Lunas escarlata

Af DailyWho

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Segundo libro de la saga Cantos a la luna. Es necesario leer cualquiera de los dos anteriores libros para ent... Mere

Sinopsis.
Antes de la lectura:
Prólogo.
Capítulo 1.
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24.
Capítulo 25.
Capítulo 26.
Capítulo 27.
Capítulo 28.
Capítulo 29.
Capítulo 30.
Capítulo 31
Capítulo 32.
Capítulo 33.
Capítulo 34.
Capítulo 35.
Capítulo 36
Capítulo 38.
Capítulo 39.
Capítulo 40.
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44.
Capítulo 45
Capítulo 46
EPÍLOGO.
EL PRINCIPIO DEL FINAL (AGRADECIMIENTOS)
ROBO DE LUNAS DE HIELO

Capítulo 37

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Af DailyWho

Luego de pasar todo un fin de semana con Alan me sentía en las nubes. Hacía mucho tiempo que no sucedía eso, y aunque me sentía un poco culpable por dejar a mi hermana embarazada sola en casa, de igual manera me sentía feliz, pero era momento de regresar a la normalidad.

Suspiré, volviendo a abrazar a mi novio, quien me devolvió el abrazo de inmediato. Había tenido que pasar por mi casa el día anterior para tomar algo de ropa. Seguía renuente a mostrar la marca que compartía con Alan, así que había vuelto a ponerme un vaquero y una camiseta de manga larga, por lo que Alan metió sus manos con tranquilidad y facilidad entre la tela y mi piel. Sus manos casi siempre estaban tibias, a comparación del frío del ambiente. Llevaba un abrigo abierto, mío, porque América me lo había pasado aun sin preguntarle. Había planeado que Alan me prestara algo suyo, pero en vista de que ya tenía mi propio abrigo, no tenía sentido.

—Pasaré por ti en cuanto terminen tus clases ¿Está bien? —Asentí—. Iremos por Adara y pasaremos un tiempo con ella, si todo sale bien, luego necesito que vayamos a una parte.

Saqué mi cabeza del lugar cómodo que era su cuello, porque ahí y en su ropa se concentraba su olor, el de su colonia y jabón de baño. Lo miré, confusa porque en ningún momento me había comentado sobre otro lugar. Acarició mi mejilla al verme confundida.

—¿A dónde quieres llevarme? —Suspiró, como si algo lo estuviera preocupando. Desde el día anterior lo había visto pensativo, pero pensaba que era por la situación con Adara. Al parecer me estaba equivocando.

Su pulgar llegó a mi boca. Sonrió cuando, juguetonamente, lo mordí sin llegar a apretar mis dientes en su piel.

—No comiences con esos juegos ahora, porque no podría hacer nada al respecto —dijo, regalándome un beso fugaz. Respiró profundo cuando se alejó—. Lo que sucedió no es solo una confirmación de que somos pareja, unidos, sino de otra cosa más grande. —Por un segundo no comprendí lo que quería decir, hasta que a mi mente llegó el recuerdo de la conversación hacía tiempo con Rich. No entendía cómo se me había podido olvidar la profecía cuando era algo que me preocupaba en demasía.

Jadeé, dejando mi cabeza caer en su hombro. Era consciente de que algunas personas que entraban al instituto nos veían. Al fin y al cabo, Alan cuando estudió ahí había sido conocido y, por lo tanto, muchos se fijaban en mí por ser su novia, así que no había pasado por alto el corto tiempo que me arrastré por los pasillos como un alma en pena, con el corazón roto por él y su bloqueo en redes sociales.

—Lo había olvidado... pero entonces a dónde me llevarás. —La sonrisa que había tenido por un segundo se volvió a borrar.

—Porque necesito saber qué pasó con la protección de tu cadena y eso solo puede decírmelo quien la creó.

En ese momento temí, porque quien lo había hecho era un hechicero, y nunca había visto, al menos que no lo supiera, a uno.

Me incliné más hacia él, ignorando la campana para el ingreso a las aulas.

—¿Me llevarás con un hechicero? —Asintió, besándome con rapidez. Dejé de abrazarlo, aceptando mi mochila en sus manos—. Está bien, te veo entonces en unas horas. Te amo.

—Te amo más... Abril —llamó cuando ya había dado algunos pasos lejos de él. Rebuscó en su bolsillo para luego tirarme un manojo de llaves. Mariposas volaron en mi estómago cuando vi el llavero con las llaves de su apartamento que había dejado en la mesa cuando peleé con él—. Eso te pertenece.

Sonreí, grande, y antes de poder arrepentirme volví a él para besarlo con rapidez, antes de irme corriendo a mis clases.

Me encontré con Alice en el aula, sin poder disimular mi sonrisa. Esperaba que nada pudiera cambiar mi humor esa mañana, aunque horas después, en el receso, ver a Braham esperando en mi casilla no me hizo nada feliz.

Debía guardar mis cosas, por lo que no me quedó otra opción más que ir donde él. Pretendí ignorarlo, pero casi corta mis dedos cuando cerró la puertecilla de metal luego de hablarme y ver que no iba a obtener respuesta.

—Tu pulgoso ya despertó, creo que es dijiste que solo hablarías conmigo cuando lo hiciera. Los vi muy cariñosos en el estacionamiento más temprano, imagino que ahora sí podrás escucharme.

Resoplé, dándole la cara.

—No quiero hacerlo, Braham —acepté, enderezando mi espalda con seguridad.

—Oh, vamos. No eres una persona de mal corazón, gatita, y hasta estoy extrañando el estúpido apodo que me pusiste.

—¿Eres consciente de que llevaste a mi novio a un límite, que me diste un susto de muerte con eso, que me mentiste, me engañaste y jugaste con nosotros? Creo que ya no eres un copo de nieve, ahora eres el gato que jugó con su presa hasta casi matarla.

El muy descarado se rio. Resoplé, volviendo a abrir mi casillero para sacar mi cartera. Debía comer, no perdería el tiempo hablando con Braham.

—Ya te dije que no lo hice todo yo. Solo debilité y te cuidé.

—¡Oh, me cuidaste! —dije con ironía, pero luego pensé que no tenía pruebas para pensar que no había sido así. Solo le di una mirada, callándome cuando me vi sin argumentos y me di la vuelta para caminar hacia la cafetería.

—Bien, lo siento, lamento todo lo que sucedió y lo digo de verdad, no solo para hacerte sentir bien. —Suspiré, deteniéndome en mitad del pasillo. Los estudiantes iban y venía, algunas se quedaban con sus ojos pegados a Braham y no podía culparlas: El vampiro era alguien atractivo, con su cabello rojizo y rostro angular.

—¿Quieres hablar? Bien, te escucharé, pero no hoy. Mañana te veo en la cafetería del pueblo, en la que no es una guarida de... murciélagos. —Supe que me iba a entender la refería. No podía hablar con normalidad en medio de un pasillo lleno de humanos que desconocían la realidad.

Asintió.

—Lo tomó. Nos vemos entonces, gatita.

Dejé escapar el aire cuando lo vi alejarse. No supe que estaba reteniendo el aire hasta que me di la vuelta y pude soltarlo.

A lo largo del día hablé con mi hermana. América estaba esperando la llegada de Maxon y de mis padres, para darle la noticia, así que debía ir a casa esa misma noche.

El embarazo de América era cada vez más notable, aunque su vientre se podía seguir escondiendo en las enormes sudaderas que Maxon le había dado a mi hermana antes de su viaje. Aun así no entendía cómo mis padres no lo habían notado cuando su hija, por lo general delgada, había ganado peso y volumen en sus mejillas.

Al finalizar la jornada escolar Alan me esperaba en su auto, luciendo nervioso. Había tenido que ir a la universidad para seguir con el papeleo de sus clases, pero tal como había prometido, ahí estaba, esperándome.

Sin demora, nos dirigimos al centro del pueblo para conseguir una muñeca que Alan le pudiera regalar a su hermana. También compró unos chocolates para Charlotte, quien en cuanto los tomó y luego de besar a Alan en la mejilla, desapareció en su habitación porque estaba con Miguel.

Eso le molestó a Alan; no que solo le hubiera agradecido los chocolates, sino que estuviera encerrada en su habitación su novio.

Quise reír, porque era claro que él no sabía que ya habían hecho algunas otras cosas que implicaban estar solos y sin ropa.

—Estoy nervioso ¿Puedes creerlo? —Frotó sus manos, intentando alejar el nerviosismo. Pasé mis brazos por su cuello, dejando caer un poco mi peso sobre él. Las puntas de mis pies sirvieron para darme más altura y darle un indicio de que quería besarlo. No se hizo esperar, tan pronto como notó que me ponía de puntillas, bajó sus labios a los míos para besarme mientras esperábamos que Belén terminara de organizar a Adara.

Sus labios se mezclaron con los míos, juguetones. Sus dientes salieron al encuentro con la carnosidad de mi labio inferior. Sonreí, dejando un piquito antes de separarme cuando la puerta se abrió.

El rostro de Alan cambió de inmediato: su espalda se irguió, sus hombros se tensaron y su peso cambió de un pie a otro. Tomé y apreté su mano, diciéndole sin palabras que estaba ahí para él. Le pasé la bolsa de regalo que había estado colgando de mi brazo.

Adara salió mirando hacia el suelo, evitando los ojos de su hermano mayor. Alan me miró, le sonreí y luego pasé mi atención a Belén. Saludé, incluso a Adrián, quien llevaba por detrás de su esposa para abrazar sus hombros.

Alan se agachó a su altura.

—Princesa, te traje un regalo. —A pesar de su intento, Adara no lo miró, por lo tanto, intenté ayudarlo. En cuanto Adara notó que me puse a su altura me miró. Le tendí mis manos, agradeciendo al cielo cuando puso las suyas, mucho más pequeñas, en las mías.

—Adara, Alan está aquí porque quiere que lo perdones por lo que hizo. —Me miró con sus ojitos encharcados.

—¿Es cierto que ya no me quiere? —Mis ojos volaron a Alan, quien la veía con ojos tristes.

—Eso no es cierto: Alan te sigue amando, sólo que personas malas le hicieron decir lo contrario, pero por eso está aquí, él no quiere perder a su hermanita. ¿Verdad, Alan?

Aclaró su garganta antes de hablar.

—Mamá me dejó llevarte por un helado, de tu favorito. ¿Quieres ir conmigo? —Ella asintió con lentitud—. ¿Me perdonas por lo que hice? —Volvió a asentir. Unos segundos después, levantó su cabeza con una pequeña sonrisa que a mí me pareció de esperanza.

—¿Todavía me quieres? —Alan se conmovió por eso. La arrastró hasta él en un gran abrazo.

—Por supuesto que sí, todavía te amo, no podía dejar de querer a mi amada princesa, nunca. —Mi corazón se derritió.

Seguía sin entender por qué Alan quería tanto a Adara, pero eran tan lindos de ver.

No pasó mucho tiempo antes de estar irnos. Belén aceptó la muñeca para que Adara no la ensuciara. No salimos de la protección, obtuvimos el helado y un parque para que Alan jugara con Adara sin demora.

Les di su espacio entre hermanos. Alan me quería allí para que le diera apoyo, pero todo lo que le podía dar se lo había dado.

—Entonces tú eres el príncipe de Abril. —Él sonrió al escuchar a su hermana. Me había distraído por un segundo en la vuelta a casa de la familia Lee, pero tan pronto esas palabras salieron de la boca de Adara presté atención, mucho más cuando Alan tomó mi mano para besar la cara interna de mi muñeca..

-—Sí, Abril es una reina, tú una princesa que luego encontrará a su príncipe.

—¿Y cuándo lo encontraré? —Alan puso sus ojos en blanco.

—En muchos años más. Eres todavía muy pequeña para eso.

—Pero tú diste tu primer beso pequeño.

—¿Quién te dijo eso? —Entrecerró los ojos.

—Lotty. —Refunfuñó palabras inentendibles, haciéndome reír.

—Eso fue un error que no vas a cometer tú.

Me divertía la manera en la que se había enfurruñado por ese tema.

—¿Cómo serás con tu hija si así eres con tu hermana? —pregunté en broma, divertida por su mal humor. Me sonrió.

—Eso lo veremos cuando esté como ella. —Señaló a Adara.

—Quiero un novio —soltó Adara para nuestra sorpresa.

—¿Qué dice papá de eso? —Los ojos color avellana de la pequeña se abrieron con miedo-

—No lo sabe —susurró como si fuera un secreto.

—Pues lo sabrá —sentenció.

—No...

—Oh sí. No debes de pensar en eso ahora, dedícate a estudiar y jugar.

—¿Puedo jugar con Caleb a ser novios? —Movió sus pies. Reí.

—No, no puedes.

Ella sólo metió su dedo índice a su boca, ignorándolo. Alan bufó y yo volví a reír.

Aparcó el auto en la entrada, apretando el claxon para que alguien saliera por Adara. Se nos hacía tarde, yo debía ir a mi casa luego de haber pasado por lo que Alan llamó «Guarida».

Para mi sorpresa ese lugar estaba a pocos minutos en auto, y no era una casa, como había pensado, sino toda una villa, algo más pequeño que un barrio, pero mucho más grande que un conjunto residencial.

Alan detuvo la marcha en una casona. La fachada, de piedra bien cuidada, estaba rodeada de un jardín precioso. Sola no debería dar miedo, pero había algo en ella que me atraía y me repelía al mismo tiempo.

Mi novio bajó del auto, me abrió la puerta y me tendió la mano para yo bajar también; lo hice, aun sin quitar mis ojos de la casa.

La puerta se abrió antes de que pudiéramos tocar, pero no había nadie ahí. Me recordó a una película de terror, en especial cuando lo primero que noté fueron las escaleras frente a la puerta.

Hacía mucho frío y había varias corrientes de aire. Alan me apretó contra sí, a sabiendas de que no era capaz de combatir el frío de la casa con mi abrigo.

—¡Reina! —grité cuando un hombre se materializó de la nada frente a mí, con un aspecto pálido, translúcido y ojos sin color. Alan se puso a la defensiva, pero al parecer reconoció al guardián que casi me sacó el corazón por el susto—. Me preguntaba cuándo sería la próxima vez que vería tus ojos color océano profundo.

No hice nada cuando tomó mi mano y comenzó a besuquearla. Alan fue quien se la quitó.

—Gus, deja quieta a mi novia. —Para mi sorpresa, se tiró a abrazar a Alan.

—¡Oh, bebé abeja! ¡Me alegra tanto verte! —Alan viró los ojos, sacándoselo de encima.

—Venimos a ver a Gand. —Gus se puso serio, señalando una puerta casi escondida.

Alan le agradeció, cuando yo lo iba a hacer también, el guardián ya se había disuelto en el aire.

—¿De qué conoces a Gus? —Me preguntó mientras me guiaba a la puerta.

—Se aseguró de que Braham no me hubiera asesinado. ¿Por qué bebé abeja? —Alan resopló.

—Sigo sin saber por qué bebé, pero lo de abeja es por mi color de ojos y cabello. Gus es así, no debes encontrarle mucho sentido a lo que dice.

—¿Todos los guardines están locos? —Alan se rio, abriendo la puerta para dejarme pasar.

—La gran mayoría. Gus es uno de los más cuerdos.

Me quedé en silencio cuando vi la oficina a la que habíamos entrado. No era una oficina normal. Un gato estaba acostado en lo que sería el escritorio, las paredes estaban llenas, las cuatro, de estanterías con libros que iban del suelo al techo. Lo que más me llamó la atención, fue que los libros estaban organizados en forma de un símbolo que ya había visto antes.

Me dio miedo dar un paso al frente, porque en el suelo de ese lugar parecía haber una pantalla con un paisaje debajo, pero no creía que un hechicero tuviera —o quisiera— la tecnología como para recrear ese espacio. Si daba un paso al frente me caería hacia las copas de un bosque desconocido para mí.

Contigua a la habitación había otra entrada de lo que parecía un taller. Ahí estaba un señor que se acercó en cuanto nos escuchó.

Me sorprendí cuando el bosque a mis pies, por muy extraño que suene eso, se convirtió en madera, en un suelo compacto.

Alan rebuscó en sus bolsillos luego de saludar al hombre y este nos devolviera el saludo. Sacó la cadena.

—¡Ah, de mis creaciones más preciadas! Pero no siento magia en ella —dijo, analizando la pieza de joyería. Pasó su dedo por la gema, varias veces, pareciendo confundido cada que no obtenía lo que quería.

Sus ojos me miraron, con curiosidad.

—¿A quién le confiaste esta protección? —preguntó, aunque luego negó—. No tiene sentido que esté bloqueada, tiene una protección a la magia que no puedo deshacer.

—Se supone que eres de los hechiceros con más poder. —Él asintió al reclamo de Alan.

—Lo soy, pero no soy el que más tiene. Hay tres hechiceros que pueden bloquear mi magia.

Alan se pasó la mano por el cabello.

—Abril no se ha encontrado con ningún hechicero, ni mucho menos le ha dado la cadena a uno.

—Los hechiceros antiguos pueden hacer con su poder lo que quieran, su magia es tan poderosa como para intervenir en la de cualquier hechicero. —Alan lo miró con atención, mientras mi cabeza intentaba recordar algún momento que incluyera la cadena.

—Un hechicero antiguo se reconoce, no hablan ni siquiera como nosotros.

—A menos que tomen la forma de nosotros y te hagan creer que estén hablando tu idioma. —Con esas palabras, todo terminó por encajar.

«—Ese es un collar muy bonito ¿Lo puedo ver? —preguntó. Cuando le permití verlo pasó su dedo por la gema—. Vaya... es hermoso.

—Gracias... Es un regalo de mi novio. —Sus ojos volvieron a penetrarme.

—Debe quererte mucho tu novio.»

Mag —susurré a nadie en específico, pero Gand me miró, como si reconociera el nombre.

—Magsajoir, sí.

Me mareé. Alan me sostuvo cuando me tropecé.

—¿Reconoces ese nombre?

—Alguien llamado Mag lo tocó, pero pensaba que era una estudiante. Alice la conoció, aunque luego no recordaba quien era, pensé que había sido Braham el que había eliminado el recuero de ella, pero...

—Magsajoir tiende a jugar con las personas. Es inofensiva, pero si eliminó su recuerdo de la mente de la persona que dices es porque tiene una razón. Si eliminó la protección de la cadena es porque te necesita desprotegida. —Puso la cadena sobre la mano de Alan, quien no la quería aceptar, y se devolvió a la habitación que parecía un taller.

—¿Eso es todo? ¿No harás algo por protegerla? ¡Te pagué para que lo hicieras! —Tomé a Alan de la mano cuando noté que se estaba enojando más de la cuenta, llevado por el temor de dejarme expuesta.

Gand suspiró y se giró hacia nosotros, haciendo gestos hacia mí.

—Ella tiene energía hechicera, aunque hiciera otra protección, sea lo que sea que pusieron sobre ella bloqueará al momento toda protección que pueda tener.

—¿Por qué alguien quisiera tenerme desprotegida?

—Por la profecía —respondió Alan, ofuscado. Apretó sus dientes, restregando sus ojos luego de mesar su cabello—. ¡Mierda! Esto era lo último que faltaba.

No podía reaccionar por la confusión. Parecía que Alan sabía, o entendía, algo que a mí se me escapaba.

*

Ya se va terminando la calma.

No recuerdo si ya lo había dicho, pero a la historia le quedan pocos capítulos. Comenzaré a hacer la planeación de ellos para saber un aproximado de cuántos faltan y así poderles decir.

Capítulo dedicado a Tani. Tengo la impresión de verte siempre en mis historias, aunque las quite y las vuelva a poner. Entenderán que estas historias son de mis tramas más queridas, así que cada apoyo que recibe me alegra el quíntuple que en cualquier otra. No digo que no me alegren las demás, pero Cantos a la luna y sus libros son mis bebés amados, mis primeros retoños. Muchas gracias, Tani, por cada voto que me regalas a mí y a la historia <3

¡Nos veremos pronto!

Besitos  

Fortsæt med at læse

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