma, como es habitual en ella. Y al girar hacia la derecha, una camioneta impacta inmediatamente por ella. El conductor está ebrio y empieza a romper en carcajadas al darse cuenta que mi mamá se está desangrando en su auto. Toma un trago de su botella de cerveza y brinda en dirección a ella.
Mamá sigue respirando, sin embargo, él hombre la ignora, vuelve a acelerar y se esfuma del lugar. Ella gime de dolor y al par de unos segundos, su corazón da su último débil latido.
-Mamá! -grito con todas mis fuerzas sobresaltándome.
Estoy en un habitación con paredes blancas y visto un camisón celeste. Estoy en el hospital.
Mi muñeca izquierda está vendada y tengo vías de suero por la mano derecha. Respiro hondo y me lo extraigo.
Me levanto con mucha debilidad y me dirijo a la puerta, la abro con cautela esperando no encontrar a un médico o una enfermera por el pasillo. No hay nadie.
Me decido ir por el lado izquierdo del pasillo y deambulo entre estas paredes blancas como un alma que busca consuelo. De repente escucho una voz provenir de una de las habitaciones. Es un débil susurro, sin embargo lo escucho. Camino guiándome por esa voz, hasta que llego a la habitación noventa y ocho, que es de donde proviene ese tierno susurro.
Abro lentamente la puerta, solo un poco, como para poder observar lo que ocurre en su interior.
Veo a un hombre sentado en una silla, justa a lado de la camilla en donde se encuentra la niña más adorable que he visto. Ella tiene muchos cables pegados a su cuerpo y un gran tubo entra en su boca. Se ve muy mal.
Él hombre está hablando con ella con mucha dulzura.
-Tranquila, cariño. Papá está bien. Solo fue un susto. -le dice y se inclina para besarla.
Me causa tanta nostalgia que sin darme cuenta tropiezo con la puerta y caigo tendida al suelo.
Él hombre se levanta de un brinco y me ayuda a levantarme.
-Estás bien? -me pregunta con dulzura.
Alzo la mirada lentamente y no puedo creer lo que veo. Es Georlia.
-Qué haces aquí? -le espeto sobresaltada.
-Pues estoy con mi hija -suspira.
Desvío la mirada hacia la adorable niña, su respiración es muy regular, como si no respirara por si misma.
-Qué tiene? -pregunto, aún manteniendo la mirada fija en ella.
Georlia suspira dramáticamente.
-Toma asiento -me pide.
Y yo obedezco.
-Ella es Maqui. Macarena realmente, pero siempre le hemos dicho Maqui. Es mi hija. Hace cuatro meses tuvimos un accidente. -se tensa al recordar los sucesos -Ella quedó en coma desde entonces y... -su voz se quiebra y las lágrimas se asoman en las esquinas de sus ojos -Mi esposa, Camila, murió en el accidente.
-Oh por Dios -susurro llevándome una mano a la boca.
-Estaba en el cementerio visitándola -me recuerda.
Él también ha perdido a un ser querido, y nadie más que yo sabe lo que se siente el verse obligado a acostumbrarse a su ausencia, al silencio y el vacío que deja en nuestras almas.
Sin embargo, no estoy lista para compartir mi dolor con alguien más.
-Sabes? -me interrumpe - Yo amaba a mi esposa. Ella era una estupenda bailarina.
Las lágrimas corren por mis mejillas y rápidamente me levanto y salgo de la habitación.
Corro por el pasillo y mientras agacho la mirada, siento a alguien chocar contra mi cuerpo.
-Yos? -dice la persona con quien choque e inmediatamente reconozco su voz.
-Jaden! -exclamo alzando la mirada para encontrarme con sus intensos ojos verdes.
Tiene una camiseta gris, una campera azul y unos jeans desgarrados. Su cabello está alborotado, justo como me gusta y no puedo creerlo mientras lo veo, tiene un ramo de grandes girasoles en sus manos. Está guapísimo.
Mis flores favoritas! Cómo lo supo?
Él percata mi mirada clavada en los girasoles.
-Son para ti. -dice y las extiende hacia mí.
Oh, Jaden! Son hermosas. Las agarro con ambas manos, las acerco a mi nariz e inhalo intensamente su aroma.
-Gracias -susurro.
Nos miramos a los ojos un momento, y es más que suficiente para percatarme de su dolor.
-Puedo... -se entrecorta -Darte un abrazo?
Mi corazón se contrae en nostalgia y añoro sentir sus brazos a mi alrededor.
Asiento lentamente, tratando de disimular mi entusiasmo.
Él se acerca con cautela y delicadamente pone sus brazos a mi alrededor, por instinto, le rodeo el cuello con mis brazos y él se aferra a mi cintura.
-Te extrañé -me susurra.
Al instante me tenso al recordar su beso con Aura y me separo de él.
-Me tengo que ir -espeto con indiferencia.
-Espera! -exclama -Nunca dejaste que te lo explique -dice con tristeza y suplica.
"Deja que te lo explique. Él es un buen chico" las palabras de mamá están latentes en mi cabeza y entonces, cedo a escuchar su explicación.
-Podemos ir a tu habitación? -me pregunta y asiento.
Caminamos juntos, guardando un poco distancia uno del otro. Llegamos y yo tomo asiento en la camilla mientras que él se sienta en la silla de visitantes.
-Ese chica... -empieza a decir -Aura. Sé lo mucho que te molesta. Y yo sabía de los malos momentos que estabas pasando en el colegio.
-Justamente lo sabías. Pero igual, no te importó lastimarme! -exclamo.
-No digas eso! -suspira -Por favor, déjame terminar -suplica.
Asiento.
-Te estaba esperando fuera de tu colegio cuando ella se apareció por ahí. Me propuso algo, que la besará, solo un beso, y ella no volvería a molestarte jamás. -sus ojos se cristalizan -No pensé que esa estúpida propuesta terminara con todo, con nosotros.
Lo miro impactada ante sus palabras y su confesión.
-Nunca hubo un "nosotros" Jaden.
Él clava sus ojos en los míos y me doy cuenta que ese fue un golpe bajo.
-Qué quieres que haga para que me aceptes? -se tensa -Dime lo que sea. Lo haré.
-Quiero que seamos amigos -espeto -No estoy preparada para algo más. Tantas emociones en tan poco tiempo... No puedo analizarlas todas! -exclamo.
-Tranquila... -susurra -Perdóname por declararme ante ti en estas circunstancias.
Lo miro directamente y sonrío. Él me imita y se acerca para plantar un tierno beso en mi frente.
-Me tengo que ir -espeta y su rostro se contrae en una expresión de tristeza.
-Quédate. Por favor -le suplico.
Él frunce el ceño confundido, sin embargo, de inmediato se le ilumina la mirada y asiente.
Se acuesta conmigo, y nuestros cuerpos tienen que permanecer muy pegados para caber en esta diminuta camilla. Los párpados me van pesando y lentamente me sumerjo en la oscuridad.
Y por primera vez en días, no tengo pesadillas.