Capítulo 15

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El sábado llegó sin novedad, ni Elena ni Brayan aparecieron, fue como si se los hubiera tragado la tierra y para ellos era mejor, así pudieron salir sin problemas a comprar regalos, suvenires, para sus amigos y familia. Además, compraron algunas cosas para ellos y para su nuevo hogar, ya que habían decidido vivir juntos una vez que volvieran a Chile y, aunque vivirían en la casa de ella, decidieron que la decorarían al gusto de ambos.

Por la noche, llegaron al bar donde tocaba Atacados y se sentaron en la mesa que habían reservado.

―¿Te dije que te ves preciosa esta noche? ―preguntó Sebastián acariciando su mano.

―Cinco veces ―respondió ella algo avergonzada.

―Es que te ves maravillosa.

―Estoy igual que siempre.

―No, hay algo diferente en ti, tu cara brilla, tus ojos están... distintos, no sé qué es.

―Bueno, lo que sea, al menos te gusta, peor sería que me encontraras fea.

―Me fascina como te ves, es que tus ojos... son los mismos, pero tienen un toque de color distinto y tus mejillas, parecen casi transparentes.

Sebastián se acercó y la besó con dulzura.

―Te amo ―susurró ella.

―Y yo a ti ―respondió él de igual modo.

La noche pasó entretenida, los chicos de Atacado tocaron todas sus canciones.

Cerca de la una de la mañana, se juntaron a la entrada del bar con el grupo que los acompañaría y se dirigieron a casa de uno de los integrantes del grupo.

―¿Cómo estás? ―Jesús se acercó Jesús a Monserrat en la fiesta en un momento en el que Sebastián conversaba con un grupo aparte.

―Bien, bien. ¿Y tú?

―Bien. Te quería hacer una pregunta, ¿de dónde conoces a Elena?

―¿Por qué?

―Porque me pareció que ustedes dos no se llevan muy bien, de hecho ahora me preguntó si vendrías y cuando le dije que sí, se negó a venir.

―¿No lo sabes?

―No te lo preguntaría.

―¡Jesús! ―gritó Elena entre la gente antes que Monserrat pudiera contestar.

El hombre se volvió y ella se acercó y lo besó con pasión.

―Elena...

―No podía dejar de venir, lo siento, necesitaba verte. Vamos, ven, quiero bailar. ―Lo jaló de la mano y cuando habían avanzado un par de pasos, se medio volvió a Monserrat―. Hola, disculpa, es que no te vi.

Siguió rumbo a la improvisada pista y dejó a Monserrat con un mal sabor en la boca, debió decirle quién era Elena, si él no lo sabía...

Arturo llegó a su lado con un gesto culpable.

―¿Te dijo algo? Lo siento, se suponía que no vendría ―habló a Monserrat.

―¿Ella? No. Jesús me preocupa. Sabe que algo pasa pero no sabe qué. Me preguntó qué pasaba entre nosotros, por qué no nos llevábamos bien.

―Intentamos decirle el otro día, pero no quiso escuchar nada.

―Espero que no le haga daño.

―Espero lo mismo.

Un breve momento de silencio.

―Te ves distinta al otro día que nos vimos.

Quiero estar contigoWhere stories live. Discover now