Her Heart Feels // (CAMREN)

Від vainilla_green

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La vida de Camila Cabello cambia en tan sólo un instante en el que lo pierde todo, un accidente que la deja c... Більше

PRÓLOGO
Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Capítulo Once
Capítulo Doce
Capítulo Trece
Capítulo Catorce
Capítulo Quince

Capítulo Cuatro

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Su respiración se volvía mucho más irregular, manteniendo sus ojos completamente cerrados, incapaces de abrirse por lo menos hasta que finalizara uno de los muchos recuerdos de su infancia.

Los iluminados rayos de sol se filtraban por la ventana corrediza de la habitación que conectaba a un lado del jardín trasero, la mañana parecía pintar tranquila y fresca, su despertador sonó un poco con la melodía tan ruidosa que tenía, se maldijo por haberla elegido, alargo su brazo hasta posponerla para despertarla por lo menos pasados cinco minutos más. Unos pasos al interior de la habitación le advertían que no estaba sola. Apenas podía identificar de quien se trataba, con cuidado sentándose al borde de la cama individual, unas manos conocidas y suaves, retiraban los mechones rebeldes en su frente.

-Camila, la alarma sonara una vez más, no podrás evitarlo. Necesitas levantarte, llegaras tarde al colegio y tu hermana te está esperando en el comedor. –Hablo en un tono delicado.

-Mamá, necesito dormir un poco más. Sofía puede adelantarse e irse. –Suplicaba, recostándose en el respaldo de su cama. –Además, las clases que tendré ahora están más que aprendidas, me las sé cómo escribir mi nombre. Nadie me extrañaría si faltase. –De eso estaba muy segura, sus compañeros difícilmente la aceptaban en los equipos de trabajo, ellos decían que era una presumida sabelotodo y el hecho que compartieran algo les causaba repulsión porque su madre al ser tan reconocida compraba a sus maestros para obtener las perfectas calificaciones que le entregaban cada mes. Era otra historia con Sofía, se la pasaba rodeada de amigos por su gran capacidad comunicativa, el colegio le daba igual, si quería entraba a sus clases, si no estaba dispuesta a sufrir el calvario pedía pases para ir al baño hasta que llegaba el receso, su gran sueño era el modelaje y para eso no necesitaba estudiar, necesitaba lo que ya tenía "belleza". –Podría quedarme y ayudarte a dibujar o colorear los diseños que quieras. –Su rostro se iluminó ante la idea de pasar más tiempo con Sinu.

Vio cómo su madre le dirigía una mirada tranquila, acercándose más a ella, tomando una de sus manos para darle suaves caricias. A veces era la única en el mundo que la entendía, era muy tímida cuando sólo tenía nueve años por lo tanto entablar una conversación con cualquier persona le daba terror.

-Mi amor, no hace falta que busques excusas para quedarte. De sobra conoces que quisiera pasar la mayoría del tiempo contigo y tu hermana. –No aparto la mirada de ella.

-¡¿Pero?! – Soltó su agarre para cruzarse de brazos. Enojada frunció el ceño.

-Pero, muchas veces tienes que hacer cosas que no deseas porque es lo correcto. No espero que lo entiendas ahora Camila, eres solo una niña pero cuando te conviertas en una hermosa mujer lograras entenderlo. –Sonrío con sus ojos brillosos. –Para que eso suceda, como una persona sensata te levantaras e iras a tus clases, no permitas que te afecte lo que digan tus compañeros, ellos solamente se sienten intimidados porque no cuentan con una memoria fotográfica y una gran capacidad para diseñar. –Abandono su asiento, para inclinarse y depositar un casto beso en su mejilla izquierda. –No lo olvides, lo único importante es lo que tú tienes aquí. –Coloco su mano sobre su corazón, presionándolo solo un poco, en seguida camino hasta tomar el pomo de la puerta dejándola entre abierta. –Te esperamos abajo. –Con eso último, cerró para darle espacio de bañarse y cambiarse.

Las lágrimas que de sus ojos brotaban corriendo por sus mejillas húmedas, la traían de vuelta a la fría habitación de su residencia, logrando abrir sus ojos por completo. No había descansado lo suficiente, comprobándolo en el reloj de mesa al lado de su cama, aún era de madrugada, si tomaba una ducha justó ahora llegaría antes que Dinah a la oficina, o lo que es incluso peor llegaría antes que todos sus empleados. Quienes seguramente la considerarían una adicta al trabajo por no decir otras cosas. Si algo tenía claro era despejarse y que mejor forma de diseñar algo.

Buscó en unos cajones de abajo algún papel de los que siempre guardaba cuando quería solo hacer bosquejos, nada concreto. Se encontró con dos páginas de Opalina, con eso le bastaba. Tomo un lápiz de dibujo de los que conservaba en su estuche habitual junto a su segundo juego de colores, los primeros seguían esparcidos en su oficina. Llevó todo hasta su cama, se recostó sobre la pared doblando sus piernas y empezó a trazar.

Por lo general no planificaba ningún diseño, hacía lo que sus manos querían, para que al final observase el trabajo hecho, pocas veces realizaba algunas mejoras en lo que pensaba podría verse mejor. Cuando finalizo los trazos se esmeró en difuminar perfectamente el negro a lo largo del papel, la poca luz que tenía consigo era todo lo que necesitaba. Al terminar recorrió con la yema de sus dedos aun manchados a lo largo del papel, las líneas de la mujer que conocía perfectamente. Si su memoria no le fallaba la había dibujado tal cual se presentó ante ella, su cabello oscuro cayéndole en cascadas, sus ojos completamente verdes, su vestido con el escote en v que dejaba ver sus grandes pechos, bajando hasta sus rodillas, los tacones de aguja haciéndola ver mucho más alta con su semblante serio.

Aquello parecía un retrato si era sincera con ella misma, se esmeró mucho más en que quedase perfecto, no era para menos. Su presencia le alteraba hasta la mínima cantidad de partículas en su piel. Suspiró mientras sonaba la alarma, obligándola a pararse y apagarla, era la primera vez que sonaba en al menos cuatro años y medio, involuntariamente claro está. El dibujo consumió parte de la madrugada, ni siquiera sintió lo rápido que el tiempo caminaba. Se le haría tarde si no se apresuraba.

Como si de un vidrio se tratase, con cuidado guardo el dibujo en el primer cajón, junto a la tarjeta de la abogada, lo mantendría ahí seguro como un secreto más de su penosa y miserable vida.

Se vistió a la velocidad de un rayo, bajó hasta la cocina buscando algo en las alacenas, tomo una de las ocho galletas que contenían el paquete, guardándola en su cartera, para comérsela luego. No pudo evitar tomar un plátano de la canasta de fruta que requería su atención. Completado el desayuno, abrió el Audi para llegar a su habitual vida en la oficina, a mitad de calle se quedó cuando una llamada entrante en su móvil se anunció.

-¿Diga? –Puso el manos libres mientras aceleraba.

-¡Camila! –La voz de un animado Alejandro le saludo. –No creía que sería fácil llamarte y me contestaras al primer tono. -Ni ella misma se lo hubiese creído, maldijo descolgar y ni siquiera prestarle atención al nombre. -¿Te deje sin palabras? –Sonrió al otro lado de la línea.

-Disculpa, ¿Podrías repetir de nuevo lo que me has dicho? –Se detuvo dándole el paso a una anciana, saludando agradecida.

-Te pregunté si te apetece almorzar conmigo ahora. –La quería ver justo ¿Ahora?, Si la había visto hace dos días.

-¿Ahora? –Desconcertada preguntó.

-Sí, quiero hablar contigo hija. ¿No estás tan ocupada verdad? –Alejandro quería ¿Hablar? Pero ¿Sobre qué? Su memoria comenzó a dar vueltas. ¡No!, no puede ser, acaso la abogada le habría dicho lo grosera que fue con ella, y él quería reprenderla. Sólo eso le hacía falta.

-Claro, mándame la direcc...- No la dejo terminar cuando este se le adelanto.

-No me has entendido Camila. Quiero que vengas al bufete, de aquí saldremos al restaurante que elijas. –Pérdida, así estaba. Seguramente la quería ahí para enfrentarse a Lauren Jauregui y explicar de frente a Alejandro su comportamiento.

-Papá no creo que sea buena idea. Tengo tanto tiempo de no llegar que se me ha olvidado la dirección. –Mintió esperando se lo creyera completo.

-No te quieras hacer la lista conmigo. –Dejo escapar una risa suave. –Tienes la mejor memoria fotográfica de todo el país, sería casi imposible siquiera el que olvidaras algo. –Ahí estaba de nuevo descubierta, preguntándose ¿Cómo un don puede ser tu mayor destrucción? Definitivamente era buen título de libro aplicado a su vida.

-De acuerdo, estaré ahí alrededor de dos horas. –Derrotada finalizó la llamada sin esperar la respuesta de Alejandro.

Transcurrido el tiempo de espera, entre firmar una montaña de papeles autorizando la entrega de ropa, Dinah entrando sin tocar antes para dejarle recordatorios y llamadas internacionales finalizadas en diferentes idiomas, llego hasta el gran edificio del "Bufete Cabello". Mantenía la misma apariencia que años atrás, su papá no era de los que se preocupaban por lucir un buen rotulo a las afueras como reconocimiento del lugar, sino el luchar por la inocencia de las personas que eran incriminadas injustamente lo hacía abrirse paso al éxito.

Después de estacionar su Audi, subió las gradas que la llevarían hasta el tercer nivel en recepción. Ahora se acordaba porque nunca lo visitaba tan a menudo, a diferencia de su oficina que contaba con una infinidad de elevadores y las gradas de emergencias obligatorias qué casi nadie utilizaba, este edificio tenía estos tres niveles de gradas como única entrada o salida.

Al encaminarse directo al gran salón formal, para identificar en qué nivel estaba la oficina de Alejandro, un castaño de ojos grises como nubes a punto de dejar caer una lluvia en pleno invierno le interrumpió su trayecto. Recorría su cuerpo como si de carne se tratase, ella lidiaba a diario o al menos en algún evento de pasarelas con este tipo de personas, le parecía indignante como los hombres ni siquiera intentan disimular un poco.

-Así que, ¿Cuál es tu destino hermosa? –La interrogo sin alejarse de ella hasta estar completamente enfrente obstruyéndole la vista del elevador.

-La oficina de Alejandro Cabello. ¿Sabes que piso es? –Mantuvo su semblante serio para su gusto, con eso solo consiguió una media sonrisa del chico.

-Puedo decirte. –Expresó malicioso. – ¿Pero que ganaría yo? ¿Me darías tu nombre a cambio? ¿Tu número de teléfono quizá? –Estaba coqueteando con ella, ni siquiera recordaba lo que era. Durante su tiempo en la universidad el único novio que había tenido tras dos años de relación con altos y bajos llegó a su fin cuando decidió especializarse en el extranjero, una relación a distancia no funcionaría para ambos, así que quedaron en buenos términos.

-Si no me lo dices ahora, tal vez no lo sabrás. –Necesitaba el número, se sentía asfixiada del castaño, que no lo pensó cuando guiño su ojo derecho.

-Piso cinco. –Soltó sin más. –Soy Matt Hells, si el viejo de Alejandro Cabello no soluciona el inconveniente, puedes buscarme soy un excelente abogado. –Se hizo a un lado para que pudiese pasar. Le había llamado viejo a su papá y ni siquiera sabía quién era ella.

-Gracias por tu ofrecimiento. –El elevador se abrió introduciéndose en él hasta presionar el botón cinco.

-Espera. Ya te dije el piso. ¿Cómo te llamas? –Coloco una mano en la puerta de metal para evitar se cerrase.

-Cierto. –Dijo sonriendo de lado solo un poco. –Soy la hija de Alejandro Cabello, al que acabas de llamar viejo. –Sin más dejándolo completamente apenado y aturdido, desapareció llegando al piso cinco.

Tenía que admitir disfrutar ver la cara del chico, ni siquiera le hubiese pasado por su mente el parentesco que existía sorprendiéndolo al instante. Cuando se adentró a lo largo de la estancia, pasando puerta por puerta se preguntaba cuál de ellas sería la de Alejandro. Incluso no dejaba de darle vueltas al hecho que si en lugar del castaño la pelinegra se hubiese aparecido frente a ella no hubiese logrado pronunciar algo coherente ni mucho menos esperaría palabras amables de parte suya, pero a estas alturas probablemente solo trabajara medio turno o su oficina se encontraría en otro piso impidiéndole verla una vez más. Se detuvo ante las perfectas letras enmarcadas en negro leyéndose "Alejandro Cabello" con un fondo dorado. Inhalo profundamente dando leves golpes en la madera anunciándose.

El hombre de traje azul marino frente a ella se encontraba caminando alrededor de su silla habitual, suspirando y dando indicaciones al otro lado de la línea, tomo la pluma que permanecía en su bolsillo derecho anotando una serie de números en un papel desgatado de su libreta especial. Examino alrededor suyo lo amplio de la habitación, no había cambiado casi nada. Un cuadro en forma de barco posado en un puerto se asomaba por arriba de una pequeña librera que contenía una infinita cantidad de libros sobre derecho y unas novelas judiciales más. Su mirada se detuvo frente al porta retrato en su escritorio, era su madre con un vestido aqua de estampados ligeros sonriendo a la cámara, no estaba sola junto a ella una niña de melena risada sostenía una muñeca orgullosa era Sofía, y al fondo casi como una sombra la silueta de otra niña recogía una pequeña tortuga, sin duda era ella ajena al momento de la foto. Ojala se hubiese dado cuenta.

Después de un par de protestas y acuerdos, se sentó cansando, brindándole una de sus mejores sonrisas a su hija, conocía de sobra lo que se venía.

-Has llegado justo a tiempo. –Levanto su manga para mirar el reloj negro de muñeca. – ¿No se te hizo difícil llegar hasta mi oficina? –Interrogo tranquilo.

-No, conocía el camino. Lo que si no me esperaba son esos insoportables escalones que tienes como entrada, pensaba que sólo tal vez los hubieses cambiado por un elevador, no lo sé. –Rodo los ojos.

-Nunca he pensado en cambiarlos, de hecho a las personas les resulta más sano hacer un poco de ejercicio de vez en cuando. –Dejo escapar una amplia sonrisa, siempre se quejaba cuando era una adolescente de esas gradas infernales.

-Me lo puedo imaginar. –Irónica comento. –Así que... ¿Quieres hablar conmigo de algo? –Dudosa de su respuesta, tenía que hacerle frente a los comentarios que seguramente Lauren le menciono a su padre.

-¿Tan evidente puedo ser? –Rasco el puente de su nariz.

-¿Quieres saberlo? –Se acomodó mejor en su asiento. –Mira papá, lo que te dijeron de mí, no es cierto. Puede ser un poco cierto pero puedo explicarlo no tienes por qué darle más vueltas. –Soltó sin más quedándose sin aire. Al notar como la mirada de Alejandro confusa fruncía el ceño sin entender absolutamente nada, entendió lo precipitado de su parte al contar algo de lo que ni siquiera tenía idea. –Espera ¿No te han dicho? –Susurro con un hilo de voz.

-¿Decir me qué Camila? –No hubo respuesta. –Lo único que quería decirte es que no podría comer contigo hoy porque justamente hablaba con un cliente que quiere verme. En verdad lamento esto, el hacerte venir lo había olvidado por completo. –Apenado ubicó sus manos sobre el escritorio.

Estaba a punto de responder cuando una figura de medio cuerpo se asomó por la puerta introduciéndose por completo. Ni siquiera hubiese visto de quien se trataba hasta que su voz rasposa sonó por todo el lugar, moviendo algo en su interior.

-Alejandro los papeles... -Paro en secó al observar la otra persona que le acompañaba de espaldas, no tenía idea de quién era. –No sabía que tenías a un cliente dentro, esperare fuera. –Antes de siquiera darse la vuelta, Alejandro estaba a un lado de ella tomándola del brazo impidiéndole su salida.

-Lauren no me interrumpes. –Hablo encaminándola al interior. De hecho en mejor momento no hubieses venido, déjame presentarte a mi hija Camila Cabello. –Abrió sus ojos como platos, la tenía frente a ella luego del incidente en "Cabellos Art & Designs". No podía ser, tanto tiempo llevaba esperando una tan solo oportunidad de encontrársela y ahí estaba ante ella. Su vestimenta era mucho menos formal, de chaqueta oscura con unos vaqueros rotos de su rodilla, agregados unos botines negros que le hacían juego. Su rostro permanecía neutro, sus ojos estaban más oscuros de lo que podía recordar. –Hija, ella es Lauren Jauregui abogada estrella de mi bufete y mano derecha. –Termino de hablar su padre ajeno a los hechos pasados. Claro está, ellas se conocían de una forma no muy peculiar. Estaba helada por no decir paralizada, ¿Qué tendría que hacer? Darle la mano apretándola formalmente. Acercarse y darle un beso en su mejilla como amigas de toda la vida.

-Encantada. –Extendió su mano cubierta por dos anillos uno en forma de gema en tono verde oscuro y el otro redondo sencillo. Sostuvo su mirada sin sonreír, estaba siendo educada. Al entrar en contacto con su piel, surgió cierto efecto al instante. –No creo que sea tu abogada estrella Alejandro. –Alejo su mano del agarre sin esperar ninguna respuesta.

-Lo eres Lauren. –De regreso en su escritorio, noto como de pérdida estaba la mirada de Camila, el incómodo silencio que recorrió toda la habitación podía percibirse incluso fuera. – ¿Ya terminaste los papeles? –Se dirigió a Lauren.

-Sí. He terminado de fotocopiar algunos que nos quedaran como comprobantes. Todo está archivado. –Expresó seria en su papel de abogada. –Solo pasaba a decirte que estaré fuera de la oficina en estos momentos. ¿Se te ofrece algo más? –Hablaba con tanto profesionalismo que ni siquiera le afectaba su presencia, le dirigía pequeñas miradas observando su rostro relajado pero fastidiado, ansiaba poder ver esos ojos de nuevo.

-De hecho, me ha surgido un compromiso de último minuto. –Poso su mirada en Camila. -Me imagino que justo sales a comer, así que me preguntaba si Camila puede acompañarte. -Sacándola de sus pensamientos, noto como la pelinegra cerraba sus manos en torno a su chaqueta, parecía pensárselo, esta situación se estaba saliendo de control. En primer lugar por el hecho que ya tenía otros planes de los que desconocía si esto implicaba encontrarse con su novio o pretendiente que estaba segura no faltarían, amigos e incluso su familia. En segundo su padre ni siquiera le pregunto a ella directamente y tercero ¿En verdad Lauren estaría dispuesta a compartir un momento con ella?

-Está bien Alejandro. –Sonrió de lado al observar a su jefe de nuevo, en seguida saco su móvil rodando los ojos ante la notificación que le llegaba, guardándolo luego.

-Gracias Lauren. –Asintió agradecido. –Acompáñala Camila. Te llamaré luego. –Se despidió de ella con un abrazo que la tomo desprevenida, puso buena cara no quería que Lauren pensara que era una amargada con su propio padre. Suspirando siguió a la morena que caminaba directo al ascensor por el que había llegado hace rato.

La vista era perfecta, su cabello descendiendo a lo largo de su espalda con finas ondas que desaparecían al combinarse con el oscuro de su chaqueta, su caminar era firme muy segura de sí misma, percibía la colonia a cítricos con lirios y rosas que llevaba inundando sus fosas. Si no se equivocaba utilizaba un perfume Calvin Klein. Al momento de entrar le dio paso para que ella lo hiciera primero, haciéndose a un lado. Presiono el botón del lobby, cerrándose las puertas metálicas. A medida iban bajando, sólo podía escuchar los latidos de su corazón corriendo más de lo normal. Llevaba buen rato pensando sobre lo que hablarían, ¿Sería algo incómodo? ¿Alguna de las dos abandonaría primero? Ni siquiera conocía la verdadera opinión de Lauren, tal vez solo acepto por el hecho que su jefe le estaba preguntando. No podía negarse frente a él por temor a perder su puesto, No era correcto.

-Yo... -Diablos ni siquiera podía hablar y eso que iba seria mirando los botones ya conocidos del elevador, sin prestarle atención. Trago con dificultad. –No tienes por qué hacer esto. –Se detuvo cuando poso el verde sobre sus marrones en un tono inquisitivo. El color la desarmaba sin siquiera poner resistencia, era como una medicina para confesar sus más profundos temores, borrándolos al instante. Sin dejar huellas. –Puedo pasar comprando algo de camino a la oficina. Si te preocupa mi papá, puedo decirle que efectivamente almorzamos juntas. –Se regañó ante las ilógicas palabras que había dicho. Estaba liberándola absolutamente del compromiso dejando en sus manos el aceptar su propuesta o declinarla para comer juntas. Deseaba tanto que eligiera la segunda, quería conocerla un poco aunque no se vieran en otra ocasión.

Al no obtener respuesta, las puertas metálicas se abrieron por completo permitiéndoles salir, eso era todo, el final que nunca empezó. Paso al lado de ella haciéndose camino hasta llegar a las gradas que anteriormente había tomado, bajo su mirada rota por dentro al pensar en una posibilidad pero el silenció era su única respuesta, quería gritar, llorar por lo frustrada que estaba, pero lo haría sola sin nadie presente. Sintió como una delicada mano con un anillo en su pulgar y otro en el medio, tomaba parte de su brazo girándola hasta tenerla frente a ella. Su rostro parecía más relajado, confundido y nervioso.

-Camila no te vayas. –El sonido de su nombre en los labios de la ojiverde se escuchaba sublime. -¿Quieres acompañarme? –Bajo su mirada hasta el agarre en su brazo, retirándola sin mucha precisión. Anhelaba mantener el contacto pero debía darle espacio.

-¿No te importaría si aceptara? –Dudosa inquirió. Necesitaba escucharlo de sus labios. Respiraba pausadamente tomando sus manos evitando se notara el leve temblor característico cuando estaba nerviosa o agobiada.

-De ninguna manera. –Sonrió por primera vez. Su sonrisa llegaba hasta sus ojos, marcando unas pequeñas líneas en sus mejillas. – ¿Te parece comida china? –Asintió conforme con la propuesta, bajando las escaleras a su lado, la llevó hasta donde estaba estacionado el Dodge Coronet '70. Una figura femenina, apoyada en el capo las recibió, rodeando con mucha fuerza el cuerpo de Lauren sin previo aviso, regalándose amplias sonrisas, saludándose al mismo tiempo. Eso solamente lo tenía con Dinah, patética se sentía cuando intentaba abrazarla y ella se quedaba inmóvil sin ni siquiera saber cómo responder. Acostumbrada en su zona de confort no se atrevía a ir más a haya con alguien. Les dio espació para que se pusieran al tanto de sus vidas, no quería parecer una entrometida. Giro al observar como Lauren se acercaba.

-¡Laur no me lo puedo creer! –Se adelantó emocionada llegando hasta Camila. – ¡Desde cuando tienes por amiga a la asombrosa Camila Cabello! –Asombrada no dejaba de dar saltos en el mismo lugar. Se abalanzo sobre ella sin previo aviso hasta rodearla por completo. Lauren noto lo incomodo de aquello, así que retiro con cuidado a la morena de corto cabello negro con un cuerpo muy trabajado. –Normani Kordei, admiradora de tu gran trabajo. –Se llevó ambas manos a la cara sin creérselo.

-Mucho gusto. Ya sabes quién soy así que omitiré la parte en la que te digo mi nombre. –Quería sonar casual. Esperaba le resultara. Miro el rostro de Lauren, que fruncía su ceño acomodando su cabello, recibir tanta atención era muy incómodo, estaba segura que aquello le molestaba a Lauren pero era lo que ganaba con sus diseños. Personas conformes hablando de su trabajo. Normani al observar el rostro molesto de su mejor amiga y una Camila mirándola como pidiendo una disculpa, continuo hablando.

-Creo que se nos hace tarde. Necesitamos llegar cuanto antes para conseguir una mesa decente. –Abrió la puerta trasera del auto. Vio como Lauren subía al asiento del conductor invitándola a pasar. Se sentó en el espacio del copiloto, tomando en sus manos el cinturón de seguridad, justo cuando estaba por abrocharlo se detuvo el corrido de la hebilla. Intento bajarlo más pero no se podía. Sus manos fueron tomadas por las suaves de Lauren, dejando escapar el aire que contenían sus pulmones. Debía tener sus mejillas rojas del contacto y efecto que ejercía en ella.

-A veces solo tienes que bajarlo suavemente sin precisión para que llegue al lugar de destino. –Demasiado cerca se encontraba, podía sentir su aliento chocar en su rostro, el verde de sus ojos se hacían más profundos al observarlos de cerca, si se inclinaba un poco más quizá ella podría rosar... "¡En que estás pensando Camila!" Se reprendió sola.

-Lo repito de nuevo se hace tarde. –Lauren rodo los ojos perdiendo el contacto hasta posicionarse al volante de nuevo, encendió el motor. Sin antes dirigirle una mirada asesina por el retro visor a su mejor amiga, tan oportuna como siempre.

Al poco tiempo llegaron al restaurante chino favorito de ambas, del que Normani daba fe que su comida es como el cielo, deliciosa. Encontraron mesa al lado de una fuente antigua, con letras chinas alrededor. La vista era el mejor acompañante, podría apreciarse los arboles aparecer dejando caer hojas marchitas finalizando un ciclo más de vida. Lauren se sentó al medio de la mesa redonda, a un lado de Normani y otro de Camila.

-¿Están listas para ordenar? – Se acercó un señor de ojos achinados. Sacando su libreta para anotar.

-A mí me trae un Chop Suey, con un té de limón. –Hablo Lauren dejando el menú a un lado.

-Pediré un Chow Mein acompañado en salsa de la casa, pero sin cerdo y un té de limón. –El mesero anotaba lo que Camila ordenaba.

-Pediré algo diferente hoy. –Normani levanto su menú. –Me da un Pollo Gun ba. Sin salsa picante con la misma bebida. –El mesero parecía confuso sin entender lo que había dicho. -¿Qué pasa? –Interrogo.

-Disculpe pero lo quiere ¿"Gong bao" o "Kung pao"? –Normani sin entender nada miro a Lauren esperanzada que le ayudase.

-Ella desea un "Gong Bao". –Hablo en un perfecto acento. Sorprendida estaba Lauren no sabía que conocía dicho idioma. Normani en cambio asomaba una sonrisa en su rostro. El mesero las dejo solas.

-¿Hablas chino? ¿Entiendes la diferencia entre una cosa y la otra? –Confusa estaba la ojiverde nunca se imaginó aquello.

-Un poco. La diferencia entre el Gong bao y Kung pao es que el primero no tiene picante y el segundo lo trae. –No quería parecer una sabelotodo, solamente sintió la necesidad de ayudar a Normani con su elección.

-¡Dios eres la perfección andando! –Exclamo Normani venerándola. Un leve golpe debajo de la mesa le advirtió que se tranquilizara, Lauren seguramente. –Es que me parece increíble no solo sabes chino manejas al menos unos treinta y dos idiomas más, conoces diferentes platillos de cada cultura, incluso te has llevado los primeros lugares en todas las competencias existidas del colegio, instituto y universidad. –Las enumero uno a uno con sus dedos. Incomoda se removió un poco de su asiento, no le gustaba que las personas supieran todo de ella.

-Es muchísimo no te parece. Ser abogada te ha llevado a intuir ciertas cosas. –Bajo su mirada al mantel de ceda colocándoselo sobre sus piernas.

-¿Abogada? –Abrió su boca admirada. –Seguramente sería tan amargada como lo es Lauren. –Ella la miro seria mientras golpeaba levemente su hombro. –Soy periodista, trabajo en Daily Report. – ¿Periodista? Eso no pintaba nada bien, almorzando en una misma mesa que una periodista, no sabía ni que pensar. Por años se ha mantenido al margen, lo que la había llevado a crearse mala fama en los medios.

-No te preocupes, Normani es mi mejor amiga por lo tanto no ira directo a publicar algo de lo que digas aquí. –Lauren le dirigió una mirada tranquilizadora, hubiese querido que la reconfortara tomando su mano pero no pasaría los límites.

La comida llego de inmediato, al probar el Chow Mein comprobó lo que Normani le dijo al principio, la comida estaba exquisita, en el punto perfecto ningún otro restaurante se comparaba con este. Cerró sus ojos por un momento mientras se dejaba llevar deleitando su plato, comería mil más hasta probarlos todos. Lauren la veía disfrutando como si de una niña se tratara devorando su platillo favorito.

-¿Te ha gustado? –Curiosa le pregunto.

-¡Me ha encantado! –Sus ojos brillaban satisfactorios. -No se equivocaban al decir que era como tocar el cielo. –Normani le sonreía levantando su pulgar en aprobación terminando sus comidas.

-Bien después de esa tan maravillosa comida. –Limpio su boca, bebiendo de su té. ¿Podría preguntarte algo Camila? –Medio sonrió, asintiendo en respuesta. –Eres famosa y reconocida a nivel internacional, pero durante estos años no le has concedido ninguna entrevista o exclusiva a cualquier medio que te lo ha solicitado. ¿Por qué? Ganarías mucha más promoción. –Tal vez Lauren podría asegurarle que no publicaría lo que dijera, tenía que confiar en ella.

-¡Normani! –Negaba con su cabeza. –No tienes que responder Camila. –Su mirada se posó en el vaso al lado suyo.

-No hay problema Lauren. –Asintió dejándola continuar. -La razón Normani es que cuando comencé en esto no tenía idea que sería mundialmente reconocida, quería ganarme a las personas por el hecho que mi marca los hiciera sentirse cómodos con lo que vistieran y no por la fama que pudiera generar. No he dado exclusivas ni nada parecido, porque los medios se encargan de darle otro sentido a lo que realmente has dicho, es muy molesto cuando me siguen a las reuniones con clientes y proveedores en lugares públicos sacándome fotos sin darme cuenta. Se la pasan criticando lo que como, lo que llevo por ser diseñadora, con quienes salgo, puede ser muy cansado a veces. Pero por suerte mis diseños no son tan malos en su mayoría son de agrado por las personas alrededor del mundo. Lo agradezco infinitamente. –Sin palabras. Así las había dejado tanto a Lauren como Normani no articulaban palabra, hasta que se incorporaron de nuevo.

-Eso fue muy acertado Camila. –La morena se llevó una mano a su boca. –Si algún día decides hacer una entrevista no dudes en llamarme. Te aseguro diré las palabras tal cual lo has dicho. –Ahora podía confiar en ella plenamente, su amistad antes que su profesionalismo.

-Cuenta con ello. –Sonreía de lado, para ser la primera media sonrisa en años no estaba mal.

-Tengo algo más que me intriga. –Llamó la atención de ella. -¿En algún momento de tu adolescencia hiciste modelaje? – Al mencionar esa palabra su cuerpo se paralizo, bajo su mirada recorriendo el borde de la mesa, tensando su mandíbula.

-¿Modelar? ¿Quién te dijo eso? –Hablo en un hilo de voz, tenía que irse con cuidado.

-Sólo lo leí en un blog por ahí. La imagen de una chica muy parecida a ti resaltaba la publicación aunque su rostro estaba algo distorsionado llegué a pensar que eras tú, pero ¿No lo eres verdad? –Por debajo de la mesa, Lauren golpeó su rodilla para hacer que guardara silencio.

-No. No lo soy. –Sentía su cuerpo temblar, recordando la única persona que era participe en esos eventos su gemela Sofía. No esperaba que los medios se mantuvieran callados después de la gran cantidad de dinero y negociaciones de Alejandro Cabello para ocultarlo. La verdad que nunca sería expuesta, Su hija asesina a su propia hermana en un accidente automovilístico. Algo dentro de ella se removió impidiéndole tranquilizarse.

-Seguro solo es una mentira más Camila. –Intento relajarla un poco, su mirada estaba pérdida.

-Discúlpenme, necesito ir al baño. –Sin esperar ninguna respuesta, desapareció sin más, sus manos no soportarían los insistentes temblores que la recorrían, necesitaba escapar, tomar aire, el baño era su única opción, los rápidos latidos de su corazón le impedían escuchar alrededor, tropezando por las sillas y escalones del lugar, cerro con fuerza la puerta apoyándose sobre los lavados mirándose al espejo, su color había desaparecido por completo, brotando de su frente pequeñas gotas de sudor.

-Tranquilízate Camila, no puedes permitirte un ataque de ansiedad en estos momentos. –Cerró sus ojos apretando sus manos sobre el lavado con sus nudillos blancos. –Rojo con amarillo tienes naranja, azul con rojo tienes violeta, blanco con rojo tienes rosa, azul con amarillo tienes verde. –Susurraba para ella, el recordar cómo combinar los colores le ayudaba de cierta forma a calmar sus emociones por un momento, confiaba le resultara. Lo descubrió en una de sus pasadas sesiones con Ally Brooke Psicológica especialista en traumas severos a quién no veía desde hace más de un año. Un leve golpe a la puerta hizo sobre saltarla.

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¿Qué tal les va pareciendo la historia? Gracias a las que se pasan a leerla. Dejen sus comentarios y votos para continuarla. 

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