Es como si el corazón se me escapará del pecho.
La veo y no lo creo. No es posible.
-Eres tú, mamá? -le pregunto sin más.
-Estoy aquí -repite.
No dudo ni un instante más y me lanzo a sus brazos. Las lágrimas caen nuevamente por mis mejillas y sollozo libremente en su pecho.
La presión y el dolor de estos tres meses, desaparecen con cada lágrima, cada vez que ella acaricia mi cabello, y empieza a tararear una canción de cuna. Aquella canción que me cantaba cuando era niña y no podía dormir por las noches.
-Mamá, estás aquí. -le digo y por primera vez en tres meses, sonrío.
No dejo de abrazarla. No quiero que se vuelva a ir. Ella está aquí, conmigo. La retendré todo lo que pueda.
Después de un largo tiempo, que no me resulta suficiente, ella se aparta de mí y cuando creo que se volverá a marchar, sujeta mi muñeca izquierda magullada. Niega un par de veces con la cabeza y dice:
-No lo hagas, cariño -su voz sigue siendo tan dulce y frágil, que con solo escucharla me dan ganas de llevarla en mi habitación y guardarla en mi caja fuerte, cubrirla de capaz de seda y algodón para protegerla y evitar que se rompa en pedazos.
-Te extrañé -es todo lo que puedo articular.
Ella asiente con la cabeza y toma mi rostro entre sus manos. Me observa con tanta dulzura, como cuando era niña y lloraba para que ella se quedara a dormir conmigo. Una lágrima más se desliza por mi mejilla. Y sin pensarlo, pongo mis manos encima de las suyas, en mi rostro. Ella sonríe y me da un brinco al corazón; su sonrisa, llena de compasión, tan reconfortante. No puedo evitar devolverle la sonrisa.
-Por qué me has dejado? Quiero ir contigo, llévame, te lo suplico -la miro con esperanzas.
-Todo a su tiempo, cariño. -su voz suena como un susurro en mis oídos.
Se acerca y planta un delicado beso en mi frente. El contacto de sus labios con mi piel hace que me den escalofríos, extrañaba tanto su tacto.
Sin previo aviso empiezo a sollozar nuevamente. La he esperado tanto, he esperado este momento, donde por fin podría volver a sentir su piel, ver su rostro y deslumbrarme con su sonrisa.
Ella me vuelve a estrechar entre sus brazos y lentamente nos sentamos en el suelo húmedo y frío. Sin embargo, el calor de su cuerpo es suficiente para hacer que me sienta segura.
Mis párpados empiezan a pesar, mientras ella vuelve a tararear la melodía de una canción.
-Te amo -le digo medio dormida.
A continuación, mis ojos solo ven oscuridad.
Escucho el cantar de las aves e intento abrir los ojos cautelosamente.
El sol está radiante sobre mi cabeza.
Dónde estoy?
<Ella te ha dejado, de nuevo> se burla mi mente.
Ahora lo recuerdo perfectamente.
-Mamá!, Donde estás? -pregunto nerviosa.
No hay respuesta.
-Mamá, vuelve! -grito con todas mis fuerzas.
Después de varios minutos llamándola, sé que no va a volver. Me recuesto en el suelo frío, mirando las nubes que se forman en la altura y escuchando nuevamente el cantar de las aves. Suspiro dramáticamente y me levanto. Debo ir a casa.
No tengo idea de como he encontrado la forma de llegar a casa, pero lo he logrado. Me duele todo el cuerpo, así que me restriego con las manos las partes más dolorosas.
Abro la puerta y encuentro a quien menos quiero ver en este momento.
-No dormiste en casa -dice mi papá, con evidente enfado.
-En serio? Dime algo que no sepa ya.
-Yos, dónde estabas? -espeta él.
-No es de tu incumbencia! -le grito.
Respira y evidentemente trata de encontrar un poco de paciencia dentro de su frágil ego.
-Cariño, no podemos seguir así. Necesito que hablemos, y no me refiero a las discusiones de siempre, ni a los regaños. Necesito que hablemos como padre e hija. Crees que a mí no me ha afectado todo esto? Yo la amaba. Ella era mi vida, y ahora que se ha ido, se llevo una parte de mí con ella. Nunca volveré a ser el mismo. Era ella quien me daba fuerzas cuando sentía que el mundo se me venía encima. Era ella quien me incentivaba a seguir luchando cuando mis fuerzas habían colapsado. -se detiene un momento y toma aire -La sigo amando. No soporto ir a la cama, y darme cuenta de que ella no está allí, y que nunca volverá a estar.
Lo miro a los ojos, cosa que no hago hace tres meses. Trato de buscar en su mirada algún rastro de mentira, sin embargo, solo encuentro dolor, auténtico dolor.
Mis ojos se cristalizan y unas frágiles gotas se deslizan por mis mejillas. Trato de no desmoronarme, trato de ser fuerte.
Pero está entregándome su corazón, quizás sea hora de perdonar.
<No seas ilusa. Él odiaba a tu madre y tú lo sabes bien.> replica mi mente.
-Mentiroso -susurro y me voy a mi habitación.
Inhalo y exhalo de forma exagerada para lograr mantener el control.
Me saco la ropa sucia, llena de barro y me meto al baño.
Es agradable sentir el agua escurrirse por mi cuerpo, es una sensación muy reconfortante.
<Ella sigue aquí> de repente esa voz en mi cabeza vuelve.
-Eso crees? -le pregunto.
<Tú misma la viste>
-Pero, porqué volvería?
<Vino por ti>
Eso no es posible. O sí? Quizás ella quiere que vaya con ella. Quizás ella no soporta el hecho de estar separadas. Oh, mamá! Yo tampoco lo soporto.
Salgo con una toalla y me preparo para volver al infierno. El colegio.
Esta vez, opto por una blusa con mangas largas violeta oscuro y mis jeans negros de siempre. Recojo mis cosas y salgo de mi habitación.
No veo a mi papá por ningún lugar. Lo habré lastimado?
<Él se lo merecía>
-Sí, tienes razón. -respondo en voz alta.
Abro el refrigerador y tomo una barra de cereal para el camino. Vuelvo a mirar a mi alrededor antes de dejar la casa.
El autobús, como siempre, llega justo a hora. Subo a él y se repite la misma rutina de ayer.
Miradas, silla vacía, libro.
Finjo que no me afecta en lo más mínimo y me limito a descender cuando llegamos.
Al bajar mis ojos descansan en el chico más atractivo del instituto. Will. Está rodeado por sus amigos, riendo a carcajadas, sin embargo, al darse cuenta de que lo observo, se despide de sus amigos y se dirige hacia mí.
-Hola, preciosa -dice con una sonrisa.
-Will, cómo te va? -pregunto entusiasmada.
-Ahora que te veo, no me puede ir mejor -lo suelta como si esta fuera nuestra forma habitual de conversar.
Me ruborizo y agacho la mirada para que no lo note.
-Bueno, nos vemos luego, supongo. -le digo algo dudosa.
-Por supuesto -asiente.
Las clases culminan más rápido de que lo que esperaba. No es para presumir, pero con los golpes de ayer, Micaela no se ha atrevido a aparecer.
Recojo mis cosas y salgo del salón muy cansada. Solo quiero dormir hasta el día siguiente, o una semana entera!
Me sorprende ver a Will esperándome en la salida.
-Hey! -lo saludo Y él sonríe.
-Podemos hablar? -pregunta sin más.
Me limito a asentir. Luego me guía al patio del colegio, en una esquina, muy privada.
-Yos, solo quería decirte que últimamente estás muy guapa. -me sujeta de la cintura.
-Wow, gracias, supongo. -respondo cautelosa.
Porqué me está sujetando así? Y por qué me dice esto ahora? Estoy realmente confundida, no lo entiendo.
-En serio, eres muy guapa -afirma.
Asiento y sin darme cuenta nos estamos mirando directamente a los ojos. El azul de sus ojos me hace temblar y en un segundo siento sus manos en mis nalgas y sus labios fundiéndose con los míos.
Me está besando.