12. Si tenemos suerte.

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El humo del cigarro salió de entre sus labios, perdiéndose entre el gris de las nubes artificiales. Recargado en una pared carcomida por los años, daba golpecitos al suelo siguiendo el ritmo de una canción que solo resonaba dentro de su cabeza. Miraba hacia ambos lados de la calle. Podría llegar de pronto, por cualquier lugar y quizá él no se enteraría por descuidar las posibilidades. Sujetó el cigarro entre sus labios y busco en los bolsillos de su enorme chamarra de cuero marrón. Cuando por fin dio con el objeto, el cual era un reloj de correas de plástico desgastadas, miró la hora. Llevaba varios minutos de retraso. Se convenció, molesto, de que lo reprendería en cuanto lo viera. No se consideraba así mismo una persona paciente, y eso siempre lo tuvo más que presente, sin embargo, llevaba meses intentando cambiar ese pequeño defecto de fábrica. Llenó sus pulmones nuevamente con el humo caliente y mirando con afecto la colilla consumida, la tiró sobre la nieve.

Volvió a mirar el reloj: debía haber llegado a las nueve de la mañana y ya eran las nueve con quince. Recordó haber fijado esa hora por si el tiempo les era insuficiente; era una tarea dura, eso no lo negaba, pero tuvieron todo un día para llevarla a cabo. Cuando por fin se dispuso a encender otro cigarro, escuchó unos cuantos pasos ahogados entre la densa capa de nieve. Venían desde la izquierda, doblando la esquina.−Lamento la tardanza.− dijeron con gélida voz.

''Lamento la tardanza''...− repitió este enojado, guardando la colilla. –Espero que tengas una buena excusa, Garrett.− Gary no lo miró. Tampoco respondió.−¿Qué hay de Mirlet?− preguntó el hombre al ver que su taciturno acompañante ya solo llevaba una pequeña mochila consigo. – ¿Logró entregar los pedidos?

−Eso creo. Nos separamos como usted, señor Ernesto, nos ordenó. Tuvimos algunos problemas, es cierto. La ciudad es más grande de lo que parece y anduvimos vagando por un rato. También, la ventisca fue más grande y destructiva de lo que espere; creo que me equivoque al hacer los cálculos.

Ernesto negó con la cabeza. –No, lo hiciste a la perfección. Los daños fueron más grandes de lo esperado, ¿pero eso que? ¿acaso es malo para nosotros?...además, estos ineptos no saben lo que un verdadero huracán puede hacer. Lo que ocurrió aquí dentro, no fue más que una llovizna algo desorganizada. En fin. ¿Dónde quedaste con Mirlet?

−Nos veremos en la zona ''B'' calle: ***#0799.

−Tienes agallas para volver allá. Los policías han rodeado la zona, por lo menos, el área de control. Entrevistan a cualquier persona que vean pasando por ahí. Si los ven, pedirán su identificación de ciudadano. Y ustedes, mis niños, son una plaga no deseada aquí dentro; y por consiguiente, dudo que las plagas tengan identificación de ciudadano. Además, se les ordenó ''no'' desactivar las cámaras, ¿cierto?

−Exacto.

− Sé que no hay luz y eso dificulta el ver la cinta, pero cualquiera con una computadora portátil puede ver el vídeo si así gusta. Así que básicamente, podemos asegurar que en estos momentos ustedes son el blanco de la policía. Entonces, vuelvo a esto ¿Por qué ir a la boca del lobo? 

− ¿Ir? Yo jamás dije que iríamos. – Gary dijo extrañado, con una leve sonrisa en sus delgados labios.

−Condenado mocoso, acabas de decir...

−Quedamos de vernos en la zona B, es cierto, pero primero que nada, la calle ***#0799. Es parte de un área ''residencial'' y en verdad, la única que hay allí. No hay luz, las calles están cubiertas por nieve, y por lo que vi, algunos postes de electricidad se vinieron abajo. Esto nos da una ventaja: Los residentes de ahí aun no conocen nuestras caras ya que no hay televisores, redes, o señal para ponerlos en alerta. Por ahora, ellos viven con la firme convicción de que fue una enorme y desafortunada falla técnica. Tenemos algo de tiempo para lograr pasar al siguiente nivel.

A través del CristalWhere stories live. Discover now