Es un mensaje de Diego, lo leo una y otra vez sin entenderlo, supongo que se habrá equivocado.
«Creo que te equivocaste de número»
«¿Elizabeth Grayson? No creo que me haya equivocado, insisto en que olvidaste algo en tu habitación»
Pongo los ojos en blanco y le contesto.
«Llevo puestos unos tacones insoportables, si me haces subir la escalera y no olvidé nada en mi habitación, te mataré.»
«Valdrá la pena»
Sonrío y me dirijo al segundo piso, también necesito un respiro de toda esta gente y la sonrisa falsa que a veces tengo que poner. Entro al baño para acomodarme el cabello y un poco el maquillaje, luego vuelvo a la habitación, la observo y no veo nada que pude haber olvidado, me siento en la cama y saco el celular para escribir un mensaje cuando escucho un golpe fuerte en mi ventana.
—¡Mierda! —doy un salto hacia atrás y luego me acerco a la ventana, miro hacia abajo y veo a Diego—. ¿Qué haces aquí?
—Te vengo a invitar a una fiesta.
—¿Una fiesta?
—Sí, en la playa. Deberías sacarte esos tacones tan incomodos que me dijiste.
—No puedo llegar e irme, me están esperando abajo.
—Invéntales algo, que estás enferma, ¿qué se yo? Pero si no vienes, te raptaré. Así que, ¿qué dices? ¿Te escapas conmigo?
—Está bien —digo sonriendo.
—¿Dijiste que sí? —pregunta emocionado y levanta los brazos en señal de victoria.
—Dame diez minutos.
—Te espero en el auto.
Bajo lo más rápido que mis zapatos me permiten y me dirijo a donde está mi mamá. Le digo que algo de la comida no me cayó muy bien y que me iré a acostar y no pregunta nada más, me da las buenas noches y me despido con un gesto de todas las personas que estaban sentadas con ella.
Corro por la escalera nuevamente hacia mi habitación y busco en mi armario un vestido más holgado que este, termino poniéndome uno en tonos amarillos y naranjos, y me pongo unos tacones cómodos ya que tienen plataforma; me suelto el pelo y gracias al moño este queda con ondas. Salgo corriendo nuevamente y salgo de la casa, Diego está en el estacionamiento esperándome.
—Siempre logras sorprenderme.
—Es lo mejor que pude hacer en diez minutos.
—Te ves increíble.
Sonrío y me subo al auto, él conduce quién sabe a dónde, vamos en silencio solo con el sonido de la radio de fondo y luego detiene el auto.
—Debemos caminar un poco por la arena para llegar al lugar.
—Está bien.
Nos bajamos del auto y comenzamos a caminar hacia la arena, a lo lejos se escucha la música así que estoy segura de que me divertiré mucho. Caminamos manteniendo las distancias, y cuando llegamos miro sorprendida todo lo que hay; no conozco a ninguna de las personas que están aquí y ellas tampoco parecen conocerme, lo que es genial.
—¿Cómo sabías de esto? —le pregunto a Diego cuando estábamos bailando en medio de todos.
—¿Recuerdas a Tere? —asiento, es la señora que trabaja en su casa—. Bueno, él es su hijo —apunta al chico que pone la música—, hace cuatro años me invitó, dijo que esto era mucho mejor que esas fiestas aburridas que hacer nuestros padres; he venido todos los años desde entonces.
—¿Por qué me trajiste?
—Necesitas relajarte y pasarlo bien, sé que alrededor de todas esas señoras no lo harías.
—Gracias.
—¿Quieres beber algo? —pregunta y yo asiento—. Vamos, aprovecha que hoy soy tu chófer personal.
—¿No beberás nada?
—Estoy conduciendo, no debería hacerlo.
—No seas aburrido, si te emborrachas nos devolvemos en un taxi.
Luego de un rato termino por convencerlo y se toma un trago conmigo, yo ya llevo varios en el cuerpo y no dejo de reír.
Cerca de las cuatro de la mañana los dos ya estamos lo suficientemente ebrios como para hacer muchas tonterías.
—¿Qué te parece dejar esta fiesta e ir a caminar por la playa? —pregunta y su voz delata su ebriedad.
—Me parece una idea genial.
Me saco los zapatos para caminar con mayor libertad en la arena y nos vamos. Nos tomamos de la mano sin siquiera pensarlo, es como algo que nació de ambos, caminamos un largo rato hasta que nos cansamos y quedamos sentados en la arena.
—¡El último que entra al agua paga el taxi! —grito y me paro de golpe.
Él se pone de pie también y comienza a desabrochar su camisa, salgo corriendo y en el camino me saco el vestido por arriba de la cabeza y lo dejo tirado. Unos centímetros antes de llegar al agua, freno ya que da un poco de frío; estoy solo con ropa interior y cuando miro hacia atrás él viene corriendo en las mismas condiciones. Entro solo los pies al agua, que está congelado pero estoy acostumbrada, las aguas del océano pacifico siempre han sido muy heladas.
—¡Gané! —grito y levanto los brazos.
—Es con cuerpo completo o no vale.
—No hay problema.
Doy unos pasos más y me tiro hacia atrás, el frío recorre todo mi cuerpo y me da una energía que antes no tenía, cuando saco la cabeza para respirar veo que Diego desapareció, debe haberse hundido al mismo tiempo que yo. De la nada, aparece a pocos centímetros de mí sorprendiéndome.
—Este es el mejor año nuevo que he pasado en toda mi vida —digo abriendo los brazos para abrazarlo.
—El mío también, deberíamos repetirlo el próximo año.
—Muchas cosas pueden cambiar de aquí a un año, ¿por qué mejor no disfrutamos del momento como si fuera el último?
—Me gusta la idea, pero prefiero disfrutarlo fuera del agua. Me estoy congelando.
—Eres una nena, Gassmann.
Entre risas salimos del agua y nos vamos a sentar en la arena, recojo mi vestido pero no me lo pongo enseguida, esperaré a estar un poco más seca. La noche está bastante helada y cuando comienzo a temblar, Diego me envuelve con su chaqueta sin importarle si esta se moja. Luego me envuelve con sus brazos y nos quedamos hablando de cualquier cosa. Cuando vemos el amanecer decidimos que ya es hora de irnos, ya no debe quedar nada de alcohol en nuestros cuerpos por lo que Diego está en condiciones de conducir y lo hace, en veinte minutos estoy sana y salva en la puerta de mi casa.
—Gracias, Diego —digo antes de bajar del auto—. De verdad que todo estuvo maravilloso.
—Gracias a ti por acompañarme.
Me acerco y le doy un beso en la mejilla, lo tomo completamente por sorpresa y lo noto porque se pone tenso pero cuando me aparto veo que está con una sonrisa. Me bajo del auto y me voy corriendo a la casa, llevo los zapatos en la mano por lo que no debería hacer mucho ruido al entrar, son las seis de la mañana y dudo que alguien esté despierto.
Con una sonrisa en el rostro entro a la casa pero cuando estoy cerrando la puerta una voz me interrumpe.
—¿Estás mejor de tu dolor de estómago? —me sobresalto al ver a mi mamá en bata y luego me largo a reír como una estúpida.
—Mucho mejor.
—Estás llena de arena —me mira con los ojos entrecerrados—. ¿Quiero saber en dónde estabas?
—No lo creo.
—Muy bien, anda a dormir antes de que me arrepienta y te haga un interrogatorio como el de los viejos tiempo.
Salgo corriendo a mi habitación entre risas, me doy una ducha muy caliente y me meto en la cama; el sueño tarda en llegar ya que en mi mente revivo una y otra vez la escena de esta noche. Una noche perfecta.
Maratón (2/3)