A través del Cristal

By MarianaAnderson

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¿Alguna vez te preguntaste, como seria vivir dentro de una pecera, una jaula, o incluso dentro de una caja? Y... More

0. Claustrofobia.
1 - Un día no tan común.
2. Una Tarde Caótica
3. Del otro lado
4. El niño a través del cristal.
5. Restos de un pasado lejano
7. Tempestad Existencial.
8. Despertar.
9. Al igual que tu.
10. Susurro.
11. Consejo.
12. Si tenemos suerte.
13. Un Incentivo.
14. Juegos del Pasado.
15. Entre espasmos y lágrimas.
16. Sin piedad.
17. El tercer motivo.
18. Número de Ciudadano.
19. La vie en Rose
20. Claro de Luna Artificial.
21. En la mira.
22. Descontrol.
23. Encerrado.
24. Tu idea de Misericordia.
25. Quiebre Suicida.
26. Lo primero y lo último.
27. Miriam.
28. Y ¿Quién es...?
29. El llanto del Caos.
30. Salida de Emergencia.
31. El Consuelo de la Luz Roja.
32. El Escape.
33. Realidad o Sueño. (1/2)
34. Realidad o Sueño (2/2)
35. Expediente.
36. Roto

6. Exaltado.

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By MarianaAnderson



El recibidor era enorme.

De pisos oscuros perfectamente pulidos que se extendían mas allá, a lo largo de un pasillo que se me mostraba infinito. Pudo sentirlo; mas allá, se encontraba el hombre que tenía todas las respuestas que necesitaba. 

Armando caminaba a toda prisa, intentando seguirle el paso al hombre, que se dirigía hacia el pasillo de donde la única luz provenía gracias a un gran patio con bancas donde sentarse y plantas que decoraban el lugar. El interior era mucho mejor que la fachada. Incluso llego a parecerle un lugar cómodo de habitar.

En el patio habían dos mujeres, cada una sentadas por separado. Una de ellas tejía bajo un árbol de buganvilias. La otra, solo permanecía sentada bajo un árbol de limones, cerca de donde el sol le prestaba un poco de su calor. Ambas eran mayores de los sesenta años. Años delatados por sus blanquecinos cabellos.

—El nombre del señor al que buscas, es Franz.—Dijo el hombre con voz lenta y pausada.

—¿Solo así? ¿Sin apellidos ni nada?— pregunto Armando, extrañado.

—"Franz'' es todo lo que debes saber. Ni más ni menos. —dijo sin mirarlo.

Caminaron hasta el final del pasillo, donde, a mano izquierda, dieron vuelta y subieron por unas anchas escaleras que se tornaban un poco más estrechas conforme subían.

—Está en el segundo piso. En la biblioteca. Tocaré, te presentaré y me marcharé. De ahí en más, lo que le digas será asunto tuyo. Si se pone violento...— le extendió la mano, dándole un pequeño aparato.— Presiona el botón y sal de ahí, de inmediato. ¿Entiendes?

El pequeño Armando de antaño asintió, tragando saliva y ocultando su creciente miedo. Comenzaba a lamentar no haber esperado a Ruth y los demás.

Una vez llegaron a la biblioteca y dando un par de golpecitos a la puerta que estaba abierta, el hombre comenzó:

—Muy buenos días, disculpe las molestias, señor Franz, pero un pequeño ha venido hasta acá solo para visitarlo. — le hizo una seña a Armando para que se acercara a él. Y dirigiéndose a Armando, dijo: –Saluda al señor, jovencito.

—¡Ah! ¡Si! ¡Muy buenos días!...señor Franz. Mi nombre es Armando. Es un verdadero placer...—Fue interrumpido por un fuerte ruido.

El señor Franz había dejado caer con fuerza un libro de considerable tamaño sobre la mesa. Sentado frente a esta, en un sillón individual, con una manta sobre su regazo y múltiples prendas para invierno, el señor Franz ni levantó la mirada para verlos. Pequeño y frágil, movió su temblorosa y arrugada mano sobre las hojas del libro.

—Bien, me paso a retirar.— Dijo el hombre con una sonrisa en su rostro.

Armando se quedó inmóvil, sin saber qué hacer mientras veía al hombre que lo recibió abandonarlo y volver a su puesto. Margarita le había dicho que sería imposible hacer hablar a ese hombre cuyo nombre ahora conocía. Hasta ese día, nadie lo había logrado. 

Lo miró temeroso desde la puerta. Era un hombre menudo, de apariencia frágil y movimientos lentos, que ignoraba su presencia sin el menor reparo. Dio unas cuantas hojeadas al enorme libro, mojando de vez en cuando con su lengua la punta de sus dedos.

Armando indeciso, dio unos cuantos pasos hacia él, recordando las palabras del hombre que lo recibió y que no habían sido para nada alentadoras. Miró al señor Franz. Al ver que no había cambios en su rostro, caminó hasta el, recorrió una silla de madera y se sentó al frente suyo.

Con ambos brazos cruzados sobre la mesa, miraba detenidamente al anciano Franz, dejando pasar diez minutos en los que el único movimiento allí, era el de las hojas que se cambiaban cada cierto tiempo y el de las manos de Armando, que jugueteaba levemente entre ellas.

—Q-quisiera hacerle una pregunta...señor Franz. —No obtuvo respuesta. Ni un movimiento distinto—V-vengo con usted, porque no tengo a nadie más que pueda ayudarme. No, mejor dicho, no hay nadie que pueda hacerlo aparte de usted. 

Armando lo miró expectante, pero no hubo una sola muestra de interés en él.

—El otro día...mejor dicho, anteayer, mientras jugaba en el patio de la mujer que cuida de mí, vi a alguien. Era muy extraño. Un niño, que aparentaba mi misma edad. El no..  —fue interrumpido abruptamente por un fuerte golpe en la mesa. Otra vez había golpeado la mesa con el libro. Armando se hizo a la idea de que su situación, era algo que no le importaba a ese pobre hombre, pero aun así, continuó:

—Su nombre es Geranium. Por lo menos así lo escribió. No hablamos el mismo idioma, y tampoco vivimos en el mismo ambiente. El...bueno, Margarita dice que nadie puede vivir allá afuera, pero estoy seguro de que él estaba al otro lado del cristal. — El hombre, que parecía ignorar todo lo que le decía el pequeño, de repente, escuchando esas palabras, reaccionó; sin embargo, no de la manera en que esperaba Armando.

Las pupilas se le dilataron y sus ojos se abrieron tanto como pudieron al igual que su boca desdentada, de donde dejaba salir una especie grito ronco y lleno de euforia. Alzó sus delgados brazos al techo y dando fuertes golpes a la mesa, terminó por aventarla a un lado de un solo movimiento. Parecía un lunático. La furia se dibujó en su arrugado rostro y como si fuese manipulado por delgados hilos invisibles para el ojo humano, se levantó de su sillón, escupiendo extraños ruidos que se asemejaban a palabras sin sentido ni orden para el pequeño Armando.

''ORIENS EX ALTO. MORS VENIT, HORA FUGIT. ''

Gritaba una y otra vez, aun mas exaltado. 

Cuando el señor Franz se acercó a Armando, este no dudó ni un segundo y salió corriendo, presionando el botón que aquel hombre le había indicado. En cuestión de segundos escuchó varios pasos subiendo a toda prisa por las escaleras. Dos enormes hombres vestidos de blanco entraron a la biblioteca. Uno de ellos sostenía una jeringa en una de sus manos, mientras que el otro, se acercaba con cuidado al anciano que aun profería palabras inteligibles para Armando. 

Lo último que alcanzó a ver fue cómo el más cercano a Franz, lo tomaba con brusquedad de ambos brazos, aprisionándolos a espaldas del anciano, que se removía con gran vigor y soltaba patadas que eran dirigidas al otro grandulón, que insertó con rapidez y algo de brusquedad la jeringa en el cuello del señor Franz. 

−Joven, creó que es todo por hoy— El hombre de piel pálida se paró frente a él, cerrando la puerta a sus espaldas y dejando que aquel par se encargara del viejo. —Y ha sido justo a tiempo. Ven conmigo, tu bocadillo está listo.− Diciendo esto, el hombre bajó las escaleras, siendo seguido por el tembloroso pequeño. 

Al final de las escaleras, otra puerta se encontraba. La abrió y caminando por otro largo pasillo alrededor del mismo patio, entraron por otra puerta, la cual los guiaba hacia la cocina. Ordenó al infante sentarse frente al pretil central y colocó un platito con un pedazo de pan recién horneado. El hombre extendió su mano frente a la cara de Armando y dijo: 

–Antes de comerlo, mira aquí. —Armando llevo a cabo la petición y miró la palma de su mano. Esta inmediatamente se fue hacia su nariz y con el dedo índice y el medio, jaló de esta con algo de fuerza.

—Es para el susto. Ahora, puedes comer tranquilo. 

−N-no me asusté.— dijo el pequeño acariciando su adolorida nariz. Tomó el pan y le dio una gran mordida.  

—Lo noté.— Dijo sarcastico — No pensé que durarías tanto. Digo, en sacarlo de quicio.

De la nada, el hombre de piel de papel había cambiado su tono de voz, haciéndolo más agradable y humano. No servía de nada torturar más al niño después de semejante escena. La diversión ya había pasado y debía actuar como un adulto condescendiente. –Cuando termines, por favor, retírate. Ya sabes el camino.

—¿Siempre es...así?

—¿Así de inestable? Claro. Es por eso que nadie lo visita ya. Además, no es como si fuese a contestar las preguntas que alguien le haga.

—Sí, escuche algo así...

—¿Y aun así viniste? —Armando asintió con la cabeza lentamente.

—Bien. Ha sido inútil. Tú mismo lo viste. ¡Mira que ponerse a gritar toda esa basura!—Escupió con desden.

— ¿U-usted entendió lo que decía?

–Algo así.

—¿Es una especie de idioma desconocido?

–Sé lo que quieres. No obtuviste la información que querías del anciano y ahora vienes conmigo. Normalmente te mandaría de vuelta a la calle, pero, ya que me divertí con tu infortunio, responderé lo que crea que puedo responder. En este caso: ¿Es un idioma/lengua desconocido? no, ¿muerto? tal vez sí. Ya no se habla mucho hoy en día. Se llama Latín. Sé utilizaba hace tiempo, cuando unas instituciones llamadas "iglesias" propagaban sus conocimientos a diestra y siniestra a un montón de gente creyente. El "Padre" quien oficiaba la ceremonia, llegaba a hablar, rezar y hasta cantar en Latín o hebreo...otra lengua perdida.

—Latín...—susurro admirado.— ¿De casualidad, sabe hablarlo? ¿Cómo lo distingo? ¿Es difícil aprenderlo? ¿Podría enseñarme?

—Espera, espera. No, no sé hablarlo. Entiendo lo básico y lo hago mal. No sabría decirte cómo distinguirlo. Y si, es difícil hacerlo...

– ¿Qué fue lo que dijo el señor Franz?

– Deja recuerdo. Era algo como:''Descendente desde lo alto. La muerte llega y el tiempo vuela'' Siempre lo dice entre los delirios de sus ataques.

—¿Aún hay personas que lo hablen? El Latín, digo...

—Son muchas preguntas, eres muy curioso. La respuesta es: Muy pocas. Puedes contarlas con una mano, y la mitad de ellas, no sé si aún vivan.

—Entonces para...— fue interrumpido.

—Detente. Son demasiadas cosas. Me toca a mí. ¿Por qué viniste aquí?

—Porque quería saber.

—¿Qué?

—Todo aquello que ignoro.— Armando tomo un fuerte respiro y continúo — El otro día, conocí a alguien. Su nombre es Geranium, por lo menos, creo que ese es su nombre. Y él, no hablaba nuestro idioma. Él, estaba al otro lado del domo...

Armando hablaba pausadamente, con temor: si ese hombre se ponía igual de histérico que el otro, tendría que volver a escapar, pero esta vez estaba inseguro respecto a quď alguien llegara para ayudarlo. Pero el hombre apenas se mostró un poco interesado. 

–¿Solo eso?— un gesto de indiferencia se asomó por su rostro. Se sentó frente al chico y colóco ambos codos sobre el pretil, juntó sus manos entrelazando sus dedos y las puso frente a sus labios. Miraba hacia otro lado cuando continuo: —¿Cuándo dices que sucedió eso?

—Hace dos días.

—¿En qué zona?

—En la ''B''

—Mmn, es un buen lugar. ¿Sabes algo del cristal? —Armando negó con la cabeza.

–No mucho.

—El cristal...no, mejor dicho, el domo: está cubierto por una densa capa electrónica diseñada con el único fin de simular el día y la noche. Un enorme computador programado anteriormente por la mano del hombre nos muestra esos bellos colores azules, rojos y negros, dándonos la impresión de ser el día, la tarde y la noche. Esto es gracias a esa capa electrónica. Básicamente, si así lo quisieran, podríamos ver la novela de las 6:00 en toda la estructura del domo. No me extrañaría que aquello que viste solo fuese un holograma oculto tras una imagen aún mayor. Una simple interferencia. No debes preocuparte por esas tonterías.

–Pero yo estoy seguro-

—¿Seguro de que? Hasta hace poco estabas seguro de que todo lo que te rodeaba, toda esa maravillosa ''naturaleza'' digna de un milagro mayor, era real. ¿Por qué debería ser diferente esta vez? Puedes creerme. No hay nadie, que pueda sobrevivir allá afuera. Las condiciones se volvieron tan letales, que no hay átomo viviente que pueda existir fuera del domo. 

 Armando lo miraba confundido. Sus grandes ojos marrones se volvieron lacrimosos. Era cierto. Todo en lo que él creía, hasta ese momento, había sido una mentira. Aquellos cálidos y segadores rayos de sol, no eran más que enormes focos ocultos tras la fachada de un anhelo hace tiempo perdido que fue recreado por el humano. Armando se puso de pie y se dispuso a salir.

−Pero entonces... ¿Por qué me dijo su nombre?— cuestionó de repente.

—¿Cuál dices que era?

–Geranium.

—Primero, no se llamaría así. ''Geranium'' es la adaptación al latín. En verdad es Genaro. Segundo: Se ha demostrado lo antes dicho. ''Geranium'' o mejor dicho ''Genaro'' no es más que un simple programa de computadora qué están poniendo aprueba. La inteligencia artificial es magnifica. Y se renueva con el pasar de los días. Es simple. Ahí tienes la respuesta. Deberías dejar de ver cosas donde no las hay, muchacho. Fantasear ya no nos corresponde a nosotros los humanos, que hemos sido condenados a este exilio total y permanente. Todo parece ir sobre ruedas, pero la verdad es que, nuestra fuente de energía se está viniendo abajo y no hay nada que hacer más que ser pragmáticos y tenerlo todo fríamente calculado; la gente así es mucho más consciente de lo que tiene y sabe aprovecharlo al máximo. No creer ni esperar nada de nadie. En eso se ha convertido nuestro mundo. Soñar con que hay otro mundo allá afuera, entre la devastación y la perdición, es de estúpidos. Y son los estúpidos quienes mueren primero ahogados en la depresión de sus mentiras.




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