El padre de mi novio.

Von Katsul_17

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[ESTA HISTORIA LA ESCRIBÍ HACE 6 AÑOS. NO REPRESENTA MI MANERA ACTUAL DE PENSAR NI MI MANERA DE ESCRIBIR.] K... Mehr

EPDM [Versión 2022]
NOTA IMPORTANTE
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26. - Final.
Epílogo.

18.

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Von Katsul_17

Sábado a las 7 de la mañana y yo estaba durmiéndome sentada en la barra de la cocina. Frente a mí estaba Charlie con una taza de café, mirándome y riendo.

Le di un sorbo a mi taza para ver si conseguía despertarme, pero unos nudillos sonaron en la puerta. Miré hacia ella y luego a Charlie quien entendió mi punto y fue a abrir él.

Mientras mi hermano mellizo abría la puerta riendo, yo dejé caer la cabeza sobre mis antebrazos apoyados encima de la barra de la cocina.

-Buenos días. -Dijo Charlie.

-Buenos días. -Dijo Ian.

-Princesa, despierta. -Me movió la espalda con la mano. -Tu suegro está aquí. -Me incorporé restregándome los ojos.

-Buenos días. -Intenté sonreír. Él asintió aguantando la risa.

Iba bastante más guapo que de costumbre. No iba formal con sus típicas camisas de botones o sus zapatos. Llevaba una camiseta azul, un vaquero y unas botas negras.

Suspiré levantándome con pesadez y dejé la taza en lavabo de la cocina mientras Charlie hablaba con Ian y yo me despertaba un poco más.

Después me puse la mochila con mis cosas, preparadas desde anoche, a la espalda y me despedí de mi hermano saliendo.

Cuando cerré la puerta de casa, los labios de Ian chocaron suavemente contra los míos pero su lengua no tardó en buscar la mía, lo que me hizo soltar un jadeo y enseguida se separó sonriendo.

Abrumada y con una mano en mi pecho, comencé a bajar las escaleras detrás de él hasta llegar a su coche, donde me quitó la mochila y la metió en la parte de atrás.

-Pensé que traerías más cosas. -Dijo arrancando el coche una vez estuvimos ambos dentro con los cinturones puestos.

-No tengo mucho más, me traje casi todo lo que tengo. -Me reí.

-¿En esa mochila está todo lo que tienes? -Asentí cuando salimos de mi calle.

-Casi todo. La mayor parte, no voy a llevar cosas que no voy a necesitar. -Dije mirando por el cristal.

-Entonces espero que no hayas traído ropa, porque no la vas a necesitar. -Dijo divertido y le miré.

-Blake me empuja a tus brazos sin siquiera saberlo. -Me dio una rápida mirada y luego a la carretera.

-No es culpa nuestra que lo haga. -Suspiré.

-Lo sé. -Agaché la mirada, mas el puso una mano en mi muslo que me hizo mirarlo.

-No puedes culparte por sentir cosas por otra persona que no sea él, preciosa. Él está lejos, es mucha distancia, y además es quien, prácticamente, nos hace estar juntos. -Asentí.

-Sí, pero esto no empezó cuando Blake nos hizo estar juntos. -Él rió travieso.

-Técnicamente, sí. Si no te hubiera llevado a casa aquel día... -Dejó la frase en el aire y la completé yo.

-Si no me hubiera llevado a tu casa aquel día, me hubiera llevado otro y esto, probablemente, estaría pasado unos días más adelante. -Se encogió de hombros.

-Eso no lo sabemos porque no podemos dar marcha atrás en el tiempo y saberlo. -Frenó en un semáforo y me miró. -Tampoco me gustaría descubrirlo porque ahora mismo no cambiaría nada, preciosa. -Me miró a los ojos y sonreí.

-Pensé que estaba lo suficientemente enamorada de Blake como para rechazar a cualquier otro hombre, pero me doy cuenta de que no estaba tan enamorada de él, ¿sabes? -Ladeó la cabeza.

-¿No? -Negué.

-No por varios motivos. Uno, si lo hubiera estado te hubiera alejado, no te hubiera dejado acercarte, ni te hubiera seguido el juego o algo así. Dos, porque Blake no me hizo sentir lo que tú, Ian, nunca, ni al besarme, ni al tocarme o al tener sexo... Jamás en los tres años. -Él sonrió abiertamente.

-¿Por qué no dejamos de hablar de Blake o de cómo te tocaba...? Porque ya no te toca, ¿verdad?-Dijo entre dientes y reí por sus celos, pero negué. -¿Y disfrutamos de la semana? Solo somos tú y yo, preciosa. Solo seremos tú y yo, una semana y un día, hasta el próximo domingo. -Besó mis labios tiernamente mientras el claxon sonó del coche de atrás haciendo que nos separáramos y volviéramos a la carretera.

(...)

Abrí un poco los ojos cuando sentí que unos brazos me cargaban, pero al ver que estaba en los brazos de Ian, los volví a cerrar haciéndome la dormida.

Oí sus pasos resonando sobre un suelo que parecía de madera, una puerta cerrarse y luego sentí que subíamos unas escaleras pero no muchas, aunque tampoco las conté.

Otra puerta abrirse y cerrarse para luego sentir que me había dejado sobre una superficie acolchada, esponjosa y suave.

Le oí reír suavemente mientras sentía su cuerpo subirse sobre el mío sin ejercer presión del todo, solo la suficiente para saber que estaba ahí.

Sus labios rozaron mi mejilla sin llegar a besarla bajando por mi cuello y acarició este con su nariz, haciéndome cosquillas, así que fruncí los labios para no reír aún con los ojos cerrados.

Él rió un poco más sabiendo que yo no estaba durmiendo sino que más bien lo simulaba y su mano derecha fue hasta mi estómago haciéndome cosquillas.

-¡Vale, vale, estoy despierta! -Grité haciendo que él siguiera con las cosquillas. -¡Para, para! -Le pedía pero él hacía caso omiso. -Ian, no me gusta que me ignoren. -Repetí las palabras que él había dicho en su momento, en nuestro primer encuentro, y ahí paró.

-Ese día fuiste mala, preciosa. Me ignoraste. -Asintió dando veracidad a sus palabras.

-Solo unos segundos. -Me excusé.

-Pero lo hiciste. -Sus labios se acercaron a los míos.

-Tú también fuiste malo ese día, ¿recuerdas? -Gruñó mientras pasaba mi uña por el contorno de su mandíbula.

-Joder... Esto no tenía que pasar así. -Murmuró levantándose.

-¿Qué? -Me incorporé sobre mis antebrazos.

-Preciosa, no quiero follarte como siempre. No más. -Negó de pie con las manos en las caderas.

-No entiendo, Ian. -Suspiré.

-Lo entenderás más tarde, te lo prometo. -Fruncí el ceño. -Es hora de comer ya, así que voy a ir a preparar algo. -Me guiñó un ojo y salió de lo que parecía la habitación donde me había traído.

Me quedé sentada sin saber de lo que estaba hablando o a lo que se refería, pero me di el lujo de mirar hacia todos lados.

Estaba en una habitación sobre una cama doble. A la izquierda había una cómoda y la puerta, a la derecha una ventana y frente a la cama un armario con cristales en las puertas.

Me levanté y salí de la habitación. Era un pasillo muy pequeño. Habían dos puertas frente a la habitación donde yo estaba y otra al fondo del pasillo, así que me di el capricho de investigarlo todo.

La puerta de enfrente era otra habitación parecida a la que estaba pero con una cama individual. Seguro que era la de Blake. Salí de esa y entre al lado, era un baño, aunque más bien un aseo.

Era pequeño, solo con lo esencial. Un váter, un lavabo con un espejo y una ducha bastante pequeña que parecía para una sola persona.

Salí de ahí y entré en la puerta al fondo. Era una terraza con un balcón. Había una mesa en el centro con unas cuantas sillas rodeándola y una pequeña nevera a un lado.

Me asomé al balcón e, inmediatamente, me enamoré de las vistas.

A los pies de la casa había un frondoso bosque, pero un poco más alejado se veía toda la ciudad y el mar perdiéndose por el horizonte.

A la izquierda había un pequeño camino, demasiado pequeño, pues desde aquí se podía llegar a ver un río con una preciosa cascada.

A la derecha no había carretera, no había nada salvo más bosque y montañas con bonitas vistas por lo que agradecí haber traído mi cámara réflex y mi cuaderno de dibujos.

Vale que venía de vacaciones, pero este paisaje tenía que ser inmortalizado sí o sí, ya fuera en varias fotografías o en dibujos.

Salí de la terraza maravillada y bajé las escaleras, llegando una especie de sala con una cocina a la derecha, separada por una barra americana.

Ian estaba ahí, de espaldas, cocinando algo que no podía ver desde aquí y mi mirada fue hasta el sofá, donde estaba mi mochila.

Me acerqué silenciosamente, pues Ian no se había dado cuenta de que había bajado y estaba aquí.

Saqué mi cámara de la mochila, regulé los ajustes y le di al botón para que el flash se levantara apuntando a Ian sacando una instantánea.

Inmediatamente, él al ver el fogonazo del flash, se dio la vuelta y yo sonreí inocente sacándole la lengua. Dejó lo que fuera que estuviera haciendo y se acercó a mí sonriendo.

-Pensé que venías de vacaciones. -Agarró mi cintura.

-Eres demasiado guapo como para no aprovechar y sacarte unas fotos. -Dije como si fuera lo más normal, pero él solo rió.

-¿Has visto el piso de arriba? -Asentí.

-¡Joder, no sabía que existían unas vistas así! -Exclamé. -Iré a sacar unas fotos. -Él se rió.

-Adelante. -Se apartó y yo dejé la cámara sobre la mesa de la sala.

-Quiero unos besos, primero. -Me acerqué y acaricié su pecho sobre la camiseta.

-Eso está hecho, preciosa. -Agarró mi cintura de nuevo y juntó nuestros labios.

Cuando me besaba, le daba a un botón dentro de mi cabeza que hacía que desconectara de todo lo exterior y evitaba que pudiera concentrarme en otra cosa que no fueran sus labios.

Sus manos acariciaban mi cuerpo con delicadeza, como si fuera a romperme en cualquier momento y estaba segura que, si seguía así, conseguiría que me deshiciera.

Su mano sostenía mi mejilla mientras la otra sostenía mi espalda y ambas manos mías estaban aguantándome de la camiseta por su pecho.

Poco a poco, nos fuimos quedando sin aire hasta que se separó, no sin antes besarme otra vez en un pequeño y tierno beso para depositar otro en mi frente.

Sonriendo fue a terminar de hacer la comida y yo aproveché para subir a la terraza a sacar unas cuantas preciosas fotografías que inmortalizaran estos momentos.

Sin dudar, sería la mejor semana de mi vida.

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