Outlaw.

By hueleachxrros

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Las vidas de Gavin y Lauren han sido tan tranquilas como las de todo adolescente promedio. O eso es lo que to... More

Introducci贸n + Booktr谩iler
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Ep铆logo.
AVISO IMPORTANTE

17.

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By hueleachxrros


Capítulo 17.

LAUREN

Han pasado cinco semanas desde que vi a Gavin por última vez. Sigo manteniendo su teléfono conmigo y lo recargo cuando se le termina la batería, por si en algún momento se le ocurre llamar para decirme que está bien. Al menos que está vivo. Eso sería más que suficiente.

Dean me sonríe desde el otro lado del aula.

Hemos estado saliendo desde hace semana y media. Saliendo como pareja, porque he decidido darle una oportunidad. Él es un chico lindo y yo merezco salir con alguien como Dean. No es problemático, es respetuoso y me hace sentir feliz. Me hace olvidar por un momento de mis vanas preocupaciones por Gavin. No sé por qué he estado esperando su figura masculina presentándose en mi puerta...

Mi corazón todavía espera algo más de él.

Después de que la clase termina, me espera afuera del salón para tomar mi mano delicadamente y besa mis nudillos, sonriendo. Florence gruñe en cuanto nos ve. Al parecer no le agrada mucho la idea de que estemos saliendo.

—Dean, ¿puedo hablar con mi amiga un momento?

—Adelante —me suelta y, de inmediato, Flo rodea mis hombros con su brazo, alejándome de él.

—Amiga, sabía desde antes que eras una idiota. Lo supe desde que te conocí, pero ahora mismo estás reafirmándomelo.

—¿De qué hablas?

— ¿Dean? ¿En serio? —Murmura, como si le asqueara repetir su nombre—. Quiero decir, es guapo, nadie lo puede negar... Ni siquiera yo que me inclino hacia las mujeres, pero ¡maldita sea, Lauren! Tú no eres el tipo de chica que estaría como él. Según yo, todavía existe un cerebro en esa cabecita tuya.

Por una parte, no puedo negar que tiene razón. Yo nunca me imaginé a lado de Dean, porque lo creía como una persona algo diferente a mí.

Recuerdo que Gavin me abrazaba y, discretamente, me murmuraba al oído lo tontas que se veían todas sus novias y que aparentemente tenían dos dedos de frente. Yo, por obvias razones, me reía. Me parecía realmente gracioso porque era la maldita verdad: la mayoría huecas y cero interesantes.

—Como sea —digo, porque no tengo ganas de discutir a estas horas de la mañana. Mucho menos si se trata de mi vida amorosa recién estrenada—. Necesito ir a comprar unas cosas para mi madre en Maywood Park, ¿me acompañas?

—Sabes que ahí es donde está Gavin.

—Me importan tres kilos de mierda, Florence. A él dejamos de importarle así que ¿por qué no hacerle lo mismo?

—Estás siendo muy dura. No conoces las verdaderas razones que tuvo para huir.

Odio que lo defienda. No entiendo por qué lo hace.

Si tan sólo supiera en qué clase de cosas está metido, ni siquiera se le pasaría por la cabeza la idea de protegerlo y contradecirme. Estaría de acuerdo conmigo.

—¿Vas a acompañarme?

—Sabes que sí.

—Bien.

Me despido de ella con la mano y me dirijo hacia donde está Dean, esperándome como siempre con una enorme sonrisa en el rostro.

La realidad me golpea y sé que acabo de comportarme como una arpía con Florence. No lo merece, pero ya le pediré perdón más tarde.

Observo a Dean McShane durante unos segundos y sus facciones cambian rápidamente para hacerse idénticas a las de Gavin: lo veo en él, excepto que mi mejor amigo nunca sonreiría tanto. No le va ese gesto. Normalmente arrugaría el ceño, frunciría un poco los labios y se vería como un modelo profesional todo el tiempo.

Mierda, ¿significa que en serio lo extraño? Hace tiempo me prometí ya no pensar en él. Ya no intentaría rastrear su nuevo número telefónico ni iría por las calles pegando carteles de Se Busca.

Dean se acerca para besar delicadamente la comisura de mis labios, haciendo que su rostro vuelva a la normalidad para mí.

Gavin ya no está. No estará aquí hasta quién sabe cuándo.

[...]

—No vayas sola, por favor. Dile a Dean que te acompañe.

— ¡Mamá! Ya iré con Florence y te he dicho que no se llevan para nada bien —digo al tomar las llaves del auto. Juntarlos a ellos será como juntar a un perro y a un gato en una jaula. Y no un gato común y corriente: uno que en cuanto ve a cualquier persona se eriza y aterroriza a cualquiera.

—Ve con Dean.

—Madre...

—Ya que no está Gavin, está él. Me agrada tu nuevo novio —sonríe genuinamente y el corazón se me estruja—. Me gusta que estés con él.

Le digo que sí con la cabeza y me cuelgo la mochila en el hombro, lista para salir. Me despido con una mano y salgo al porche, donde Dean me está esperando con los brazos cruzados. ¿Por qué siempre está sonriéndome? Siento que no puedo tolerarlo. Es demasiado lindo para ser real... Para ser mi novio.

—Mamá quiere que me acompañes a Maywood.

—¿Tu madre? ¿Acaso tú no? —Se ríe, pero siento que no tiene una pizca de diversión.

—No lo sé, ¿quieres venir conmigo?

—Esa ha sido la peor invitación a salir de la vida.

—Lo siento, lo siento —le sonrío y planto un beso sonoro en su mejilla—. Por favor, ¿ven conmigo? Pasaremos por Florence y me aseguraré de que no se maten entre ustedes.

—Sabes que ella me odia y probablemente esto termine mal.

—No tenemos nada que perder. Vamos —estiro mi mano en su dirección para que la tome, pero sólo la mira. No sé si debo regresarla a su lugar original y me siento avergonzada. Después de unos segundos, decide tomarla y me lleva al auto. Me pide las llaves y él conduce hacia la casa de Florence. Sé que está nervioso por la forma en que respira y cómo tamborilea su dedo pulgar sobre el volante.

Flo me recibe con una sonrisa después de una seria disculpa de mi parte, pero sus labios se vuelven una línea delgada y firme al ver a Dean al volante.

Me mira con detenimiento y voltea los ojos. No hay nada que pueda decirme sobre él que me haga cambiar de opinión respecto a mi relación. Se supone que ella debería estar feliz por mí y porque por fin me di la oportunidad de salir con alguien.

—¿Qué es lo que necesita tu mamá?

—Telas. Iremos a Acanthus.

—Claro, sé llegar ahí —dice Dean.

—Genial —doy una palmada alegre para aliviar la tensión que se ha creado en el auto y escucho a Florence resoplar detrás de mí.

—Está siendo sarcástico. No tiene una puta idea.

—Ella tiene razón.

—Son idiotas ambos. Deja configuro el GPS.

—¿Idiota yo? —Se queja mi amiga. Aquí vamos—. El idiota aquí es otro queriéndose hacer el gracioso en vez de decirte que no sabe cómo llegar.

— ¿Quisieras... cerrar la boca durante un segundo? —Le pide con irritación el chico. Mierda, no quiero que todo se vaya al carajo tan rápido.

Florence se cruza de hombros y se limita a ver hacia afuera de la ventana.

Quiero llegar rápido.

¿Por qué mamá tenía que querer tanto a Dean?

Llegamos en trece minutos exactos y Flo es la primera en bajarse del auto.

Pero, en vez de dirigirse a la tienda de textiles, corre más allá, a un local de ropa. Río internamente y hago que Dean entre conmigo a comprar lo que me ha pedido mamá.

Si así es la única manera de mantener la tranquilidad entre lo tres, que se quede así entonces.

Todo esto de las telas es porque mi madre consiguió un nuevo trabajo. No le deja mucho, pero le deja algo. Es costurera de una importante diputada en Multnomah.

Dean no sabe nada de esto porque no es el momento para que se entere. Sólo le digo que es preciso comprarlas y él decide no hacer más preguntas.

Después de media hora intensamente larga intentando encontrar las mejores telas en cuanto a la calidad, Dean y yo salimos tomados de la mano hacia la tienda en donde está metida Florence. Al parecer no quiere salir de ahí, ya que en cuanto entro la veo con veinte mil blusas colgadas sobre los hombros y un par de vaqueros en sus brazos.

No hay manera de sacarla de aquí. La hemos perdido.

—Florence... —murmura Dean. Puedo jurar que está divirtiéndose con esto.

—Calla, no le digas nada o se quedará aquí más tiempo... ¡Mira esa camiseta! —Me dirijo a una prenda gris con la leyenda "not a morning person" y de inmediato busco una de mi talla.

Frente al aparador, comienza la sección de hombres. Antes compraba mi ropa ahí porque me gusta que las camisetas me queden grandes de vez en cuando: con unos jeans hasta la cintura se ven increíbles. A Gavin le gustaba.

Una chica pelirroja está buscando entre sudaderas negras, lo que se me hace raro porque, como ya mencioné, es ropa de hombre. Me fijo en ella porque es muy bonita y su cabello me hace sentir opacada, ya que el mío no es nada comparado con el suyo. Sonríe cuando encuentra la talla correcta y corre hacia el probador. Al igual que Florence, también lleva unos pantalones en el brazo.

Pasa las prendas por arriba de la puerta y se sienta en un sofá cercano a los probadores. Juega un momento con su teléfono y desvío la mirada de ella. Estoy siendo una acosadora.

Dean, de pronto, también se encuentra mirando la ropa. Estas tiendas tienen un poder increíble sobre todos nosotros, aparentemente.

Escucho a la pelirroja riéndose cuando se acerca a la caja registradora con el chico que acompaña.

El corazón se me cae directamente a los pies y siento que me mareo. Tengo que sostenerme del primer maniquí que encuentro para no desmayarme aquí mismo.

Gavin se ve sonriente. Jodidamente feliz, como si no hubiera dejado una vida atrás en Multnomah. Como si, de la nada, pudiera empezar desde cero a veintiún kilómetros de su verdadero hogar. De su familia. De sus amigos.

—¡Gavin!—grito su nombre desde el otro lado del local. Su sonrisa desaparece y rodea los hombros de la chica al mismo tiempo.

Él murmura algo al oído de ella y se separa con circunspección, como si en cualquier momento yo fuera a atacarlo como un león furioso.

Y, bueno, si usamos esa metáfora, Gavin es el maldito conejito indefenso y temeroso.

—Pensé que serías más inteligente y te irías mucho más jodidamente lejos —digo al mismo tiempo que él va acercándose a mí. Estoy nerviosa, muy nerviosa por volverlo a tener tan cerca. Aunque quiero negarlo, extraño sentirlo cada vez más pegado a mi cuerpo.

—Estás llamando la atención.

Mentira. Aquí sólo estamos Dean, Florence, Gavin, la chica pelirroja y yo. Y bueno, las dependientas encargadas, pero era todo.

Florence seguía absorta probándose ropa dentro del cubículo y Dean se ha dado cuenta hace dos segundos.

—Espera, espera, ¿estás aquí con él? —Me pregunta Gavin. Está molesto, pero nunca más que yo.

—Qué te importa. ¿Quién es ella? —La señalo descaradamente.

—Qué te importa —se burla—. Por dios, no pensé encontrarte aquí.

—¿Maywood? ¿Es en serio? —Ataco con sorna. Dean se acerca lentamente a nosotros, seguramente para evitar un escándalo. Escucho que una puerta rechinante se abre y me encuentro con Florence con una camiseta a medio poner. Se le ve casi todo el sostén.

—Vamos a otro lugar —toma rápidamente mi codo e intenta sacarme de la tienda. Su acompañante se muerde internamente las mejillas y me mira con curiosidad, mientras que Dean impide a toda costa que Gavin me lleve consigo.

—Déjala. Si tienes algo que decirle, que sea frente a todos.

—Si van a armar un espectáculo, que no sea en mi tienda, por favor —dice una de las dependientas. Gavin niega y aprovecho para soltarme de su agarre.

—Es sólo un malentendido —le sonrío e intento parecer convincente. Me acerco a Dean y me abraza por la cintura.

Gavin abre demasiado los ojos. Tanto que siento que se le van a salir en cualquier momento.

—No me digas que estás saliendo con éste imbécil.

—Llevamos poco tiempo, pero sí. Te has perdido de muchas cosas y el único imbécil aquí eres tú —aprovecho para encarar a la pelirroja y traga saliva fuertemente en cuanto me ve—. ¿Cómo te llamas?

—Georgene.

—Lindo nombre —es en serio. Estoy siendo sincera, porque a pesar de que Gavin tiene ganado todo mi desprecio, ella no tiene la culpa—. Hagamos esto como personas decentes y vayamos a otro lado. Necesito explicaciones.

—Yo también. ¿Dean McShane? ¿Es en serio, Ortells? —Menciona mi apellido con desdén y me aferro a la camiseta de Dean. Florence ha dejado toda la ropa que no va a comprar sobre el mostrador y nos ordena a todos, con firmeza, que es hora de irnos de aquí.

No quiero ni imaginar qué es lo que va a suceder.

Veo a una de las encargadas levantando el teléfono, seguramente para llamar a la policía, por lo que acelero el paso y hago que todos salgamos de la tienda de ropa.

—No voy a esperar tus estúpidas explicaciones —Gavin se levanta las mangas hasta los codos y se aproxima peligrosamente a Dean. Éste me pone detrás de él, como si eso fuera a evitar que yo le dé una golpiza a Bogasch.

No nos da tiempo de reaccionar, pues Gavin ha atestado el primer golpe en contra de Dean, justo sobre su nariz. Ya se la ha roto con anterioridad y no dudo que vuelva a hacerlo.

Jodida mierda. Veo sangre saliendo de las fosas nasales de mi novio, pero Florence evita que me acerque a ellos.

Georgene no puede creer lo que ve.

—Ya basta, Gavin —dice Dean, estirando el brazo para intentar calmarlo. Eso no va a ser posible. Gavin está demasiado enfadado, al igual que yo, y parece que nada va a detenerlo.

—Estás saliendo con mi mejor amiga. Sabes lo que eso implica, ¿cierto? Te lo advertí.

—Eso es patético —se burla él. Logra sentarse y se desliza hacia atrás con ayuda de sus pies—. Ella no es tu mejor amiga. Abandonaste a todos y ellos estaban olvidándote. Lauren estaba haciéndolo.

—¡Gavin, ya basta! —Florence termina por soltarme y me coloco entre ellos dos. Todo ocurre demasiado rápido y el puño de Gavin lo siento estrellándose contra mi mejilla.

El golpe me adormece la cara. Siento la sangre brotando tanto de mi boca como de mi nariz. Puedo jurar que ha comenzado a hincharse demasiado rápido.

Me ha golpeado. Gavin me golpeó.

—Lauren —mi nombre sale como un suspiro entre sus labios—. Lauren, lo siento, no quería hacer esto...

Alcanzo a ver cómo Dean aprovecha la distracción de Gavin. Se pone de pie con agilidad y deposita una fuerte patada en sus costillas.

Las sirenas del coche patrulla se escuchan muy cerca.

Demasiado cerca. Están dando la vuelta a la calle.

Dean se ocupa por atenderme: despeja todo mi cabello de mi rostro e intenta hacerme una coleta. Florence limpia mi sangre con su camiseta negra raída y Gavin está retorciéndose en el suelo.

Georgene ya no está.

Un policía se dirige hacia nosotros y obliga a Gavin a que se ponga de pie, ignorando por completo que él también ha sido golpeado. Después de todo, él fue el que comenzó esto.

Lo esposan.

Por primera vez lo veo así. El hombre que lo detiene comienza con la famosa Advertencia Miranda.

—Quedas detenido por alteración del orden público. Tienes derecho a guardar silencio. Cualquier cosa que digas puede y será usada en tu contra... —se toma su tiempo para observar el rostro de Gavin—. Carajo, hemos estado buscándote. No sólo tus padres, también muchas más denuncias... —carraspea—. Tienes derecho de hablar con un abogado, si no puedes pagarlo, se te asignará uno de oficio —termina de hablar y puedo ver una lágrima traicionera recorriendo toda su mejilla—. Estás metido en más cosas de las que crees.

Toma su cabeza y lo adentra a la fuerza en la patrulla.

Sus ojos son lo último que veo.

Lo saben. Saben todo lo que ha hecho.

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