Crónicas del aprendiz de Mago...

By MarcheLockheart

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Balwind es un joven y astuto aprendiz de mago que deberá enfrentar junto a sus amigos a extraños y misterios... More

Crónicas del aprendiz de Mago: El temor del hechicero oscuro
Prologo: La leyenda de Garïn
Capítulo 1: El gran mundo
Capítulo 2: Tormenta inminente
Capítulo 3: Rojo amanecer
Capítulo 4: Responsabilidades
Capítulo 5: Sombras en la noche
Capítulo 6: Primavera, mujeres y otros placeres
Capítulo 7: El corazón del hombre puro
Capítulo 8: Ciudad fronteriza
Capítulo 9: Las montañas del Norte
Capítulo 10: Reencuentros
Capítulo 11: Un camino
Capítulo 12: Luces en el cielo
Capítulo 13: Escaramuza en las sombras
Capítulo 14: La Academia
Capítulo 15: El precio del conocimiento
Capítulo 16: Knox
Capítulo 17: Nuevas caras
Capítulo 18: Paso a paso
Capítulo 19: Sangre y acero
Capítulo 20: Selkis y Monardos
Capítulo 21: La musa del desierto
Capítulo 23: Un nuevo maestro
Capítulo 24: Calma tras las tormenta
Capítulo 25: Cambio de Capa
Capítulo 26: Magia
Capítulo 27: Pasado, presente y futuro
Capítulo 28: La Generación Dorada
Capítulo 29: Círculos
Capítulo 30: Tres extraños magos
Capítulo 31: El Festival de la Unión
Capítulo 32:La decisión del mago
Capítulo 33:La guardia invisible
Capítulo 34:El cazador de hombres
Capítulo 35:El valor por demostrar
Capítulo 36: El alma de las montañas
Capítulo 37: El terror de los inmortales
Capítulo 38: La reina del pantano
Capítulo 39: El demonio renegado
Capítulo 40: Revelaciones
Capítulo 41: Legado
Capítulo 42: Rutger
Capítulo 43: Sangre azul
Capítulo 44: El retorno
Capítulo 45: Rivalidad
Capítulo 46: Deseos de venganza
Capítulo 47: La auténtica venganza
Capítulo 48:Discípulos
Capítulo 49:El despertar
Capítulo 50:Hombres y deidades
Capítulo 51:El comienzo de la aventura
Miscelánea (¡Léeme!)

Capítulo 22: La sombra de un enemigo

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By MarcheLockheart

Al día siguiente tenía la cabeza hundida en mis propios pensamientos. Por suerte Holen estaba tan decepcionado con la clase que se adaptó un poco a las clases de Travis y seguimos con las runas, solo que Holen quería que las grabaramos directamente en los distintos materiales. Aquello provocó más quemaduras y daños para los alumnos e insultos para Holen. Por mi parte aquel trabajo tan mecánico y sencillo me permitió hacer varias reflexiones, a la postre todas inútiles. Tratar de entender la relación que había entre los Khayam, Knox, Owen y nosotros era, cuanto menos, una pérdida inútil de tiempo. Estaba tan impaciente que incluso pensé en explicarles todo a mis amigos durante el mediodía. Pero cuando llegué a la Cantina me di cuenta de que iba a ser imposible. Aquella era la primera vez que el comedor estaba tan lleno desde que empezaron las clases, dado que esta vez un buen número de Caparojas también tomaron asiento. Imaginé que tenían la tarde libre y que por eso todos parecían estar tan contentos. Mis amigos fueron llegando a cuentagotas. Johan se disculpó por lo ocurrido anoche, pero se notaba que en realidad no lo sentía en lo más absoluto. Como una especie de venganza decidí mantener silencio sobre sus preguntas de mi noche con Je'Lad. Nime me saludó como si la noche anterior no hubiera ocurrido nada, y cuando fui a abrir la boca ella me guiño un ojo y empezó a despotricar sobre Blums, uno de sus maestros Caparoja, así que deje pasar el tema. Kachess llegó poco después con la ropa llena de sangre y algo pálido a causa de las prácticas en Enfermerias. Y por último llegaron Nolan y Marion. No había ningún indicador en ninguno de sus gestos que hiciera pensar que estuvieran en una relación, pero ninguno de los dos se separó en ningún momento, y ambos se sentaron el uno junto al otro. Marion y Kachess explicaron mientras comíamos los distintos ejercicios que había hecho aquel día. Yo escuchaba completamente distraído, pensando todavía en aquel misterio, cuando de pronto entró Je'Lad.
Por lamentable y triste que parezca, tengo que confesarlo; mi corazón se paró durante unos segundos dolorosamente interminables. La sonora muchedumbre de mi alrededor, la voz de mis amigos y el olor de la comida caliente que inundaba la sala habían desaparecido para mi. Incluso cualquier pensamiento relacionado con aquel rompecabezas pasó a segundo plano. Creía que después de lo ocurrido la noche anterior apenas seguiría sintiendo interés por ella, pero había sido todo lo contraria. Je’Lad llevaba cogido su largo pelo castaño en una especie de triple cola trenzada, que caía por encima de su espalda y sus hombros. Iba vestida con la camisa y los pantalones de cuero típicos del taller, pero el frío empezaba a notarse y por encima llevaba una bonita chaqueta de piel blanca que contrastaba con el color dorado de su piel. Un pequeño trozo de la capa azul celeste sobresalía por debajo. ondeando a cada paso que daba. Mis  amigos y yo nos sentabamos siempre en la misma mesa, pero Je’Lad me ignoró por completo.
-Supongo que no fue demasiado bien-dijo Johan, que había estado siguiendo la secuencia con atención. Era difícil captar su atención, pero sobre el sexo y las relaciones nunca se le escapaba nada- La verdad es que es bastante guapa, aunque a mi me gustan más las chicas que no puedan derribarme de la cama de un puñetazo.

-Yo prefiero amigos que no me mientan para sacar provecho-corté.
Je'Lad llenó una bandeja y se sentó de espaldas a mi junto a varios Monardos que iban abrigados de forma similar, la mayoría con un trozo de capa roja asomando. Fe’Nam estaba con ellos, pero por suerte no se giró a mirarme con odio, por lo que imaginé que Je’Lad había mantenido su palabra.
-¿Habéis conseguido ya encender la vela?-preguntó de pronto Nolan.

Si Nolan había preguntado aquello era por algo. Decidí intentar unirme a la conversación e intentar no pensar en Je’Lad.

-¿Ya lo has conseguido?-pregunté al ver que solo Marion no había negado con la cabeza.
-Ayer por la tarde, pero sufrí una de esas hipotermias-explicó orgulloso-. Pero a decir verdad yo no fui el único.
-¿Y que se siente?-preguntó Kachess, visiblemente nervioso por ir por primera vez  retrasado respecto a los demás. Hasta ese momento, y pese haber estado hablando, el pequeño Capaverde parecía tan lejos de allí como yo. Pero los asuntos académicos le habían devuelto de nuevo a la realidad.
-Es gratificante-dijo Marion en tono reflexivo-. Pero no es algo que se pueda explicar. Al principio sientes tu cuerpo arder, como si tu cabeza fuera a explotar. Luego sientes un frío intenso, casi mortal, como si tu cuerpo se vaciara de toda tu energía. Pero es menos que esto. O más. De verdad que no sabría explicarlo.
-En teoría tardaremos un par de semanas más en dejar de utilizar nuestras propia energía. Sólo en situaciones de calma, claro-continuó Nolan-. No es lo mismo estar sentado casi cuatro horas ante una vela que estar peleando contra varios rivales.

-Yo estoy desesperada-se quejó Nime con tono infantil-. Por mucho que mire la maldita vela no consigo nada. ¿Que se supone que hay que hacer?

-Tal vez no es vuestra culpa, sino de vuestros maestros-sugirió Marion-. Es posible que no se haya explicado bien.
-Gerald tiene mucha paciencia con nosotros-defendí al maestro-. Pero tampoco nos ha explicado demasiado. Lo cierto es que nunca había pensado en ello.
 -Mi maestra, Dulia’Karodan, parece no querer enseñarnos nada. Solo esta por los Monardos, y al resto nos ignora por completo-dijo Nime asqueada.

-A mi me pasa todo lo contrario. El maestro Celián intenta darnos tantos consejos y directrices que al final no hay por donde empezar-explicó Kachess. Lo cuál debía ser tremendamente cierto, ya que nunca le hubiera imaginado quejándose de algo así-. ¿Quién es vuestro maestro?-preguntó a Marion y Nolan.

-Se llama Volodia. Un auténtico motivador-respondió Nolan. Se notaba que le gustaba el maestro.

-Un poco salvaje-replicó Marion-. No le importa en absoluto que utilicemos nuestra propia energía.

-He oído hablar de él-resopló Nime-. La maestra Natasha, de curación básica siempre está despotricando de él. Algunos de los alumnos de Volodia replican a Natasha porque ella asegura que nunca hay que usar nuestra propia energía, mientras que el otro dice que hay que hacer uso de todos los recursos que dispongamos.

-En todos lados hay problemas-dijo Marion-. También he escuchado que Arkis y Sehla’Doeluna están enfadados porque…
Desconecte por completo. Lo cierto es que la vida de los maestros no me interesaba demasiado, excepto algunos casos excepcionales como los de lord Korver o el director Izuka. Poco después empezaron a sonar las campanas del turno de tarde y me levanté con lentitud. Tenía por delante dos horas larguísimas con el maestro Datzo’Len, aunque por suerte aquella era mi última clase hasta el lunes. Antes de salir de la Cantina no pude evitar echar una mirada a la espalda de Je’Lad, que continuaba sentada con todos sus amigos.

Kachess iba a mi lado, ya que tenía comunes y pasaba por mi camino, pero me sorprendió ver a Johan también con nosotros.
-¿Tienes clases?-pregunté.
-No, solo quería hablar contigo. Siento de verdad lo que pasó ayer-se disculpó. Era poco común verle disculparse de aquella manera, por lo que debía ser obvio que lo de Je’Lad me había fastidiado más de lo que creía. Odiaba aquella sensación-. Si quieres hablar ya sabes que puedes contar conmigo-añadió con su sonrisa habitual.

Miré a mi alrededor. Estábamos bastante separados de la gente, por lo que decidí decirle la verdad.

-Por desgracia Je’Lad es lo de menos ahora. Ayer estuve hablando con Kachess sobre todo lo que nos dijo Knox-dije en voz baja. Kachess asintió y Johan entendió de inmediato por donde iba-. Cada vez parece más preocupante. Incluso vimos a lord Korver entrenando de una forma muy extraña.
-Yo también estoy preocupado-confesó Johan-. Ayer aproveché la tarde para ir a Beraud. Allí conocí a aquella chica, pero también descubrí otras cosas bastante interesantes. Ahora volveré a ir e intentaré obtener más información. Si saco algo en claro mañana os lo contaré.

Johan se despidió de nosotros con un gesto y enfiló el camino hacia Beraud.

-Le pasa algo más-dijo Kachess con el ceño fruncido-. Nose que es, pero actúa de forma extraña.
Lo cierto es que yo también lo había notado. Johan era muy bueno escondiendo sus sentimientos, pero Kachess tenía razón, estaba actuando de una forma poco habitual en él.

 -Aún no sabemos lo que ha descubierto. Mañana lo sabremos.
Kachess asintió. Habíamos llegado a las aulas de comunes, así que nos despedimos y fui hasta mi clase de alquimia básica. La clase con Datzo’Len me permitía pensar, pero no sabía si aquello era lo que necesitaba. Cuando tomé asiento y el maestro me entregó mi libro no pude más que suspirar.
-¿Estas bien?

-¿Cómo dices?-pregunté.

-Si estás bien-repitió Lillian, la chica que se sentaba a mi lado. Era una chica muy bajita, de cabello dorado y ojos de un bonito y brillante color azul. Nunca antes había hablado con ella, básicamente porque era imposible hablar con nadie sin quebrar el silencio de las clases del Monardo. Su acento me recordó vagamente al de mi amigo Wallace, por lo que di por echo que había nacido en las islas Irin.

-Si, si, no te preocupes-respondí con un ademán. Pero mi cara debía de ser un poema, porque la chica no parecía nada convencida-. Estoy algo cansado, eso es todo.
-Por supuesto que estas cansado-dijo Roshe desde la mesa de al lado. Parecía realmente enfadada-. ¿Así que una amiga, eh? Sé lo que hiciste anoche. Y también se los problemas que podría traerte-amenazó-. Andate con cuidado, cerda.
-Esta bien, silencio-mandó Datzo’Len. Hojeó un par de páginas hasta encontrar lo que buscaba-. Wolfgang Köhler, uno de los mayores animistas de la historia. Bien, ¿quién quiere leer?
Nadie se ofreció voluntario. Finalmente Datzo’Len eligió un alumno al azar y éste empezó a leer sobre la vida del tal Wolfgang, incluida un extraña historia de espionaje gracias a sus descubrimientos en el animismo. En aquellas clases el tiempo parecía ir mucho más lento que en cualquier otra. Lo que allí me parecía más de cuatro horas, en Hornos me parecía cinco minutos. Algunos Caparojas entrecerrando los ojos, mientras que otros alumnos miraban distraídos a un lado, sin escuchar ni una sola palabra de la lectura.
-¡NOOOOOOO!
Un grito lleno de desesperación rompió el silencio.  La clase entera nos miramos los unos a los otros, preguntándonos qué era aquello.
-¡NO LO SOPORTO MÁS!¡DEJADME!

Los gritos provenían del exterior. Nos giramos para ver a Datzo’Len, que cerró su libro con gesto molesto.

-No puede ser que esté volviendo a pasar-dijo con los labios apretados de irritación-. Cada año lo mismo.

El maestro salió del aula con paso firme, por lo que los alumnos le seguimos de inmediato. Al salir del aula vimos que alumnos y maestros de todos los años también hacían lo mismo. Era sorprendente ver cómo los alumnos más mayores reían y comentaban lo que estaba sucediendo, mientras que todos los maestros parecían muy enfadados. Salimos del edificio y nos cruzamos con una riada de alumnos y maestros de otras clases, con una escena idéntica a la de nuestro edificio.
-¿Que está pasando?-pregunté a un Capalmava que pasaba corriendo a mi lado.

-¡Alvian! Ese viejo esta chiflado-contestó riendo. El chico y varios amigos suyos apartaban a la gente a empujones, intentando llegar los primeros.
-¿Alvian no es un maestro de alquimia?-pregunté a Lillian, que se encontraba andando a mi lado.
-Creo que sí…¡Eh!-Los alumnos mayores empujaban de un lado a otro a la chica intentando avanzar, mientras que ella luchaba por no caerse entre la multitud.

Le ofrecí un brazo y ella se agarró a la desesperada.

-¡Que locura!-exclamó con las mejillas encendidas y el pelo despeinado. Todos los alumnos le sacaba como mínimo un palmo de altura y pesaban casi el doble que ella, por lo que avanzar entre aquella locura no era una tontería-. Gracias por ayudarme. ¡Debe ser realmente interesante!-exclamó sin dejar de avanzar.
No puede evitar reír. ¿Quién podía sentirse emocionado pese a ser empujado y pisoteado por todos lados? Por suerte la marea se tranquilizó al salir al camino abierto que llevaba hasta la zona de alojamientos, que parecía ser el punto de destino. Cuando llegamos allí la plaza de piedra estaba llena de alumnos, muchos cantando y aplaudiendo, y otro tanto mirando confusos a su alrededor. Entre los alumnos se encontraban muchos maestros, la mayoría hablando entre ellos rápidamente y con enfado y otros simplemente con la mirada clavada en la torre de las campanas de Residencias. De las ventanas de todos los edificios habían cabezas siguiendo la escena, contando así con una posición privilegiada. Y de pronto sonó un gran un estruendo de gritos y aplausos. Levanté la mirada hacía el pequeño campanario.

Semidesnudo y mugriento pero con la capa de color malva intacta en su espalda, un anciano se asomó al borde de la torre.

-¡No somos más que las feroces e incombustibles olas luchando por romper las rocas que nos aprisionan! Queremos invadir la tierra y el cielo que no nos pertenecen. Frágiles cuerpos llenos de sueños y esperanza que renacen a cada embestida. ¿Pero que nos depara el futuro, nada más que nuestra muerte?¿Qué es el tiempo, más que una cuenta atrás a nuestro final?

El anciano maestro cubrió la plaza con una gran voz de barítono. Los alumnos escuchaban maravillados las palabras del anciano, mientras que algunos profesores debatían rápidamente que hacer.

-¡Vivid las vida, jóvenes almas! ¡Vividla y adorarla! No dejéis que el tiempo os consuma. No os deleiteis en vuestras limitaciones. Luchad por ser todo aquello que queréis. No seáis solo listos, puesto que ser listo no es ser sabio. No seáis solo amantes de un día, puesto que besar no es amar. Y sobre todo, ¡no seáis esclavos de vuestros sueños, sino amos de todos ellos! Volad jóvenes almas, volad ¡Vosotros sois el futuro!
Sonriendo como un niño pequeño y con expresión ida, el anciano se dejó caer al vacío. Los alumnos de primer año se echaron las manos a la boca, pero los mayores miraban con alegría la escena.

De pronto la sonrisa del maestro se torció en una gran mueca de terror. Un alarido cubrió la plaza mientras el profesor caía. Alguien frenó la caída del maestro utilizando su magia, pocos metros antes de que éste pudiera estrellarse contra el suelo. Una mujer Capaverde que rondaba la cincuentena con el pelo rubio lleno de canas avanzó con paso imperial entre todos los alumnos hasta llegar al maestro Capamalva, al que cubrió con una pesada y mullida manta de piel. Alvian cubrió su menudo y huesudo cuerpo con ella, temblando de miedo, sin dejar de mirar aterrorizado y confuso a toda aquella multitud.

-¡Ya está bien!-exclamó enfurecida la mujer-. ¡Todos, volved a vuestras clases!¡Vamos!

La plaza se empezó a vaciar con lentitud. Era increíble ver a los alumnos mayores hablar con emoción sobre lo ocurrido, mientras que los más jóvenes no hacían más que preguntar sobre “aquél extraño viejo loco”. La maestra Capaverde y algunos alumnos Capalmava ayudaron a cargar con Alvian dentro de Residencias. Cada maestro ordenó a sus alumnos volver a clase, así que seguimos a Datzo’Len de vuelta a nuestra aula.

-Esta tarde habéis podido comprobar uno de los efectos colaterales de un mal proceso alquímico-explicó el maestro. Ni siquiera esperó a que todos estuviéramos sentados, lo que decía de mucho de lo alterado que estaba-. Alvian intentó encontrar una cura para todas aquellas personas que creen ver cosas que no son, que escuchan voces inexistentes o que deciden matarse a ellos mismos u a otros sin ninguna razón. Por desgracia el resultado fue catastrófico y el hombre perdió la cabeza. Sus cambios de humor y actitud son impredecibles, y ahora es tristemente célebre por ello.

-Pero Alvian es un maestro-señaló Harvis, un alumno regordete Capaazul. El pobre ya había visitado dos veces Enfermerías a causa del trabajo con hierro de Holen-. ¿Por qué sigue aquí si es un peligro?

-Alvian es solo un peligro para él mismo-respondió el maestro-. Además, él parece anticipar muchos de sus brotes. Le hemos encontrado cientos de veces encerrado en su propia habitación. Y sigue siendo un alquimista brillante-admitió a contracorazón-. Él fue el inventor del tónico de visión nocturna, los elixires tranquilizantes y Ojo de gato, el fuego de Fénix, el cortavientos y una infinidad de objetos y pociones más, además de crear sus propias recetas y mejorar la de antiguos maestros. Es probablemente el mejor inventor de todos los tiempos.
-Me cuesta de creer que el mejor alquimista de la historia sufriera un percance de tal magnitud-opinó Meighan.

-Muchos de los grandes descubrimientos acabaron con sus propios inventores. Por eso Alvian sigue aquí. Este es un buen ambiente para él, y han salido otros grandes alquimistas bajo su tutela, mientras que los otros maestros podemos ocuparnos de él en su crisis más agudas. Pero eso no quita que sus constantes pérdidas de cabeza afecten negativamente a la Academia.

Los gestos de escepticismo de mis compañeros confirmaron uno de mis pensamientos. Datzo’Len no engañaba a nadie; él estaba claramente celoso de la genialidad de su compañero.

-¿Qué más ha logrado Alvian?¿En qué trabaja ahora?

-Preguntaselo tu mismo-cortó el maestro-. Vamos, aún queda un poco de tiempo. Tú, sigue con Köhler, vamos.
Meighan remoleó un poco, como decidiendo si insistir con Alvian o no. Finalmente vio que el rostro enfadado de Datz’Len y decidió seguir con la lectura.




-¡Las clases de Datzo son insufribles!-se quejó Lillian en cuanto salimos de clase-. La vida de Alvian parece mucho más interesante que toda esa basura que estamos leyendo. Y pensar que me apunté a alquimia básica porque creía que iba a ser todo práctico…

-Tengo entendido que los Capaverdes tenéis que estudiar un montón antes de hacer uso de la magia-dije extrañado.

-Si, y es por eso que quería hacer algo más manual. No quería pasarme el día leyendo y estudiando. Esta claro que me equivoqué de asignatura. Tal vez debería haberme unido a los Capaazul.

-Creo que la mitad de los Capaazules te cambiaria el lugar sin problemas-dije riendo al recordar la mitad de clase enfurismada por el trabajo en hierro.
-¿Tu crees? tal vez debería hablar con mi tutor. Aunque no se si tendré fuerza suficiente-dijo Lillian haciendo fuerza con un brazo.

-Lo de la fuerza en la herrería es un mito-dije, mirando como el brazo de la chica se mantenía igual flexionado que estirado-. Si bien es cierto que ayuda no es…
<<Tu amigo te necesita>>. Una voz inundó mi cabeza con aquellas palabras.

-Oye, ¿estas seguro que estas bien?-preguntó Lillian con gesto de preocupación-. Tienes muy mala cara otra vez. Tal vez deberías ir a Enfermerías.

-No es nada, de verdad, solo que…- “En la entrada de la Academia. Tu amigo te necesita. Rápido”-. Tengo que irme.
Salí corriendo hacia el camino que llevaba a Beraud, dejando atrás a una sorprendida Lillian. ¿De quién era esa voz? Knox había hecho aquello antes, pero estaba seguro de que aquél no era él.Corrí lo más rápido que pude, luchando por tragar aire a cada metro. Johan estaba malherido. Lo Intuía. Sabía que aquella voz se refería a él, y que algo malo había pasado.  Cuando llegué a la entrada de la Academia me encontré con un pequeño grupo de gente, entre los cuales se encontraban Nolan y Nime.

-¡Balwind! ¿Tu también lo has escuchado?-dijo sorprendida y asustada Nime.
-Si, pero que ha pasado...No puede ser.
Johan estaba tumbado boca arriba en el suelo, con la ropa hecha girones y llena de sangre.  Tenía los ojos cerrados y parecía inconsciente.
-Nosotros lo acabamos de encontrar aquí. Teníamos la tarde libre-explicó nervioso uno de los estudiantes que se encontraba allí. Su aliento olía a alcohol, pero si cualquier vestigio de borrachera se le había pasado con el susto-. Veníamos de vuelta de Beraud cuando nos lo hemos encontrado. Ragelis ha ido a por un Capaverde, deben estar apunto de llegar.
Me agaché al lado de Johan, intentando que abriera los ojos. Aún había algo de luz pero pronto estaría todo oscuro. Intentando reanimar a Johan hubo un destello que llamó mi atención. Junto a su cuerpo había un anillo de oro que me resultaba vagamente familiar. Lo cogí y me lo guardé en uno de mis bolsillos, esperando descubrir algo más con aquello.

-Cielos…¡Johan!
Kachess también había llegado. Estaba sudoroso y apenas podía hablar por la falta de aire, pero rápidamente se agachó a mi lado e intentó ayudarme. Nolan permaneció algo alejado, observando el cuerpo de Johan, mientras que Nime no paraba de mirar hacia el horizonte, esperando la llegada de aquel chico con el Capaverde. Finalmente un chico de pelo largo y rubio un par de años mayor que nosotros llegó acompañado con un sanador. Para mi sorpresa vi que se trataba del maestro superior Capaverde Lunt.

-Esta bien, dejadme un sitio-pidió Lunt, agachándose junto a Johan. Lo primero que hizo fue romper la camisa de Johan por la mitad e inspeccionar con suavidad el torso desnudo del herido-. No parece estar muy grave-dijo para mi sorpresa. Kachess parecía muy nervioso, como lamentando no haber hecho algo tan básico antes-. Tiene dos costillas rotas, pero no parece tener más huesos rotos ni heridas profundas o graves. Toda esta sangre sangre parece ser de alguien más-explicó Lunt sin dejar de explorar-. Es probable que haya recibido un fuerte golpe en la cabeza que le haya dejado conmocionado, pero eso es todo.

Un flujo de energía azul recubrió el cuerpo de Johan. Éste se removió un poco, pero no despertó. Lunt arrugó el ceño.

-Ha recibido ataques mágicos. Quedan restos de energía y el tipo de herida que no tiene no ha sido causado por un arma cortante. Quién sea que haya hecho esto solo quería aturdirlo o reducirlo, nada más. ¿Cuánto hace que lo habéis encontrado?-preguntó.

-Unos quince minutos-calculó el tal Ragelis. Al igual que sus amigos tenía las mejillas coloradas y un deje de alcohol en su aliento, pero estaba muy despierto-. Apenas han pasado diez minutos entre que te he encontrado y venido.

-Has hecho bien-felicitó Lunt mientras se ponía en pie-. El chico no está herido de gravedad, pero siempre es mejor avisar cuanto antes. Además, este chico ha recibido un ataque mágico en las puertas de la Academia, lo cuál es inadmisible. ¿Sabéis si alguien iba detrás suyo?  Puede haber tenido roces con otros alumnos, o tal vez algún asunto de familias y venganzas.

-Fe’Nam-dijo rápidamente Nolan. Aquello parecía haberlo enfurismado de verdad-. Estoy seguro de que ha sido él.
-¿Aquel Monardo de primero? Lo vi en en el torneo, y es cierto que es una bestia. Pero es muy poco probable-opinó Lunt-. Dudo mucho que ya sepa dominar la magia. ¿Alguien más?
“Los Khayam” pensé. Kachess también había llegado a aquella conclusión, pero intuíamos que era mejor no decir nada.

-Esta bien entonces. Llevaré a Johan conmigo hasta Enfermerías, y luego hablaré con el resto de maestros, a ver que pueden averiguar. Por cierto, ¿como se llama el herido?

-Johan-respondí.
-Johan. Esta bien.
El cuerpo de Johan se elevó completamente tieso. Lunt colocó sus manos debajo de Johan, sin llegar a tocarlo, y el cuerpo se mantuvo en la misma posición, lo que permitió al maestro trasladarlo de una forma mucho más cómoda.

 -Vaya susto nos había dado-dijo el primer chico. Estaba claro que aquello le había puesto nervioso-. Es una suerte que no haya sido nada.
-Gracias por haber ido a por ayuda-dije a Ragelis.
-No hay de que, aunque si hubiera sabido que no era para tanto no hubiera corrido de esa manera-respondió con una sonrisa-. En fin, nosotros volvemos a la Academia. Espero que vuestro amigo se recupere.

El pequeño grupo de amigos se despidió de nosotros y enfiló el camino hacia la Academia.

-Es terrible. Entonces es cierto lo que dijo Knox. Los Khayam nos persiguen-dijo Kachess asustado.

-¿Knox?¿Khayam?¿De qué estáis hablando?-preguntó confusa Nime.

-No es un buen momento para hablar-suspiré. Me sentía muy cansado y confuso, y en aquel momento no tenía ningún tipo de ganas de hablar-. Si todo va bien mañana Johan ya estará de nuevo en pie. Entonces os lo explicaremos todo. Tal vez Johan ha descubierto algo que pueda ayudarnos.
Nolan no parecía encajar demasiado bien ese comentario, pero Nime debió ver el agotamiento en mi.

-Por hoy esta bien-dijo. No parecía asustada ni preocupada. Nime era muy práctica cuando habían problemas-. Lo mejor es volver a la Academia, descansar y volver con esto mañana.
-Necesito un baño de agua caliente-confirmó Kachess-. No creo que pueda con todo esto.
Poco a poco empezamos a andar de vuelta a la Academia.
-Así que vosotros también habéis una voz-empezó Nolan.
-Ahora no-cortó Nime-. No creo que saquemos nada en claro ahora mismo.
Nolan lo dejó estar, pero estaba claro que aquello iba a darle vueltas en su cabeza. A mitad de camino nos cubrió la oscuridad de la noche y el fuego de Fénix de las farolas iluminó el camino. Y en mitad de él se encontraban Knox y lord Korver.

-¿Qué hacéis vosotros aquí?-preguntó con desdén lord Korver. Aunque aquello no ocultó algo de nerviosismo en sus palabras.
-¿Acaso tenemos prohibido salir?-replicó con valentía Nolan. Noté cómo Kachess se ponía tenso a mi lado, observando la situación con cautela.

-Hace una gran noche. La luna sigue llena. Es curioso, muy curioso. Es muy difícil ver la luna llena dos días seguidos-dijo Knox observando el cielo-. Ya sabes que las noches de luna llena hay que andarse con cuidado-dijo mirándome a los ojos.
<<Las noches de luna llena no son buenas para los secretos>>. De nuevo la voz de Knox inundó mi cabeza. ¿Por qué hacía aquello?

-Dejadnos pasar-ordenó lord Korver-. Tenemos asuntos importantes que atender.
Knox esbozó una pequeña sonrisa ante el tono de su compañero. Una sonrisa normal. Una sonrisa humana.

-Knox-dije. El Capanegra se giró hacía a mi. Sus ojos grises se clavaron en los mios. Una mirada llena de curiosidad y diversión-. Johan ha sido atacado hace poco en este camino. Deberíais ir con cuidado.

Knox asintió lentamente.

-Creo que mi buen amigo lord Korver sabrá ayudarme en caso de necesidad. Pero gracias por tu advertencia.

Sin hacer ningún gesto más, me aparté del camino y los dejé pasar. Knox no volvió a mirarme, pero lord Korver me miró con un claro gesto de asco y desprecio.

-Así que ese es el tal Knox-dijo Nolan-. Pensaba que era alguien peligroso.

-Me jugaría todos mis dramines a a que va a por información-dijo Nime-. Y que lord Korver solo va para poner sus músculos e intimidar.

No pude evitar reír. Aquello era tan absurdo…

-Knox ya sabe lo que ha pasado hoy. Incluso es probable que lo supiera antes de que todo haya pasado.

-¿Insinuas que lo ha preparado él?-preguntó Kachess.

-No lo creo. Vosotros no lo sabéis, pero me ha hablado con su mente. Una voz muy distinta a la anterior. Y él quería que os lo dijera. Todo lo que hace está increíblemente bien hilado y planificado. Pero la cuestión está en qué motivación tiene para hacer esto. ¿Knox intenta matarnos, o nos ayuda a sobrevivir?


Era increíble la delgada línea que separaba la vida de la muerte.

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