Quiero estar contigo

By FreyaAsgard

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Sebastián lleva dos años enamorada de Monserrat, una mujer fría e independiente que, por alguna extraña razón... More

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Epílogo

Capítulo 17

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By FreyaAsgard

―¿Cómo te sientes? ―preguntó Sebastián a su mujer en la habitación que les habían preparado.

―Bien, bien.

―¿Cómo fue?

―Apareció el auto y se bajó el idiota, me obligó a subir al auto y me llevaron a ese lugar horrendo. No sé qué querían, lo único que sé es que esa mujer tiene fijación por ti.

―Está loca.

―Más que loca, diría yo.

―Tienes razón. Ahora descansa, ya pasó.

―¿Cuándo nos iremos?

―En cuanto el doctor te dé el alta, voy a ir a hablar con él para ver si puedes viajar antes, con los recientes acontecimientos, no sé si quiero quedarme más tiempo aquí, prefiero que estemos en Chile, cuidados y apartados de esos dos.

―Yo no entiendo que hace el Brayan aquí, qué quiere, él no me ama, nunca lo ha hecho, ¿qué quiere ahora conmigo?

―No sé, ya lo sabremos. Duerme un rato, yo voy a hablar con el médico.

―Bueno, cuídate, mira que esos dos andan como fieras.

―No te preocupes por mí.

―Me preocupo, ya viste de lo que son capaces.

―Sí, pero tú debes estar tranquila. Nos vemos más rato. ―Le dio un suave beso en los labios y salió de allí, no al médico precisamente.

Jesús entró al rato a verla

―¿Cómo estás? ―Se sentó a su lado en la cama.

―Bien, bien, ¿y tú?

―Bien.

―¿Y el corazón?

―Bien, dentro de lo que se puede.

―¿De verdad la amabas tanto?

―Sí.

―Pero esa mujer es mala de adentro.

―Solo ahora la veo como realmente es y del modo en el que jugó conmigo.

―No te tortures con eso, ya aparecerá la mujer que te haga feliz y merezca vivir a tu lado.

―Yo tengo muy mal ojo con las mujeres, no es la primera con la que me engaño.

―Bueno, pero tal vez, cuando llegue la correcta, lo vas a saber porque será diferente a las otras que has conocido.

―Ojalá, no es bonito equivocarse tanto.

―Todos nos equivocamos, algunos más veces y otros más tiempo, ya ves, mi ex no lo hace mejor.

―Es verdad y ahora estás con Sebastián que es un buen hombre.

―Sí, ¿lo ves? Ya llegará la chica indicada para ti.

―Eso espero.

Jesús comenzó a hacerle cariño en el pelo.

―Duerme, mira que mi ahijado tiene que estar bien.

―¿Ahijado?

―Sí, merezco ser su padrino.

Monserrat sonrió.

―Claro que sí, de no ser por ti, todavía estaría con ellos y quizás en qué hubiera terminado.

―Ya ves, mi fijación con ella valió la pena, tú estás bien y mi ahijado también.

―Sí, gracias.

―No tienes nada que agradecer.

―¿Te puedo hacer una pregunta?

―Claro.

―Si ellos me secuestraron y Adrián es policía, ¿por qué no los tomaron presos?

Jesús sonrió con amargura.

―Porque el padre de Elena es el jefe de Adrián, así que imagínate lo que hubiese ocurrido si él la hubiera tomado detenida. Por eso los dejó ir, ella lo sabía, por eso estaba tan tranquila. Sabe que nadie puede tocarla, es casi como si tuviera inmunidad política.

―Ah, ahora entiendo.

―Pero te aseguro que Adrián en cualquier momento le va a dar su merecido, porque no es la primera vez que tiene que apoyar una acción donde ella es la delincuente y tienen que dejarla ir.

―Ojalá algún día pague por todo lo que ha hecho.

―¿Ves que tengo mal ojo?

―Ya llegará la que te ame como te mereces.

Monserrat se fue quedando dormida bajo las suaves caricias del músico. Al rato entró Arturo.

―¿Cómo está?

―Se quedó dormida, no sé cómo no está asustada, esos dos estaban dispuestos a todo, que mal que no podían tomarlos detenidos, de otro modo...

―Ya pagarán.

―Espero que pronto, Elena no puede ir por ahí haciendo daño.

―Es cierto, pero así es como quedará sola y arruinada, ahora la belleza, el dinero y el poder la acompañan, ¿cuánto más le durará?

Jesús suspiró, esa mujer lo había embrujado desde que la vio y ella se aprovechó de él, lo utilizó, él, en cambio, se fue enamorando a pesar de todo lo que lo prevenían en contra de ella.

Salieron del cuarto y se encontraron en la sala con los otros integrantes del grupo y con Laura, quien no parecía contenta, tenía el semblante de una madre a punto de regañar a sus hijos.

―Supe que andaban dándoselas de agentes secretos ―los reprendió casi con dulzura.

―Era algo que debíamos hacer, una amiga estaba en problemas y había que salvarla, y tú sabes que muchas veces no se puede contar con la policía, menos en este caso que estaba en juego no solo la vida de ella, sino también la de su bebé no nacido.

―¿Está embarazada?

―Sí, es la chica de Sebastián, Monserrat.

―Ah, sí, los de Chile, la que tuvo problemas con Elena.

Jesús bajó la cara avergonzado.

―Lo siento, Jesu, no quería...

―Ella la puso en peligro, la secuestró.

―¿¡Qué?!

―Eso, la secuestró, se la llevó, menos mal que no alcanzó a hacerle nada, de otro modo no me lo hubiera perdonado.

―Tú no tienes la culpa. ―La cantante le tomó las manos―. Ella es así, es mala, solo tú no podías ver la maldad que había dentro de ella.

―Sí, es cierto, pero ya la vi tal cual era.

―Ya aparecerá quien te quiera bien, no te preocupes.

―Sí, seguro que sí ―contestó no muy convencido.

―Bueno, creo que tendremos que ensayar en otra parte, si esa chica necesita reposo, no creo que sea bueno que nos quedemos aquí.

―No, quédense, será lindo escucharlos ―Monserrat estaba en la puerta de la sala con no muy buena cara.

―¿Qué haces levantada?

―No quiero estar sola, me desperté con una pesadilla horrible.

―Ven, entonces, recuéstate en el sofá, te traeré una almohada y una frazada.

Arturo le ofreció su brazo y ella se tomó de él, se acostó y Jesús volvió con unas almohadas y unas frazadas, aunque la calefacción mantenía el ambiente cálido, ella necesitaba estar abrigada.

―¿Cómoda?

―Sí, gracias, no quiero molestar tanto.

―No molestas, además mi ahijado lo merece ―sentenció Arturo.

―¿Tu ahijado? Es "mi" ahijado ―replicó Jesús.

―No, porque es mío, yo tengo más tiempo de amigo con Sebastián.

―Pero yo salvé a Monserrat.

―Si es por eso, Adrián es mi amigo y yo lo llamé ―protestó Carlos.

―Pero ¿quién condujo hasta allá? ―intervino Luis.

―Peléense, total, ustedes están en riesgo, no pueden ser padrino los cuatro, en cambio yo estoy asegurada ―afirmó Laura con una sonrisa pícara.

―¡Oye! ¿Y tú por qué? ―reclamó Arturo.

―Porque con mi canción se enamoraron.

―¿Tu canción? ―replicó Jesús.

―Sí, es mi versión la que les gusta.

―¡Fresca!

Todos largaron a reír, divertidos, a Monserrat se le levantó el ánimo con ellos. Había tenido un sueño horrible, donde Elena llegaba hasta esa casa y disparaba contra su vientre. Ahora sabía que solo era una pesadilla, eso no pasaría.

Sebastián llegó poco rato después mientras el grupo cantaba y ensayaba.

―¿Cómo están? ―preguntó el recién llegado.

―Peleados ―contestó Monserrat antes que nadie.

―¿Peleados? ¿Por qué?

―Porque todos quieren ser padrinos de nuestro bebé.

―Yo no ―replicó Laura―, yo estoy lista, no tengo competición.

Sebastián miró a su mujer con la sonrisa pintada en la cara.

―Saben que ese bautizo será en Chile, ¿cierto?

―Claro que sí, aprovechamos y hacemos un concierto por Latinoamérica.

―¡Eso sería genial! ―exclamó Monserrat emocionada―. Solo por eso serían padrinos los cuatro.

La tarde pasó muy amena y aunque la embarazada quiso levantarse, se lo prohibieron, tenía a cinco guardianes que se preocupaban de ella como si fuera su hermana, o su hija. Así también pasó la semana. Entre cuidados y diversión.

―¿Cómo les fue en el médico? ―consultó el grupo "Atacados" a una sola voz.

―Le dieron el alta, nos iremos en tres horas más.

―¿Tan pronto?

―Sí, si les soy franco, ya no quiero estar aquí, es verdad que ustedes han sido muy amables y lo hemos pasado genial, pero no podemos escondernos todo el tiempo y Elena sigue rondando, no quiero que le haga daño a Monserrat o al niño.

―Es verdad, tienes razón, amigo ―dijo Arturo―, pero quiero que sepan que cuentan con nosotros para lo que sea y aunque no seamos los padrinos de ese niño, seremos sus tíos siempre.

―Muchas gracias, de verdad, de no ser por ustedes, no sé... ―La voz de Sebastián se quebró.

―Pero no pasó nada, todo está bien y ahora mejor sabiendo que ambos están bien y volverán a casa ―habló Jesús.

―Sí, y ya saben, cualquier cosa que necesiten, solo deben decirlo ―agregó Luis.

―Sí y esperamos contar con ustedes igual cuando vamos a Chile ―se burló Carlos.

―Claro que sí, cuando quieran ir, nos avisan y los esperamos, se quedan en nuestra casa, no hay ningún problema.

―¿Nos podemos sacar otra foto? ―consultó Monserrat―. Quiero que mis amigas de Chile se pongan muuuyyy envidiosas.

―Cuando vayamos nos podrías presentar a algunas ―ironizó, divertido, Jesús.

―Seguro que más de alguno se enamora allá, las chilenas somos muy bonitas.

―No me cabe la menor duda ―aceptó Luis.

―Entonces, ya saben, vayan a vernos y les presento a mis amigas ―sentenció la joven.

Se sacaron fotos de todo tipo, serias, divertidas, emocionadas por la despedida, que fue muy emotiva.

Las horas pasaron lentas y cuando aterrizaron en Chile, Sebastián y Monserrat se abrazaron.

―Por fin mi país.

―Sí, aquí estaremos bien, mi amor.

―Hola, qué casualidad ―habló Brayan detrás de ellos―, también acabo de llegar, no viajamos en el mismo avión, ¿o sí?


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