Crónicas del aprendiz de Mago...

Av MarcheLockheart

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Balwind es un joven y astuto aprendiz de mago que deberá enfrentar junto a sus amigos a extraños y misterios... Mer

Crónicas del aprendiz de Mago: El temor del hechicero oscuro
Prologo: La leyenda de Garïn
Capítulo 1: El gran mundo
Capítulo 2: Tormenta inminente
Capítulo 3: Rojo amanecer
Capítulo 4: Responsabilidades
Capítulo 5: Sombras en la noche
Capítulo 6: Primavera, mujeres y otros placeres
Capítulo 7: El corazón del hombre puro
Capítulo 8: Ciudad fronteriza
Capítulo 9: Las montañas del Norte
Capítulo 10: Reencuentros
Capítulo 11: Un camino
Capítulo 12: Luces en el cielo
Capítulo 13: Escaramuza en las sombras
Capítulo 14: La Academia
Capítulo 16: Knox
Capítulo 17: Nuevas caras
Capítulo 18: Paso a paso
Capítulo 19: Sangre y acero
Capítulo 20: Selkis y Monardos
Capítulo 21: La musa del desierto
Capítulo 22: La sombra de un enemigo
Capítulo 23: Un nuevo maestro
Capítulo 24: Calma tras las tormenta
Capítulo 25: Cambio de Capa
Capítulo 26: Magia
Capítulo 27: Pasado, presente y futuro
Capítulo 28: La Generación Dorada
Capítulo 29: Círculos
Capítulo 30: Tres extraños magos
Capítulo 31: El Festival de la Unión
Capítulo 32:La decisión del mago
Capítulo 33:La guardia invisible
Capítulo 34:El cazador de hombres
Capítulo 35:El valor por demostrar
Capítulo 36: El alma de las montañas
Capítulo 37: El terror de los inmortales
Capítulo 38: La reina del pantano
Capítulo 39: El demonio renegado
Capítulo 40: Revelaciones
Capítulo 41: Legado
Capítulo 42: Rutger
Capítulo 43: Sangre azul
Capítulo 44: El retorno
Capítulo 45: Rivalidad
Capítulo 46: Deseos de venganza
Capítulo 47: La auténtica venganza
Capítulo 48:Discípulos
Capítulo 49:El despertar
Capítulo 50:Hombres y deidades
Capítulo 51:El comienzo de la aventura
Miscelánea (¡Léeme!)

Capítulo 15: El precio del conocimiento

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Av MarcheLockheart

Tras los nervios y la emoción del primer día, llegó un corto período de aburrimiento.

A esas alturas ya habíamos aceptado que nada podíamos hacer para cambiar algunas de nuestras absurdas respuestas, que tan brillantes no habían parecido en su momento. Extraoficialmente no había ningún limite de plazas para la Academia, pero un mal examen podía acarrear una matrícula de entrada astronómica, incluso para familias adineradas y de gran poder. De hecho, para ingresar en los Caparoja incluso un buen examen podía traer consigo una gran tasa, puesto que era la rama con más solicitudes. En cambio, alguien con un examen casi nulo -que consistía en un mínimo de veinticinco preguntas bien contestadas- realizado para ingresar en los Capaazules podía tener la misma tasa que el mejor de los Caparoja. Un hecho totalmente injusto, si, pero no uno por el cual yo iba a quejarme.
Pero la rama con pero acogida era la alquimia. Solo los últimos días, cuando entrar en la mayoría de las otras ramas era un imposible los pretendientes a la Academia se animaban a ingresar en la alquimia. Y aún así siempre era una de las ramas menos pobladas.

Pero como todo, aquello tenía una explicación. Para los nobles y comerciantes por regla general no era realmente un problema pagar de más. Muchos nobles se encargaban de pagar la matrícula de uno de los familiares de uno de sus caballeros, o enviaban allí a familiares que podían significar una molestia o carga. Incluso se había vuelto tradicional que dos casas se pusieran de acuerdo en enviar a sus hijos el mismo año y en la misma rama para que así pudiera nacer una amistad entre ellos. También era costumbre en algunos pueblos que la aldea reuniera el máximo de dinero para enviar a uno de los niños a la Academia. En lugares tan pequeños como esos era fácil distinguir una actitud y mirada espabilada ante una mirada perezosa y estúpida.
Pero nosotros no teníamos esa suerte. Si bien Owen nos había hecho entrega de una tablilla por valor de cinco dramines de mitrilo era difícil que aquello fuera suficiente para pagar la cuota de entrada de todos nosotros.

Para no pensar en todo ello y pasar los largos días nos entreteníamos simplemente paseando por las calles de la ciudadela. Las tabernas estaban sin habitaciones libres, dado que cada vez llegaban más y más opositores a mago.

Eso provocaba algunas escenas graciosas, como algunos nobles subidos de humos peleando en duelo por alquilar una habitación cochambrosa en el peor de los hostales, o simples carreteros que se habían hecho de oro vendiendo su habitación a un rico comerciante. También aparecían muchos carros que iban y volvían directamente de Waltz. Siempre que salíamos a pasear estaba atento por si veía a Reks, pero algo me decía que no vería al joven mago hasta pasado un tiempo.
Otros nobles levantaron enormes pabellones en los campos de alrededor, con sus escudos y emblemas en alto, como si una parodia de ejercito se tratara.

 -Ese hombre nos lleva siguiendo desde que llegamos aquí-dijo la tercera noche Nolan mientras cenábamos en la taberna.

 -Yo también me había fijado-aseguró Johan.
 -¿A que os referís?-pregunté. Yo no había notado nada, y por las caras de Nime y Kachess daba por sentado que ellos tampoco.

 -Aquél que está sentado en la esquina. El del anillo de oro en su mano izquierda-dijo Nolan. Cogió su jarra de cerveza y bebió exageradamente, señalando ligeramente con la cabeza en dirección hacía el hombre. La taberna siempre estaba abarrotada, pero esa noche la gente incluso bebía y hablaba de pie entre las mesas, por lo que era difícil ver hacía donde Nolan señalaba.

 -¿Seguro?¿Aquél chico tan feo?-preguntó Nime tras obsérvalo con disimulo.-No veo que interés puede tener en nosotros.

 -Pues nos lleva siguiendo desde que Owen y Mia se marcharon-aseguró Nolan-. Al principio no le dí importancia, pero pronto me dí cuenta que fuéramos donde fuéramos siempre se encontraba a unos metros de nosotros. No creo que sea una simple casualidad.
 -Tampoco creo que sea alguien peligroso. Fíjate, ni siquiera trata de ocultar su identidad como mago-razonó Kachess al ver la capa de color rojo del mago.
Mientras observábamos a nuestro supuesto perseguidor otro mago con grandes ojeras y aspecto cenizo se sentó a su lado. Ambos empezaron a charlar tranquilamente y el nuevo comensal pidió una ración de cena.
 -Definitivamente no parece alguien peligroso-insistió Kachess.

 -No, pero nunca te fíes de las apariencias-dije con el ceño fruncido-. Tal vez puede tener algún tipo de relación con el mago que nos atacó en el bosque.
 -Podría ser-me apoyó Nolan, recostándose en su silla-. Si es así, alguien más va a pagar por estos dedos-dijo levantado su mano enguantada.
 -Así no vamos a ninguna parte. Vamos a ver que se traen entre manos-dijo Johan poniéndose de pie.

 -No Johan, espera-dijo Nime intentando detenerlo. Pero ya era tarde.
Johan se encaminó con paso decidido hacía aquellos dos hombres bajo nuestra atenta mirada. O al menos esa era su intención, porque incluso con su desfachatez le era difícil avanzar más de un metro entre todo aquel gentío.

Los dos supuestos perseguidores no dejaban de charlar entre ellos, ajenos a todo lo que ocurría. Pero de pronto una de las camareras perdió el equilibrio y varios platos y vasos cayeron al suelo con gran estrépito. Los comensales se sobresaltaron, y mientras algunos reían otros se dedicaron a ayudar a la chica, creando una marea de cuerpos imposible de travesar.
Johan se inquietó e intentó avanzar a base de empujones contra la multitud sin demasiado resultado. Unos pocos segundos después la visión quedó despejada, pero Johan no avanzó más.
La mesa estaba vacía.
 -¿Veis? Teníamos razón-dijo al volver a su asiento.-Aquí se cuece algo.


El resto de días pasaron con total tranquilidad. Todos intentamos volver a ver a alguno de esos dos magos, pero parecía que ambos se habían esfumado o se habían cansado de seguirnos.
 Pagamos nuestra estancia en la taberna y volvimos de vuelta a la Academia, esta vez cargados con todas nuestras pertenencias. La Academia ofrecía un servicio de alojamiento y de comidas bastante austero, algo de lo que los nobles estudiantes llevaban años quejándose. Al parecer hubo un director que se quejó del sobrepeso que lucían la mayoría de nobles que llegaban allí y decidió ponerle solución. Los estudiantes continuaron quejándose durante años, pero ninguno de los posteriores directores había decidido cambiar esa norma.
 A decir verdad, los estudiantes llevaban quejándose años de todo. Pero allí su palabra valía tanto como la nuestra en Someland.
Cuando llegamos vimos que la Academia había organizado las gestiones en el mismo orden en el que los opositores habían realizado su examen, para así poder evitar aglomeraciones de gente. Una medida que demostró ser poco efectiva, puesto que tuvimos que unirnos a una cola que no parecía tener fin.
 -Debería haber comprado algo de comida-suspiró Johan mientras esperábamos- Me estoy muriendo de hambre. Y ni siquiera vemos la puerta.

 -Pues yo tengo el estomago cerrado-respondió Kachess-No puedo parar de darle vueltas a mi examen. Llevo un dramin de mitrilo y varios de plata, pero no se si será suficiente.
Los demás no hicieron caso a la cifra, pero me di cuenta de que Nime lo miró tan sorprendida como yo. Yo apenas había conseguido reunir un par de dramines de plata y varias monedas menores, y algo me decía que Nime tenía aún menos. De hecho, desde la declaración de Kachess que la chica no dejó de morderse el labio y mirar alrededor, nerviosa. Muchas de las ropas y joyas que llevaban los nobles de nuestro alrededor valían igual o más de lo que yo poseía, y eso era tremendamente desalentador.
 -¿Que podríamos hacer si no nos llega?-pregunté, intentado que pareciera una pregunta causal. Pero no funcionó.
 -Te lo prestaremos-contestó Johan.- El último día, antes de irnos, vendí todos los animales y carros que pertenecían a mi padre. Nadie puede cuidar de ellos, y ya no tenían ningún uso. Junto con los ahorros previos que he estado guardando a lo largo de los años y todo el dinero que mi padre tenía escondido. Debo de tener dramines por valor de más de diez mil dramines de cobre. Sin contar mi parte de Owen, por supuesto.
Abrí los ojos de forma desorbitada ante tal cifra. Incluso los nobles que nos rodeaban se giraron para ver a quien pertenecía tal bolsa. Tal cantidad era suficiente como para comprar una de las casas del lado norte de Someland, con su cuadra y caballos incluidos, y vivir unos cuantos años con cierta tranquilidad.
 -Así que sobre la matrícula no te preocupes-continuó Johan.- Total, llevo años dando por hecho que aún con la ayuda de Owen tendré que pagar de mi bolsillo para que Nolan entre.
Nolan lo miró por encima, pero no entró en su juego.
El sol del mediodía empezaba a apretar para cuando por fin entramos en el edificio de gestiones. Era un edificio normal y corriente, muy ancho y espacioso, pero sin nada de especial. La única ornamentación eran algunos cuadros que ocupaban las paredes, con retratos de antiguos directores junto su nombre, fechas de ingreso y salida del cargo. Pese a que la Academia había sido fundada por varios magos, un enorme cuadro resaltaba entre los demás con el retrato de Baethoran el Archisabio, líder de los fundadores del lugar.

Al fondo de la sala solo había una larga mesa con funcionarios detrás, ocupados con la enorme tarea que tenían por delante. Kachess, impaciente por saber su matrícula, fue el primero en hablar con uno de los funcionarios. No puede evitar sonreír al verle mordisquearse las uñas mientras el chico de la mesa buscaba con desesperante tranquilidad en uno de sus cuadernos.

El funcionario del lado quedó libre y hablé con el chico que había detrás de la mesa. Su rostro indicaba un aburrimiento colosal.
 -¿Nombre y rama a opositar?-preguntó con voz monótona.
 -Balwind, Capaazul-dije con el estomago encogido. Ocultos en algún lugar, mis nervios al fin habían salido a flote.
El funcionario cogió uno de los cuatro libros que tenía delante -un cuaderno azul con una gran medialuna blanca en su portada- y repasó los nombres y resultados hasta llegar al mio
 -Balwind, has dicho, ¿verdad?-asentí con la cabeza-Admitido, con un coste de matrícula de...¿un dramin de plata?-dijo extrañado.
 -Al parecer hay un par con cuotas muy bajas este año-señaló uno de sus compañeros-. Lo cierto es que las antiguas altas cuotas son un poco absurdas a estas alturas. Tal vez sea una nueva política de la Academia.
 -Esta bien. Un dramin de plata-sentenció el chico-. Tienes  una semana para pagar la tasa, o pagar ahora si la tienes encima.

 -Ahora, por supuesto-dije mientras rebuscaba en mi bolsa la pequeña y reluciente moneda. Estaba tan nervioso que cuando la encontré casi se me resbaló de los dedos.
 -Muy bien, espera un segundo-dijo mientras cogía la moneda y escribía algo en la libreta azul.

Una vez formalizada la inscripción el chico rebuscó en una de las cajas que tenía a su lado y extrajo una delgadísima capa azul celeste y idéntica a la anterior pero mucho más gruesa y de mejor calidad. Luego rebuscó en otra caja mucho más pequeño y me hizo entrega de las dos capas junto un broche plateado con la forma de media luna.
Finalmente cogió una especie de sello, lo empapó en una extraña tinta dorada y me hizo un gesto para que le diera mi mano.
 -Este sello te acredita como estudiante. Con luz morada se puede ver. Para un mago es muy fácil de crear, pero no hay forma de hacerlo para el resto de la gente-explicó el funcionario mientras me estampaba con firmeza el sello en la mano. Cuando lo retiró no apareció nada, pero el chico colocó su mano sobre la mía, una luz morada apareció y un símbolo se dejó ver en el dorso de mi mano- Como ya debes saber, las clases empiezan la semana que viene. Nuestros ayudantes repartirán a lo largo de las semana los horarios y una lista con las diferentes asignaturas que cursar ¡Siguiente, por favor!
De pronto un noble orondo me apartó de un empujón y soltó su nombre al funcionario, que se puso de inmediato a rebuscar en el cuaderno rojo.

Mientras me alejaba orgulloso con mis dos capas entre mis manos pude ver a Nime un poco más lejos acabando de hacer su gestión, también con dos capas bajo sus manos. Miré si alguno de mis amigos aún seguía allí, pero no parecía el caso, así que me uní a Nime y ambos salimos del abarrotado recinto.
Una vez fuera localicé al resto de mis amigos bajo la sombra de uno de los edificios.
 -Tres dramines de plata-exclamó orgulloso Nolan-.¿Y vosotros?

 -Dos de plata-contesté también con orgullo.
 -Un dramin de plata y uno de hierro-dijo sonriente Nime.

 -¿Tan poco? Increíble. Realmente necesitan chicas en los Caparoja-opinó Johan-. Dos dramines de plata también-añadió de pasada.
 -¿Y tu, Kachess?
 -Dos dramines de oro y uno de plata-admitió Kachess con aspecto sombrío.

La cifra me sorprendió. Kachess no había dejado de repetir lo mal que le había ido el examen, pero escucharle decir lo mal que se le daba todo no era algo poco habitual.
 Nime pasó un brazo en el hombro de Kachess.
 -¿Has escuchado las cifras de los demás, verdad?

 -Al tipo que estaba delante mio le han hecho pagar una matrícula de cinco dramines de mitrilo-dijo riendo Nolan.
 -Yo también he visto casos así-contribuyó Johan en la conversación para animar a Kachess.
 -¿Y para que querrá tanto dinero la Academia?-pregunté.
 -¿Has visto esto? ¡Es enorme!-expuso Nolan abriendo los brazos, intentando demostrar que no podía abarcar todo aquello-. Mantener todo esto en buen estado no debe ser barato. Más los materiales, el sueldo de los maestros, las armas de prácticas...
 -Ya lo veo, ya-dije algo molesto por el tono condescendiente de Nolan-. Pero contando todos los alumnos de cada año y las tasas de los demás sigue siendo mucho.
 -En realidad no. Es irónico, pero al final todo el dinero de más que pagan los Caparojas van para vosotros y lo Capamalvas-dijo Kachess, señalando la capa que tenía entre mis manos-. Los materiales de la alquimia y la siderurgia son extremadamente caros, y si cada alumno tiene que hacer uso de ellos al final el gasto de la Academia aumenta considerablemente.

 -Si es así es muy injusto-opinó Nolan-. Deberían pagar ellos la tasa más alta.
 -Oferta y demanda. No puedes pretender que unos pocos Capaazules y Capamalva paguemos más que un montón de Caparojas-dije defendiendo mi rama.
 -Vamos, ¿que más da? Al fin y al cabo nosotros apenas hemos pagado nada-cortó Nime-. Y maldita sea, ¡hemos conseguido entrar!
 -La de chicas que nos esperan aquí-dijo un sonriente Johan, devorando sin disimulo a las numerosas chicas que volteaban por nuestro alrededor. Llevaba siendo amigo de Johan tanto tiempo como para no sorprenderme al ver que muchas de ellas le devolvían la mirada junto a una sonrisa juguetona-. Venga, vamos a por nuestras habitaciones.
Cada uno de nosotros cogió su capa más delgada y se la colocó en su espalda con evidentes muestras de alegría. El tamaño de las capas era el ideal para cada uno de nosotros.

 -Me siento extraño-dije al acabar de abrochar mi broche. Pese a ser una capa sencilla y más bien pobre, su significado me hizo sentir como otra persona. Cómo si todo aquello no pudiera estar pasándome a mi.

  -Yo me siento un poco sucia-dijo Nime sin dejar de mirar su capa con cierto aire de disgusto-. A saber que pensarían nuestros antiguos vecinos de vernos así.
 -Yo me preguntó cuantos de estos se creen con derecho a liquidarnos-dijo en cambio Nolan, mirando con desprecio a algunos de los chicos que iban de aquí para allá con aire altivo. Como si el lugar fuera completamente suyo y estuvieran por encima de los demás-. Y como nos tratarían si supieran de donde venimos.
La expresión de Nime cambió de inmediato.

 -Si, tienes razón. Ya tengo ganas de empezar a practicar y hacerles morder el polvo.
Finalmente nos pusimos en marcha, siguiendo a la marea de personas que se dirigían hacía el mismo lugar.
Fuimos por el mismo camino de la otra vez, hacía el camino de la izquierda, solo que esta vez nadie nos aturó. Pasamos por la fila de edificios hasta llegar a una bifurcación.

A la derecha, subiendo una pequeña colina verde el camino llegaba hasta unos edificios hechos con una piedras similar a la del suelo, mientras que el otro camino descendía recto hasta una imponente plaza circular.
 -Aquello es Coliseo-señaló Nime-. Allí fue nosotros hicimos el examen. Es enorme, pero aún así apenas cabíamos en las mesas y sillas que colocaron, así que muchos hicieron el examen en las gradas.
 -Nosotros lo hicimos en aquél edificio de allí-dijo Kachess un poco después. A nuestra derecha, algo alejado del resto de edificaciones se encontraba un edificio alto y ancho de piedra blanca. Contaba con un jardín lleno de color y vida en su parte delantera, pero desde esa distancia pocos más detalles se podían ver.
 -Es bastante bonito. ¿Cómo se llama?-preguntó Nime.
 -Enfermerías. En la parte trasera, bajando la colina, hay un lago gigantesco. Creo que me no me molestará pasarme largas horas allí-dijo Kachess. Su felicidad por formar parte de los Capaverde era más que evidente-. ¿Y tú donde hiciste el examen, Balwind?

 -Justo en la otra punta, en un edificio llamado Hornos. Ni siquiera se ve desde aquí-expliqué a mis amigos. El día estaba completamente despejado, excepto por un par de nubes blancas que se mecían perezosas en el aire. Pero el edificio estaba realmente lejos, y desde aquella distancia apenas era una mancha en el horizonte-. ¿Veis aquellas columnas de humo?-intenté sin embargo.
 -¿Aquello tan lejos? Creo que si que lo veo. Me compadezco de ti-dijo Johan dándome palmaditas en la espalda sin dejar de mirar al horizonte.

 -Espero que las clases no empiecen muy pronto. No quiero tener que levantarme media hora antes que vosotros por culpa de las distancias.
 -Bueno, Enfermerías tampoco queda del todo cerca, así que...vaya.
Kachess calló de pronto. Y entendí perfectamente el porque.
Habíamos acabado de ascender el pequeño camino. Delante nuestro había otra plaza con una fuente en el medio, y a su alrededor se alzaban tres edificios en forma de “U” invertida, todos hechos con aquella misma piedra negra. Los edificios paralelos eran prácticamente iguales, pero el edificio central era a efectos prácticos una mansión, coronada por una gran campana plateada.
 -Increíble-Lo dije desde lo más hondo de mi corazón. Hasta aquél momento nunca hubiera creído que un edificio pudiera ser así de sobreacojedor.
 -No os hagáis ilusiones, que ese debe ser el de los maestros-señaló Johan con una sonrisa triste en sus labios-. ¿Lo veis? Las chicas están yendo hacía el edificio de la izquierda, mientras que los chicos van al de la derecha. Estas deben ser nuestras habitaciones.
 -¿Y aquél edificio?-señaló Nime. Junto al edificio de las chicas había otro mucho más bajo pero mucho más ancho.

 -Ya lo averiguaremos después-dije algo excitado-. Quiero dejar mis cosas y ver el resto de la Academia.
Sin esperar al resto de mis amigos me dirigí hacía nuestro edificio. Tal como imaginaba ellos me siguieron poco después. Excepto Nime, claro, que se dirigió sola hacía su edificio.
El vestíbulo del lugar no era gran cosa. Había una actividad frenética, pese a que unos cuantos chicos se encargaban de repartir las llaves, aclarar dudad y explicar el funcionamiento general.
 -Bienvenidos a Alojamientos-repetía uno de ellos-. Formad parejas para vuestras habitaciones. Si no contáis con una pareja se os asignará un compañero al azar. Cualquier duda o queja dirigíos a cualquiera con una capa gris.
 -Balwind conmigo, por supuesto-pidió de inmediato Johan.
Asentí, pero no sabía cómo sentirme. Quería a Johan como a un hermano, pero podía imaginar perfectamente los problemas que podría traer el convivir con él.
Nolan y Kachess tampoco parecían convencidos de compartir habitación juntos.
 -¿Roncas?-Fue lo primero que preguntó Kachess.
 -Solo cuando estoy cansado o he comido mucho-confesó Nolan.
 -Lo que es habitual.
 -Si, pero soy bastante ordenado-dijo cómo para compensar-. Tampoco creo que tu seas perfecto.
 -Me gusta leer hasta tarde si tengo la oportunidad-convino Kachess-. Así que la luz tal vez pueda molestarte. Pero seguro que encontraremos la solución.
Pronto los trabajadores de Alojamientos demostraron su práctica y buen hacer y el vestíbulo se fue vaciando a una velocidad asombrosa.
 -Los alumnos de primer año tenéis vuestras habitaciones en el último piso-dijo uno de ellos a la vez que nos entregaba una llave y atendía de inmediato a dos alumnos más detrás nuestro.
Subimos nuestras cosas por las escaleras hacía nuestra habitación, algo fácil de decir pero que nos tomó su tiempo. Una vez arriba, sudorosos y cansados por el esfuerzo, vimos el ajetreo que había. Nobles escandalizados ante la sencillez de las habitaciones -dos simple camas, una pequeña mesa con una jarra, un armario y dos arcones-, nobles que no dejaban de quejarse por tener que compartir habitación e incluso vi al noble gordo que me había empujado en gestiones totalmente empapado de sudor por el esfuerzo de subir sus cosas maldecir por tener que subir todas sus cosas el solo.
La habitación de Kachess y Nolan daba hacía Enfermerías y el lago, mientras que la nuestra -justo al delante-daba con vistas al patio y el Coliseo.
Al entrar a nuestra habitación Johan dejó sus pertenencias tiradas de cualquier manera y se lanzó sobre su cama con un gemido de placer.
 -No entiendo como esos idiotas pueden quejarse tanto. ¡Esto es el paraíso!
Por mi parte coloqué mis cosas en el armario y mi arcón y me asome por el gran ventanal de nuestra habitación. A aquella altura se sentía una ligera y fresca brisa de aire puro con el que me inunde los pulmones.
 -Si que es realmente el paraíso-admití.
Me quedé un rato mirando las banderas del Coliseo ondear al son del aire, ensimismado en mis pensamientos. Johan hacía rato que se había dormido cuando algo llamó mi atención.
El Capanegra que había acompañado a Izuka me observaba directamente desde el patio, completamente inmóvil. Los alumnos pasaban a su alrededor sin fijarse en él, pero para mi no había nadie más en aquel patio. Lentamente, y sin dejar de mirarme a los ojos, levantó un brazo y hizo un pequeño chasquido con los dedos. Acto seguido una fuerte corriente de aire hizo chocar los ventanales contra la pared con violencia y me lanzó encima de la cama de Johan, que se despertó sobresaltado.
 -¿Que cojones haces?-dijo enfadado. Y sin pensarlo me soltó un fuerte coscorrón.
 -¡A sido ese Capanegra!-expliqué indignado, frotándome en el lugar del golpe. Rápidamente me incorporé y me asomé de nuevo la ventana, pero el mago ya no estaba.
Suspiré y me deje caer en mi cama.
 Ese mago era solo un veterano que quería divertirse, y yo solo era uno de los muchos novatos que pretendía asustar. O al menos esa era la única explicación un poco razonable que logré encontrar
Johan volvió a dormirse al instante y sin apenas darme cuenta le seguí poco después.
Estaba medio dormido cuando alguien picó a la puerta con fuerza repetidamente. Cuando abrí me encontré con Nime y una chica completamente desconocida.
 -Vaya, me imaginaba algo así-dijo Nime con desdén al ver a Johan durmiendo encima de un cojín lleno de sus propias babas en una graciosa postura.-  El primer día aquí y ya estáis vagueando. En fin, he pensado que estaría bien que conocierais a mi compañera de habitación.
 -Encantada-dijo la chica que la acompañaba, saludando con una pequeña reverencia. Tenía el pelo largo y liso de un intenso color azul , y la cara pálida llena de pequeñas pecas del mismo color, especialmente por encima de la nariz. En otras chicas seguramente le hubieran quedado fuera de lugar, pero que en su caso la embellecían. Por su porte y color de pelo y piel parecía ser de Lotz. No me sorprendió ver en su espalda una capa de color verde-. Mi nombre es Marion.
 -Yo soy Balwind, un placer-dije respondiendo también con una ridícula reverencia. Nime rió por lo bajo, pero Marion parecía complacida- El...bueno, el es Johan-dije señalando a mi compañero y amigo.
Nime entró en la habitación y saltó encima de Johan con todo su peso. Éste se despertó hecho una furia e intentó alcanzar a la chica, que casi se ahogaba con su propia risa. Cuando Johan consiguió atraparla Nime intentó hablar mientras seguía riendo.
 -Ella es Marion, mi compañera de habitación-dijo ahora más calmada, señalando a la chica.
Johan giró su cabeza y se sorprendió de ver a la chica allí. Marion le sonrió con calidez, suficiente para que Johan se recompusiera rápidamente. Acercándose a ella e cogió una de sus pálidas manos, poso sus labios sobre ella con una pequeña reverencia y miró a la chica a los ojos.
 -Johan de Someland, un placer mi lady-se presentó Johan con petulancia.
Marion, con voz firme, soltó un escueto “gracias” y apartó la mano.
 -No dejes que este capullo te engañe. Seguramente cualquiera de tus caballos es más inteligente que él. Y menos animal-dijo Nime mientras le daba una patada al trasero de Johan, que aún se encontraba medio encorvado por la reverencia y casi estuvo apunto de caerse.- He descubierto que el edificio de al lado de Alojamientos femeninos es la Cantina, y ahora habíamos decidido probar a ver que tal. ¿Os apuntáis?
 -Por supuesto-respondió Johan mientras me empujaba fuera de la habitación, antes de que pudiera negarme. Pero lo cierto es que estaba hambriento- Comida y buena compañía-dijo guiñándole un ojo a Marion.-¿Qué más se puede pedir?
La chica volvió a ruborizarse y le dio la espalda a Johan, que me sonrió con vehemencia. Suspiré pensando en la pobre Melanie, y en los largos meses que me esperaban por delante con él. Cada vez tenía más claro que Kachess había sido el afortunado.
Esperamos unos minutos mientras Nime golpeaba a la puerta de Kachess y Nolan, pero parecía que no se encontraban allí.
 -Que raro. Ya te los presentare más tarde-se disculpó Nime con Marion.
Sin más preámbulos bajamos las escaleras y nos dirigimos hacía la Cantina. Mientras atravesamos el patio eché una mirada a los ventanales del edificio de los maestros, esperando ver al Capanegra detrás de uno de ellos. Pero no parecía que estuviera rondado por allí.

 -Que buen huele-dije olvidándome de todo lo demás al acercarnos a la Cantina. Mi estómago rugió con fuerza, hablando más alto y claro que mis propias palabras.

La Cantina no era la gran cosa. Un edificio ancho y plano llena de mesas, sillas y bancos colocadas en paralelo con mesas llena de comida al fondo junto a una gran cocina llena de trabajadores. De hecho, aquello me recordaba muchísimo al local de Sonia, sólo que más grande y lujoso. Pero curiosamente no tan limpio.

 -Mira a esos dos patanes-dijo Nime, negando con la cabeza.
La Cantina estaba llena de otros nuevos estudiantes que también parecían hambrientos, pero Nolan y Kachess eran perfectamente visibles. Ambos se encontraban en una de las mesas con sendas bandejas llenas de comida, devorando platos de todos tipos.
Cuando nos acercamos Kachess pareció avergonzado.
 -Vaya, hola-dijo con la boca lleno. Entonces se dio cuenta de lo que estaba haciendo y hizo un esfuerzo par acabar de tragar-. OS hemos llamado pero estabais durmiendo-se defendió-. Y no había forma de encontrar a Nime, así que...

 -¿Cómo se hace para coger la comida?¿Hay que pagar o algo?-preguntó Johan con los ojos clavados en las bandejas llenas de comida, ignorando por completo a Kachess.
 -Hay que ir a aquellas mesas del fondo, coges una de estas-dijo Nolan señalando su bandeja- y te sirves todo lo que quieras.

 -Ahora vuelvo-anunció Johan.
 -Lo de Johan es increíble-dijo Nime con tono reprobatorio. Entonces me pilló observando la bandeja de Nolan y dejó ir un suspiro-. Claro que tu tampoco te quedas atrás. En fin, como la cortesía a muerto vayamos a por algo de comer. Esta es Marion, por cierto. Ellos son Kachess y Nolan-presentó Nime a Kachess y Nolan.
Kachess extendió su mano, pero al darse cuenta que estaba manchada de salsa la retiró con una sonrisa avergonzada. Nolan se limitó a saludar con una inclinación de cabeza y siguió con lo suyo.
Volvimos un poco después con nuestras bandejas llenas. Había un estofado un tanto extraño que me había llenado la atención, pero por el momento me había decidido por tomar comida Selki.
 -No me puedo creer que vayamos a comer así todos los días-me relamí.
 -Daba por hecho que no pertenecéis a la nobleza, ¿pero de donde habéis salido vosotros?-preguntó con curiosidad Marion. Me gustó el tono de la pregunta, la cuál no contenía ningún tipo de reproche o rechazo; solo curiosidad pura y dura.
 -Es una larga historia-aseguré sin saber como abordar el tema. Era obvio que no debía confesar nuestro humilde origen, pues podría generar algunas preguntas comprometidas. Miré a mis amigos para ver si alguno decía algo, pero todos se encontraban absortos en su comida, y ni siquiera parecían haberse percatado de la pregunta. Así que decidí ganar tiempo.- ¿Tu de donde vienes?¿De la nobleza Eorian?
 -Todo el mundo cree eso, pero no. No del todo cómo mínimo-respondió Marion-. Mi padre es lord Fabel Culbert de Frisia, al nordeste de Loradinas. Allí nací y allí me críe, pero mi madre es lady Gelian Barthorian de Vielha. Una Eorian, vaya. Tiene un hermano mayor con el que no se lleva bien, y por eso nunca he visto Vielha, pero de ahí viene mi aspecto.
Me alegré de no haber probado bocado, porque seguramente lo hubiera escupido por la impresión de aquellas palabras. Al saber de su posición y condición de pronto me sentí sucio, inculto y estúpido.
Nolan no ocultó su impresión.
 -Podríamos secuestrarte y pedir un rescate por ti. Lord Nolan de Frisia suena realmente  bien.
 -Sigue comiendo, por favor-suspiró Nime sin dejar de comer. Pero cuando Marion río la broma de Nolan observó por unos segundos con expresión escéptica a su nueva compañera de habitación.

Marion nos contó algunas cosas de Frisia, que no me pareció demasiado diferente a cualquier otra región de Someland. A ninguno de nosotros nos pasó por alto que Marion explicaba algunos detalles que cualquiera con una posición digna debería saber, lo cual era tranquilizador y irritante a la vez. ¿Tan obvia era nuestra condición?

Finalmente fuimos a dar una vuelta para acabar de ver los alrededores y límites de la Academia, pero como íbamos hablando y a un ritmo realmente lento apenas pudimos ver el lago de cerca y los jardines de la Academia. Cuando aquella noche me acosté con el estómago lleno y un futuro emocionante y prometedor me sentí cómo nunca antes lo había hecho.
Por fin había llegado.

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