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Bởi A_Ojou_Sama

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El encuentro de un joven, con la deidad a la que debe adorar; ambos van a aprender mucho uno del otro y quizá... Xem Thêm

Capítulo I
Capítulo II
Capítulo III
Capítulo IV
Capítulo V
Capítulo VI
Capítulo VII
Capítulo VIII
Capítulo IX
Capítulo X
Capítulo XI
Capítulo XII
Capítulo XIII
Capítulo XIV
Capítulo XV
Capítulo XVI
Capítulo XVII
Capítulo XVIII
Capítulo XIX
Capítulo XX
Capítulo XXI
Capítulo XXII
Capítulo XXIII
Capítulo XXIV
Capítulo XXV
Capítulo XXVI
Capítulo XXVII
Capítulo XXIX
Capítulo XXX
Capítulo XXXI
Capítulo XXXII
capítulo XXXIII
Capítulo XXXIV
Capítulo XXXV
Capítulo XXXVI
Capítulo XXXVII
Capítulo XXXVIII
Capítulo XXXIX
Capítulo XL
Capítulo XLI
Capítulo XLII
Capítulo XLIII
Capítulo XLIV
Capítulo XLV
Capítulo XLVI
Capítulo XLVII
Capítulo XLVIII
Capítulo XLIX
Capítulo L
Capítulo LI
Capítulo LII
Epílogo

Capítulo XXVIII

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Bởi A_Ojou_Sama


Nyrn llevó a Skoll hasta la cueva, donde las flores de sangre habían florecido; cuando llegaron al centro del pequeño islote, el ojirrojo se sorprendió de ver que había un lecho de musgo y hojas, bastante cómodo.

-Las flores están hermosas – comentó el menor, mientras tomaba asiento.

-Sí – asintió el mayor, pero se quedó de pie – florecieron todas, el día que deposité mi semilla en ti – dijo con orgullo – pero vivirán hasta antes de la luna llena... ¿quieres algo de agua? ¿Una fruta?

-No gracias – el ojirrojo negó con cansancio – mi padre me obligó a cenar, así que, no tengo hambre.

-Primera vez que escucho que te haya obligado a comer – el rubio levantó una ceja y se acuclilló frente al menor – normalmente no te deja probar alimentos.

-Supongo que está preocupado de que me pase algo y no deje descendencia – sonrió débilmente – el médico le dijo que debo descansar.

-Lo sé – Nyrn entrecerró los ojos – no me gustó que ese hombre te viera desnudo...

-¿Cómo sabe...?

-Aunque desconozco de algunos temas, yo sé muchas cosas que ni siquiera te puedes imaginar – el ojiverde le acarició el rostro – pero no hablaremos de eso hoy – negó y sonrió ampliamente – ¿sabes...?, ayer, en el manantial, puede que haya sido un poco frío contigo a causa de mi ignorancia – se alzó de hombros – pero tengo veintiún siglos de existencia y, jamás había germinado una de mis semillas, así que desconozco muchas cosas, por eso hoy, todo el día, vine aquí a buscar respuestas, para saber cómo cuidarte y que todo salga bien...

-¿Aquí? – Skoll cerró los parpados disfrutando la caricia en su rostro – ¿por qué aquí?

-Skoll... – el rubio se sentó frente al niño, en posición de loto y le sujetó las manos con suavidad – voy a contarte algo importante, pero esto es un secreto, así que eres la primer persona que lo va a saber en siglos...

-No se lo diré a nadie – aseguró el menor con rapidez.

-Lo sé, sé que puedo confiar en ti – Nyrn asintió – bien, ¿recuerdas cuando te traje aquí por primera vez?

-Sí – sonrió el niño – cómo olvidarlo, fue la primera vez que... bueno – sus mejillas se sonrojaron – la primera vez que, usted y yo...

El otro asintió – pero aparte de eso – prosiguió con rapidez – te dije algo ese día, ¿lo recuerdas?

El peliblanco se mordió el labio, miró hacia arriba, viendo a través del agujero la luna que ya empezaba a menguar y algunas cosas llegaron a su mente, fue cuando un recuerdo fugaz lo asaltó.

-Sí, lo recuerdo – asintió con efusividad – me dijo que era el lugar donde estuvo la primer deidad, ¿cierto?

-Exacto – el ojiverde sonrió, le gustaba saber que el niño le ponía atención – bien, es hora de explicarte algo sobre esa deidad – cerró los ojos y respiró profundamente – esa deidad, era una Dríade...

La palabra consiguió que Skoll pensara en todo lo que sabía de mitología; según los cuentos e historias, las dríades eran espíritus naturales, ligadas a un árbol y vivían hasta que el árbol perecía.

-Las Dríades son ninfas que andan errantes en los bosques y cuidan del mismo – susurró – son consideradas mensajeras de los dioses del bosque – terminó observando al otro.

Nyrn rió – no, no es así – negó – las Dríades eran los seres primigenios naturales, que manipulaban la tierra, las plantas y animales a voluntad, así como el agua, el viento y algunos espíritus etéreos – dijo con rapidez – vivían en los bosques, pero cuando los humanos llegaron a este mundo y se dieron cuenta de su existencia, poco a poco empezaron a adorarlas como Dioses, aunque jamás las miraban, porque las Dríades no lo permitían, solo se hacían presentes de cuando en cuando – explicó – y, Narn, la primera deidad Dríade, de este bosque, tenía su árbol de vida aquí – hizo un ademán con el rostro, hacia abajo – en este islote – especificó – ella era la última Dríade de este inmenso bosque, porque su raza empezó a perecer ya que no podían reproducirse y pasó lo mismo en los otros doce bosques – suspiró con debilidad – así que todos se quedaron con una sola deidad que los protegía, pero, para que pudiera sobrevivir, cuidaban su árbol de vida de cualquier amenaza, si algo le pasaba a ese árbol, la Dríade también moriría...

-¿Qué pasó con las otras Dríades? – el ojirrojo no entendía.

-Los árboles no son eternos Skoll – sonrió con tristeza el mayor – pueden durar siglos, milenios, pero, en algún momento, deben perecer...

-Entonces, esa Dríade... ¿murió?

-Sí – Nyrn asintió – pero aún así, murió satisfecha, porque una de sus semillas germinó y ocupó su lugar...

El peliblanco parpadeó sorprendido, previendo lo que vendría después.

-Narn, era mi madre...


* * *

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