Quiero estar contigo

נכתב על ידי FreyaAsgard

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Sebastián lleva dos años enamorada de Monserrat, una mujer fría e independiente que, por alguna extraña razón... עוד

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Epílogo

Capítulo 15

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נכתב על ידי FreyaAsgard

El sábado llegó sin novedad, ni Elena ni Brayan aparecieron, fue como si se los hubiera tragado la tierra y para ellos era mejor, así pudieron salir sin problemas a comprar regalos, suvenires, para sus amigos y familia. Además, compraron algunas cosas para ellos y para su nuevo hogar, ya que habían decidido vivir juntos una vez que volvieran a Chile y, aunque vivirían en la casa de ella, decidieron que la decorarían al gusto de ambos.

Por la noche, llegaron al bar donde tocaba Atacados y se sentaron en la mesa que habían reservado.

―¿Te dije que te ves preciosa esta noche? ―preguntó Sebastián acariciando su mano.

―Cinco veces ―respondió ella algo avergonzada.

―Es que te ves maravillosa.

―Estoy igual que siempre.

―No, hay algo diferente en ti, tu cara brilla, tus ojos están... distintos, no sé qué es.

―Bueno, lo que sea, al menos te gusta, peor sería que me encontraras fea.

―Me fascina como te ves, es que tus ojos... son los mismos, pero tienen un toque de color distinto y tus mejillas, parecen casi transparentes.

Sebastián se acercó y la besó con dulzura.

―Te amo ―susurró ella.

―Y yo a ti ―respondió él de igual modo.

La noche pasó entretenida, los chicos de Atacado tocaron todas sus canciones.

Cerca de la una de la mañana, se juntaron a la entrada del bar con el grupo que los acompañaría y se dirigieron a casa de uno de los integrantes del grupo.

―¿Cómo estás? ―Jesús se acercó Jesús a Monserrat en la fiesta en un momento en el que Sebastián conversaba con un grupo aparte.

―Bien, bien. ¿Y tú?

―Bien. Te quería hacer una pregunta, ¿de dónde conoces a Elena?

―¿Por qué?

―Porque me pareció que ustedes dos no se llevan muy bien, de hecho ahora me preguntó si vendrías y cuando le dije que sí, se negó a venir.

―¿No lo sabes?

―No te lo preguntaría.

―¡Jesús! ―gritó Elena entre la gente antes que Monserrat pudiera contestar.

El hombre se volvió y ella se acercó y lo besó con pasión.

―Elena...

―No podía dejar de venir, lo siento, necesitaba verte. Vamos, ven, quiero bailar. ―Lo jaló de la mano y cuando habían avanzado un par de pasos, se medio volvió a Monserrat―. Hola, disculpa, es que no te vi.

Siguió rumbo a la improvisada pista y dejó a Monserrat con un mal sabor en la boca, debió decirle quién era Elena, si él no lo sabía...

Arturo llegó a su lado con un gesto culpable.

―¿Te dijo algo? Lo siento, se suponía que no vendría ―habló a Monserrat.

―¿Ella? No. Jesús me preocupa. Sabe que algo pasa pero no sabe qué. Me preguntó qué pasaba entre nosotros, por qué no nos llevábamos bien.

―Intentamos decirle el otro día, pero no quiso escuchar nada.

―Espero que no le haga daño.

―Espero lo mismo.

Un breve momento de silencio.

―Te ves distinta al otro día que nos vimos.

―¿Distinta?

―Sí, distinta, más bonita, como brillante.

―Relajada, tal vez, ya ves que habían aparecido ni mi ex ni Elena. Puede que sea eso.

―Sí, pero te queda genial.

―Gracias.

―¿Debo ponerme celoso? ―preguntó Sebastián sin enojo, llegando hasta su mujer y abrazándola de la cintura.

―Claro que no, le decía que se ve diferente.

―¿Viste que no solo yo lo noté? Algo cambió en ti.

―El amorrshh ―se burló ella algo avergonzada.

Luis apareció en ese momento con una bandeja con bebidas y picadillos.

―Tan lejos que están de todos, les traje esto, si no, se van a quedar sin nada.

Los tres recibieron los vasos y siguieron conversando un rato

―¿Qué pasa, mi amor? ―preguntó Sebastián a su prometida―. ¿Elena te dijo algo?

―No, nada, pero Jesús no tiene idea de quién es esa mujer.

―¿Por qué lo dices?

Monserrat le explicó lo que pensaba, pero luego de eso dejaron el tema esperando que no pasara nada.

La fiesta transcurrió normal, mucha alegría y risas. Rato después, Monserrat fue al baño y al salir se encontró de frente con Elena.

―Déjalo tranquilo ―advirtió la modelo de inmediato.

―¿Qué?

―Ya me oíste, deja a Sebastián, aléjate de su vida.

―Y eso ¿por qué lo haría?

―Porque ese hombre fue, es, y seguirá siendo solo mío.

―Tú lo perdiste hace tiempo.

―¡Nunca! Nunca lo voy a perder porque él solo me ama a mí.

―¿Y por qué, si tanto amor le profesas, te acostaste con su padre?

―No me acosté con su padre, quería hacerle ver lo dañina que es su familia.

―¿Querías separarlo de su familia?

―Él es solo mío y no lo comparto con nadie.

―Pero... Pero... ¡Es su familia!

―¿Y qué? Su mamá nunca me quiso, el viejo menos.

―¿Y por eso te sentías con el derecho a separarlos? Además si no te querían, por algo sería.

―Los celos, la envidia.

―¿No sería al revés?

―Ellos no nos dejaban tranquilo.

―No puedo entenderte, si tanto dices amarlo... Uno no separa a la gente que ama a los demás.

―Él es solo mío, los demás sobran en nuestra relación.

―¿Nuestra relación? Déjame decirte que hace mucho tiempo tú y él no tienen una relación.

―Eso es lo que tú quisieras.

―Eso es lo que es.

―¿Por qué crees que vino a España? Para verme. ¿Por qué crees que está aquí? Por mí.

―Estás realmente loca. ―Monserrat se dio la vuelta para marcharse.

―¡Aléjate de él o te irá muy mal! ―le gritó amenazante.

―¡Loca! ―gritó Monserrat de vuelta sin voltear.

Mala cosa, pues Elena se abalanzó sobre ella y la jaló del pelo hacia atrás, botándola al suelo.

―¡Monserrat!

Sebastián llegó hasta allí, había ido a ver a su mujer que tardaba y se preocupó, sobre todo al descubrir que Elena tampoco estaba entre el grupo. Se interpuso entre su novia y su ex.

―¡Basta, Elena!

―Dile que te deje tranquilo, tú eres solo mío.

―Tú me dejaste, ¿o se te olvida? Ándate de aquí y deja a mi prometida en paz. ―Se agachó y ayudó a Monserrat a levantarse―. ¿Estás bien?

―Sí, solo fue el susto, me pilló desprevenida. Imbécil.

―¿Yo?

―No tú, tontito, la imbécil de tu ex.

―Elena, ¿qué hiciste? ―Arturo también había llegado hasta allí.

―Ella me provocó ―contestó la modelo.

Él meneó la cabeza, cada vez le gustaba menos esa mujer para su amigo, que justo apareció.

―¿Qué pasó?

―Que tus amigos me odian, Jesús, y mientras estés con ellos, yo sobro, ya no voy a dejar que me sigan humillando ―respondió y corrió como si la víctima hubiera sido ella.

―¿Qué pasó? ―volvió a preguntar.

―Que la mujer de que estás enamorado es una loca ―respondió Sebastián―, y no te digo loca en el buen sentido de la palabra, no, es loca, pero de verdad, es una loca de patio que necesita urgente un psiquiatra.

―Y tú, una enamorada nueva ―agregó Monserrat con algo de lástima.

―Yo estuve casado con ella y sé lo que te digo, Jesús, aléjate de ella, esa mujer es mala ―advirtió Sebastián.

―No es fácil olvidarse de quien uno ama ―advirtió Sebastián.

―Peor es sobrevivir con los daños que te hace que se supone quien se supone que te ama.

―Creo que tendré que ver el oculista, tengo mal ojo con las mujeres ―replicó avergonzado.

―Ya aparecerá la mujer indicada; Elena, definitivamente, no lo es.

Jesús suspiró, sabía que los consejos de quienes lo conocían eran para bien y poco a poco se estaba dando cuenta de cómo era la verdadera Elena.

Para qué decir que la fiesta terminó en ese momento, ya los ánimos no estaban para continuar celebrando nada. Sebastián y Monserrat llegaron al hotel a las cinco de la mañana.

―Bien loca tu ex ―comentó Monserrat algo divertida.

―Lo siento.

―No tienes que disculparte, no es tu culpa que ella sea loca.

―No debí dejarte sola.

―¿Y tú crees que no me sé defender? Si me tiró al suelo fue porque me pilló desprevenida, no creí que, además, fuera maletera y pegara por la espalda.

―Con ella no hay que confiarse.

―Ahora lo sé, para la próxima vez.

―No habrá próxima vez ―sentenció Sebastián.

―¿Tú crees? Yo estoy segura que no nos dejará tranquilos, para ella tú eres su propiedad.

―Mañana nos iremos.

―Allá nos va a seguir.

―Que no se atreva.

―No hay nada que hacer si ella nos quiere seguir molestando, excepto dar la pelea.

―No dejaré que haga nada en contra nuestra, si vuelve a atacarte la denuncio.

―Si me pega de nuevo, le saco la...

Sebastián largó una risotada y la abrazó.

―Creo que Elena tendrá que cuidarse de ti.

―Y no me alejará de ti, haga lo que haga.

―Esa es la parte que más me gusta

―Tú ahora eres solo mío ―afirmó ella, enlazando sus brazos alrededor del cuello masculino y besándolo con todo el amor que podía entregar―. Claro que eres mío porque nos amamos, no en el sentido que le da la loca de tu ex.


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