CDU 3 - La elección de Cassio...

By litmuss

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Cuando todo lo que amas amenaza con destruirse, ninguna elección debería ser juzgada. Con la partida de dos m... More

La elección de Cassiodora ©
Eternos
Parte I
1. Capítulo 1: Everard (1ª Parte)
1. Capítulo 1: Everard (2ª Parte)
1. Capítulo 2: Manjar de dioses (1ª parte)
1. Capítulo 2: Manjar de dioses (2ª parte)
1. Capítulo 3: El corazón de Cassie (1ª parte)
1. Capítulo 3: El corazón de Cassie (2ª parte)
1. Capítulo 4: Destino (1ª parte)
1. Capítulo 4: Destino (2ª parte)
1. Capítulo 5: Kelium & Nenúfar (1ª Parte)
1. Capítulo 5: Kelium & Nenúfar (2ª Parte)
1. Capítulo 6: Feliz cumpleaños, princesa (1ª Parte)
1. Capítulo 6: Feliz cumpleaños, princesa (2ª Parte)
1. Capítulo 7: Eliden (1ª Parte)
1. Capítulo 7: Eliden (2ª Parte)
1. Capítulo 8: Desesperación (1ª Parte)
1. Capítulo 8: Desesperación (2ª Parte)
1. Capítulo 9: No perder la esperanza (1ª Parte)
1. Capítulo 9: No perder la esperanza (2ª Parte)
1. Capítulo 9: No perder la esperanza (3ª Parte)
Parte II
Fragmento especial de Lía
2. Capítulo 10: Corte de las flores (1ª Parte)
2. Capítulo 10: Corte de las flores (2ª Parte)
2. Capítulo 11: De prioridades y abrumadoras verdades (1ª Parte)
2. Capítulo 11: De prioridades y abrumadoras verdades (2ª Parte)
2. Capítulo 12: Una confesión apresurada (1ª Parte)
2. Capítulo 12: Una confesión apresurada (2ª Parte)
2. Capítulo 13: Poderosa e inestable (1ª Parte)
2. Capítulo 13: Poderosa e inestable (2ª Parte)
2. Capítulo 14: Suficientemente fuerte (1ª Parte)
2. Capítulo 14: Suficientemente fuerte (2ª Parte)
2. Capítulo 15: Movens (2ª Parte)
2. Capítulo 16: Legado de horror (1ª Parte)
2. Capítulo 16: Legado de horror (2ª Parte)
2. Capítulo 17: Un desafortunado lugar (1ª Parte)
2. Capítulo 17: Un desafortunado lugar (2ª Parte)
2. Capítulo 18: Monstruos interiores (1ª Parte)
2. Capítulo 18: Monstruos interiores (2ª Parte)
2. Capítulo 18: Monstruos interiores (3ª Parte)
2. Capítulo 19: Toska (1ª Parte)
2. Capítulo 19: Toska (2ª Parte)
2. Capítulo 20: Una mala, dos buenas (1ª Parte)
2. Capítulo 20: Una mala, dos buenas (2ª Parte)
Epílogo
Extras #CDU

2. Capítulo 15: Movens (1ª Parte)

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By litmuss

A medida que nos internamos en el frondoso bosque, la temperatura disminuyó considerablemente, obligándonos a detener para sacar algo con que cubrirnos. Tomé una capucha ligera y agradecí el que Cassie hubiera cambiado la totalidad de mis pertenencias por tres abrigos, una capucha y dos mudas de ropa sencilla y con bastante tela para protegerme. Desafortunadamente, para ese entonces ya no había vestuario élfico ni de hadas, pues el primero había sido desgarrado en Everard y el segundo pasó historia en todo el escape de la corte del Sol.

Tenía que admitir que en un principio me había molestado perder lo que tenía, pero ahora que volvía a recorrer Umbrarum y me acostumbraba a que el clima solo empeoraría comprendí la razón detrás de todo. Tenía sentimientos encontrados hacía el hada, pero si había algo que no podía negarle era que siempre había hecho lo que consideraba mejor... para ella o para nosotros, pero lo mejor.

Mirando a mí alrededor se me hizo bastante obvio que mi visión con Bellatrix había sido de lo más acertada. Todo era similar a mi prueba y, a pesar de que era casi el medio día, el sol apenas podía ingresar por las ramas de los árboles, lo que dificultaba un poco vislumbrar más allá de unos metros.

Para ser tan temprano, el día en Movens era denso, demasiado si tomabas en consideración que fuera de él la luz no podía ocultarse. Si así era el día, podía apostar que en la noche todos seríamos cegados.

—No parece tan malo —dijo Haliee tras un largo silencio, mientras caminábamos.

—Es un bosque muy peculiar, hechicera, espera y verás —replicó Castiel, que lideraba la marcha sin mirar atrás.

Me sentí orgullosa de mis pasos que, al igual que los de mi amigo elfo, no producían ningún sonido sobre la grava dura y seca del bosque. No pudiendo decir lo mismo de Haliee que cada tanto hacía crujir algunas ramas, aunque intentaba no hacerlo.

Habíamos caminado un poco sin tener sorpresas; empezaba a concluir que todo había sido más miedo que certezas y que aquél lugar era inofensivo cuando, de la nada —y como si mi escepticismo le hubiera convocado— las hojas de un árbol se sacudieron con ímpetu y una banda de cuervos salió disparada de ellas, golpeándonos con sus picos y alas.

Nos agachamos y cubrimos, mientras los pájaros nos picoteaban. Moví mis brazos con violencia, intentando espantarlos, pero estaban empecinados en hacerme daño. Haliee gritó cuando las aves se agruparon sobre sus piernas y la rasguñaron sin piedad. Castiel, que con movimientos rápidos y mortales había apartado a varios, saltó sobre ella y la cargó en sus brazos.

—¡Ilora, corre! —gritó y cómo si de una orden se tratase me empujé sobre mis pies y le seguí.

Mis piernas se movieron antes de que lo pensara, saltando entre las raíces de los árboles que parecían tener vida propia y se multiplicaban. Las ramas bajas de los árboles hacían tajos en mi piel mientras corría, pero poco me importaba. Tenía miedo de quedar atrapada y torcerme una pierna, sin embargo, me obligué a pensar en otra cosa y seguí a Castiel en una carrera por nuestras vidas. Kira corría a mi lado, con un cuervo entre sus fauces que se sacudía con los vestigios que le quedaban de vida.

Podía oír los graznidos detrás de nosotros, cada vez más cerca. Por un segundo sentí a uno de ellos sobre mi cabeza, picoteando mi piel. Miré hacia arriba, mas no vi otra cosa que hojas verdes distorsionadas por la velocidad en la que me movía. Seguido de aquello, otro cuervo se posó sobre mí y comenzó a picar en mi cabello. Sentí la sangre caliente escurrirse por mi cuello, pero casi tropiezo cuando llevé mi mano derecha a mi cabeza y no había nada allí.

Ni sangre, ni cuervos. Era imposible.

Las aves regresaron, clavando sus sucias garras en mi cabello. Pronto pasaron de ser solo dos a decenas, y luego cientos. Escarbaban mi cabeza lentamente, capa por capa, haciendo agujeros en mi cráneo. El dolor agonizante se apoderó de mis sentidos y mis gritos fueron tan fuertes que podría haber reducido el reino de las hadas a escombros.

Caí de rodillas sobre la tierra, desesperada.

Lo único que podía ver eran alas, picos y ojos.

Sentí como si estuviera viviendo la misma situación dos veces, solo que nada de lo que veía me había sucedido aquella vez en las pruebas élficas. Pero las imágenes en mi cabeza eran tan nítidas...

Cerraba y abría los ojos incontables veces, y el mundo se transformaba cada vez que lo hacía. Un parpadeo, todo estaba tranquilo como el río sereno, otro parpadeo, el aire impregnado de polvo y sangre seca se le pegaba a la piel y los cuervos, que cada vez eran más, le arrancaban la piel a mordiscos. Dejó de gritar cuando sintió que sus cuerdas vocales se rasgaban...

Kim.

Una visión de mi madre luchando contra esas bestias, que ahora intentaban hacerme lo mismo que hicieron con ella, hizo que mi corazón latiera más de prisa. Fue abrumadora la forma en que las escenas se cruzaron en mi mente y me imposibilitaron a discernir sobre la realidad.

Me quedé quieta y abatida. Mis ojos, o lo que quedaba de ellos, se cerraban despacio. Por unos instantes no sentí dolor alguno, y luego unas manos gruesas tomaron mis magullados hombros y sacudieron mi débil cuerpo repetidas veces.

—¡Ilora, responde! ¡Ilora, por favor, abre los malditos ojos, merde! —La voz de Castiel fue todo lo que necesité para regresar en mí.

Su rostro preocupado estaba cerca del mío, sujetando mi cuerpo agotado. Su cabello estaba creciendo muy rápido, unos rizos rebeldes me hacían cosquillas en la frente.

—Por el amor de Artemisa, pensé que te había perdido —dijo el elfo más tranquilo.

Logré sentarme sobre mis pies y llevé ambas manos a mi cabeza. Mis labios se fruncieron con terror ante lo que estaba a punto de sentir, pero lo que las palmas de mis manos tocaron era mi cabello enmarañado y sucio.

—Los cuervos, estaban sobre mí y... y... arrancaron mi piel y... —las palabras salían atropelladas de mi boca. Mi cuerpo temblaba levemente, por lo que traté de tranquilizarme—. Haliee... Haliee estaba herida...

—No hubo nada, Ilora. En realidad, solo la primera bandada fue real y atacaron a Haliee, pues fue la más cercana. Nadie se nos acercó —explicó mi amigo, sosteniendo mis brazos.

—¿Haliee está bien? —cuestioné consternada por lo que sea que hubiera sucedido.

—Tranquila Ilora, aquí estoy —escuché la voz de mi amiga detrás de mí, así que prácticamente salté del agarre del elfo y gateé hasta ella.

Hallie estaba apoyada contra un árbol, con sus piernas estiradas y los ojos cerrados. La capucha que la cubría, como era de esperarse, no había hecho mucho protegiendo sus piernas y ahora las mismas estaban llenas de cortes. Eran muchas heridas superficiales y algunas que no se veían muy agradables, pero tal parecía que ella ya hacía algo por recuperarse, pues aplicaba un extraño ungüento sobre su piel, que supuse aceleraría la curación.

Haliee, a diferencia de mí, sí tenía heridas, pero eso no cuadraba con los graznidos que escuché tan cercanos.

Me sentía a la deriva y totalmente confundida.

—¿En dónde escondes tus extrañas cremas, hechicera? —dijo Castiel con un atisbo de sonrisa.

—Ya quisieras saber eso —replicó ella, haciendo una mueca de dolor y abriendo los ojos. Reparó en mí por un segundo y entonces forzó una sonrisa. Supuse que tendría que haberme visto demasiado aterrada si creyó necesario reconfortarme—. En serio, Ilora, no ocurrió nada. Hubo un par de cuervos haciendo desastres en mis piernas y luego tú gritaste y todos escaparon. Fue raro, porque tú parecías estar siendo atacada, mientras Castiel intentaba liberarme.

—No, no, Castiel también fue atacado, solo que él los espantó... De verdad creí...

—Es un bosque encantado. ¿Por qué crees que tan pocos han salido vivos de aquí? Tú misma lo viste antes, puede manipular tu mente de formas increíbles, incluso aunque tú sepas que va a suceder.

Sí era así, entonces la visión de Kim había sido parte de un engaño mental. No tendría sentido que hubiera estado aquí antes que nosotros. Ella estaba del otro lado del mar, se había encontrado con mi padre antes de ser atacada y que tuviera que escapar, no tendría que estar en Movens por ningún motivo, ¿cierto?

—Ya va a oscurecer —dijo Haliee, devolviéndome a la realidad.

La hechicera miraba hacia arriba y señalaba lo poco que podíamos vislumbrar de luz entre las copas de los árboles y que amenazaba con ocultarse en cualquier momento.

Kira se acercó cariñosamente hasta mí y dejó el cuervo que tenía entre sus dientes a mis pies —aparentemente, el de ella había sido real—, para luego mirarme esperando aprobación. La imagen de ese animal me revolvió el estómago, pero acaricié la cabeza de mi leona, que se recostó sobre mi pierna satisfecha.

—Es una muestra de aprecio, te está diciendo que te reconoce como su amo —dijo Castiel, tomando el cadáver del ave entre sus manos y examinando sus ojos—. Malditas aves de rapiña, su presencia siempre es mal augurio.

—Hasta para tomar un cadáver eres delicado —dijo chistosamente Haliee, pero ni con ello no logró aligerar el aura de preocupación que nos acogía.

Aunque no lo dijera, era obvio que las heridas de la castaña podrían dificultarle caminar al menos un par de días, lo que no era una buena noticia en ese momento. Lo peor de todo es que si ella se empeñaba en continuar habría mucho dolor en cada paso que diera.

Castiel también pareció notar lo que yo, pues enterró su cabeza dentro de uno de los bolsos que llevábamos con nuestras cosas y logró encontrar algo de comida. Casi todo lo que halló era fruta algo magullada y algunas bayas, lo que no me sorprendía teniendo en cuenta que no pensábamos internarnos en un bosque carnívoro y que los días anteriores habíamos cazado lo que comeríamos cada día.

Comimos en silencio, apenas pudiendo ver nuestros ojos, pues la oscuridad reinó el lugar de un momento a otro. Sopesé lo cansada que me sentía, pero sabía que no podíamos pasar la noche allí, no habiendo comprobado lo que significaría permanecer más tiempo del necesario.

—Cubriremos más terreno si seguimos la marcha durante la noche —dije, llevando una última baya a mi boca.

—¿Estás loca? Nuestro campo de visión es nulo —exclamó Haliee, nerviosa y por lo que supuse asustada por hacer evidente su incapacidad de ponerse en pie en ese instante.

—Esta vez coincido con la princesa. Si seguimos nuestro rumbo tal vez estemos fuera de aquí por la mañana. Y si tenemos prisa pronto llegaremos al reino de los ogros —me respaldó Castiel, que sólo era un fino contorno ante mis ojos.

—Es muy arriesgado, imaginen si vuelve a ocurrirnos algo así, no tendríamos forma de defendernos en la oscuridad...

—Uno de mis tantos talentos es mi privilegiada visión, querida hechicera —interrumpió Castiel con su usual arrogancia—. Además, si Ilora aprendió algo de lo que le he instruido sabe utilizar sus otros sentidos para guiarse, ¿verdad?

Asentí con la cabeza, pero luego recordé que no podían verme, así que emití un leve ''Sí''. Me puse de pie y cargué mis bolsos en mi espalda. Se sentía como cargar todas nuestras esperanzas. Castiel no esperó una excusa y tomó nuevamente a Haliee entre sus brazos.

—Ilora, tú ve adelante, confía en tus instintos —dijo con simpleza.

Respiré hondo y me adelanté.

Consideré seguir el camino que llevábamos, que se suponía era recto y debía llevarnos a algún final, por lo que caminé, siendo consciente de todo lo que me rodeaba. El sonido de mi respiración, el crujir de las ramas con el paso del viento, el ruido que hacían los pequeños animales que se movían entre la vegetación... mi oído se había agudizado y mis pasos se aceleraron tanto que cuando quise darme cuenta me encontraba corriendo. Saltaba y me movía de formas que desconocía, era una con el bosque. Mis movimientos parecían de alguien profesional, podía prever un tronco seco o un pozo antes de que llegara a él.

Perdí la noción del tiempo y la noche poco a poco se fue desvaneciendo, dando paso al amanecer, tiñendo el cielo de un hermoso color violeta.

Probablemente faltaba poco para que amaneciera en su totalidad cuando me detuve. Me sentí observada y la sensación de seguridad que tuve segundos antes había desaparecido, al igual que el sonido de los animales.

Apreté los puños a mis costados cuando sentí el frenazo de Castiel tras de mí.

—¿Qué sucede? —preguntó Haliee.

—Algo anda mal.

Di la vuelta hacia mí derecha, siguiendo un ligero sonido de pisadas, pero las mismas cesaron, así que tomé la decisión más rápida y menos convencional que encontré: Mostrarme.

Ignis, dije en un susurro y mis manos se adornaron con un fulgor rojizo. La luz llenó cada espacio a mí alrededor y tal como imaginé nos hallé rodeados por una docena de ojos aproximándose.

—¡Súbanse a los árboles ahora! —grité, dejando ir el fuego y corrí hacia el árbol más cercano sin esperar una respuesta.

Trepé aquel tronco como si yo misma lo hubiera creado, usando cada hueco y rama a mi alcance. Me asusté al no ver a Kira por ninguna parte, sin embargo, la hallé a mi lado, usando sus garras para escalar. La ayudé a completar la subida y la coloqué a mi lado; la cachorra había sido entrenada muy bien.

Llegamos a una rama alta y firme en medio del árbol, lo suficientemente alta para estar seguras y desde allí observé a las extrañas criaturas intentando alcanzarnos. Sin embargo, eran tan grandes que caían al suelo por el esfuerzo. Abrían sus enormes fauces, mostrando sus colmillos, y fue ahí que me di cuenta que tenían tres ojos en lugar de dos.

Eran cuatro en total, y nunca había visto monstruos como aquellos. Su cuerpo se parecía al de un lobo, pero no tenían pelo y su musculatura era grotesca. No tenían orejas y eran de un color negro como el petróleo. No hacían más que aullar e intentar derribar los árboles, inútilmente.

Dos árboles a la izquierda, se encontraba Castiel, que ahora cargaba a Haliee por la espalda. Estaba en cuclillas sobre una rama muy delgada, pero parecía liviano como una pluma.

—¿Están bien? —grité. Sus caras eran mucho más visibles, ya que el sol se estaba alzando en el cielo.

Castiel asintió dos veces, pero el rostro descompuesto de Haliee me dijo que la rápida subida le había lastimado mucho más de lo que ya estaba. No podría contar con ella por el momento, eso era evidente.

—¿Tienes algo en mente? —pregunté a Castiel.

—Estoy un poco atado de manos aquí —señaló al suelo, dónde descansaban sus bolsos a tan solo unos pasos. El arco también estaba allí y, por si fuera poco, muchas de las cosas de Haliee ahora estaban regadas y rotas.

—¿No puedes hacer nada con las plantas para alejarlos? —pregunté de vuelta, al notar que los animales parecían ignorar los bolsos de mis compañeros y solo caminaban en círculos, esperando el momento en que bajáramos.

—No debería controlar la flora de este lugar, sería arriesgado mover algo aquí, podría despertar el bosque y no es lo que queremos.

No quise escuchar nada más, entendí que seguir cuestionando no me haría salir del problema. Sabiendo que la solución tendría que venir de mí, trepé entre las ramas y hojas, hasta llegar a la cima del árbol, teniendo la posibilidad de observar mejor el lugar en que nos hallábamos. Una vez en la cima pude ver que tras de mí, el bosque se extendía sin tener final, sin embargo, justo al frente se podían ver las montañas y un gran valle. No estábamos tan lejos de la salida y, por lo que a mí se refería, no dormiría hasta salir de ese lugar. Aunque primero debía deshacerme de esas criaturas y tendría que hacerlo sin exponernos en el proceso.

Fuego serviría, pero definitivamente no era lo mejor en un bosque. El agua no me ayudaría mucho, aunque tenía que admitir que la humedad que nos rodeaba podría crear algo de espectáculo. Dominar tierra sería adecuado, pero en el momento esa no era una de mis habilidades... Entonces llegó a mi mente la única respuesta que esperaba alejar: Control. Y es que, si tenía suficiente poder para ingresar en la mente de alguien como Evhannaj, podría hacerlo con ellos.

Cerré mis ojos y me concentré, respirando profundamente. Canalicé todas mis fuerzas e ingresé en sus subconscientes con demasiada facilidad, no pusieron ninguna resistencia. Sus mentes eran tan débiles que me dio pena manipularlas, pero eran ellos o nosotros.

Sus alaridos pronto llegaron a mis oídos.

Huyan y no regresen, ordené, aplicando un poco del dolor, y así lo hicieron.

Un hilillo de sudor frío recorrió mi frente. Sus pisadas se escuchaban cada vez más lejanas, hasta que finalmente desaparecieron. Descendí varios tramos del árbol y, con un salto, estuve en el suelo, junto a un Castiel que me miraba sorprendido.

—Eso fue demasiado fácil —Se limitó a decir, arqueando una ceja.

—Lo explicaré luego, por ahora salgamos de aquí, he visto la salida y no es demasiado lejos —dije y acaricié el pelaje de Kira que se paseó entre mis piernas.

Los brazos de Haliee rodeaban el cuello de Castiel, así que yo me ofrecí a recoger sus cosas para evitarnos retrasos. Muchas de las pócimas y brebajes de la castaña pasaron a mejor vida, sin embargo, ella estaba muy tranquila pues, en sus palabras, todo ello podría recuperarse.

Ignoré las miradas curiosas de mis amigos y me limité a correr una vez terminé de ayudarles. No es que no quisiera explicarles, es que no sabía cómo, porque entonces tendría que empezar desde Evhannaj y quizá terminar con Faedra y la relación que aún no comprendía ambas tenían.

Sobre lo que había hecho, admitía que lo había disfrutado y eso me hacía sentir sucia. No era el mejor sentimiento que compartir y me colocaba en una situación complicada de nuevo, pues seguía teniendo secretos con mis amigos.

Consideré tener una confrontación con ambos, porque también ellos me llenaban de dudas. Los padres de Haliee y su falta de dragón eran cosas que siempre me había preguntado, pero eso carecía de importancia cuando recordaba que ella tenía una piedra que podía usar para llamar a Beegie y nunca la había usado cuando Piwi estuvo mal —y no es que pensara que su mentor pudiera hacer algo, pero uno pensaría que ella había quemado toda posibilidad para ayudar al ogro—. Lo de la piedra rúnica no era algo que recordara en su momento, pero se convirtió en un gran interrogante en mi cabeza cuando la descubrí en sus cosas un par de días después del salir de la corte de hadas. Por otro lado, el hecho de que Castiel supiera que Cassie se llamaba Nenúfar y que nunca nos hubiera dicho tampoco era cualquier cosa. Eso y que, tal como lo suponía, el elfo tenía un pasado delicado con alguien, y ese alguien se llamaba Kelium.

Era extraño considerarse amigo de alguien y sentir conocerlo, mientras se tiene la certeza que eso que conoces no es ni una mísera parte de todo lo que en verdad guardan. Sacudí mi cabeza, con la intención de dispersar todas mis dudas y me concentré en el camino, dándome cuenta al cabo de los segundos que el suelo bajo mis pies era... frágil.

Como si estuviéramos caminando sobre una superficie hueca, la tierra comenzó a quebrarse tras de mí. Miré a Castiel, que ahora estaba a mi lado, y sin decir nada aumentamos la velocidad, sin embargo, no logramos escapar de lo inevitable. Los últimos trozos de tierra se derrumbaron bajo mis pies, y caí en un vacío que no parecía tener final.

Rodé por un barranco hasta que mi pecho fue detenido con una gran roca a mitad de camino. Mi respiración era agitada y el miedo hacía mella en mi interior. Pronto sentí un cuerpo pesado cayendo junto a mí, y a Castiel gimiendo.

—¿Chicos? —pregunté aterrada. La brusca caída me había dejado sin aire, así que no me sorprendió que pequeñas manchas negras se formaran alrededor de mis ojos, mareándome.

—Estamos bien, tranquila —habló Haliee.

—Habla por ti —replicó Castiel con voz compungida—. Merde, creo que me rompí la muñeca.

Con dificultad, me impulsé con las manos y ayudé a mis amigos a levantarse. El elfo, que seguía cargando a Haliee, a pesar de su herida, la recostó contra la gran piedra y estiró sus brazos por sobre su cabeza, soportando muy bien el dolor. Estaba muy oscuro y el olor a humedad era penetrante.

¿Quién hubiera pensado que huir de las hadas sería tan difícil?

Resoplé frustrada por volver a estar entre las sombras, ahora más lejos de la luz que antes, y formé una pequeña esfera de fuego en mi mano para ver mejor lo que me rodeaba, pero nada me preparó para lo que vi.

—¿Dónde estamos? —pregunté, suplicando que mis sospechas no fueran ciertas.

—No tengo la menor idea y no me molestaría estar en otro lado —Castiel miraba a su alrededor, tratando de elucubrar un plan para salir de allí, pero solo percibí duda en él.

Frente a nosotros, un gran túnel se dividía en dos; uno de los caminos tendría que conducirnos a nuestra libertad, y el otro a un desconocido destino. No obstante, lo que más me mortificó fue que en medio de ambos túneles, donde se creaba la bifurcación, había un extraño y a la vez hermoso sello grabado sobre la dura piedra. Era un loto de color blanco, dibujado a la perfección, con un círculo que lo rodeaba. Debajo del loto, lo que debería ser un charco de agua, no era nada menos que sangre, y no necesité acercarme para saber que era real.

Nunca había visto un escudo igual en todo el tiempo que llevaba en Umbrarum, pero mi mente empezaba a sacar conclusiones. Me volteé, buscando la mirada de mi amigo quien seguro me podría explicar qué era, pero Castiel miraba hacia el enigmático sello con los ojos abiertos de par en par, y completamente pálido. Hasta podría jurar que sus manos temblaban.

—Castiel, ¿qué es? —La pregunta brotó de mis labios con un temor indescriptible.

El elfo retrocedió unos pasos, y tardó varios segundos en devolverme la mirada.

—Es el símbolo de Los Puros.

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