Capítulo 5

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En cuanto llegaron a la capital, se separaron. Sebastián dejó a Monserrat en su oficina y él se fue a la suya. Tenía varios pendientes por lo que se le pasó el día volando. A las siete, llegó su abogado y dejó caer una carpeta en el escritorio frente a él.

―Por fin, la dama de hierro firmó ―le indicó.

―¿Monserrat? ―preguntó sorprendido.

―Así es. Aceptó todos los puntos y firmó sin peros.

―¿Vienes de su oficina?

―No, nos juntamos al mediodía, no vine antes porque tenía que ir al juzgado.

Sebastián sonrió. El abogado con quien se iba a juntar a la hora de almuerza, era el suyo.

―¿Qué pasa? ―lo interrogó algo molesto.

―Nada.

―La cara de idiota que pones cada vez que se menciona a esa mujer no te la quita nadie.

―Estoy enamorado, ¿qué quieres que haga?

―Olvidarte de ella, ¿no crees que es suficiente los años que corres tras una mujer que no te mira siquiera?

―Ayer estuvimos todo el día juntos.

El abogado alzó las cejas, incrédulo.

―¿De verdad?

―De verdad, estuvimos en Viña.

―¿Y? ¿Pasó algo?

―No.

―Pero lograste un avance, según tú.

―El problema es que ella sigue enamorada de su ex.

―Ah. Eso era.

―Sí, ella... Y él quiere volver con ella y es un tipo, Felipe, que no vale la pena, que no le llega ni a los talones, es... ordinario, sarcástico y la trata muy mal.

―A lo mejor eso le gusta.

―No, a ella le duele, no sé por qué sigue tan enganchada de él.

―¿Y tú? No lo haces nada de mal.

―Es distinto.

―Es igual, esa mujer te trata con la punta del pie y tú sigues buscando una oportunidad.

―Tal vez ahora esté a punto de lograrlo.

―¿Tú crees?

―Claro que sí. Monserrat Aliaga será mía.

―Ah, ya, ¿y qué te hace pensar eso, después que me acabas de decir que sigue enamorada de otro y después de dos años contigo detrás? Déjame dudar que ella vaya a ceder.

―Está cediendo, Felipe, la próxima semana viajaremos juntos a España.

―¿Ya? ¿Y eso?

―Ella tiene que arreglar un problema y yo tengo que ir a hablar con Pierre de la nueva temporada.

―Ojalá te vaya bien, amigo, después de tanto tiempo, pensé que esa mujer era un cubo de hielo, sin sentimientos.

―Te equivocaste, esa mujer tiene muchos sentimientos, el problema es que los tiene demasiado escondidos.

―Y tú los vas a sacar a la luz ―se burló.

―Yo voy a demostrarle que no necesita esconderse detrás de un muro.

―Ojalá lo logres y no choques contra ese muro.

Sebastián no contestó a ese último sarcasmo.

Quiero estar contigoWhere stories live. Discover now