-Luke-
Decidí terminar con esto, Al fin de cuentas eso era lo que Sebastian quería.
-Bien... Ahora, solo debo hacer las cosas con calma.-me dije respirando profundo, tratando de centrarme en realizar el traslado del alma de Ciel Phantomhive. En realidad, no quería hacer esto, quizás al comienzo lo hacia por lo bien que la pasaba en la cama con Sebastian, pero después de pasar tanto tiempo juntos, los sentimientos hacia él regresaron.
Y después de todo, debía aceptar que no era un sentimiento mutuo.
Comencé a hacer el traslado, es un proceso muy sencillo en realidad, solo debía unir de nuevo el cinematic record y trasladarlo al cuerpo nuevo... Algo confuso visto desde fuera, pero para mi era pan comido. Terminé de hacerlo y suspiré pesadamente.
-Bien... ahora solo tengo que hacerlo reaccionar y llamar a su amado Sebastian para que puedan hacer su vida llena de felicidad.- dije irónico y fui por lo necesario para hacerle regresar a la vida.
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-Ciel P.-
blanco y cálido... así es este lugar; me gusta.
no hay oscuridad, no hay dolor, odio ni venganza...pero más importante, no está él. Soy libre, era libre... o al menos, eso creí.
¿Porqué? ¿Porqué siento que vuelvo a respirar?
-...hive...conde Phantomhive!- esa voz...¿La conozco? no, no me es familiar, no quiero volver, no quiero despertar... Estoy tan tranquilo aquí, rodeado de paz. -Sé que estás despierto, estúpido mocoso, abre los malditos ojos para que puedan irse de una vez.- susurraron cerca de mi oído. Abrí los ojos de golpe, no era mentira, estaba vivo. ¿Como era eso posible? ¡yo me había suicidado! estaba seguro de ello... lo estaba.
-¿Quién...eres tú?- pregunté con un hilo de voz, esa persona... no la conocía de ningún sitio.
-Eso no te importa. Iré por tu amado Alec, conde Phantomhive- ¿Alec? ¿Amado? ¿de que demonios hablaba? decidí solo ignorar su comentario, me levante de la cama, y aunque mis piernas muy a penas respondían, logré llegar al espejo en la pared y me observé... era yo sin serlo realmente.
esa persona frente a mi, ¿realmente era yo? en mi cabeza divagaban tantas posibilidades, tantas teorías, tantas posibles situaciones; hasta que un ruido seco me saco de ese estado.
Estaba parado en la puerta, ¡era él! con su rostro pálido, cabello negro perfectamente peinado y sus ojos, esa mirada que me llevo a la perdición, mis piernas flaquearon y caí al suelo, no me sentía ansioso por verle, no. Lo que yo sentía era el mismo dolor de aquella vez, era idéntico y entonces, un montón de recuerdos cruzaron mi cabeza; el día que nos conocimos, cuando llevamos a los sirvientes a la mansión, las misiones de la reina, sus lecciones de baile, madame red, los shinigamis, nuestros viajes. Todo; nuestra primera noche juntos, mi confesión y...su desprecio.
-Ciel...-
-Sebas...tian.-