A través del Cristal

By MarianaAnderson

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¿Alguna vez te preguntaste, como seria vivir dentro de una pecera, una jaula, o incluso dentro de una caja? Y... More

0. Claustrofobia.
1 - Un día no tan común.
2. Una Tarde Caótica
3. Del otro lado
4. El niño a través del cristal.
5. Restos de un pasado lejano
6. Exaltado.
7. Tempestad Existencial.
8. Despertar.
9. Al igual que tu.
10. Susurro.
11. Consejo.
12. Si tenemos suerte.
13. Un Incentivo.
14. Juegos del Pasado.
15. Entre espasmos y lágrimas.
16. Sin piedad.
17. El tercer motivo.
18. Número de Ciudadano.
20. Claro de Luna Artificial.
21. En la mira.
22. Descontrol.
23. Encerrado.
24. Tu idea de Misericordia.
25. Quiebre Suicida.
26. Lo primero y lo último.
27. Miriam.
28. Y ¿Quién es...?
29. El llanto del Caos.
30. Salida de Emergencia.
31. El Consuelo de la Luz Roja.
32. El Escape.
33. Realidad o Sueño. (1/2)
34. Realidad o Sueño (2/2)
35. Expediente.
36. Roto

19. La vie en Rose

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By MarianaAnderson



<<Los cuervos anuncian desgracia. De eso estoy seguro. Pero, curiosamente, nunca he visto a uno solo al acecho. Me pregunto si, entonces... ¿Él fue el mensajero de mi desgracia?>>


*


El leve murmullo del motor sumado al suave desliz de las llantas sobre el liso asfalto, durmieron los sentidos del pequeño Armando de antaño. Con el brazalete apretando su muñeca derecha y con el cinturón de seguridad ajustado a su pequeño pecho que subía y bajaba por el lento vaivén de su respiración, dormía plácidamente en el asiento trasero de esa negra camioneta en la que lo habían recluido.

Los dos hombres que iban adelante guardaban total silencio. No por cuidar el sueño del niño. Era solo que no había nada que decir.

Habían gastado suficientes energías por ese día y todo lo que querían, por lo menos así lo deseaba Nariz Grande, era terminar el trabajo, volver a casa y descansar. Mastodonte, que iba sentado en el asiento del copiloto, por otra parte, permanecía tan hermético e inmóvil como siempre. Parecía ser alguien a quien las palabras no le hacían falta. Un ser cuya existencia solo estaba hecha para acatar órdenes.

Dejando el sonido de la camioneta de lado, todo estaba envuelto por un silencio abrumador. El dolor, la ira y la tristeza de la pérdida, se encontraban apaciguados por el sueño en el que Armando cayó rendido con la esperanza de que la trágica noche solo fuese una ilusión.

Cuando Armando despertó, impulsado por un fuerte tambaleo del auto, miró por la ventana intentando ubicarse dentro de ese pequeño mapa mental de lugares que conocía a la perfección, para caer en la cuenta de que no conocía ese sitio. Era un lugar boscoso, oscuro, distante y callado. Parecía peligroso.

Sin embargo, a pesar del miedo que sentía al ver las enormes sombras amorfas de los árboles, no podía despegar la vista del exterior, completamente hipnotizado por su belleza salvaje y natural.

Alcanzó a ver por el rabillo del ojo, como Nariz Grande, quizás irritado por el silencio, encendió el estéreo, dejando sonar casi al instante un suave solo de Jazz comandado por una trompeta. Y una vez el sólo termino, la voz ronca de un hombre comenzó a entonar palabras desconocidas para Armando. Lento. El ritmo era lento y romántico. Daba la sensación de que el hombre que cantaba dentro de la bocina, estaba profundamente enamorado.

―''La vie en Rose'' ¿Te gusta?―preguntó Nariz Grande, rompiendo el silencio y mirándolo por el espejo retrovisor. Una sonrisa distinta a las que le había mostrado antes se formó en su rostro. Podría ser por el cansancio- tal vez por la música- la razón por la que se mostraba ligeramente amable. Casi soñador. ―Es Jazz. La música más mágica que escucharas en lo que queda de tu vida...

―Si hablamos de música mágica, prefiero la música clásica. ―Fue lo único que Armando le dijo a ese hombre, como acto de rebelión. Tenía claro que luchar contra ellos le sería inútil. Lo entendió con aquel golpe qué lo dejó inmóvil. Ellos eran más fuertes, más capaces, más valientes. Mientras que el, solo era un niño débil. Miedoso. Incapaz aunque letalmente serio y orgulloso. ''Me temo que eres demasiado serio para vivir. ''Si, Margarita se lo había dicho aquella hermosa tarde de verano en la que, confundido por sus palabras, solo pudo correr a su regazo y abrazarla con ternura.


''Aunque no lo aparentas...'' la voz de su cabeza comenzó a hablar. '' Y te gusta mentir sobre tu edad, a tus nueve años eres terriblemente radical. ¿Crees que ganaras algo con rebelarte de manera tan infantil? ¿Tu querida Margarita volverá de entre las cenizas de tu destrozado hogar al intentar imponerte a estas alturas del Asesinato? Porque si, Tú la asesinaste. ''


―Yo no lo hice. ―murmuró lentamente. Contestando a la voz que provenía desde dentro de su cabecita castaña. Sus manitas comenzaron a temblar lentamente y los ojos, ya cristalinos, luchaban por retener las lágrimas.


''Claro que lo hiciste. ''Continuo ''De haber sido más fuerte, podrías haberla salvado...o como mínimo, morir a su lado. Morder, arañar, si fuese necesario arrancarle los ojos al desgraciado que le hizo daño, con tal de comprarle a la muerte unos minutos más de su precioso aliento. Pero no... Basto un simple golpe para doblarte, quebrantarte. Pudiste hacerlo mejor. De eso estoy seguro. Pero estabas tan concentrado en tu dolor, que no pensaste en el de ella. Hacerte la victima qué se lava las manos excusándose por ser débil parece ser tu habilidad. ''


―No lo hice...yo no podría. No... -


― ¿Qué tanto balbuceas niño? ― Nariz Grande lo miró, girándose hacia él. Esta vez había subido la el tono de su voz chillona haciendo que el hombre lo notara. Dispuesto a molestarlo para matar el tiempo comenzó a burlarse al ver el rostro rojo del niño que luchaba por no llorar.― ¿Qué? no me digas que vas a llorar. Primero causas las cosas y después te arrepientes y lloras...dime la verdad ¿Ya estas loquito? O ¿solo eres tonto? ―Era una pregunta que claramente no esperaba respuesta. ―Rayos, si fuese ese el caso no nos servirías de nada y todo este asunto se iría a la mier-


Y antes de terminar la oración, una gran luz apareció por debajo, a unos cuantos metros a delante. La camioneta se salió del camino al quedar cegado el conductor, y gracias a un gran estruendo que le siguió de cerca a la segadora luz proveniente del suelo, el conductor se alarmó y perdió por unos segundos el control del volante. ¿Por qué alguien habría de colocar explosivos en esa zona, los cuales se activaban con el movimiento? Nariz Grande luchó por mantener el control del auto una vez recobro la vista; por suerte el auto no se vio tan afectado como se esperaría. Algo había activado el explosivo antes de tiempo, avisándoles de su existencia y permitiéndoles escapar a tiempo. Sin embargo, al volver a retomar el camino, otro explosivo se activó y terminó destrozando casi por completo la parte izquierda de la camioneta. Justo el lado donde estaban Mastodonte - quien salto hacia un lado, junto al conductor- y Armando. A pocos centímetros de ser chamuscados, Armando sintió por primera vez en ese día, la absurda necesidad de huir. De escapar sin importarle nada más. Pero el miedo y la experiencia cercana a un desfiguramiento o peor, la muerte, inmovilizó su cuerpo, dejando que este, al igual que una sábana tendida al viento, se moviese de un lado a otro, al ritmo que indicaban las llantas de la camioneta.

― ¡Demonios!― exclamó Nariz Grande sosteniendo el volante con fuerza. ― Debes estar bromeando ¡Los frenos no sirven! ¡Los malditos frenos no sirven!

Paralizado por el miedo, Armando comenzó a pensar en lo conveniente de la situación. Estaba solo, después de todo. Y para vivir solo, más valía estar muerto. Lo único que le preocupaba, más que morir, era la forma en que lo haría. Quizás, al caer, morirá de asfixia, aplastado bajo los pesados escombros de una enorme camioneta de policía. O puede que de una manera menos dolorosa; un simple golpe en la nuca que le arrancara la vida. En el peor de los casos, expiar sus pecados muriendo de igual manera que Margarita. Carbonizado por las llamas del fuego.


'' ¿Expiar tus pecados? Vamos nene, no seas absurdo. ''

<<¿Está mal eso? ¿Dejarme morir aquí?>>

'' ¿Crees que mereces tan hermoso regalo después de lo que provocaste? Alguien como tú...la única forma en que alguien como tu pueda expiar sus pecados es sufriendo. Vivir muriendo es tu condena y tú única salvación. ''

''Si deseas salvación, Muévete o Muere''


Y como si recibiera un fuerte golpe, su adrenalina despertó, sacándolo por completo del shock y devolviéndole la movilidad a su cuerpo. Sin perder tiempo, Armando se puso en marcha. Desabrochó su cinturón y rápidamente se acercó a la puerta contigua, la que se encontraba detrás de Nariz Grande, dispuesto a abrirla y saltar de una vez por todas, no midiendo las consecuencias.

 ― ¡Estúpido niño, siéntate! ―creyó escuchar a Nariz Grande gritarle, pero el auto trastabillo por otra fuerte explosión proveniente del lado derecho. Armando, quien se deshizo del cinturón de seguridad, salió disparado y devuelto a su lugar por el impacto, golpeándose la cabeza en el techo.

Pequeños fragmentos de vidrio flotaban en cámara lenta mientras la misma luz abrasadora rodeaba el auto qué, al haber perdido las llantas del lado derecho, patinaba sin dirección alguna; De repente, Nariz Grande maldecía a todo pulmón, desgarrando el cielo con un aterrador grito.

― ¡QUEMA! ¡ME QUEMA!― Repetía una y otra vez mientras sujetaba su rostro y se retorcía en el asiento. ― ¡HAGAN ALGO! ¡ME QUEMA!― Mastodonte, por otra parte, lo miraba perplejo, sin saber que hacer al no recibir una orden precisa. Miraba a su superior, quien se deshacía por el dolor en el asiento y después, como si le pidiera socorro, miraba al niño que se encontraba aturdido entre el suelo y el asiento del auto.

Sin el conductor que dirigiera el curso de un auto sin frenos que seguía en movimiento por el impulso de la explosión, con solo un adulto, cuya vida tornaba a obedecer órdenes, y un niño a punto de desmayarse, el infierno que habían desatado en la casa del pequeño, se les había devuelto cual Boomerang en pleno vuelo.

El sonido de la explosión, de las llantas derrapando y de los cristales agrietándose, hasta qué inevitablemente se rompieron...todo paso tan rápido qué Armando apenas pudo notarlo: Mientras la camioneta rodeada en fuego comenzaba a deslizarse peligrosamente por el barranco, a lo lejos, pudo reconocerlo.

El corazón latió con fuerza. El miedo a caer y morir de la peor de las formas se disipó de inmediato mientras sus ojos luchaban por no perderlo de vista. No muy lejos de allí, con sus pies descalzos sobre la tierra húmeda de un bosque artificial, brillando entre la penumbra, esos hermosos ojos grises que días atrás contemplo lo miraban detenidamente.

― ¿Genaro?... ―susurró mientras el auto quedaba destrozado con cada giro, uno más rápido y letal que el anterior; visualizaba a esa persona que le habían asegurado, no era más que una proyección dañada del cristal. Todo se tiñó de negro por unos minutos. Y el fuego de una explosión provocada, seguía con su trabajo de destrucción sin juzgar a nadie. 

 Antes de perder el conocimiento por completo, escuchó la tierra siendo removida con brusquedad. Alguien corría colina abajo a su encuentro.






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