Capítulo 26.

2.1K 206 30
                                    

—Vaya, tienes una cara horrible hoy.

Levanté los ojos hacia América luego de dejarme caer en una butaca de la barra americana.

—Sabes hacer sentir tan bien a las personas, hermanita.

Puso frente a mí un plato con tostadas, huevo y aguacate rociadas por especias. Alcé una ceja, mirándola justo en el momento en que ponía un vaso de zumo de naranja al lado de las tostadas.

Se encogió de hombros, sentándose frente a mí para verme mientras comía, pero no tomé una de las tostadas porque me sentía muy mareada y temía comer.

—Mamá y papá vienen hoy. Quizá lleguen hoy, quizá mañana a la madrugada.

Sonreí, tomando con mano temblorosa.

—¿Estás bien? —preguntó América con preocupación, deteniendo mi mano a medio camino de mi boca.

Dejé de nuevo la tostada en el plato, levantándome con rapidez cuando sentí una arcada. Corrí al baño, solo para vomitar bilis porque no tenía nada en el estómago para devolverlo.

Las lágrimas escapaban de mis ojos con cada arcada, cuando al final no tenía nada que botar. Jalé la cadena cuando di mi «trabajo» hecho. Me senté en la tapa, tomando un vaso y llenándolo de agua para poder enjuagar mi boca.

América entró al baño con el ceño fruncido. Me tendió la mano en un movimiento brusco. Si no hubiera escupido antes de ver lo que había en su mano, habría hecho un gran desastre en el suelo.

—¿Q-qué es eso?

—Sabes muy bien que es. —La miré a los ojos, seria.

—No estoy embarazada —dije, pero por dentro estaba aterrada y, por desgracia, tenía dudas. Aunque mi voz estuviera fallando, quería parecer firme, porque tenía el anticonceptivo y no había tenido relaciones con Alan luego de mi último periodo, aunque bien, sí lo había tenido apenas el día antes de que me bajara y ninguna de las dos razones era lo suficiente confiable.

—Entonces háztela. —Tragué y negué—. Abril, podrías estarlo. El cansancio, náuseas, dolor de cabeza y puedo apostarte que tu periodo no ha llegado y tienes hasta mareos ¿O me equivoco? —Quise llorar cuando tuve que negar. No se equivocaba, pero yo no podía estar embarazada.

—Todo puede ser por el estrés, América, un retraso de un día no dice nada. —-Bufó y se sentó a mi lado.

—Abril, estás asustada, lo sé pero tienes que hacértela. No pierdes nada... —Con las manos temblorosas, la tomé.

—Ya verás que no lo estoy.

Y la hice, así que varios minutos después estaba con los nervios de punta, esperando que pasaran lo minutos, sentada con América en la sala, en silencio.

—Creo que ya debe estar —dijo, apretándome la mano mientras se levantaba y me incitaba a hacer lo mismo.

—Con una sola prueba no es suficiente, podría dar un resultado erróneo. —No me gustaba ver la lástima en sus ojos.

—Dependiendo del resultado podemos ir al pueblo y comprar más, podemos comprar un helado para celebrar si no lo estás, anoche me dijiste que querías helado, entonces bueno, podemos ir. —Agradecía su intento de hacerme sentir mejor, pero estaba asustada, mucho. Solo tenía dieciocho años y no estaba ni siquiera con mi novio.

—No quiero ver. —Mis ojos se llenaron de lágrimas cuando me levanté.

—¿Voy yo? —Asentí y momentos después ella volvía con la cosita en su mano. Solo vi sus pies, no quise ver su rostro, pero cuando la prueba se deslizó hasta mí, las lágrimas se desbordaron mientras yo perdía mis fuerzas y me dejaba caer de nuevo al sofá.

Lunas escarlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora