Cuentos de Princesas [Termina...

By Darkuri279

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"Era un día lluvioso, todavía puedo recordarlo con claridad, después de todo ¿como podría olvidar el día más... More

Uriel: Día cero
Erika: Día Cero
Alessa: Día Cero
Uriel: Día Uno
Alessa: Día Uno
Erika: Día Uno
Erika: Día Dos
Alessa: Día Tres
Erika: Día Tres
Uriel: Día Tres
Alessa: Día siete
Erika: Día Siete
Uriel: Día Ocho
Erika: Día Nueve
Uriel: Día Nueve
Especial: Roxana
Día 11
Epílogo (+Preguntas)

Uriel: Día Diez

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By Darkuri279

Me encontraba sentado con una mujer que no paraba de hablar sobre su ex-marido y sus chorrocientos gatos. Como psicológico estaba acostumbrado a escuchar atentamente los problemas y en general no me molestaba; sin embargo en ésta ocasión no me encontraba en mi consultorio sino en un restaurante y no estaba con una paciente sino con una... ¿cita? En retrospectiva, ya había pensado en conseguir una madre para Alessa, pero ¿cómo había caído tan bajo? Seguramente no me he explicado bien pero por alguna razón había terminado en un club de citas express, ya saben, de esas que cada cierto tiempo cambias de personas con quien hablar. Para éste punto iba para la número 54 y era en verdad una tortura para mí, me volví a preguntar ¡¿qué demonios hago aquí?! Mientras fingía escuchar a la mujer frente a mi. Un timbre en la lejanía y la voz del anfitrión me dio la respuesta.

- ¡Muy bien chicas guapas!, hora de cambiar de galan -Edvin y su burdo intento de voz de locutor me recordaron porque no seguía en mi casa haciendo algo más de mi agrado, aunque de todas formas no acababa de entender ¿cómo dejé que me convenciera de esto?

La mujer frente a mí se levantó y caminó hacia el lado contrario de la habitación terminando así los 7 minutos más largos y tediosos de mi vida. Me relaje en el asiento mientras esperaba mi siguiente "cita", realmente estaba disfrutando el silencio cuando el sujeto junto a mí se me acerco.

- Oye ¿cómo lo haces?

- ¿Cómo hago qué? -pregunté más por cortesía que por curiosidad.

- Pues de las cincuenta y tantas que han pasado creo que como treinta ya te anotaron y tú no has anotado ninguna... -miré el papel para comprobar que efectivamente estaba vacío.

- Pues... no sé, simplemente dejo que ellas hablen y asiento de vez en cuando -contesté despreocupadamente.

- Qué suerte... yo creo que no he conseguido convencer a ninguna -da un suspiro- supongo que moriré triste y sólo -pega la frente contra la mesa.

- No te desanimes, mi madre solía decir que siempre hay un roto para un descosido -puse mi mano en su hombro para darle un poco de ánimos, lo cual no sirvió de mucho pero inmediatamente después llego su siguiente cita para lo que se reincorporó y volvió a lo suyo. Poco después llegó la mía.

- pfff... -se sentó frente a mi sin siquiera mirarme- me llamo Katarina con K y bla, bla, bla... -una presentación un tanto desfavorecedora si no fuese mi amiga.

- Espero que sepas que hay formas menos vergonzosas de ser infiel a tu esposo -contesté con un tono sarcástico, ella miró hacia mí.

- ¡Ah! Uriel, por fin un descanso... -dijo recostandose en su asiento- no tienes ni idea de todas las terribles personas que he tenido que soportar, me atrevería a decir que algunas serían buenos clientes en tu consultorio -me reí un poco de su comentario, era obvio que tampoco había venido por voluntad propia y le aliviaba tanto como a mi ver por lo menos a un conocido.

- Quiero pensar que Edvin también te arrastró aquí pero no estoy seguro de que alguien quisiera arrojar a su esposa a los lobos.

- Cuando me lo dijo yo tampoco creí que fuera en serio pero resulta que le faltaban mujeres y bueno... aquí estamos -miré su hoja por curiosidad y, lejos de lo que pudiera pensar en primera instancia, tenía varios nombres anotados.

- ¿En serio te interesan esos tipos?

- ¡Nah! Pero es parte de mi venganza para Edvin por maltratar a su hermosísima esposa ¡buajaja!

- Explicate...

- En mis datos personales puse su número de celular así que si coincido con alguien le llamarán a él ¡buajaja! ¡Es perfecto! -la situación me parecía un tanto graciosa, pero como no tenía nada qué hacer...

- ¿Y no has pensado que puede ceder a la presión social y en una de esas dejarte por otro hombre?

- ¿Qué? ¿Éso no es posible o sí? Tú eres psicologo ¿no? Dime la verdad

- Pues no estoy seguro pero -coloqué mis codos sobre la mesa mientras disfrutaba el poder de la duda hacer sus maravillas- experimentos han demostrado que la presión social pueden cambiar totalmente el comportamiento de una persona al punto de lograr que se equivoque en cosas bastante obvias, la pregunta es ¿funcionará con la orientación sexual? -la cereza sobre el pastel. Su cara era todo un poema y fue difícil contener las risas, pero su gesto nervioso mientras marcaba un número en el celular valían totalmente la pena. En la lejanía se escuchó un teléfono y poco después la voz del intento de locutor.

- ¿Bueno? ¿Amor? ¿Que pa...? Sí ya sé... no, no se me olvida... yo también te amo pero... amor escuchame... ¿que yo qué...? ¿Uriel...? -para éste punto fue imposible soportar la risa y ella lo notó. Ahora indignada, colgó el teléfono y espero a que terminara de reír.

- Si serás maldito...

- Lo siento, no pude evitarlo -contesté secando una lágrima que se me salió por tanto reír. El timbre sonó en ése momento.

- Me voy a vengar ya verás -tomó sus cosas y se puso de pie- o ¿sabes que? ni siquiera lo haré, dejaré que el karma se haga cargo -miró a la derecha- sí, ni te lo esperas -sin dejarme decir nada más se fue ¿desde cuando ella creía en el karma?

Las siguientes citas fueron un poco más de lo mismo, me gusta esto, no me gusta aquello, etcétera. Era sorprendente cómo podía aburrirme tanto la vida de una persona por lo estrechamente relacionado que es escuchar con mi profesión, supongo que de cierta forma el ámbito monetario influia en algo. Pasaron alrededor de 10 mujeres sin que pasara nada interesante hasta que llegó la número 66.

En ése momento mi atención se centraba en el mismo tipo de a lado, era un poco triste y gracioso al mismo tiempo ver cómo le gritaban y decían que "sólo asentía como retrasado" en palabras de una de ellas. Sumado a que era lo más cercano a un programa de comedia que tenía era obvio que no notara a la pelirroja que se sentó frente a mí.

- Hola, yo... -dijo ella.

- ¡Shhhhh! -contesté sin verla- creo que está a punto de... -en ése momento una sonora cachetada atravesó la habitación, la estrategia de "asentir como retrasado" había fallado de nuevo- pobresillo, es la tercera vez seguida... -comenté antes de reparar en la mujer sentada frente a mi. Inmediatamente después de posar mis ojos sobre ella los puse en blanco- Hola Erika

- Hola Uriel -en ése momento miré a Edvin con rencor, él lo notó y me devolvió una sonrisa inocente. Suspire y escribí un mensaje para Katarina:

"Sólo espero que tu venganza valga la pena".

Hablando de Katarina, ¿no habia dicho algo sobre el karma? Bueno, eso no cambiaba nada y, como reza el viejo y conocido refrán "De nada sirve llorar por la leche derramada". Lo importante es que me encontraba frente a la persona con quien menos quería hablar en el mundo.

- ¿Y bien? -dejé el celular en la mesa- ¿quieres que finjamos una cita o...?

- ¿Por qué me odias? -la pregunta era directa y contundente pero aún así decidí ignorarla.

- ¿finjimos una cita o simplemente nos quedamos sentados sin hacer nada?

- ¿Por qué me odias Uriel? -insistió.

- ¿Tú por qué crees?

- Esque no lo entiendo, tú  fuiste el que me hizo daño, yo no hice nada que no hubiera hecho un humano normal, tú eres psicologo deberías saber de eso -no sé que maldito problema tenían con mi profesión. Quiero decir, sí puede que sepa algunas cosas sobre el comportamiento humano pero eso tampoco me daba el poder de leer las mentes de los demás. Aún así decidí seguirle el juego.

- Si ése es el problema déjame decirte que sí entiendo lo que hiciste, los celos, el rencor y el miedo a salir lastimada son una reacción muy normal para el ser humano...

- ¿Entonces por qué...?

- ¡Chst! -interrumpi- dejame terminar. Sí entiendo lo que hiciste, pero eso no significa que haya sido lo correcto.

- Pues no... pero aún así eso no te da derecho a lastimarme.

- ¿En serio? Entonces dime ¿tú donde lo conseguiste?

- ¿A qué te refieres? Yo nunca te he lastimado.

- ¿Ah no? ¿Y todas las peleas que comenzaste por una tonta historia para dormir? ¿Qué tal el día que decidiste largarte por diez años? Sí, dije que no te amaba como a Roxana pero eso no significa que no te amara en absoluto.

- ¡Todo fue tu culpa por tratarme mal!

- Okay, antes que nada calmate, ya entendí que no te importa lo que sienta, ¡perfecto! ¿Pero qué me dices de Alessa? -Erika desvio la mirada.

- No la uses de escudo...

- Pues deja de hablar como si fueras la víctima cuando ambos sabemos que fuiste tú quien le quitó el derecho de tener una madre.

- Si tanto te molesta éso ¿por qué no me dejas verla?

- Oye no lo sé -sarcasmo- tal vez tenga que ver con el hecho de que casi la matas pero realmente es un enigma.

- ¡Ya te dije que odio tus malditos sarcasmos!

- ¡Y yo te dije que cuidaras de ella!

- ¡No le pasó nada!

- ¡¿Nada?! ¡¿Es en serio Erika?! ¡Terminaron en un maldito hospital! ¡UN HOSPITAL!

- ¡Pero estamos vivas y éso es lo que importa!

- Cambia el "estamos", sólo me importa una y tú sabes quién es... -mantuvimos la mirada un momento.

- ¡Ash! -dio un golpe en la mesa- ¡Eres un hijo de...! ¡TE ODIO! -se levantó furiosa de la mesa y caminó a la salida.

- ¡El sentimiento es mutuo! -grité. No me había dado cuenta pero al parecer nuestros gritos habían silenciado el cuchicheo de todas las demás parejas. Ésta vez fue Edvin quien me miró sentenciante, recibiendo únicamente un saludo con el dedo medio de mi parte. Tampoco es como que estuviera de humor para cordialidades. Poco después la alarma sonó una vez más y el tipo de antes se me acercó nuevamente.

- No me lo tomes a mal pero me alegra saber que no soy el único que la está pasando mal... -una pequeña sonrisa se asomó en mi rostro, di un profundo y relajante suspiro antes de contestar.

- Bueno, me alegro que por lo menos mi desgracia sea de tu agrado

- jajaja no te preocupes hermano todos hemos pasado por algo así -irónico viniendo del tipo al que acababan se cachetear-, mi nombre es Axel por cierto -ofreció su mano.

- Uriel, un gusto -respondí el saludo.

- Saliendo de aquí iré por unas cervezas con unos amigos ¿quieres venir?

- Tal vez otro día, tengo que regresar a casa para revisar que mi hija no la haya quemado...

- ¿Hija? ¿Tienes esposa?

- Digamos que legalmente sí pero técnicamente soy divorciado.

- ooooh entonces no me digas que...

- Ajam, acabas de presenciar el resultado de un matrimonio fallido.

- Vaya... pues no es por ofender pero que bueno que no llego hasta mí, definitivamente no es mi tipo...

- No me digas...

- Sí pero en fin, me voy porque el deber me llama -su nueva cita había llegado.

Las siguientes diez citas fueron un poco extrañas, parecían tener miedo de que les gritara o algo así; algo ridículo si tomamos en cuenta la hermosa escenita que acababa de montar. Finalmente llegó la última de la noche: la número 77. Para éste punto yo ya había optado por jugar con mi celular, aunque un lunar estratégicamente colocado abajo del ojo de ésta última cita llamó mi atención. Su cabello había cambiado, pero ésos ojos tan cafés que te mantendrían despierto días y esa sonrisa que cautivaria hasta al más necio la delataban. Habían pasado muchos años, tal vez demasiados; pero aún así conseguía robarme un suspiro con su casi divina belleza. Me sentí como adolescente otra vez, temeroso de no saber que decir o hacer y, al mismo tiempo, emocionado por verla de nuevo. ¿Era ésta una señal divina?

Sea lo que fuere no pensaba dejarla ir otra vez, por fin podría estar con ella, por fin podría casarme de nuevo y reconstruir mi vida, por fin podría... ¿podría?

De golpe la imagen de Alessa y Erika me bajaron de mi tonta fantasía. Decir "podría" nunca había sido tan difícil, antes de éso un acta de matrimonio y la aceptación de Alessa se interponian; sin contar que muy posiblemente los años habían transformado al amor de mi vida. ¿Y si ya tiene esposo e hijos? Tomando en cuenta que estábamos en un sitio de citas express  supongo que es poco probable pero ¿y si vino en las mismas condiciones que Kata?

Dudas, dudas y más dudas. El problema de ser un adulto es que esas dudas, por muy pequeñas que sean, no te dejan disfrutar de una grata ilusión. Aquí radica la diferencia entre joven y adulto, después de todo cuando uno es niño hay alguien más que se preocupe por esas dudas y, aún si cometemos un error, tenemos mucho tiempo para solucionarlo...

Por cierto, hablando de adolescentes y volviendo de nuevo al tema de la cita con Roxana, tampoco es como que hubiera progresado mucho. Habían pasado 5 minutos de los cuales un silencio incómodo reinaba la mesa. Su mirada se encontraba perdida en un punto indefinido, me preguntaba si acaso estaría pensando lo mismo que yo, ¿algo parecido? De pronto una pequeña risa involuntaria salió de mis labios, acción que ella no paso por alto:

- ¿que? ¿de que te ríes?

- Lo siento, es sólo que si no te conociera diría que eres muy tímida.

- Bueno pues tú que no dices nada...

- Okey, ¿qué te parece si comenzamos de nuevo? -hizo un gesto de afirmación- mucho gusto, mi nombre es Uriel.

- ¿Tiene que ser tan "de nuevo"?

- Bueno, bueno, ¿cómo has estado? -recargue mis codos en la mesa.

- Bien ¿y tú? -resignó una sonrisa.

- Supongo que bien dentro de lo que cabe... pero no quiero hablar de éso, ¿No estabas en china o algo así?

- Corea de hecho... escucha, siento mucho haberme ido hace 18 años pero...

- "...no pertenecias a éste lugar", lo sé -un amargo recuerdo vino a mi mente-, no te preocupes ahora entiendo porque lo decías... -hubo otro silencio.

- Escuché que te casaste con Erika, que gracioso, cuando los conocí pensé que eran pareja...

- "éramos" buena palabra... -suspiré- ¿también escuchaste porqué me abandonó?

- La verdad no... -dudó al contestar pero no iba a cuestionarla, una de dos: o no podía decirme, o bien quería que yo se lo dijera.

- Es curioso como las palabras, aun sin quererlo, pueden lastimar a una persona y digamos que con Erika no fui muy diestro...

- Si no quieres hablar de esto podemos terminar aquí.

- Sin embargo hay algo en lo que Erika tenía razón...

- ¿Qué cosa?

- Para bien o para mal, y aún después de 18 años, nunca puede dejar de amarte -torcí una sonrisa. Por alguna razón tenía la costumbre de reírme de mi desgracia, supongo que era mi manera de lidiar con el dolor.

- Yo... -la alarma sonó en el momento menos preciso.

- ¿tú que?

- Lo siento Uriel... -se levantó rápidamente y se alejó. Pude haberla seguido pero no era correcto sofocarla. Me quedé sentado mientras Edvin daba unas instrucciones finales para recoger las hojas.

La gente comenzó a juntarse en la salida, esperé para ser el último y poder hablar con Edvin que se encontraba acompañado de Katarina. Entregue la hoja en blanco.

- ¿En serio no quieres saber de nadie? -preguntó él.

- Sabías de quien queria saber desde que la invitaste -respondí un tanto molesto.

- No te enojes, tampoco sabíamos cómo reaccionarías al saber que había regresado -miré a su cómplice que asintió tranquilamente. Suspiré resignado, de todas formas descargar mi frustración con ellos no serviría de nada.

Salí para dirigirme a mi automóvil, afuera aún se encontraban algunas personas que seguían platicando entre ellos Roxana acompañada de Axel. Parecía que ella esperaba a alguien y él... bueno él se veía que estaba desesperado. Me acerqué un poco para escuchar la conversación.

- Vamos, por favor, yo sé que no soy tan malo, te compro lo que quieras...

- Ya te dije que me dejes en paz -ella cerró el puño y yo me acerqué por detrás para detenerla.

- Déjalo ya Axel, no es tu tipo.

-¿La conoces?

-¿Lo conoces? -ambos preguntaron al unísono. Decidí contestarle a él primero.

- Claro, y creeme que es igual o peor que la pelirroja -Roxana me miró con intriga y él se sorprendió- mejor ve con aquella rubia, creo que preguntó por ti.

- Pues si así son las cosas, disculpeme señorita -hizo una ligera reverencia y se fue. Cuando estuvo lo suficientemente lejos Roxana habló.

- Sabes que pude habermelo quitado yo sola...

- Lo sé y fue por éso que te detuve, el pobre ya tuvo una mala noche, dejar que lo molieras a golpes era demasiado -silencio-. Dejando éso de lado, perdón si te incomodó lo que dije -ella suspiro.

- La que debería disculparse soy yo, no fui sincera contigo. Hablé antes con Erika y me dijo que estaba celosa de mi, que por éso te dejó y bueno, tú ya deberías saber el resto. Pero ¿sabes? Yo nunca quise que esto pasara, de verdad yo sólo quería que fueras feliz...

- ¿Por éso te fuiste?

- En parte, es verdad que que nunca me sentí parte de este lugar, quería llegar más alto.

- ¿Y lo lograste?

- Pues sí. Pero la farándula es un negocio muy frío, debes saber que no regresé porque tuviera un problema o algo así. Simplemente... Me sentía sola... -agachó la mirada.

- Está bien, no te preocupes -me acerqué para abrazarla- me alegro de que hayas regresado -acaricié su cabeza.

- Siento que lo único que he hecho es traerte tragedias... -un par de lágrimas escurrieron por mi chamarra.

- No es así -contesté alejandola un poco y limpiando una de las cálidas lágrimas que aún rodaban por su rostro- también me trajiste ésta linda sonrisa -dije marcando la curva con mis labios. Ella rió por el gesto y se limpió el resto de las lágrimas.

- Ya es un poco tarde, tengo que irme... -Le di su espacio y voltee a ver el auto donde la esperaban y me encontré con que adentro estaban nuestros amigos. Asentí y sin decir nada más caminó hacia el automóvil. Observé el vehículo alejarse antes de caminar rumbo al mío. La había dejado ir una vez más, con suerte ésta vez no sería por tanto tiempo...

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