Outlaw.

By hueleachxrros

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Las vidas de Gavin y Lauren han sido tan tranquilas como las de todo adolescente promedio. O eso es lo que to... More

Introducci贸n + Booktr谩iler
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Ep铆logo.
AVISO IMPORTANTE

26.

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By hueleachxrros

Capítulo 26.

GAVIN

Georgene está decidida a dejarme, y la entiendo. No puedo estar más de acuerdo con ella. No pienso enojarme por que no tengo idea de lo que yo haría si estuviera en sus zapatos.

Así que me queda asentir como un estúpido. La veo enjugarse las lágrimas y rápidamente peina su largo cabello rojizo en una coleta, todo eso sin mirarme.

Estamos en el aeropuerto, a tan solo unos minutos de que mi vuelo salga hacia Oregón.

—¿Estarás bien aquí? —Pregunto. Al fin y al cabo, era ella la que quería venir a Long Beach, y después a San Francisco.

—Sí. Gracias por dejarme el auto.

—Es tuyo de todos modos.

—Lamento mucho todo esto.

—No es tu culpa —mis manos rodean su antebrazo y la siento estremecerse. Le sonrío para tranquilizarla—. Entiendo tu posición. Jamás te pediría que te quedaras conmigo si no es lo que deseas.

Bueno, me ha dolido demasiado decirle eso. La amé tanto y en tan poco tiempo que ahora me es difícil despedirme de ella.

—Volveré a casa con mamá cuando me haya cansado de San Francisco.

—Por favor, avísame cuando hayas llegado con ella, ¿sí?

—Y tú cuando llegues a Multnomah.

—Lo haré —asiento y le beso la frente sin pensármelo dos veces. Ella se aferra a mis muñecas y así nos quedamos durante un breve minuto.

Por supuesto que en este momento tan especial tenían que llamar a mi grupo de abordaje.
"Pasajeros con destino a Portland, Oregón..." Es lo único que escucho.

—Gracias por todo, Georgene. Espero volver a coincidir contigo algún día, en algún momento.

—En algún momento que no cuides a niños que no son tuyos y que juntes toda tú porquería —lo dice de buen modo, lo que me hace reír. Supongo que tiene razón: yo tampoco querría quedarme—. Ojalá tu papá se recupere pronto.

—Gracias —agradezco nuevamente. Acomodo la mochila en mi hombro y me preparo mentalmente para abordar el avión—. Adiós, Georgie.

—Nos vemos.

Giro sobre mis talones y me dispongo a caminar a como dé lugar. No voy a voltearme para verla, porque sé que si veo nuevamente esos ojos verdes, voy a rogarle y le pediré que me acepte de vuelta, así que me arriesgo a no volverla a ver en mi vida.

Una vez que sé que estoy a salvo, a un metro de la azafata que recibe los boletos, me giro. Se encuentra estática en el mismo lugar, con la mano derecha rodeándole el antebrazo izquierdo. Lleva puestos unos pantalones entallados, junto a una blusa roja floreada y un suéter negro. Se ve hermosa, pero lastimosamente está lejos. Ya nada me separa del avión, y con ello, de Multnomah y Lauren.

—Tenga un buen viaje —dice la chica una vez que le entrego el ticket. Le sonrío a modo de respuesta y camino por el extraño túnel hacia el avión.

Ella se me queda mirando, quizás porque sabe que soy un prófugo de la justicia, pero no dice absolutamente nada.

[...]

No hay nadie esperándome en el aeropuerto, lo que es obvio pues no le avisé a nadie que vendría.

Tampoco Lauren me ha respondido el último mensaje de texto que le envié, diciéndole que Georgene me había dejado. Sé que lo vio porque la gloriosa tecnología me lo dijo, y eso hizo que me dolieran las entrañas. Me ignoró sin pensárselo, y la verdad es que al menos esperaba que respondiera con un "okay." ¡Sólo busco una maldita respuesta!

Me subo a un taxi y le doy la dirección para que me lleve al hospital en donde está mi padre. Han pasado dos días desde que recibí la noticia de su inesperado colapso, así que espero que no sea demasiado tarde.

Marco el número de Halina y contesta a mi segundo intento. Quizá tampoco quiere hablarme.

—Hola, hermanito —saluda con cierto recelo y me limito a responderle de igual forma.

—Hola. ¿En dónde estás?

—En el hospital, con papá.

—¿Y dónde está Lauren?

—Uhm, no lo sé.

Sí, sí lo sabe.

—De acuerdo.

—¿Por qué me llamas? —Me toma por sorpresa su pregunta, pero lo comprendo. No le hablo desde hace mucho tiempo, así que es probable que me odie.

—Porque voy en un taxi hacia allá.

—¿Estás... aquí?

—Sí, a sólo unos metros. Te veo en un rato, adiós.

[...]

Siempre he odiado el olor que tienen los hospitales, así como el ambiente que se siente aquí. Con sólo ver a las personas que vienen para ver a algún familiar enfermo o herido, me deprimo.
Acomodo la mochila en mi hombro y hago presión sobre la correa de esta. Subo el volumen de la música para olvidarme un momento de dónde estoy.

Le pido informes a la primera enfermera que encuentro —que no tiene cara de "quiero matar a todos aquí e irme a casa".

—Hola, busco a... Busco a mi padre, su nombre es Richard Bogasch.

Oh, mierda.

—¿Eres Gavin Bogash? Tú no deberías estar aquí —dice acusadoramente. Levanta el dedo índice en mi dirección y sé que he cometido el maldito error más grande de mi vida—. Llamaré a al policía.

—¡Sólo quiero ver a mi padre, joder!

La veo acercándose con lentitud al teléfono. Maldita sea, no voy a dejar que esto pase y me lleven a la cárcel antes de que mi padre muera.

—Baje ese puto teléfono.

—¡GAVIN! —Exclama una voz conocida. Una voz que extraño—. Baje el teléfono, por favor. Él viene a estar con su familia.

—Señorita, no puedo dejar que él...

—La familia Bogasch es poderosa, y lo que usted está haciendo podría costarle su empleo. No creo que quiera eso, ¿o sí? —Expresa con tono firme y la enfermera se resigna a responderle. Yo evito que una risa aparezca en mi rostro—. Quítate esos lentes. Vamos.

Estira su delgada mano hacia mí y la acepto. Al tomarla, siento una especie de corriente eléctrica recorriéndome todos los nervios, desde la punta de los dedos hasta la cabeza. Al parecer ella siente lo mismo, pues observa fugazmente nuestras manos entrelazadas y después mis ojos confundidos.

Lauren no quiere perder el tiempo, así que me lleva rápidamente al ascensor y obliga a las puertas a que se cierren de inmediato.

Me suelta.

—¿Cómo es que llegaste en el momento indicado? —Le pregunto.

—Hal me dijo que llegarías pronto, así que bajé a recibirte.

—Qué oportuna, Lo. Muchas gracias por haber estado ahí, o...

—De lo contrario, la policía ya estaría aquí.

Cruza los brazos sobre su pecho y asiento distraídamente, aunque sé que no me ve.
El elevador se detiene en el piso 7, así que la sigo una vez que salimos juntos de ese espacio reducido, ya que ella sabe en qué habitación está papá.

—Gabe, quiero que sepas que tu madre también está aquí.

—No me llames Gabe.

—Lamento mucho lo de Georgene —nos paramos en seco a dos pasos de la habitación setecientos dos.

—También yo, pero estoy bien, descuida. ¿Y mamá volvió de Copenhague?

—Te dije que sí.

—Ah, sí...

No me imagino viéndolos juntos otra vez. Se separaron por mi culpa, porque mi madre decidió apoyarme y dejarme ir cuando mi padre quería que yo me reformara.
De todos modos, prefiero dejar eso a un lado. No quisiera que el último tema que tocáramos fuera el de mi escape.

—Y Halina te odia.

—Lo entiendo, creo.

—Así que no esperes que te dé el mismo trato de siempre.

—Ya no espero nada de ella, y viceversa.

—Eres un idiota y repetiré eso cada vez que tenga la oportunidad.

—Estoy completamente a favor, Lauren.

Le sonrío altaneramente y, sin esperarla, me adentro en la habitación.

Papá está recostado sobre sábanas y almohadas completamente blancas. Algunos cables salen del interior del camisón azul cielo del hospital, marcando el ritmo cardíaco, la saturación y la presión. Aprendí todo esto en Grey's Anatomy gracias a Lauren, que me hizo terminar las doce temporadas en menos de un mes, lo cual fue increíble pues pasábamos casi todo el día en mi casa o en la suya.

En fin, él está durmiendo. Se nota en paz, su sonrisa lo delata. Quizás es porque mi madre también está aquí, sentada a un lado de la camilla, en un sillón de respaldo alto. Le está tomando la mano y lo observa como nunca antes. Al parecer está triste, igual que yo. Igual que Hal, que probablemente está en el baño.

La puerta de la habitación se cierra cuando Lauren entra. Capto la atención de mamá, haciendo que se levante casi de un salto y corre hacia mí para abrazarme. La recibo con júbilo, rodeándola fuertemente entre mis brazos. La siento tan distinta, tan lejana. Como si no la hubiera visto hace años.

—Hola, mamá —digo dejando salir un suspiro. Al parecer estaba deseando mucho decirle esto.

—Gracias por estar aquí.

—Es mi familia.

[...]

Les pedí que me dejaran un momento a solas con mi padre. Nadie se opuso a mi petición, porque realmente lo necesito. Ha pasado mucho tiempo, y con ello también muchas cosas.

Seguramente mi papá me odia. Odia que me haya ido como el cobarde que soy, que haya hecho que él y mi madre se separaran por elegir protegerme; o por el hecho de que haya confiado en mí y lo decepcioné.

Son las diez treinta de la noche cuando abre los ojos. Parpadea varias veces para acostumbrarse a la luz.
En cuanto voltea a su izquierda, me ve. Tiene que pestañear más para asegurar que no soy una visión, que realmente estoy aquí con él.

—Gavin —dice con voz ronca. Sonrío—. Qué... sorpresa.

—¿Cómo te sientes?

—Algo confundido —intenta incorporarse, pero no lo permito—. Quiero sentarme.

—No, en un momento.

—¿Dónde están mis chicas?

—Las tres fueron a cenar algo para pasar aquí la noche —contesto con cierto temor. Tal vez sea vergüenza.

—Diles que vayan a casa y que descansen allá. Tú y yo tenemos asuntos pendientes, muchacho.

No importa que vaya a reprenderme por todo lo que he hecho. Él está con vida, y parece estar bien, y es lo que más agradezco.

Le envío un mensaje de texto a Lauren diciéndole que se vayan a casa y que duerman bien, porque según lo que sé, se le han pasado durmiendo en estos sillones tan incómodos que suelen tener las habitaciones de hospital.

Me responde con una carita feliz, así que supongo que han aceptado las tres.

—Papá, de verdad siento mucho que... Bueno, lamento todo lo que hice.

—De nada sirve que te lamentes si está en tus planes volverlo a hacer.

—No me iré otra vez, mucho menos ahora.

—Son tus decisiones, tú sabrás si quieres arruinar tu vida.

—Ya está arruinada desde hace tiempo.

Mueve un poco la mano para indicarme que me siente al pie de la cama, y obedezco. Nos sumergimos en un silencio tan profundo, que la máquina que marca los latidos de su corazón comienza a alterarme los nervios.

—Le he pedido a tu madre que el abogado se encargue del testamento. Todavía tengo algunos puntos que agregarle.

—¿Testamento? No hables de muerte aún... No cuando apenas he vuelto.

—Eso no es más que tu culpa, Gavin —se ríe sin fuerzas y tose un poco—. Yo ya he estado mal desde hace mucho tiempo, mucho antes de que te fueras. Cuando me enteré de todas las cosas que nos ocultabas, por poco termino en el hospital.

—¿Por qué yo no sabia de esto?

—No queríamos que se enteraran, porque en primera instancia no creí estar tan mal.

No quiero preguntarle qué es lo que tiene, porque mientras proceso toda mi vida junto a papá, me devano los sesos recordando todos sus vicios y manías.

Cuando yo era pequeño, casi unos diez u once años, él fumaba cinco o seis cajetillas de cigarro a diario. Sé que abandonó eso hace un año y medio, pero... El daño ya estaba desde el principio.

—Papá...

—Todas mis propiedades son tuyas y de Halina, incluyendo la casa de campo en Madrid. También...

—¡No quiero saber eso ahora! —Digo con firmeza. A nadie le gusta pensar sobre la muerte de su padre—. Eso lo sabré con el tiempo, pero ahora no. No quiero.

—Estoy completamente de acuerdo contigo.

—No se te ocurra dejarme.

Él se ríe, pero no es broma para mí. Ya ni siquiera puedo recordar la última vez que nos llevó a Hal y a mí al estadio de los Beavers de Oregón.
Sí, por supuesto, somos los hijos de papá y rentaba el estadio para los tres solos. Siempre buscó la manera de hacernos sentir amados, pero jamás nos abandonó. No hubo un sólo día en el que yo pensara "mi padre no me presta atención por tener siempre la cabeza en el trabajo". Ni una vez, jamás en la vida.

—No todavía.

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