Crónicas del aprendiz de Mago...

By MarcheLockheart

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Balwind es un joven y astuto aprendiz de mago que deberá enfrentar junto a sus amigos a extraños y misterios... More

Crónicas del aprendiz de Mago: El temor del hechicero oscuro
Prologo: La leyenda de Garïn
Capítulo 1: El gran mundo
Capítulo 2: Tormenta inminente
Capítulo 3: Rojo amanecer
Capítulo 4: Responsabilidades
Capítulo 5: Sombras en la noche
Capítulo 6: Primavera, mujeres y otros placeres
Capítulo 7: El corazón del hombre puro
Capítulo 8: Ciudad fronteriza
Capítulo 9: Las montañas del Norte
Capítulo 10: Reencuentros
Capítulo 11: Un camino
Capítulo 12: Luces en el cielo
Capítulo 13: Escaramuza en las sombras
Capítulo 14: La Academia
Capítulo 15: El precio del conocimiento
Capítulo 16: Knox
Capítulo 17: Nuevas caras
Capítulo 19: Sangre y acero
Capítulo 20: Selkis y Monardos
Capítulo 21: La musa del desierto
Capítulo 22: La sombra de un enemigo
Capítulo 23: Un nuevo maestro
Capítulo 24: Calma tras las tormenta
Capítulo 25: Cambio de Capa
Capítulo 26: Magia
Capítulo 27: Pasado, presente y futuro
Capítulo 28: La Generación Dorada
Capítulo 29: Círculos
Capítulo 30: Tres extraños magos
Capítulo 31: El Festival de la Unión
Capítulo 32:La decisión del mago
Capítulo 33:La guardia invisible
Capítulo 34:El cazador de hombres
Capítulo 35:El valor por demostrar
Capítulo 36: El alma de las montañas
Capítulo 37: El terror de los inmortales
Capítulo 38: La reina del pantano
Capítulo 39: El demonio renegado
Capítulo 40: Revelaciones
Capítulo 41: Legado
Capítulo 42: Rutger
Capítulo 43: Sangre azul
Capítulo 44: El retorno
Capítulo 45: Rivalidad
Capítulo 46: Deseos de venganza
Capítulo 47: La auténtica venganza
Capítulo 48:Discípulos
Capítulo 49:El despertar
Capítulo 50:Hombres y deidades
Capítulo 51:El comienzo de la aventura
Miscelánea (¡Léeme!)

Capítulo 18: Paso a paso

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By MarcheLockheart

La mañana siguiente me desperté, me vestí, y me asomé a la ventana para disfrutar  del paisaje, esperando a que Johan estuviera listo. Mientras observaba a los dormidos estudiantes me di cuenta que aquello sería parte de mi rutina.
Estaba mirando el horizonte, detrás detrás de las banderas ondeantes del Coliseo, cuando de pronto un reflejo me dio en los ojos. Giré la mirada hacía el origen y me encontré una sorpresa Una chica con el pelo corto de color castaño de primer año había abierto la ventana de su habitación, y los cristales habían sido la causa del reflejo de la luz.
Lo más increíble era  que la chica iba completamente desnuda de cintura para arriba.
Me la quede mirando totalmente embobado. Apenas le veía la cara pero si podía ver el resto de su cuerpo. La chica se estaba vistiendo de espaldas a mi, sin darse cuenta de mi presencia. En un movimiento para coger algo del suelo me vio y cerró rápidamente la ventana.
 -¿Qué te pasa? Estás rojo como un tomate-dijo Johan distraído mientras se desperezaba.
Me aparté rápidamente de la ventana. Un movimiento realmente sospechoso, pero Johan estaba demasiado dormido como para darse cuenta.

 -¿Cómo tienes el brazo?-pregunté.
 -Genial. Creo que incluso lo tengo mejor que antes.

Johan hacía movimientos exagerados mientras se vestía, como queriendo dar más veracidad a sus palabras.
 -¿Hoy también tienes clase con lord Korver?
 -Solo los jueves descansamos-explicó Johan-. Y con descansar me refiero a que hacemos una hora menos. Es horrible.
Estuve a punto de reprocharle por no haberse unido a los Capaverdes, tal como había dicho hacía tiempo. Pero sabía que aquello no iba a ayudar a mejorar las cosas.
 -Estoy seguro de que tarde o temprano acabarás alcanzando el mismo nivel que el de los demás.

Johan se calzó las botas y se puso de pie.
 -¿Alcanzando? Que poca fe tienes en mi-dijo fingiendo decepción-. Anda, vamos a desayunar.
Fuimos a desayunar y nos sentamos con nuestros amigos. Miré disimuladamente por si veía la chica de la ventana, pero no me pareció reconocerla.
 -¿Donde esta Nime?-preguntó Johan.
 -Estaba molida. He ido a avisar a una de las Capaverde de tercer grado que aún se encontraba en el edificio y ésta ha ido a ayudarle-respondió Marion.
 -Nime es una auténtica guerrera, pero su falta de tamaño y fuerza le obligaron a moverse con mucha rapidez y a dar golpes veloces pero débiles. Ella es la única chica del grupo, por lo que sus desventajas son obvias-explicó Nolan, como si él fuera un auténtico experto en lucha.- Hoy volveremos a realizar varios combates como los de ayer. Al parecer lord Korver quiere reorganizar los grupos. Literalmente dijo que le importaba una mierda quien tuviera mayor nota en el examen, y que él creará los grupos según nuestros dotes de lucha.
Johan cogió su jarra llena de cerveza y se la bebió de un trago.
 -No voy a dejar que me partan otra vez un brazo por culpa de aquél idiota-dijo Johan con los ojos llenos de rabia. Pero los sentimientos de Johan a menudo se alejaban de sus palabras y acciones-. Creo que me dejaré perder y así estaré en el último grupo. Allí seguro que brillo y podré estar lejos de ese maniaco.
 -No creo que sea buena idea-opinó en cambio Nolan-. Lord Korver no se las anda con chiquitas. Seguro que dará órdenes para tratar a los del último grupo con más dureza que a los demás.
 -Odio lo tremendamente lógico que suena eso. Tal vez tengas razón-coincidió Johan- Maldita sea, espero que hoy no me toque con un Monardo entonces. Prefiero mil veces a uno de esos debiluchos Eorian.
Parecía que Nolan iba a decir algo, pero finalmente se encogió de hombros y siguió comiendo sus salchichas.
 -¡Tu!¡Date la vuelta, mirón!
Sin darme tiempo a reaccionar una mano me dio un fuerte empujón y me gire de inmediato. Reconocí a la chica que había visto en la ventana.
 -Vaya...¡Hola!-dije ruborizándome.
 -¿Cómo que “hola”?-exclamó la chica, poniéndose colorada de rabia- ¡Eres un cerdo! Deberías pedirme perdón.
 -¡No! Solo a sido casualidad, de verdad. No quería verte los pechos ni nada por el estilo.
Estaba tan nervioso que dije aquello demasiado alto. Un estallido de carcajadas inundó la Cantina y la chica se puso aún más roja.
 -¡Ah, así que era eso! ¿Por que no me avisaste?-me preguntó Johan. Repasó con la mirada el cuerpo de la chica y pareció darle su visto bueno.
 -¡Pero bueno! ¿Que os pasa a vosotros dos? Uno me espía y el otro se queja porque no le ha avisado. ¿Cómo habéis conseguido sobrevivir en un mundo civilizado?
Eso me dolió. Johan era mi mejor amigo, pero no me gustaba que alguien me viera capaz de hacer lo mismo que él.
 -De verdad que todo ha sido un error. Lo siento.
 -Ojala yo hubiera cometido ese mismo error-añadió Johan, divertido.
La cantina se volvió a llenar de risas. El rostro de la chica mostraba el reflejo de la rabia y el odio más puro.
 -No deberías decir esas cosas-dijo Marion, mirando con el ceño fruncido a Johan. Éste tuvo la decencia de borrar la sonrisa de su cara y bajar la mirada, como si aquello no fuera con él-. Roshe, tranquilízate. Balwind es un buen chico, nunca haría nada así, de verdad. Si lo hubieras dicho de otro-Marion volvió a mirar a Johan con el ceño fruncido-. Pero creeme, siendo Balwind debe haber sido un error.
La chica miró a Marion y luego a mi. Inspiró hondo y habló algo más calmada.
 -Esta bien, confiare en tu palabra, Marion. Espero que esto no vuelva a repetirse-sentenció Roshe. Luego dio media vuelta y se fue a otra mesa.
 -Esa chica tiene carácter. Me gusta-dijo Johan con alegría.
Fue uno de los cientos de comentarios que Johan decía habitualmente, pero una sombra cubrió el rostro de Nolan.
 -Gracias por ayudarme-dije a Marion- ¿De que la conoces?
 -Es otra de las chicas Capaverde de primero, pero lo cierto es que yo ya la conocía de antes. Roshe es hija de Celas, el Capaverde a nuestro servicio y hombre de confianza de mi padre. Con todo, no conozca mucho más sobre ella, aunque en Frisia su nombre siempre se encontraba entre las malas lenguas. Espero que su mala fama no haya llegado hasta aquí.
 -¿A qué te refieres?-dije sin entenderlo muy bien.

 -Digamos que no tiene problemas en compartir cama-sentenció Marion.
Me giré y miré disimuladamente hacia donde se encontraba Roshe. Estaba rodeada de más gente que no dejaba de hablar y bromear, pero ella parecía algo aislada. En los suburbios los rumores volaban de un lado para otra a una velocidad asombrosa, y muchos de ellos salpicaban continuamente a Sonia, pese a estar remotamente lejos de la verdad. Por ese motivo decidí no juzgar a Roshe. Como mínimo no aún.
 -Realmente fascinante-dijo Johan, que también la estaba mirando. Sólo que él se había sentado directamente de frente hacia ella y la miraba sin disimular.
 -Voy a classe-anunció Nolan de forma abrupta.
 -Voy contigo-dije rápidamente. Nolan me miró extrañado-. Yo también me apunté a Técnicas alternativas de combate-le recordé.
Nos despedimos de el resto y salimos de allí. Justo en la puerta nos cruzamos con Nime, que aún seguía llena de moratones. Por eso me sorprendió verla tan contenta.
 -Veo que estás mucho mejor. Marion ya nos ha contado lo de tus heridas.
-¿Mejor? Bueno, digamos que ahora no me duelo todo al sentarme-concedió- Pero es cierto que me encuentro mucho mejor. Espero poder estar lista para luchar. Hoy empiezo con los Garu y no me gustaría tener que acabar cuidando de un grupo de inútiles.
 -A tu lado cualquiera parece un inútil sin energía-dije con efectividad-. ¿Pero dónde daréis vuestras clases? El Coliseo siempre esta ocupado por los Caparoja. Incluso nosotros tendremos que ir alternando el lugar de entrenamiento.
 -De momento Daeros nos ha convocado en una de las clases de comunes. Pero a decir verdad no tengo ni la menor idea de lo que vamos a hacer. En fin, ¡nos vemos luego chicos!

Nime entró a la Cantina y Nolan y yo empezamos a andar hacia el Coliseo.

En aquel momento me di cuenta de que nunca había profundizado con él. En Someland era común verme con Johan, Nime e incluso Kachess en alguna ocasión, pero con Nolan nuestra relación siempre había sido un poco más distante con el resto. Lo cierto es que siempre lo había considerado algo tontorrón, pero en las últimas semanas Nolan me estaba demostrando lo terriblemente equivocado que estaba.
 -No te he visto de muy buen humor antes-dije rompiendo el hielo-. ¿Conoces a Roshe de algo?
Por un momento temí que no quisiera hablar, pero tras una pequeña pausa contestó.
 -No la conozco de nada. No tiene nada que ver con ella. Es ese idiota de Johan-Nolan se paro aquí, pero tomó impulso y continuó-. Ya que Johan es como un hermano para ti, o incluso más que eso. Pero deberías ver como se comporta. Tu sabes bien como es, y a mi no me importa; Johan puede hacer lo que le plazca. Por un momento pensé que realmente Marion le había llamado la atención. Quiero decir, solo una chica me había enamorado antes de Marion, ¿cómo no iba a hacerlo él también ? Es perfecta. Y sin embargo hoy a vuelto a demostrar que no es más que un crío inmaduro que se cree con derecho a todo.
Aquellas palabras eran duras, frías y reales. Y lo peor de todo es que yo sabía que Nolan tenía razón, pero en mi interior sentía que aquello no podía quedar así.
 -Vamos, no seas tan duro con él. Por el momento no ha hecho nada, ¿verdad?

Nolan clavó la mirada en mi. Una mirada acusatoria.
 -No, no ha hecho nada-cedió con un tono que quería decir todo lo contrario-. Pero dejemos el tema. No creo que lleguemos nunca a ponernos en acuerdo. Dime, ¿que tal fue el primer día?
Aquello relajó el tema de la conversación. Ambos hablamos un poco sobre nuestras experiencias y los nervios que sufrimos.
Y entonces me di cuenta de que no sabía absolutamente nada sobre Nolan. Lo única que sabía de él era que moría en deseos de convertirse en alguien fuerte para poder dar guerra a los Caparoja de Someland. Pero aquello era todo. No conocía sus miedos, sus anhelos o sus inquietudes. Ni remotamente podía tener una idea de qué pensaría él de mi. ¿Cómo era posible no haber conocido a alguien con el que llevas viendo prácticamente más de la mitad de tu vida? Pensar en aquello se me hacía realmente curioso y confuso a la vez.
Ni tampoco sabía quien era la chica de la que había hablado antes. ¿Nime?
 -Entonces, ¿tu y Marion estáis saliendo?-pregunté algo confuso.
La pregunta le cogió algo desprevenido.

 -No, no. No voy a negar que ella me gusta...creo que es demasiado evidente-confesó con una tímida sonrisa-. Pero prefiero ir con calma. Apenas se nada sobre ella aún.
“Esta es una buena forma de pensar”, me dije por dentro.

 -No corras prisa, pero tampoco dejes que la oportunidad vuele. Quién sabe lo que puede pasar-dije acordándome de mi corta experiencia con Sonia.
 -Marion debe llevar años recibiendo peticiones de matrimonioio. Incluso puede que ya esté comprometida-replicó Nolan con aire abatido.
Ambos divagamos un poco sobre las opciones que tenía con Marion mientras el resto de alumnos llegaba paulatinamente a la entrada principal del Coliseo. mientras hablábamoss también me di cuenta que aquellas clases me serian de utilidad para conocer mejor a Nolan.
 -Hombre, hola Balwind-saludó Wallace, uno de mis compañeros de rama-. ¡Ya empezaba a creer que era el único Capaazul que se había apuntado a esto!

Me fijé a mi alrededor y entendí a qué se refería. La lección estaba apunto de empezar y la puerta estaba repleta de Caparojas. Wallace era mi único compañero de rama, y también había cuatro representantes de los Capaverdes. No había ni un solo Capamalva.
 -Con todos estos Caparojas ya empezaremos atrasados-dije algo nervioso.

 -No debemos asustarnos por todos estos músculos. Por algo esto se llama lucha alternativa, ¿verdad?-contestó Wallace con una sonrisa. Lo cuál era irónico dado que incluso entre todos esos Caparojas él destacaba por su fortaleza y estatura.
-Bien, bien ¡Atención!-exclamó una voz curtida por los años. El maestro había llegado por fin y el silencio que se formó fue aclaparador-. Yo soy Darrin, vuestro maestro de Técnicas alternativas de combate. Pasaremos lista y nos pondremos de inmediato.

Me gustó Darrin. Era un mago anciano, pequeño y encorvado, pero del cuál yo no dudaba que sería capaz de apalizar a cualquiera de nosotros con un solo movimiento.

 -¿No te recuerda un poco a Owen?-murmuró Nolan con fastidio.

 -Si, pero espero que él no nos suelte collejas.
 -Yo si que lo espero de todo corazón-bromeó Nolan. Owen había tenido especial predilección con su cuello.

 -Bien, bien. Es posible que me olvide de vuestros nombres, pero eso lo de menos-dijo Darrin mientras doblaba la lista y se la guardaba en uno de los bolsillos-. Seguidme y os contaré un poco sobre lo que haremos a lo largo del año.
Darrin empezó a andar y nosotros lo seguimos. Estaba seguro que yo mostraba la misma cara de confusión que el resto de mis compañeros.

 -Muchos de vosotros pensaréis, y con razón que las técnicas alternativas de combate consisten en evitar la lucha directa. Siempre es mejor atacar por la espalda, a un enemigo desprevenido o poder escapar. ¿Y cómo podemos lograrlo?
No me di cuenta de que aquella no era una pregunta retórica hasta que vi que Darrin no continuaba.
 -¿Con emboscadas?-se aventuró uno de los Caparoja.

 -No seas estúpido. Si eres capaz de tender una emboscada no te hace falta nada de esto-le reprendió con dureza Darrin-No, no. ¿Más ideas?

 -Distraer al oponente-dije sin pensarlo demasiado.

 -Hum. ¿En qué estás pensando?-preguntó el maestro sin dejar de andar.

 -Cegandolo con luz-contesté al acordarme de aquella maniobra de Reks en el bosque de Lyrewood.

Esta vez Darrin se dio la vuelta para mirarme por debajo de sus frondosas cejas grises.
 -Bien, bien. Cegar al oponente, confundirle con ilusiones, conseguir mantener la distancia...Todo lo que nos permita más tiempo para pensar y actuar es una ventaja de oro. Cómo veis todo tiene relación con la magia. Cualquier mago sabe los trucos del otro pero utilizarlos con imaginación o en el momento adecuado pueden marcar una gran diferencia. Esa es la mayor diferencia entre un buen luchador y un gran guerrero.
 -Entonces el aspecto físico no importa demasiado. Me alegro. Ya empezaba a creer que iba a recibir palizas cada día del año-dijo con voz alegre un Caparoja bajito y con algo de tripa. Su voz sonaba ahogada y unas gotas de sudor empezaban a cubrir su cara rojiza.

 -No, no, no. No te hagas una idea equivocada-respondió el maestro con una sonrisa que no auguraba nada buena. Darrin se paró en la entrada que daba a la Academia y se volvió hacia nosotros-. Supongo que todos habréis tenido ya vuestra primera clase de comunes. Si prestasteis atención deberíais saber que la magia requiere de un alto grado de concentración para mantener las fuentes de energía enfocadas. Crear una luz cegadora no cuesta mucho, es cierto, ¿pero mantener una ilusión?
 >>Escuchadme bien. Mente y cuerpo van a la una. Alguien que se pasa el día en una biblioteca devorando libros no puede pretender hacer un gran uso de la magia porque pronto se sentirá débil y cansado, de la misma forma que alguien con un gran físico no mantendrá su concentración al no poder mantener la cabeza fría. Todos los grandes magos luchadores de la historia han sido también grandes sabios. Incluso los Varion saben que hace falta  tener calma y perspectiva en la batalla.
 -Es por eso que estos primeros meses trabajaremos nuestros cuerpos y mentes-finalizó Darrin-. Dividiremos nuestras ocho horas semanales en cuatro horas de físico y cuatro de mente. Y como quiero conocer vuestro límite hoy vais a tener que correr hasta Beraud.

Varios voces clamaron al cielo. Solo algunos como Nolan o Wallace parecían divertidos ante tal reto.

 -Yo no pienso correr. Cuanto hay hasta Beraud, ¿siete kilómetros? Es imposible-se quejó el Caparoja pasado de peso.
 -¿Podrías recordarme tu nombre?-pidió Darrin.
 -Yo soy Etzio Kosta, hijo de sir Mark Kosta, líder de la Orden de Klotz-respondió con tono desafiante.
Varios de mis compañeros parecían realmente sorprendidos, e incluso algunos se apartaron de él con cierta precaución. Otros parecían estar tan perdidos como yo, pero aún así desapareció cualquier rastro de escepticismo o de broma en su rostro.
Darrin simplemente estalló en una gran carcajada.
 -¡La Orden de Klotz! Bien, bien. Si es así tu padre estará contento con mi trabajo.
Etzio miró con el entrecejo fruncido a Darrin. De pronto la sorpresa se apoderó de su rostro cuando una de sus rodillas se dobló por sí sola, haciéndole perder el equilibrio.

 -El resto ya podéis empezar. Yo intentaré hacer de nuestro pequeño hombretón un digno sucesor de su padre.
Y sin más dilación empezamos a correr.
Esperaba que Nolan o Wallace irian a mi ritmo, pero ambos encabezaron rápidamente el grupo junto a tres alumnos más y poco a poco se fueron distanciando del resto hasta desaparecer de nuestra vista. Mientras corría escuché a algunos alumnos quejarse sobre todo aquello, pero la mayoría se limitaban a  intentar respirar y mantener el mejor ritmo posible. A medida que avanzábamos se formaron pequeños grupos. Los cuatro Capaverde se habían quedado algo atrás aunque no bajaron ni subieron el ritmo. unos cuantos Caparojas decidieron apretar un poco más, pero en ningún momento llegaron a desaparecer de nuestro vista. Yo me mantenía en uno de los grupos centrales, aunque no me fijaba mucho en eso.

No tardé en sentirme cansado. Sentí las gotas de sudor nacer en mi frente y caer por mi cuello. A duras penas podía mantener la respiración, y mis piernas empezaron a sentirse pesadas y torpes. Pero como ninguno de mis compañeros bajaba el ritmo yo tampoco lo hice. Primero un paso y luego el otro, un paso y luego otro...
Poco a poco comprendí la importancia de las palabras de Darrin. Para cuando podíamos ver Beraud yo ya no sentía las piernas, tenía la cabeza embotada y apenas podía enfocar la mirada. En aquel momento sólo deseaba tumbarme y poder descansar. ¿Cómo podría entonces hacer uso de mi magia? Darrin había asegurado que crear una gran fuente de luz era tremendamente sencillo. Incluso Reks lo mencionó en Lyrewood. Pero en aquel momento yo estaba seguro de que de ninguna de las maneras hubiera sido capaz de hacerlo.

Cuando llegamos a Beraud todos fuimos rápidamente a sentarnos debajo de la sombra de unos árboles que rodeaban el camino. Los campesinos y comerciantes que pasaban por allí nos miraban con curiosidad, con toda probabilidad pensando en porqué un grupo de futuros jóvenes magos se encontraban destrozados en aquel lado del camino.
Al final casi todos los alumnos del grupo nos encontrábamos allí. Los únicos que faltaban eran Nolan, Wallace y aquellos Caparojas, que incluso antes de que nosotros llegáramos a Beraud ellos ya estaban de vuelta. Todos iban sin camisa y con gesto de concentración, como si en el mundo no hubiera nada más importante que aquella estúpida carrera.

Mientras recuperaba el aliento el grupo de Capaverdes se acercó hasta a mi.
 -Vaya ritmo-me alabó uno de ellos-. Pensaba que solo los Caparoja iban a poder mantener ese tono.
 -En realidad creo que debería haber sido así. Creo que ni siquiera voy a poder levantarme para volver-dije con el corazón desbocado por el cansancio.
El Capaverde rió de forma de afable.

 -Entiendo a la perfección a que te refieres-confesó tomando asiento a mi lado-. Me llamo Willbur, y él es mi hermano Thomas-dijo señalando a uno de sus compañeros tirado boca arriba en el césped. Thomas se limitó a alzar un poco el brazo en forma de saludo y continuó intentando luchar por un poco de aire-. Ellos son Jeremy y Bill, recientes amigos de la Academia.
Ambos estaban sentados intentando recuperar el aire, pero los dos saludaron con la mano y una pequeña inclinación de cabeza. Willbur, Thomas y Jeremy eran todo lo que se podía esperar de un Capaverde; bajitos, pálidos y más bien delgados. Bill era igual, solo que mucho más alto y bastante más delgado, con unos grandes orejones que le daban un aspecto realmente cómico. Su acné juvenil y su intento de perilla no ayudaban demasiado.

 -Yo soy Balwind, un placer-contesté con alegría. Los cuatro parecían buena gente. Eran de aquél tipo de persona en los que no puedes ver ningún tipo de maldad o malas intenciones.
 -Y bien Balwind, ¿que te ha traído a apuntarte a esta locura?

 -Creo que nunca está de más aprender a valerse por sí solo. No se si habéis visto a mi amigo Nolan…

 -¿Era aquél que parecía mayor que nosotros, verdad?-preguntó Thomas. asentí-. Si, ya se a quien te refieres.

 -Pues ya puedes imaginar el qué. No es demasiado agradable ser uno de los más flojos del grupo-confesé. Incluso Nime era más peligrosa que yo. Estuve apunto de mencionar a Kachess, pero recordé que aquellos chicos seguramente compartían clase con él y no quería hacerle quedar mal-. ¿Y vosotros?

 -Por increíble que pueda parecer nuestro padre es un mercenario Selki, aunque siempre hemos vivido en los desiertos-respondió Willbur. Se secó la suda que caía por su cuello con un pañuelo de seda y continuó hablando-. Tuvo una gran recompensa gracias a un problemilla con los bandidos de allí, y junto con el resto de sus ahorros decidió mandarnos a la Academia. Puede sonar extraño, pero no puedes llegar a imaginarte lo útil e importante que puede llegar a ser un Capaverde para una banda así. Nuestro padre es un hombre listo y desde el primer momento se dio cuenta que nosotros no estábamos hechos para luchar, por lo que hizo todo lo que pudo para que pudiéramos estudiar y poder entrar aquí.

 -Listo, sí, pero también un gran capullo-añadió Thomas. El chico había recuperado el aliento y ahora se había incorporado para poder hablar mejor. Aquello me permitió ver que pese a ser hermanos y parecerse en cuanto a estatura y peso, los rostros de ambos hermanos eran completamente distintos. Mientras que Willbur tenía un rostro agradable y sencillo Thomas tenía un gesto de desprecio marcado en su cara-. Nos amenazó con echarnos de aquí si no aprendemos un poco de magia ofensiva. Y por eso estamos aquí.
 -Vamos,  no hables así de él. Somos mercenarios. Estoy seguro que aprender un poco a pelear no te va hacer precisamente ningún daño.
Thomas refunfuño un poco, como no queriendo admitir aquello.
Por su parte, Jeremy y Bill eran amigos de toda la vida, y ambos compartían la misma historia; hijos de caballeros de segunda que habían ahorrado con la esperanza de poder escalar en la escala social gracias a los contactos que ambos podían hacer en la Academia. Algo en lo que de momento habían fracasado, dado que hasta el momento solo habían hecho amistad con los dos hermanos hijos de un mercenario y conmigo, un chico de los suburbios.

 Por supuesto yo les mentí. Les dije que mi padre era el mayordomo de una de las familias ricas de Someland, y que como favor a sus servicio la familia había decidido hacerse cargo de mi educación. Aquello me sirvió para darme cuenta que tarde o temprano debía empezar a inventar una historia convincente para este tipo de situaciones.
Poco más tarde decidimos volver. Un corto debate concluyó en que era mejor volver caminando, y así lo hicimos. Solo unos pocos Caparoja se animaron a intentar volver corriendo, pero el ímpetu no les duró demasiado.
A medio camino nos encontramos con Darrin y Etzio. El chico estaba completamente sudado y agotado, y me pareció ver algunos restos de vómito en su ropa. Darrin no parecía disfrutar con todo aquello, pero tampoco era algo a descartar.
 -Bien trabajado por hoy-nos felicitó-. No como esta cosa redonda y patética de aquí.
Etzio no corría. Andaba lo mejor que podía, pero apenas podía levantar los pies de suelo. Yo estaba dudando de si realmente era Etzio quien andaba o si Darrin lo estaba empujando con su magia.

 -¿Vosotros sabéis de qué va esa Orden?-pregunté en cuanto dejamos a Etzio y Darrin a nuestras espaldas.

 -Así que tu también te has dado cuenta de la reacción de los demás. Bill cree que tiene algo que ver con los Leridian, ya que solo ellos y los Monardos parecían entender de qué iba la cosa-explicó Willbur. A lo largo del camino sólo él y su hermano habían hablado, y aquello hizo sentirme algo triste. ¿Qué dirían los rudos padres de Jeremy y Bill al enterarse que no habían conseguido ninguna de las relaciones que sus padres tanto ambicionaban? Dudaba mucho que cualquiera de ellos consiguiera entablar una amistad con aquellos altivos y orgullosos nobles.

 -¿Vosotros que creeis?-dije en un intento de añadirlos a la conversación.

 -Creo que Bill puede tener razón. ¿Pero a quién puede importarle? Esta claro que es un pez gordo y es mejor dejarlo en paz-dijo rápidamente Jeremy. El chico caminaba muy encorvado y con las manos metidas en sus bolsillos. No dejaba la oportunidad de ir pateando todas las piedrecillas que iba encontrando en su camino. Daba la sensación de estar enfadado con todo el mundo, como si él supiera que no pertenecía a la élite que su padre quería y aquello le hiciera sentir terriblemente infeliz. O incluso podría ser que él mismo quisiera ser uno de esos peces gordos y estuviera enfadado por no poder serlo.
Bill  lució una tímida sonrisa entre todo su acné y volvió la vista al suelo. El panorama con aquellos dos era poco menos que un drama.

Cuando por fin llegamos a la Academia me di un baño y me cambié mi ropa sudada por una más limpia. Luego comí algo rápido y me dirigí a mi clase de alquimia básica.

El edificio para la alquimia se encontraba en el lado izquierdo de la plaza principal, bastante cerca de Hornos. El lugar constaba de varias aulas normales en el segundo piso, dos aulas gigantescas con multitud de pequeñas ventanas donde se trabajaba con los materiales menos peligrosos en la planta baja y varias aulas y un gran almacén bajo tierra. Esto era debido a las condiciones precisas que necesitaban algunos materiales, aunque trabajar con elementos químicos bajo tierra era algo peligroso. Muchos de aquellos elementos podían causar reacciones químicas que podían afectar gravemente a la salud de los alquimistas que estuvieran allí. Incluso había gases imperceptibles a la vista y olfato que podían provocar desde alucinaciones o risa hasta la muerte más lenta y miserable. Cómo nosotros no íbamos a utilizar materiales peligrosos ocupamos una de las aulas de la planta baja. Aquella aula me recordaba mucho a Hornos; mucho espacio para poder trabajar sin peligro, varios armarios con materiales y varias mesas para poder realizar trabajo individual, además de los cientos de objetos y herramientas que ocupaban algunas mesas. De hecho había una gran semejanza entre la alquimia y la herrería, y incluso aún algunos maestros debatían sobre si deberían o no unir ambas ramas.

Mis compañeros ya habían escogido su sitio el día anterior, así que me senté junto a una chica que parecía tener un sitio libre.
 -No me lo puedo creer. ¿Tu aquí, de verdad?
Me giré hacia mi derecha y automáticamente me ruboricé. La chica de aquella mañana, Roshe, se sentaba justo en la punta de la otra mesa. No éramos más de quince personas en el aula y justo tenía que encontrarla allí.
 -¿Cómo es que no te vi ayer?-preguntó con tono interrogado-. Seguro que además de pervertido eres uno de esos que se salta las clases.

 -Tuve que ir  Enfermerías por un amigo-me defendí-. Creía que Marion había aclarado lo de esta mañana-añadí enfadado. No me gustaba nada el tono en que Roshe me hablaba.

 -Claro, claro. Lleva cuidado con este, Lillian. Es un cerdo.
La chica que estaba sentada a mi lado miró a Roshe, luego a mi y volvió la vista adelante con las mejillas encendidas.

 -No soy nada de eso-dije a Lillian. Pero ella solo apretó los labios y siguió con la mirada adelante.

 -Buenas tardes a todos.
Datzo’Len había entrado en el aula, así que dejé ir un suspiro de resignación y me dispuse a prestar atención. Ya tendría tiempo de limpiar mi imagen más adelante.

Datzo empezó a leer la lista y paró en mi nombre un instante.

 -Tu eres el alumno que ayer no pudo venir. No te preocupes, Gerald me ha puesto al corriente, pero no te recomiendo faltar demasiado-aconsejó. Datzo hablaba con voz calmada y serena,  y no dejaba de mirarme a los ojos mientras hablaba, lo que daba a sus palabras una fuerza que otros maestros no sabían imprimir. Su gran estatura y su túnica de color púrpura de color oscuro ayudaban a todo ello-. En mis clases intento ir lo más rápido posible para poder aprender mejorar de forma progresiva. No podemos permitirnos ningún tipo de retraso, y mucho menos por un solo alumno, ¿entendido?

 -Esta bien, lo siento. No volverá a ocurrir.

Aquellas palabras realmente me hicieron sentir como si yo hubiera hecho algo terrible.

El maestro acabó de leer la lista y carraspeó un poco.

 -Ayer hicimos un pequeño recorrido por las instalaciones, di un par de advertencias y os enseñé algunas de las protecciones más básicas-Datzo cogió una hoja de uno de los cajones de su mesa y se acercó hasta a mi-. Me he tomado la molestia de anotar todos esos puntos para ti y así no perder más tiempo de lo necesario. Espero que consideras mi esfuerzo en hacer esto-dijo al entregarme la hoja.
 -Si, de verdad, si. Muchas gracias-agradecí al maestro sin saber muy bien qué más decir. Datzo se limitó a asentir y a continuar con su clase.

 -Cómo podéis imaginar tardaremos un tiempo en empezar con la alquimia real. Pese a la mala consideración del resto de ramas por la alquimia lo cierto es que cada año hay más heridos entre los Capamalva que no entre los Caparoja-explicó Datzo. Por algún motivo aquello parecía enorgullecerse de alguna forma extraña-. Por eso pasaremos mucho tiempo entre libros, cálculos y pequeños experimentos antes de ponernos a trabajar en serio. Nuestras horas de clase son mucho más reducidas que la de los Capamalva, y por tanto tendremos menos tiempo para trabajar. Hoy leeremos los primeros capítulos de “Principios alquímicos” de Moran Oblien y elegiremos algunos de los posibles futuros proyectos que realizaremos.
Datzo empezó a repartir unos pesados y desgastados libros a cada uno de nosotros y luego volvió a su sitio.
 -John Meighan-seleccionó de la lista al azar Datzo-. Lea en voz alta el primer capítulo, titulado “Las cien maravillas de la alquimia”.
John era otro chico de mi misma rama, un Eorian de aspecto extraño agravado por su melena azulada y sus grandes ojeras. Meighan leyó un largo y aburrido pasaje sobre antiguos alquimistas y los grandes logros que habían conseguido. Hojeé el libro y vi que, ciertamente, íbamos a leer sobre cien alquimistas y sus descubrimientos. Con disimulo coloqué la hoja que Datzo me había dado a un lado y le eché un ojo. Por desgracia no era mucho más emocionante que aquello. Mantener siempre el área de trabajo limpias, no trabajar con restos de materiales en los dedos o ropas, no coger materiales sin permiso...una larga lista de prohibiciones y precauciones que consiguió hacerme volver conectar con la lectura monótona de Meighan. Y así, alquimista trás alquimista pasaron las dos horas.
Cuando salí de allí tuve que admitir dos cosas; Datzo’Len había resultado una absoluta decepción y la alquimia era -de momento-, tan aburrida como cualquiera podría pensar. Con esa pobre experiencia y cansado del ejercicio por la mañana con Darrin caminé abatido hasta mi clase de Hornos. Esperaba que aquella clase fuera un punto medio entre las dos anteriores. No tenía ninguna intención de aprenderme la vida de los cien herreros más famosos de la historia.

 -Esto es una tabla runológica. Los distintos símbolos y runas sirven para imprimir diversas cualidades en los objetos donde las grabéis-empezó a explicar el maestro Travis una vez estuvimos todos en nuestro lugar-. Imagino que vuestro maestro de comunes ya os ha explicado las nociones más básica de la magia. Pues bien, esto funciona de una forma bastante distinta.  En la siderurgia una vez la magia se canaliza y se imbuye en las runas ésta quedará de forma permanente en el interior del objeto. Como sabéis la energía siempre se transforma, pero estos símbolos permiten conservarla en el objeto hasta que se borren, se partan o el objeto sea destruido. ¿Si, Marta?
 -¿Pero cómo pueden unos simples dibujos hacer eso?
 -Bien, en la teoría es algo muy simple, pero en la práctica es algo más complicado-Travis cogió una tabla lisa de madera que tenía preparada a un lado y cogió un cuchillo.- Los símbolos y runas son signos mágicos que descubrieron los primeros magos y que aún hoy seguimos descubriendo. Todos ellos tienen algo en común, y es que están ligados a todo cuanto nos rodea. Así, por ejemplo, sabemos que el símbolo bolgan quiere decir fuego, y por tanto dota al objeto de calor-mientras hablaba, Travis grabó uno de los símbolos en la tabla. Toda la clase estaba expectante, esperando ver arder la tabla, pero nada ocurrió. Travis rió con alegría.

- Aún no he aplicado mi magia. Y aunque lo hiciera, con solo este símbolo no basta. Nuestras corrientes mágicas identifican las runas, no los objetos. Por eso debemos de grabar al lado la runa wod, que sirve para identificar la madera-dijo mientras grababa otro símbolo con su cuchillo. Unió a ambos con una línea y dejó la madera encima la mesa.- Así que con todo esto, ¿qué creéis que ocurrirá cuando aplique mi magia?
 -Arderá-respondió de inmediato Tariq’Karodan, une entusiasta Monardo que parecía amar con todo corazón todo aquello relacionado con el fuego.
 -No pasará nada-dijo con tono de duda Marta.
 -La madera se calentara un poco, pero sin llegar a arder-me aventuré.
 -La madera tendrá el calor de una llama, pero no arderá pese a ser madera-dijo Je'Lad con tranquilidad- De hecho, nos has engañado.  Y por dos veces. Hace rato que has aplicado tu magia, y hay más de una runa dibujada ahí.
Travis sonrió con picardía.
-Muy inteligente, señorita Je'Lad. Y muy atenta. Si, hace ya rato que he activado las runas de esta tabla.
Travis cogió unas pinzas de metal y apartó la tabla de madera. Donde antes había estado la madera ahora había una marca de color negro que empezaba a humear. Travis hizo un gesto con la mano y la madera salió disparada hasta uno de los pequeños barriles llenos de agua que había en el taller. De inmediato una enorme nube de vapor empezó a sisear a causa del calor.
 -Al activarse las runas alteramos las propiedades del objeto, pero no sus características físicas. La madera sigue siendo madera, por lo tanto hemos tenido que imprimir una runa de algún material que pueda calentarse sin llegar a arder, como por ejemplo, el acero . Eso permite al objeto imprimir esa energía sin perder sus propias características. Claro que si hubiéramos imprimidos solo la runa bolgan entonces la madera sí que hubiera ardido. Por favor, Corey, ve a por ella.
El chico miró con desagrado a Travis, pero aún así se dirigió al pequeño embalse. Dudó antes de coger la tabla, temiendo que siguiera transmitiendo tanta calor. Pero finalmente introdujo el brazo y cogió la madera.
 No pasó nada.
 -El calor no deja de ser calor, y el agua estaba fría. Eso ha hecho que la runa no pudiera cumplir con su cometido y por eso el agua ha desactivado la runa. Acércame la tabla, Corey-el chico se la entregó y volvió a su sitio-. Cómo veis esto vuelve a ser un simple trozo de madera.
Travis señaló el símbolo bolgan que había dibujado con anterioridad. Increíblemente, y pese a estar grabado con cuchillo, ahora se encontraba partido por la mitad.
 -La eficacia del símbolo o de la runa del objeto depende de la energía que imbúyamos en él. Un exceso de energía puede partir el material, y una escasez de ella puede no causar ningún efecto-continuó explicando Travis. Aquello era básico para nuestra rama, pero era algo maravilloso. Incluso Corey parecía estar atento- El hierro puro, por ejemplo, no aguanta muy bien el símbolo de bolgan, así que no es muy útil aplicarlo en él. Es fácil que la runa se rompa, y aunque consigamos que aguante, no sera mucha la calor que podemos imprimir. En cambio, el orichalcum puede contener una enorme cantidad de símbolos y runas. Por eso las espadas hechas con ese material son tan legendarias. Incluso pueden aguantar el símbolo del propio acero u otros materiales, creando así el material más versátil que existe.
Estaba impresionado. Todo era increíblemente sencillo, pero a la vez necesitaba de un cuidado y una atención muy elevadas. Cada objeto, cada símbolo y cada material eran un mundo distinto.
Después de aquello Travis nos mandó coger una hoja y lápiz y anotamos varias de las runas más comunes y algunos de los objetos con los que tenía buena relación.
Cuando la clase finalizó me sentía de mucho mejor humor. La rama de los Capaverde era la única con la que aún no había experimentado, pero yo lo tenía claro; mi lugar se encontraba entre los Capaazules.

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