Acepto... La Boda de Peeta y...

By LylaDoll

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Suspiros, gritos contenidos, lágrimas, emoción, en las caras extrañas y llenas de cirugías de la gente del Ca... More

PRÓLOGO
Capítulo 1
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Después de la ceremonia
Noche de Bodas
El chico del pan.
Realidades y Sueños
Tocar la realidad
Un paso atrás.
Con dificultad.
Lo pensaré...
Mi esposo
su esposa
En nuestros ojos
Positivo
Un dia antes
Mentores
Johana y Finnick
Felicitaciones
El intercambio
A lo que huele el dolor
Sin importar a quien
Aellise
Planes
Por un Panem Libre

La bienvenida.

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By LylaDoll


Un golpe me despierta, no he parado de soñar en toda la noche, aunque nada que pueda recordar.

Me siento moviendo un poco a Peeta que esta a mi lado.
El golpe proviene de la puerta.

—Puede entrar— digo muy bajo, tal vez ni siquiera escuchó quien sea que esté detrás; pero no es así, la puerta se abre y un hombre aparece. De inmediato siento mi pulso acelerarse, el hombre camina.

—¿Quién es usted?, ¿qué quiere?, ¡salga ahora!— empiezo a gritar.

Trato de levantarme, pero el hombre se mueve rápido tomandome de las piernas y me jala hacía abajo, grito a Peeta que esta dormido a mi lado, no me escucha.

Las manos del hombre empiezan a subir por mis piernas, y yo a gritar de terror porque sé lo que esto significa.

Doy patadas y grito, las manos no se detienen, la cama se mueve y ahora él sube sobre mí.

—Eres mía Katniss— susurra en mi oído y grito con todo mi ser.

—Katniss... Katniss...—
abro los ojos de golpe sentándome de inmediato y saliendo de la cama.

Veo a mi alrededor muerta de miedo, pero no hay nadie, solo Peeta que me observa con cuidado desde la cama.

—Tranquila, fue una pesadilla, solo una pesadilla.— Me extiende una mano y lo veo ser cuidadoso cuando camina hacía mí.

—¡No!— Lo paro antes que se acerque—. Espera, necesito...— y no sé qué más decir, las lágrimas llegan y no puedo detenerlas, jamás había soñado nada parecido, jamás. Y solo de recordarlo no puedo evitar el llanto.

Peeta se acerca a mí y me abraza, me hundo en su hombro y lloro desconsolada, lloro hasta cansarme.

—Estas a salvo, fue un sueño— Peeta me dice cada pocos minutos.

Yo sé que fue un sueño, pero después de "vivir" solo sueños llenos de sangre, "vivir" este es distinto, porque sé que si algo no cambia, terminará convirtiéndose en verdad.

Poco a poco, me lleva a la cama, me arropa, se acuesta a mi lado, me abraza. Sus manos son como escudo, siento protección en cada parte donde él toca: en mis hombros, en mis brazos, en mi pelo; la sensación que dejo el sueño empieza a desvanecerse, y poco a poco, sin palabras, caigo de nuevo dormida.

La luz del sol me obliga a abrir los ojos, Peeta no cerró la ventana y la luz entra directa a nosotros.

Peeta esta despierto observándome, lo veo, ambos frente a frente, y las cosas horribles que nos dijimos, regresan a mi memoria, y el llanto incontrolable después de despertar de ese horrible sueño, también.

—¿Dormiste algo?— le pregunto apenada, casi casi con un susurro.

—Sí, no mucho, pero lo suficiente— contesta a media voz. Luce tranquilo.

—¿Crees que deberíamos ir a desayunar?— No sé que hora sea pero mi reloj interno me dice que es hora de comer algo.

—Sí, será lo mejor, tengo hambre, ayer no probé nada en la boda— recuerda Peeta.

—Yo tampoco.

Nos levantamos y cada quien toma su turno para cambiarse en el baño.

Cuando estamos listos salimos.

El ruido en el comedor nos hace saber que ya están desayunando sin nosotros.

Aparecemos en la entrada y todos se giran para vernos.

—Bueno he perdido. Tenías razón, el hambre los obligó a salir de su nidito de amor— vocifera Haymitch muy alegre. Para haber estado tan ebrio ayer, me sorprende que luzca tan feliz.

Effie lo ve mal, ella a estado distinta desde que subimos al tren para iniciar este teatro. Creo que la mujer que acompaña a los camarógrafos es la culpable, la manera en que le sonríe a Haymitch es vergonzosa, así que me queda claro que el comentario de él sobre "tener razón" se lo hizo a ella.

Peeta y yo entramos sin decir nada, él por su lado y yo por el mío, nos servimos y nos sentamos a comer.

La mujer nos observa con detenimiento, sorprendida de nuestra evidente frialdad.

Haymitch nos hace gestos para que recordemos que seguimos siendo observados y el acto de "los recién casados" no puede terminar así como así.

Para explicar nuestra actitud digo:

—Aún estamos cansados, no recuerdo ni como llegue aquí.— Me meto una enorme cucharada en la boca para no hablar más.

Peeta come sin prestar atención a la mirada incisiva de la mujer y la de regaño de Haymitch, Effie aunque parezca sorprendente parece no darse cuenta de nada, su mirada de enojo sigue clavada en Haymitch.

Al ver que Peeta sigue ajeno a todo, le doy un leve golpe en la pierna y eso lo hace voltear.

Le digo con la mirada que vea a Haymitch. Eso es todo lo que necesita para darse cuenta que lo estamos haciendo mal.

Parece recuperarse de pronto y habla:
—No recomiendo beber esa cosa horrible que nos pusieron en la habitación, tengo el peor dolor de cabeza que he tenido en mi vida.— Peeta suena pesarozo y los demás sueltan a reír.

Haymitch hace burla porque no tenemos resistencia al alcohol. Peeta toma mi mano de mala gana, lo noto por la mirada incomoda que me dirije antes de hacerlo y eso me duele porque jamás había sucedido.

La platica entre los asistentes al desayuno se desarrolla sin necesidad de nuestra intervención nuevamente.

Terminamos de desayunar y Effie nos informa que nuestra llegada al distrito 4 esta por suceder.

Así que es allí a dónde nos llevan, pienso en que era lógico, no sé como no lo imaginé.

Nos piden ir a prepararnos y Peeta y yo obedecemos sin decir nada.
Él se levanta, da unos pasos y parece recordar algo, se detiene dando media vuelta para verme, me extiende la mano. Yo no quiero tomarla, pero oigo el suspiro de la mujer de las cámaras así que lo hago con una boba sonrisa.

Tomados de las manos nos dirigimos al compartimento, una vez cruzamos la puerta, yo lo suelto como si me quemara y sin decir palabra me voy al baño a cambiarme.

Salimos listos para nuestro siguiente espectáculo.

Sin necesidad que nadie nos recuerde lucir enamorados, nos tomamos la mano, salimos mientras los cámaras nos siguen. La recepción en el distrito es muy linda, hay poca gente, todos llevan flores que jamás he visto. Nos colocan en los brazos ramos de esa bella y extraña vegetación. Nos ofrecen una bebida que a primera vista luce buena, nos explican su significado y la tradición de que los recién casados la beban.

Tomamos una de la charola que nos extienden, pero antes de que toquemos con los labios el vaso, la imagen de un cubo de azúcar aparece en mi campo de visión.

—¿Quieres un azucarillo?— La voz melodiosa de un hombre interrumpe. Le veo: Finnick Odair. —Es mejor que le pongas un azucarillo, la bebida es muy mala, pero no se los digas a nuestras ancianas, se sentirían realmente mal; pero un poco de azúcar mejora el sabor— deja caer un cubo en mi vaso, y le pone otro igual al de Peeta.

Ambos lo vemos, Odair es una leyenda en Panem, el vencedor más chico en coronarse victorioso, con 14 años ganó sus juegos del hambre, con su apariencia es prácticamente irresistible para toda mujer viviente.

Para todas, menos para mí. Es demasiado guapo, perfecto en exceso, todas las alarmas se disparan solo al verlo, la fama de rompecorazones no es secreto.
Pero mientras pienso en eso, recuerdo las palabras de Snow: si se nos ocurre negarnos a algo cuando los intercambios inicien, tendremos las mismas consecuencias de Odair.
Me pregunto por primera vez
¿Qué le ha hecho Snow a este hermoso hombre?, ahora que conozco de lo que Snow es capaz, puedo asegurar que Odair está obligado a servir, que vive en carne propia lo que nos espera a Peeta y a mí.

Odair se mete un azucarillo a la boca y me sonríe, confirmando de  inmediato que tengo razón. Siento ganas de interrogarlo en la misma medida que pena por él, por mí. Sin proponérmelo le sonrió con sinceridad y bebo el liquido del vaso.

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