Capítulo 3

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El local era lujoso y a la vez cálido y acogedor. A ella la conocían en el lugar, incluso se acercaron los dueños de la salsoteca a saludarlos, Alex y Fernando, eran una pareja muy agradable.

―Vengan aquí, tenemos disponible una mesa muy especial para ustedes ―les indicó Alex con un guiño malicioso.

―Alex, Sebastián y yo no... ―comenzó a decir Monserrat.

―¡Ay, mi reina! Tranquila, que de esta boca no saldrá nada si tú no quieres. ―Puso dos de sus dedos en un extremo de su boca y aparentó cerrar una cremallera, ponerle candado y lanzarlo lejos.

―Es que...

―Yo huelo el amor a kilómetros, linda, conmigo no tienes que fingir.

―Con "nosotros" ―protestó Fernando―, porque yo no me quedo atrás en eso de oler las "feromonas".

Sebastián sonreía con el par de pintorescos personajes, pero más lo hacía esperando que lo que decían fuera cierto y que no solo "olieran" su amor por ella, también el de ella, aunque estuviera escondido bajo siete llaves.

La mesa estaba ubicada detrás de unos biombos algo lejos de la pista de baile.

―Aquí estarán muy cómodos, nadie los verá y el primer trago corre por cuenta de la casa ―dijo Alex.

―No hace falta... ―Sebastián se sentía apabullado por tanta atención.

―Tú tranquilo, guapo, es una atención especial que siempre hacemos a nuestra alumna mimada ―lo detuvo Fernando―, así que no pueden negarse.

―Ustedes no cambian ―dijo Monserrat―. Muchas gracias.

―Muchas gracias ―imitó Sebastián.

―Que tengan buena noche ―dijeron ellos a un tiempo, con tono socarrón antes de marcharse.

―Te quieren mucho ―comentó el hombre.

―Sí, nos conocemos hace muchos años.

―¿Estudiaste baile aquí con ellos?

―Sí y no. Yo... Yo necesitaba hacer ejercicios y me dijeron que lo mejor era el baile y la natación, y como el agua no me gusta mucho, opté por el baile. Alex y Fernando trabajaban en una academia y fueron muy buenos conmigo, me ayudaron mucho, no solo en sentido físico, también en sentido emocional y sentimental, se convirtieron en mis hermanos o más que eso, considerando el tipo de hermanos que tengo ―explicó algo avergonzada―. Ellos estaban por independizarse, pero les faltaba el empuje final y yo los ayudé en agradecimiento a todo lo que hicieron por mí.

―O sea, tienen esto gracias a usted.

―No, esto es por su esfuerzo y trabajo, yo solo les di el empujoncito final.

―Que es el que más cuesta.

―Tal vez, pero ellos son muy buenos en lo que hacen.

Un mesero les entregó las bebidas, un pisco sour para ella y un whisky en las rocas para él.

―Espero que sea lo normal y no que sepan mis gustos.

―No, ellos son muy observadores e intuitivos.

―¿Tengo pinta de tomar whisky?

―No, pero te ves nervioso ―se burló ella.

―¿Cómo quieres que no esté nervioso si estoy aquí contigo? Almorzamos juntos, pasamos la tarde juntos, cenamos juntos y ahora vinimos a bailar, lo que no había pasado en dos años ocurrió en un solo día.

Quiero estar contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora