-Qué...? -trato de decir pero ya se ha ido.
Me quedo boquiabierta, pasmada, no entiendo lo que acaba de ocurrir.
Las mejillas me arden y sé que las tengo como tomates. Miro a mi alrededor para asegurarme de que nadie más que yo se dé cuenta.
Pero ahí están, los amigos de Will, riéndose a carcajadas. No lo entiendo. Quizás son cosas de chicos, quizás Will tuviera vergüenza de venir a hablarme y cuando lo hizo, a ellos les dio gracia. Si, eso debe ser.
Doy media vuelta y vuelvo al salón.
Las clases continúan de la manera más normal posible. Sin embargo, pierdo la concentración muy fácilmente. En un minuto estoy mirando la pizarra y al otro minuto estoy inspeccionando mis manos. Qué me pasa?
Después de unas horas de clases, por fin, llega la hora de volver a casa.
Genial, he sobrevivido.
Recojo mis cosas y me limito a dirigirme a la salida. Sin embargo, Micaela me pisa los talones y me sujeta del codo para que voltee a mirarla.
-Hola Yos, he intentado hablar contigo, pero no he tenido la oportunidad hasta ahora -me deslumbra con su sonrisa llena de cinismo.
Trato de asentir y desviar la mirada para no toparme con la suya. Enseguida se da cuenta y añade:
-Lamento mucho lo de tu madre. Sé que la querías un montón -alzo la mirada inmediatamente y continúa -seguro que ahora está en un mejor lugar, no deberías estar tan triste. Ella está bien.
No puedo creer que haya dicho eso. "Ella está bien". La rabia recorre mis venas y las mejillas me arden de nuevo. Antes de darme cuenta tengo una mano en su mejilla, la golpeo con todas mis fuerzas y ella cae al suelo.
Me mira con unos ojos llorosos, mientras yo sigo con la rabia inyectada en mi cuerpo.
Se levanta y se frota la mejilla golpeada con una mano. Niega con la cabeza un par de veces y sin pleno aviso me da una cachetada.
Me quedo pasmada. Cómo se ha atrevido?
La sujeto del cabello y ella hace lo mismo. Caemos juntas al suelo, mientras me subo a horcadas encima de ella. Preparo un puño que va directo a su nariz, luego otro a su boca, en un instante tiene gran parte de la cara magullada. Sin embargo, ella no se queda atrás, me golpea el estómago y luego la boca. Me quedo sin aire y siento el extraño sabor a sangre que emana mi boca magullada. Sigo encima de ella, cuando siento unos brazos alrededor de mi cintura y me elevan haciendo que me separe de ella.
Me volteo preparada para dar otros golpes a quien sea que haya intervenido, sin embargo me sobresalto de inmediato.
-Will -es todo lo que puedo articular después de tanta rabia.
Me estrecha en sus brazos con mucha fuerza.
- Tranquila, preciosa, ya pasó. -me acaricia el cabello con una mano.
Se me eriza la piel. Pero no puedo evitar estar tan confusa. A este que mosca lo picó? Primero me ignora por tres meses, casi había dado por hecho de que ya no éramos amigos, y ahora viene me llama preciosa, me roza la cintura, me consuela y me estrecha en sus brazos como si tuviera miedo de que salga corriendo.
-Estás bien? -le pregunto.
-Yo? Pero si eres tú la que está con los labios partidos y hechas humo por las orejas. -me sonríe y me abraza nuevamente.
Me aleja de la multitud que se ha formado y no puedo pasar por alto el hecho de que ha puesto una mano sobre mi nalga.
Me pongo tensa y lo miro cautelosa.
Me sonríe nuevamente y retira su mano.
Santo cielo. Acaso este chico está tratando de ligarme?
Will. Es prácticamente el chico con quien cualquier chica soñaría. Ojos azules, cabello rubio (dorado, para ser exactos), es alto y su figura podría intimidar a cualquiera. Es fuerte, con los bíceps bien marcados y sus hombros son muy anchos. Sus pestañas son más largas que las mías y su boca... su boca tiene el contorno perfecto para comerlo a besos.
Salimos juntos del colegio y me acompaña a subir al autobús.
-Nos vemos mañana Yos. Deja de meterte en problemas -me dice y roza nuevamente mi cintura.
Me derrito! Después de todo, no fue tan mala idea regresar al colegio.
Subo al autobús y guardo silencio hasta llegar a casa.
Al entrar, mi papá está sentado en una silla del comedor, mirándome con ojos tristes. Espero que mi mirada nunca fuese así, porque realmente provoca lástima.
-Yos, tenemos que hablar -me suelta sin más.
Lo miro y subo las escaleras, sin darle importancia a sus palabras. Sin embargo, él me sigue.
-Yos, tu director me ha llamado. Dice que hoy has ocasionado una pelea. Golpeaste a una de tus compañeras.
-Y? -espeto -fui al colegio. Eso es lo que querías. Deberías agradecerlo y dejarme en paz!
-Cariño, sé que todo lo que ha pasado te ha afectado un montón, pero no podemos simular que nada está pasando, no puedes ir por allí repartiendo golpes. -me mira y nota el poco interés que tengo en sus palabras, entonces pierde la paciencia. -Yoselyn! Te estoy hablando! Te he conseguido una cita con un psicólogo e irás. No me importan tus intentos de resistirte. Irás porque irás! Y no lo volveré a repetir.
Un psicólogo? Como se atreve?
-No estoy loca! Deja de meterte en mi vida! Diablos, te odio!
Entro en mi habitación y la cierro de un portazo.
No puedo creer que este hombre sea tan cruel. Llevarme a un psicólogo? Pero si yo estoy bien! Creo que la rabia vuelve a correr por mis venas. Agarro los porta retratos que se encuentran en mi mesa de noche, (fotos en compañía de mis amigas), y las arrojo contra la pared. El cristal se hace añicos y en un instante mi habitación se llena de pequeños fragmentos de cristal.
Me siento en el suelo y sin darme cuenta las lágrimas ya han bañado mis mejillas.
Tomo un fragmento de cristal, lo sostengo en mis manos con mucha frialdad.
Mamá, ya no estás para consolarme. Ahora ya no somos tú y yo, soy solo yo. El alma se me está partiendo en pedazos, y no estás para darme uno de tus abrazos que hacían que mi alma volviera a sanarse. Quisiera marcharme de este mundo y por fin estar contigo. Ya no soporto tu ausencia, soy muy débil, mamá, no puedo soportarlo; por favor, mamá, vuelve.
<Ella no volverá> espeta mi mente.
-Losé -respondo.
Sostengo con más fuerza el fragmento de cristal y lo coloco encima de mi muñeca izquierda.
-Espérame, mamá. -guardo silencio un par de minutos y añado -ya voy.
Trazo una línea horizontal en mi muñeca, la sangre se escurre por la piel abierta y cae a gotas en el piso blanco. Repito el proceso un par de veces, hasta que me doy cuenta que el último corte, fue como dibujar con una pluma sobre mi piel desnuda. No siento dolor.
"Este es el momento" me digo mentalmente.
<Acaba con todo esto> susurra mi mente.
Sostengo el trozo de cristal y me preparo para trazar una línea vertical en mi brazo, cuando escucho una voz que me interrumpe.
-Cielo, Yos, no lo hagas cariño. Aún te estoy cuidando.
-Mamá?
Esto no puede estar pasando. La oigo. O mi mente me está jugando una broma?
-Tú te has ido -espeto.
-Estoy aquí cariño. -responde ella con una calma envidiable.
Miro en todos lados tratando de encontrar el lugar de donde proviene. Abro la ventana de mi habitación, que da a un bosque desolado.
-Estoy aquí -repite.
-El bosque -susurro.
Sin pensarlo dos veces, trepo por la ventana, y salto. No es una caída muy alta pero sí dolorosa. Me limito a sacudirme e ignorar el dolor.
Empiezo a correr hacia aquel bosque, a pesar de la oscuridad, no me da miedo. Mi mamá me llama. Puedo oírla.
Corro como si de eso dependiera mi vida, trato de seguir su voz, que aún sigue latente en mis oídos.
-Estoy aquí... Estoy aquí.
Me he adentrado en el bosque, hasta el punto de no saber donde realmente estoy, pero eso no me importa. Tengo que encontrar el lugar de donde proviene esa voz. Doy vueltas y vueltas. Me agobia su voz y la oscuridad me asfixia. Hay demasiados árboles, y las oscuridad hace que parezcan aterradores. Sigo corriendo, creo que la cabeza me va a estallar, la confusión baña mi mente y no logro distinguir entre la fantasía y la realidad. Mi visión se torna borrosa, son mis lágrimas que están cristalizando mis ojos. Veo como los árboles se tambalean, amenazando con caer encima mío. Todo me da vueltas. Me aturde.
Me tiro al suelo, sollozando como una niña de cinco años. Me acurruco en una roca que he encontrado por ahí. Flexiono mis piernas y entierro mi cara entre ellas. Sollozo sin parar, estoy demasiado asustada.
-Todo va estar bien, cariño.
Siento unas manos acariciar mi cabello.
Levanto la vista y la veo. Tiene un vestido blanco que irradia luz, el cabello negro y rizado que tanto envidiaba y su rostro... sublime. Es ella. Definitivamente es ella. Es mi madre.